martes, 29 de julio de 2025

POEMAS DE GIOSUÈ CARDUCCI -DESDE ITALIA-


San Martino

La niebla de cuellos rizados

se levanta como la lluvia.

El mar aúlla y palidece

bajo el efecto del mistral.

Pero en los caminos de la aldea,

unas cubas en fermentación

el áspero olor de los vinos

regocija el corazón.

 

Sobre los leños candentes,

el asador gira crepitando,

el cazador silba

y desde el umbral de su puerta, observa

entre las nubes plomizas

el vuelo de unos pájaros oscuros

que migran en el crepúsculo,

como pensamientos desterrados.

 

Giosuè Carducci

Traducción de: Carlos López Narváez

Tomado de:

https://trianarts.com/recordando-a-giosue-carducci-san-martino/#sthash.U5tCUVy0.dpbs

 

 

El soneto

 

Dante le dio del serafín el vuelo

circundado de azules y de oros;

en manantial de rimas y de lloros

diole Petrarca el corazón en duelo.

 

Del venosino y del mantuano suelo,

la musa tiburtina los decoros

diole al Tasso; yen déspotas desdoros

Alfieri lo clavó como escalpelo.

 

Fóscolo, el trino de los ruiseñores

y del nativo acanto los primores

le dio bajo los jónicos cipreses.

 

Último yo -no sexto- vuelo y llanto,

arte, hálitos, iras, en él canto,

y lo elevo a los Manes como preces.

 

Versión de Carlos López Narváez

 

 

La niebla de cuellos rizados...

 

La niebla de cuellos rizados

se levanta como la lluvia.

El mar aúlla y palidece

bajo el efecto del mistral.

Pero en los caminos de la aldea,

unas cubas en fermentación

el áspero olor de los vinos

regocija el corazón.

 

Sobre los leños candentes,

el asador gira crepitando,

el cazador silba

y desde el umbral de su puerta, observa

entre las nubes plomizas

el vuelo de unos pájaros oscuros

que migran en el crepúsculo,

como pensamientos desterrados.

 

 

La princesa de Lamballe

 

Por la natal Saboya, enhiesta y fría,

ríos que lloran, gemebundo viento;

de hierros y furores sordo acento:

Madame de Lamballe en la Abadía.

 

Los cabellos, no más -oro y argento-

cubren su desnudez sobre la vía;

y el cuerpo, tibio aún, palpa y espía

feroz sicario de mirar sangriento.

 

Fina la piel, del lirio la blancura

tiene el cuello, y una risa que perdura

agoniza en la dulce boca inerte.

 

Ojos marinos, bucles que despeina

el viento: Id al Temple y a la Reina

dadle los buenos-días de la muerte.

 

Versión de Carlos López Narváez

 

 

Mediodía alpino

 

En el círculo de los Alpes

sobre el granítico retorcido y desangrado

entre las nieves candescentes

reina parada

intenso e infinito en su amplio silencio el mediodía.

Pinos y abetos blancos

sin el aliento de los vientos

se elevan al sol que sereno los mira

y un pájaro canta

con frágiles sonidos de lira

el agua que lentamente entre las rocas camina.

 

Versión de María Dolores Sartorio

 

 

Mors

 

Cuando a nuestros hogares la diosa severa desciende,

se oye de lejos el rumor de sus alas.

 

La sombra que proyecta cuando gélida, avanza,

difunde en torno lúgubres silencios.

 

Su cabeza los hombres inclinan cuando ella ha llegado;

los femeninos pechos tiemblan de anhelo.

 

Así en los altos bosques, cuando julio condensa huracanes,

ni un soplo corre por las verdosas cumbres;

 

como inmóviles, yertos, deja el escalofrío a los bosques;

sólo se escucha al río que gime ronco.

 

Entra ella, y pasa, y toca; sin volverse siquiera, derriba

los arbolitos, de su frescor gozosos;

 

siega la rubia espiga, y arranca también los agraces;

llévase esposas, llévase las doncellas

 

galanas y los niños; éstos tienden sus brazos de rosa

hacia el sol, bajo el ala negra, y sonríen.

 

¡Triste el hogar en donde, frente a rostros de padres dolientes,

pálida diosa, vidas nuevas apagas!

 

Dentro de sus paredes, risas y voces festivas no se oyen,

ni bisbiseos, como en nidos de mayo.

 

No se oyen los rumores de los años que crecen alegres,

ni de amor cuitas, ni las danzas de boda.

 

Allí los que perviven, en la sombra envejecen, atentos

siempre a tus pasos; siempre, ¡oh diosa!, esperándote.

 

Versión de Amando Lázaro

 

 

Odio la poesía al uso...

 

"Odio la poesía al uso; brinda,

fácil, al vulgo sus costados lacios;

alárgase entre abrazos rutinarios,

lánguida, y duerme.

 

 

Viva la estrofa quiero yo, que al ritmo

de pies y palmas en los coros salte;

su ala yo atrapo al vuelo, y ella, indómita,

niégase y lucha".

 

Versión de Carlos López Narváez

 

 

Panteísmo

 

No os lo diré jamás, claras estrellas;

ni a ti lo diré nunca, sol fulgente.

Su nombre, hermosa flor de cosas bellas,

en mi pecho ha sonado solamente.

 

Las estrellas no obstante, en sus reflejos,

mi secreto se cuenta, una a una;

por eso, puesto el sol, sonríen lejos

en todos sus coloquios con la luna.

 

Y una flor a otra flor con voz secreta

lo murmura en los cármenes risueños;

las aves cantan al pasar: «Poeta,

el amor te ha enseñado dulces sueños».

 

Nunca dije el secreto de mi vida,

mas divino fragor el hombre clama;

y entre efluvios de acacia florecida

el gran todo murmura: «Ella te ama».

 

Versión de Ismael Enrique Arciniegas

Tomado de:

http://amediavoz.com/carducci.htm

 

 

Himno a Satán

 

A ti, del ser

principio inmenso,

materia y espíritu,

razón y sentido;

mientras en los cálices

el vino destella

así como el alma

en la pupila;

mientras sonríen

la tierra y el sol

e intercambian

palabras de amor,

corre un temblor

del himeneo arcano

por montes y palpita

fecundo el llano;

a ti el frenesí

del verso ardiente,

te invoco, oh Satán,

rey del convite.

¡Arroja el aspersorio,

sacerdote, y tu métrica!

¡No, sacerdote, Satán

no regresa!

Ve: el hastío

roe a Miguel

el halo místico;

y el fiel

desplumado arcángel

cae en el vacío.

Congelado es el rayo

de Jehová en mano.

Meteoros pálidos,

planetas apagados,

llueven ángeles

de los firmamentos.

En la materia

que nunca duerme,

rey de los fenómenos,

y de las formas,

solo vive Satán.

Y detenta el imperio

en la luz trémula

de un ojo negro,

donde lánguido

huya y resista

o acre y húmedo

provoque, insista.

Resplandor de racimos

en la sangre gozosa,

por la cual, la alegría

se libera y no languidece;

que la fugaz

vida restaura,

que el dolor prorroga,

que amor provoca.

Tú exhalas, oh Satán,

en mi verso,

si desde el seno irrumpes

desafiando al dios

de los reyes pontífices,

de los reyes cruentos:

y como el rayo

estremeces las mentes.

A ti, Agramante,

Adonis, Astarté

las esculturas vivieron

telas y bocetos,

cuando de las iónicas

auras serenas

surge Venus

Anadiomena.

A ti desde el Líbano

susurran las plantas,

del alma Chipris

renace amante:

a ti fervientes

las danzas y los coros,

a ti los virginales

cándidos amores,

entre las odoríferas

palmas de Idomeneo

donde blanquean

las espumas chipriotas.

¿Que se desvanece

el nazareno bárbaro

furor del ágape

del rito obsceno

con llama sagrada

los templos ardieron

y las señales argólicas

en tierra se esparcieron?

Te acoge prófugo

entre los dioses lares

la plebeya memoria

de los hogares.

Entonces un femíneo

seno palpitante

saciando, férvido

numen y amante,

la bruja pálida

de eterno cuidado

se vuelve a socorrer

la egregia natura.

Tú en el ojo inmóvil

del alquimista,

tú del indócil

mago a la vista,

abres los fulgidos

tiempos noveles

del claustro tórpido

más allá de los canceles.

En la Tebaida,

tú en los acontecimientos

huyendo, el monje

triste se esconde.

O a través de ti

alma dividida,

benigno es Satán:

aquí Eloísa.

En vano te atormentas

en las ásperas vestiduras:

el verso murmura

de Maro y Flaco

entre la salmódica

melodía y el planto;

formas délficas,

a ti da el canto,

rosas en la horrida

compañía negra,

desciende Licoride,

desciende Glicera.

Pero de otras imágenes

de edad más bella

ahora se puebla

la insomne celda.

Y de las páginas

de Livio, ardientes

tribunos, cónsules,

turbas fervientes

despierta; y fantástico

de ítalo orgullo

te impulsa, oh monje,

sobre el Capitolio.

Y ustedes, que la rabiosa

hoguera no derrita,

voces fatídicas,

Wicleff y Husse,

al alba el vigilante

su grito eleva:

se renueva el siglo,

plena es la edad.

Y ya, ya tiemblan

mitras y coronas:

movidas por el claustro

la rebelión,

y pugna y predica

bajo la estola

de Fray Girolamo

Savonarola.

Arrojó la túnica

Martín Lutero:

arroja tus vínculos,

humano pensamiento,

y brilla y fulgura

de llamas ceñida;

materia, ensálzate:

Satán ha vencido.

Un bello y horrible

monstruo se suelta,

recorre océanos,

recorre la tierra:

corusco y humeante

como los volcanes,

los montes supera,

devora los llanos;

sobrevuela los báratros;

después se esconde

por cuevas ignotas,

por senderos profundos;

y sale; e indómito

de lid en lid

como turbina

su grito expande,

como turbina

el halito expande:

pasa, oh pueblos,

Satán el grande;

pasa benéfico

de lugar en lugar

sobre el irrefrenable

carro de fuego.

¡Salud oh Satán,

oh rebelión,

oh fuerza vindicativa

de la razón!

¡Consagrados a ti se eleven

los inciensos y los votos!

Venciste al Jehová

de los sacerdotes.

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2016/12/himno-a-satan-de-giosue-carducci/

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