viernes, 26 de noviembre de 2021

POEMAS DE FUAD RIFKA

 


(28 de diciembre de 1930, Kafroun, Siria - 13 de mayo de 2011, Beirut, Líbano)



CAMPESINO

 

 

Cada mañana hacia la pradera,

hacia la sombra de los granados,

hacia las fuentes de agua,

al fin del día hacia la cabaña,

se apoya la cabeza en el buey

y se duerme.

 

Él y el buey son amigos,

desde años se hacen viejos juntos,

mañana, cuando uno se vaya,

¡ay! ¿quién salvará al otro?



NADIE 

 

 

En las ciudades de hierro y de los bancos

brillan solitarios los brotes,

maduran solitarias las parras,

van en solitario los mirlos,

vigila la nieve en solitario.

 

En las ciudades de los números

no hay nadie en la ventana

ni un cuerpo se apoya al otro.

 

 

 

LOCO

 

 

 

Después de la puesta del sol

se entregaba a la locura,

su provisión de viaje

un bastón, una vasija de piel con agua.

 

En su camino hacia los montes le ceñían las

serpientes,

le resguardaban las águilas,

le protegían los lobos.

Cuando llegó al monasterio,

sonaron las campanas.

Al muro un monje,

en sus arrugas

la hierba de la jungla.

 

Se acostó en su sombra;

cuando se despertó,

hablaba a las cosas,

en aquel momento se inclinaron los árboles,

y el agua se convirtió en vino.

 

 

 

LA RUINA DEL SUFÍ

 

 

 

En estos montes

desde hace treinta otoños,

con gavilanes y águilas.

su sombrero el sol y el viento,

sus cabellos las nubes

su vientre punto de reunión de animales

salvajes.

 

Está sentado inmóvil

en un sitio cubierto de musgo;

no cansado del sentarse

calla.

 

Dos piedras: él y la piedra.

 

 

 

SUEÑOS

 

 

 

Por la mañana sueña el atardecer

al atardecer sueña la mañana,

y entre el uno y el otro sueño

cierra los ojos y sueña.

 

Él sabe, quién no se fue al mar

en tiempos de tormenta,

nunca más irá al mar.

Cabeceará durante mucho tiempo

pero nadie llama a la puerta.



 

DESASOSIEGO

 

 

 

Delante de él el Este

a su derecha el Sur,

detrás de él el Oeste,

a su izquierda el Norte.

¿Adónde pues?

 

Cuando el camino le envuelve

y el bastón le acompaña,

¿cómo volver atrás?

El olor del invierno alarma al pájaro,

desasosiega los árboles. 

 

Del libro Van en solitario los mirlos

Traducción Germain Droogenbroodt - Fco. Javier Barbero


 

 

OFRENDA

 

Ansío volver

A los campos verdes

Recién arados

A sembrar la historia del tiempo.

Oh amada, quisiera decir,

Que, antaño, partí

Dejando atrás mi pueblo.

Con una espiga de trigo en mi mano.

Y mi alma apagada.

 

Traducción de Jaime B. Rosa


 

 

EN EL FILO DE LA TORRE

 

 

 

La niñez que le amó

en los cauces de los ríos

la Mujer que le amó

en la oscuridad de las raíces

los Amigos que le amaron

en los barcos de las cenizas

los Poemas que le amaron

en los pinchos de la horca

 

En el filo de la torre

solo él está,

sin sombrero, ni abrigo

 

Traducción de Hussein Al-Duweiri

 

 

UNA ÚLTIMA PALABRA

 

Dices:

“Derroché mi primavera

y el fruto de mi verano,

derroché mi otoño

derroché mi invierno,

y en cada valle

se esparció mi vida.”

 

Dices:

“Portaré mi semblante y me iré,

puede que en montañas lejanas

haya nuevos aires.”

 

Y pasarás

por todos los territorios

por todos los valles,

y cuando ya sea demasiado tarde

lo verás todo

y sabrás que las montañas están lejos

siguen lejos,

y que se camino

es fuego, humo.


 

AGOSTO 2, 1984

 

¿Qué le ha sucedido

al recogedor de leña?

Antaño solía cantar

como un pájaro en la cima de una montaña

temprano en la mañana.

Pero ahora ya no habla,

se volvió mudo

como una piedra en una caverna.

¿Quién podra saberlo? Tal vez se cansó.

Cuando el río se cansa

se complace en las tierras planas

y en la oscuridad del mar. 

 

 

EL TIEMPO

 

El tiempo es un guardián confiable.

Nunca se cansa,

nunca se retira,

nunca envejece.

 

A través de las edades,

cada vez que tañe la campana

despierta un cuerpo

y lo pone en el camino.

 

 

SUSURROS

 

A quien pasa

el río le susurra:

Yo soy el viaje.

Al río

el mar le susurra:

Yo soy el barco.

Al mar

la distancia le susurra:

Yo soy el capitán.

 

 

HIROSHIMA

 

En el principio fueron los elementos

y fue el amor,

así que se mezclaron.

Se convirtieron en un olivo

y Dios lo llamo Hiroshima.

Y a su sombra, durmió.

 

Al final del invierno

Dios se dijo:

Llega la primavera,

iré a los campos,

pues los azadones están calientes

y el deseo se estremece bajo el suelo.

 

Las edades pasaban

mientras Dios cultivaba la tierra

esparciendo semillas,

recogiendo las cosechas maduras.

En las jarras

vertía el vino, el aceite.

 

Una vez hecha la cosecha,

vio que todo era bueno,

y dijo:

Ahora es el tiempo del descanso.

Iré al olivo

pues su sombra es oscura y vasta.

 

En el camino

olió humo.

Miró hacia arriba

y vio al olivo ardiendo:

 

una sombrilla

un hongo se expandía,

el polvo borraba los rostros,

y sobre las aguas

soplaban los vientos de Sodoma.

 

 

ENTRE LA ALDEA Y LA CIUDAD

 

Hace mucho tiempo

se viajaba.

Las provisiones para el camino

eran el canto del gallo,

los pájaros de la neblina del ocaso,

el bastón de día,

la hoguera de noche.

 

Y ahora

los carros de acero

y los humos de la velocidad,

las hojas de los sentidos se han marchitado,

las ventanas del cuerpo se han cerrado.

 

 

 

LAS CONTRADICCIONES DE LA VIDA

 

Añora el hogar

       y lo teme.

Añora los viajes

         y los teme.

Añora la locura

         y la teme.

Añora el destino

           y lo teme.

 

Entre el golpe de un hacha y el otro

las canciones resplandecen.

 

 

EL ESCENARIO DE LA MEMORIA

 

Caras atraviesan

el escenario de la memoria,

tras una cortina de hierro

hilan telarañas.

 

Pero desde la oscuridad dentro del cuerpo

en el sagrado momento del silencio

una cara se asoma,

se acerca,

se posa en el ojo

y en el cielo del corazón

se convierte en las estrellas.

 

 

SERENIDAD

 

De las hojas de laurel y de albahaca

                             las suaves brisas,

De las fuentes en tierras escabrosas

                              los hilos de agua,

De las eras del sol

    los rayos de sol,

De las manos de la tierra

                        las rosas.

 

Lejos de las bocanadas de las chimeneas

y de las columnas de humo,

aquí en estas montañas

cocina raíces

y se viste de follaje.

 

 

PALIDEZ

 

¡No por el hambre

no por la sed

no por el frío

no por el amor

no por estar enfermo!

Es por el soplo de la brisa de la poesía

esta palidez,

amigo mío.

 

 

LA CIVILIZACIÓN

 

Fronteras,

retenes,

alambradas de púas,

pasaportes.

Y sin embargo hasta los confines de la tierra

sin paredes,

la golondrina la atraviesa

y el zorro corre de aquí para allá.

 

 

 

DIOS DEL TIEMPO

 

Incesantemente construyes

tu casa dentro de nosotros,

piedra sobre piedra.

Te elevas como distantes follajes de árboles

en busca del borde del cielo,

y brillas, estrella verde en el aire verde.

Con las manos a la deriva

nos dormimos.

Todavía,

abriéndose paso en las arboledas de la noche

tejes nuestro mundo,

débilmente,

¡Oh, Dios del Tiempo!

 

 

INTRODUCCIÓN

 

Sin fin apuntas

hacia una estrella,

hacia las páginas del poema

en tus ojos, una nube

de las pinturas de lo profundo

de una nueva tierra.

Pero la vida se estrecha en torno tuyo,

el poema

te tienta para siempre,

y la linterna se rompe,

gastada por el tiempo.


 

 

SATISFACCIÓN

 

Al comenzar los días…

Iba a sus campos cada mañana

Su camisa, los pliegues de la tierra,

sus zapatos, las grietas del tiempo.

Al comenzar los días…

y luego a su casa cada tarde,

en una silla de madera

el pan y el vino sagrados.


 

 

UN PARPADEO

 

Un roble marchito

piensa en su vecino verde.

Un roble verde

piensa en su vecino marchito.

 

Entre los dos se levanta el telón.

 

 

 

UNA FLOR

 

Desde el fondo

del pozo en el campo

surge una flor.

Desde la superficie del pozo

las cejas revelan

una isla para las abejas.

 

 

SED

 

Da un traspiés.

Se mira los dedos,

las arrugas de las manos,

el bastón.

 

En sus dedos crujientes:

una sed de sol

de fuego en el hogar.

 

 

 

 

UN ROBLE

 

En el roble de su vida

abundan las hojas.

Las cuentas,

avergonzado por los amigos que pasan

y por sus nietos.

Año tras año,

la fiesta de la muerte,

y no se muere.

Tomado de:

https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Revista/ultimas_ediciones/84_85/rifka.html

 

El sol siempre sale


 

Por la noche aquí

El sol ilumina el Cáucaso

Por la noche en el Cáucaso

El sol ilumina Alaska

Por la noche en Alaska

El sol ilumina el Himalaya

Por la noche en el Himalaya

El sol ilumina el Olimpo

Por la noche en el Olimpo

El sol ilumina Sanine

 

Por la noche

El sol siempre sale

 

Satélite

 

Cuerpos hambrientos

Ni un solo tallo de trigo.

Cuerpos sedientos,

Ni siquiera el susurro del agua.

Cuerpos desnudos,

Ni una sola hoja en la higuera.

Cuerpos fríos,

Ni un leño en el hogar.

 

Desde las ventanas del satélite:

Polvo azotando las estrellas.

Tomado de:

https://www.poemhunter.com/fuad-rifka/poems/

 

 

 

 

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