Pese
a que todo premio tiene y tendrá siempre detractores y simpatizantes, es la
dinámica de esta competencia, o mejor de estos premios y reconocimientos; no
podemos sentirnos más que felices porque el Maestro Juan Manuel ha recibido el
merecido reconocimiento a una vida de entrega a la poesía, y no sólo como
creados, difusor sino como maestro en la extensión de la palabra, sea el
momento de extender mi agradecimiento. Y compartir algo de su enorme y variada
obra.
LA ESTATUA DE BRONCE
(A la manera de Ossip
Brodski)
Primero haremos, si el
Cabildo de la ciudad lo permite, el caballo.
Un alazán en bronce con sus
patas delanteras levantadas
Como ejemplo para cruzar
obstáculos y abismos.
Luego fundiremos el hombre,
Pues un caballo sin jinete
no es digno de una plaza
Y ni siquiera puede
llamarse monumento.
Que todo el burgo aporte
llaves, aldabones, candelabros,
Monedas, candados,
espuelas, medallas y cubiertos
Para fundir el hombre a su
caballo.
Después discutiremos el
lugar para la estatua y la forma de su pedestal.
¿Un recodo cercano a las
montañas
Entre bosques de sauces y
eucaliptos?
No estaría mal construir en
el sitio elegido
Un pequeño parque que
permita a las mucamas
Citarse con sus novios al
pie de la escultura.
Debe amoblarse el espacio
con bancas de madera:
Los oficinistas comerían
emparedados a la hora del receso.
Bella será la sombra al
mediodía
De Caballo y jinete sobre
la grava y el asfalto.
Las hojas caídas de los
árboles
Tejerán un tapiz crujiente
al paso de los estudiantes.
Los viejos fotógrafos
Sacarán los domingos sus
cámaras de cajón
Y harán que los enamorados
prolonguen el tiempo de los besos.
Todo concertado con
autoridades eclesiásticas, civiles y militares.
Luego vendrá la discusión.
¿Quién debe ser el hombre
encima del corcel?
Sabios hay pocos. Guerreros
y héroes son dudosos.
Un filósofo a caballo
No puede replegar su
pensamiento.
Los poetas viven recostados
en la hierba.
Los campesinos no montan
caballos de viento.
Los directores de orquesta
no pueden dirigir
Desde una montura de bronce
y el lomo inclinado de un caballo.
Los jubilados prefieren
cabalgar nubes
Y permanecer sentados en
los bancos.
Los pintores trazan
caballos pero aman más los caballetes.
Los arquitectos pierden la
perspectiva.
Los almirantes prefieren
las crines de las olas.
Las bailarinas no necesitan
pedestal para su vocación de aire.
Los astrólogos son una
franca minoría.
¿Quién podrá ser el jinete
de bronce
Sobre el imponente y brioso
caballo de bronce?
Deberá ser alguien que
muchos ciudadanos admiren.
Un hombre que sea su propio
mentor,
Que haya luchado a brazo
partido por su gloria y su fortuna.
Ya está. Levantémosle una
estatua al asesino.
POEMA CON TIGRES
El tigre lleva en la piel
los barrotes de su jaula
. . . . . . . . . . . . . .
. . . . . .Eduardo Umaña Bernal
Siempre, entre el tigre y
mi precaria humanidad, hubo una jaula.
A veces nos separaban los
barrotes del zoo,
A veces las rejas que
traman las palabras.
Ni el tigre de Blake,
Ni el tigre al que Valery
llamó
Campo listado o cosa
parecida, rugieron en mi tienda.
Ni siquiera el tigre de
Borges
Cuyo lazarillo es la noche.
Menos aún el tigre de la
Malasia,
El temido de Ishnapur,
El tigre de la aldea que se
escondía en la niebla.
Mi tigre siempre fue tigre
de papel.
Yo iba por las junglas del
lenguaje,
Un pobre cazador dormido
entre fogatas,
Alguien que seguía las
huellas dactilares de la fábula.
De safari por la lengua
esparcía trampas
Para atrapar la palabra
tigre y amansarla.
A duras penas apresaba una
dulce jaguaresa
En la floresta de letras de
Horacio Quiroga.
Pero hoy vi tus pasos
sigilosos,
Los vi en la algaraza de
los tucanes y los monos
Que señalaban en su alarma
la dirección de tus garras.
Te vi junto al río y ya no
hubo más jaula que mi miedo,
Tigre en libertad,
Flama en la noche de los
sentidos.
LAS HIPÓTESIS DE NADIE
Puede ser el viento.
La página en blanco. Puede
ser.
Puede ser el que viene
Borrado por la lluvia.
Ahora recuerdo a un hombre
ciego
Una dulce tarde de
Friburgo.
Iba solo por la nieve
Con una sonrisa de beatitud
Y un bastón tan blanco como
los copos.
Cruzó a mi lado sin verme:
Yo era su Nadie,
Un fantasma en ese reino
luminoso.
Puede ocurrir que seamos
Los ciegos de Nadie.
Nadie acaso sea el que en
la alta noche
Abre las ventanas con
golpes sin acordes
Para hacernos hablar en la
lengua del sueño.
Puede ser quien dejó
Para siempre un abrigo
abandonado,
Un abrigo raído en la
percha del café,
Un abrigo que se vuelve
bandera del vacío
Hasta que desaparece un
día, como su dueño.
No he visto tremolar la
bufanda de Nadie
Pero es seguro que su
tejido es de viento.
Puede ser el que nunca fue,
El que nunca será,
El que se cansó de haber
sido.
Quizá sea en el país de los
desaparecidos
El único aparecido que
llamamos fantasma,
El que pone a traquear
Las escaleras en la noche
O tumba un sartén en la
cocina,
El que cambia de sitio a
los cubiertos
Que no logramos encontrar,
El ladrón de lejanías.
Puede ser el viajero de sí,
El nómada de sí mismo.
Ha ejercido mil oficios a
destiempo:
Arrastra papeles en la
calle solitaria,
Lleva diarios atrasados
De un extremo a otro en la
ciudad,
Trae un olor de extramuros
a su centro,
Rasga los carteles del cine
de ayer,
Hace partir los trenes
Con sólo sonar una campana.
Puede ser el viento.
La página en blanco. Puede
ser.
LECCIÓN DE ANATOMÍA
Se nos dio el cuerpo
Para tener más cerca al
enemigo,
Para vigilarlo
Y que no tenga tiempo
De apostarse tras un árbol
A esperar nuestro paso.
Se nos dio el cuerpo
Para que entre él y
nosotros
No haya terrenos minados
Ni emboscadas.
Se nos dio sin exigirlo,
Como al príncipe el trono,
Para que no pudiera
Mezclar el vino con veneno
Sin abdicar de su reino.
En adelante se impuso
La costumbre de ir con el
cuerpo
A todas partes,
De bañarse con él
Para evitar la sorpresa
De un brillo de puñal tras
la cortina.
Construimos el hábito
De seguirle los pasos al
cuerpo
Y tenderle la trampa del
espejo,
De no dejarlo a solas
Ni siquiera cuando duerme.
Se nos dio el cuerpo
Para tener más cerca al
enemigo.
PARÁBOLA DE LAS MANOS
Esta mano toma un fruto,
La otra lo aleja.
Una mano recibe al halcón,
se quita un guante,
La otra lo ahuyenta, prende
una antorcha.
Una mano escribe cartas de
amor
Que su equívoca siamesa
puebla de injurias.
Una mano bendice, la otra
amenaza.
Una dibuja un caballo,
La otra, un puma que lo
espanta.
Pinta un lago la mano
diestra:
Lo ahoja en un río de
tinta, la siniestra.
Una mano traza la palabra
pájaro,
La otra escribe su jaula.
Hay una mano de luz que
construye escaleras,
Una de sombra que afloja
sus peldaños.
Pero llega la noche. Llega
La noche cuando cansadas de
herirse
Hacen tregua en su guerra
Porque buscan tu cuerpo.
Tomado de:
http://letras.mysite.com/jmro050615.html
MONÓLOGO DE JOSÉ ASUNCIÓN SILVA
La ciudad que me rodea
Y se duplica en los charcos
de lluvia
Tiene un ropaje de sombras.
El viento que viene del
páramo de Cruz Verde
Con su negro levitón
nocturno
Rasguña los vitrales de la
casa,
Se cuela en los
campanarios,
Golpea
Los aldabones de bronce de
la Candelaria.
Ese viento, mi alma es ese
viento.
Entre cercanos silencios
Resuenan las guerras del
país
Mientras tintinea el
quinqué
Con el que alumbro mis confusos
libros
De comercio.
Ese viento, mi alma es ese
viento.
Los corrillos de seres
embozados
Murmuran a mi paso. Figuras fijas al paisaje,
Estatuas de nieve a la
entrada de una iglesia,
Maniquíes
Apenas movidos por el frío
cuchillo del
Páramo.
Ese viento, mi alma es ese
viento.
¿Quién dibuja en mi blusa
el mapa del corazón?
¿Quién traza un centro a la
ruta de mi fiebre?
La hermana muerta atraviesa
el patio:
Su voz ya pertenece
A las construcciones
secretas del vacío.
Ese viento, mi alma es ese
viento.
La aldea despereza su piel
de adormidera,
Filtra una luz en los
costados de la plaza
A una hora en que la ciudad
parece viva,
Hablo de su lentitud, de su
pasmosa fijeza:
Mientras concluye el gesto
de un hombre
Que lleva de la mesa a la
boca su pocillo.
Cruza la eternidad, el
mundo cambia de
Estaciones,
Pasan las guerras hay
futuros en fuga
Y el hombre no termina el
ademán
Que funde sus labios a la
taza de café.
Todos parecen tocados de
embrujo,
Acaso miren en su quietud
El pájaro invisible
Que les señala un oculto
retratista.
Y de nuevo, el viento.
Ese viento, mi alma es ese
viento.
Un disparo más, dirá el
vecindario.
Un disparo más en las
eternas guerras
Del olvido,
La vida, esa feroz
bancarrota.
*a Ricardo Cano Gaviria
CORTOMETRAJE DE BOGOTÁ, CAPITAL DE LAS AUSENCIAS
Es a esta hora cuando las
velas se encienden
Y la mendiga de la Iglesia
de las Nieves
Guarda bajo su falda un
botellón de avispas.
Las mujeres reparten
boletines de la aurora
Y los circos de carpas de
espejos
Regresan con las
lluvias. Un viento de arrabal
Vaga por la sabana haciendo
una música de nieblas.
Vendedores de la lotería
del verano
Bajan al mercado negro
entre las moscas
Más ruidosas del sonoro
continente,
Algunos hombres huyen de
prisión
Cuando la cordillera de los
Andes se despereza
Y ríen las mujeres sobre
sus zuecos
Del color de la
champaña. Una sala de cine
Proyecta la historia de un
fantasma que viaja
En vagón de segunda hacia
un poblado del Cauca,
Cuando salimos del socavón
del cine
El frío anda suelto por las
plazas
Y la ciudad se agazapa en
un concilio de mantas.
Los poetas callejeros, que
trafican en nostalgias,
Entonan canciones de ayer
en una lengua olvidada.
Un loco subido al techo de
un auto abandonado
Grita frente a la Iglesia
de la Candelaria:
“Prendan las luces, prendan
las luces.”
PAÍS SECRETO
Lo convoco,
En la soledad
Que despliega azules alas
Lo convoco,
País secreto
Donde no cruza
El tren del desconsuelo
Ni se almacena
La muerte en astilleros,
Donde no se otorgan
Plenos poderes a los
muertos
Ni se escucha la falsa
canción
Del satisfecho.
Lo convoco,
País secreto,
País del nuevo viento:
Un contrabando de sueños
Cruza todas las noches
Sus fronteras.
Tomado de:
https://www.revistaaltazor.cl/juan-manuel-roca-2/
Naturaleza muerta
Voy por la calle con mi
maletín de antílope
Y mi billetera de becerro.
Calzo zapatos de toro
Y llevo un blusón rojo
teñido en achote.
Toda mi ropa fue lavada por
un secreto río
Y jabones de rosa.
En mis papeles rumora un
viejo bosque,
Por momentos siento que
Se despereza la serpiente
del cinturón.
Hay vestigios de clorofila
en mis dientes.
Escribo con carboncillos de
sauce.
Me pregunto qué trozo soy
del paisaje.
Tomado de:
https://www.poeticous.com/juan-manuel-roca/naturaleza-muerta-1?locale=es
Oración al señor de la duda
Más que fe, dame un
equipaje de dudas.
Ellas son mi puente, mi
afluente, mi oleaje.
Venga a nos el Reino de lo
Incierto.
Mantén en vilo mis
verdades,
Concebidas, muertas y
sepultadas
En los telares del olvido.
Llévame
Por las arenas movedizas,
Dame a comer el plan de la
derrota,
A beber el agua del
silencio.
No hay timos ni trucajes:
Estoy herido y soy mi
camillero.
Sean las certezas palacios
de nieve
A los que alguien asedia
con el fuego.
Señor de la duda, si existieras,
Escucha la oración del
descreído.
Días como agujas
Estoy tan solo, amor, que a
mi cuarto
Sólo sube, peldaño tras
peldaño,
La vieja escalera que
traquea.
Botellas de náufrago
En la pequeña habitación en
donde vivo
Como Jonás en el vientre de
un cetáceo,
Pienso: quizás los poemas
sólo sean
Mensajes enviados por un
náufrago,
Botellas con gritos
pobremente escritos
Que acaso vayan desde el
mar de los silencios
A las playas del olvido.
Pero he aquí que lanzo una
botella y otra,
Y una última habitada por
mis miedos.
En la pequeña habitación en
donde vivo
Como Jonás en el vientre de
un cetáceo,
Van quedando pocas botellas
del naufragio.
CANCIÓN DEL QUE FABRICA LOS ESPEJOS
Fabrico espejos:
Al horror agrego más
horror,
Mas belleza a la belleza.
Llevo por la calle
La luna de azogue:
El cielo se refleja en el
espejo
Y los tejados bailan
Como un cuadro de Chagall.
Cuando el espejo entre en
otra casa
Borrará los rostros
conocidos,
Pues los espejos no narran
su pasado,
No delatan antiguos
moradores.
Algunos construyen
cárceles,
Barrotes para jaulas.
Yo fabrico espejos:
Al horror agrego más
horror,
Más belleza a la belleza.
MONÓLOGO DE LA BAILARINA
Ahora soy flor.
Luego cascada.
Un secreto pájaro dicta el
vuelo
A mis frágiles pies, en el
tablado.
Si abajo de mis zapatillas
Hay un mundo estático, lo
ignoro.
¿Me entenderán si les digo
Que las gotas de sudor son
más preciadas
Por mí, que los collares?
Ahora soy fuego.
Cuando vuelvo en mí,
Cuando la música ha cesado
Y veo a los demás, que son
mi espejo,
Me asusto de saber que fui
flor,
Que fui cascada, que fui
fuego.
AVARO COMO EL MAR
Avaro como el mar,
Sin embargo sacaba de su
Almohada
Un concierto de hechizos,
Un desbande de misterios.
¡Ah!, la danza del relapso,
La danza del hechicero
Vendiendo talismanes
Mientras bebe los licores
Sin impuestos en la fábrica
del diablo.
Era la hora de arder
En los cristales.
PASAPORTE DEL APÁTRIDA
En la aduana me preguntan
De qué país soy ciudadano.
Cuando la Catrina toca su
pífano de hueso
Y remienda sueños
olvidados, soy mexicano.
Si al abrir y cerrar un
bandoneón se despliega la calle
Y un gato recorre las
cornisas del barrio,
Mi ángel de la guarda habla
en lunfardo.
Si la tristeza se riega en
mi cuarto,
Envalleja mi pan y mi
artesa, mi plato y mi cuchara,
Soy el huayno que acompaña
al hombre solitario,
Un hombre llegado de la
Puna.
Veo el fantasma de Teillier
y soy agua de Chile,
Compatriota de cielos y
naufragios.
Si el silencio se desliza
en un bote de totora,
Si las nubes mascan coca
para subir a su altura
soy boliviano.
Cuando suena una orquesta
en la percusión del pecho
Lleva un sonido de trenes
al túnel de la noche,
Soy de Santiago o La
Habana, un lajero que regresa
A golpear con su bastón los
tinglados del alba.
Si un potro recorre la
llanura (si el viejo Simón Díaz
Trae un sombrero de oro, un
color de araguaney),
Mi agua bautismal es
Venezuela.
¿Sabe usted, impaciente
aduanero,
Dónde queda Uruguay?, Queda
en otro monte,
En otro mundo fabulado por
un Conde sin reino.
Soy uruguayo al visitar el
eco de sus cantos.
El viento trae semillas de
lejanía,
Teje y desteje trenzas y
nubes
Y un concilio de sombras
oficia las distancias:
Soy correo de Chasquis,
Un incierto corresponsal de
Gangotena.
Siempre que camino las
florestas del lenguaje
Vuelvo a Darío y soy de un
país
Que compone sonatinas
tocadas por el mar.
Cuando intento
reconciliarme con la muerte,
Soy compatriota de Barret,
con él me hago oriundo
de Paraguay.
Entro a un mapa oculto en
las manos de Cardoza,
En sus líneas soy vendedor
de espigas y máiz
En la Antigua Guatemala.
Soy brasilero en
Pernambuco, me apellido Bandeira
Y prefiero "el lirismo
de los locos",
Los ojos de una muchacha
envejecen sin remedio.
A veces soy colombiano,
cuando en Ciénaga de Oro
Suenan los bombardinos
O un poeta pinta el verde
de todos los colores.
¿Me entenderán en la aduana
Si les digo que soy del
lugar donde te encuentres?
Tomado de:
http://www.antoniomiranda.com.br/iberoamerica/colombia/juan_manuel_roca.html
EL EXTRAÑO CASO DEL CUERPO
Mi
cuerpo, como en una novela negra, me persigue. Donde voy, va conmigo. Mide sus
pasos en mis pasos, casa su sombra con la mía. Para sorprenderme acude a los
viejos manuales del sigilo. Me espía agazapado oculto en el cuello de su
gabardina, sigue los viejos moldes policiales, desde esconderse tras un
periódico hasta ponerme como señuelo una espigada pelirroja. Una noche me lo
encuentro a boca de jarro al doblar una esquina y me resulta imperioso
saludarlo como a un viejo conocido. Debo aceptar que me siga a todas partes.
SUENA LA CAMPANA
Dios
me tiene al borde del nocaut, me golpea como a un mal sparring de barriada.
Desde el primer round Dios me dice dulcemente: “Ahí le va mi golpe de gracia,
intente si puede esquivar mis bendiciones” y en verdad me apalea como a un
Cristo que levanta sus brazos escuálidos al cielo. Como el guantazo que le dio
a Saulo en el camino de Damasco. Si tuviera toalla la arrojaría al cuadrilátero
o al menos me limpiaría el sudor y la sangre, pero la perdí al levantarla como
bandera del último naufragio. Dios se aprovecha de mi aturdimiento y no para de
azotarme. El demonio me tiene al borde del nocaut, me da con un balde en la
cabeza cuando suena la campana, me martilla el hígado una y mil veces, me pisa
la sombra que queda inmóvil y no sigue el pesado balanceo de mi cuerpo, me
acorrala y zarandea como a un muñeco de trapo, bailotea como un derviche y
lanza un aguacero de golpes a mi costillar. Un público vestido de frac lo
aplaude con furor, le lanza besos de azufre y labios de mujer. El demonio no
para de decirme: “póngase en guardia, bastardo, ahí le va el jab del infierno
con el que aplasto las mañanitas de Dios”. En el camerino, vuelto trizas,
pienso que debo volver a casa y cancelar mis altos estudios en teología.
PAISAJE CON MALETAS
Antaño
vivía en las inmediaciones de la nada. Aún así tenía una maleta de cuero de
becerro comprada en la peletería de un viejo rumano en mi ciudad andina. La maleta fue mi almohada en algunos parajes
de la zona cafetera, en una estación levantada entre grandes platanares y
rumores de acequias. A veces no sabía si la maleta estaba hecha para salir de
viaje o para adelantar el regreso. Hacer la maleta era como fundar un entrevero
de caminos. En los retenes, los nerviosos aduaneros me miraban con recelo
porque llevaba una brújula rota y chaquetas poco adecuadas para el clima. Dejé
de verla cuando apareció la bella, una mulata con algo de corsaria: para negar
mi pasado arrojó mi equipaje desde un tren cuando iba llegando a Santa Marta.
Luego compré una maleta de lona que me daba un aire de grumete, sin pretender
emular a James Cook, el capitán inglés que hacía naufragar el agua. (El
legendario capitán recorrió sesenta y cinco mil millas venciendo los témpanos
antárticos, las aguas de los trópicos y el temible escorbuto, pero murió de una
pedrada a orillas de un mar calumniado de Pacífico). Con esa maleta de lona
crucé veloces autopistas, lentas piraguas, camiones con bultos de café o con
fardos de caña de azúcar. Terminó descosida y abandonada, no recuerdo si en un
hotel orillero de Caucasia o en una playa de menta en Arboletes. Ahora cruzo en
un auto el valle del Tolima y pienso en mi equipaje de aventurero adolescente,
cuando hasta el hambre resultaba celebrable:
veo un grupo de desplazados, sentados en cajas de cartón y a la espera
de nadie.
Ibagué, enero 30 de 2011
Tomado de:
https://literariedad.co/2016/10/02/juan-manuel-roca-poemas-en-prosa/
Soy pintor y poeta como tú. Encontré su blog cuando estaba investigando sobre Richard Dehmel y Schoenberg.
ResponderBorrarTe invito a visitar mi blog
https://brancasnuvensnegras.blogspot.com/?m=1
Te envío un abrazo