San Martino
La niebla de cuellos rizados
se levanta como la lluvia.
El mar aúlla y palidece
bajo el efecto del mistral.
Pero en los caminos de la aldea,
unas cubas en fermentación
el áspero olor de los vinos
regocija el corazón.
Sobre los leños candentes,
el asador gira crepitando,
el cazador silba
y desde el umbral de su puerta, observa
entre las nubes plomizas
el vuelo de unos pájaros oscuros
que migran en el crepúsculo,
como pensamientos desterrados.
Giosuè Carducci
Traducción de: Carlos López Narváez
Tomado de:
https://trianarts.com/recordando-a-giosue-carducci-san-martino/#sthash.U5tCUVy0.dpbs
El soneto
Dante le dio del serafín el vuelo
circundado de azules y de oros;
en manantial de rimas y de lloros
diole Petrarca el corazón en duelo.
Del venosino y del mantuano suelo,
la musa tiburtina los decoros
diole al Tasso; yen déspotas desdoros
Alfieri lo clavó como escalpelo.
Fóscolo, el trino de los ruiseñores
y del nativo acanto los primores
le dio bajo los jónicos cipreses.
Último yo -no sexto- vuelo y llanto,
arte, hálitos, iras, en él canto,
y lo elevo a los Manes como preces.
Versión de Carlos López Narváez
La niebla de cuellos rizados...
La niebla de cuellos rizados
se levanta como la lluvia.
El mar aúlla y palidece
bajo el efecto del mistral.
Pero en los caminos de la aldea,
unas cubas en fermentación
el áspero olor de los vinos
regocija el corazón.
Sobre los leños candentes,
el asador gira crepitando,
el cazador silba
y desde el umbral de su puerta, observa
entre las nubes plomizas
el vuelo de unos pájaros oscuros
que migran en el crepúsculo,
como pensamientos desterrados.
La princesa de Lamballe
Por la natal Saboya, enhiesta y fría,
ríos que lloran, gemebundo viento;
de hierros y furores sordo acento:
Madame de Lamballe en la Abadía.
Los cabellos, no más -oro y argento-
cubren su desnudez sobre la vía;
y el cuerpo, tibio aún, palpa y espía
feroz sicario de mirar sangriento.
Fina la piel, del lirio la blancura
tiene el cuello, y una risa que perdura
agoniza en la dulce boca inerte.
Ojos marinos, bucles que despeina
el viento: Id al Temple y a la Reina
dadle los buenos-días de la muerte.
Versión de Carlos López Narváez
Mediodía alpino
En el círculo de los Alpes
sobre el granítico retorcido y desangrado
entre las nieves candescentes
reina parada
intenso e infinito en su amplio silencio el mediodía.
Pinos y abetos blancos
sin el aliento de los vientos
se elevan al sol que sereno los mira
y un pájaro canta
con frágiles sonidos de lira
el agua que lentamente entre las rocas camina.
Versión de María Dolores Sartorio
Mors
Cuando a nuestros hogares la diosa severa desciende,
se oye de lejos el rumor de sus alas.
La sombra que proyecta cuando gélida, avanza,
difunde en torno lúgubres silencios.
Su cabeza los hombres inclinan cuando ella ha llegado;
los femeninos pechos tiemblan de anhelo.
Así en los altos bosques, cuando julio condensa
huracanes,
ni un soplo corre por las verdosas cumbres;
como inmóviles, yertos, deja el escalofrío a los
bosques;
sólo se escucha al río que gime ronco.
Entra ella, y pasa, y toca; sin volverse siquiera,
derriba
los arbolitos, de su frescor gozosos;
siega la rubia espiga, y arranca también los agraces;
llévase esposas, llévase las doncellas
galanas y los niños; éstos tienden sus brazos de rosa
hacia el sol, bajo el ala negra, y sonríen.
¡Triste el hogar en donde, frente a rostros de padres
dolientes,
pálida diosa, vidas nuevas apagas!
Dentro de sus paredes, risas y voces festivas no se
oyen,
ni bisbiseos, como en nidos de mayo.
No se oyen los rumores de los años que crecen alegres,
ni de amor cuitas, ni las danzas de boda.
Allí los que perviven, en la sombra envejecen, atentos
siempre a tus pasos; siempre, ¡oh diosa!, esperándote.
Versión de Amando Lázaro
Odio la poesía al uso...
"Odio la poesía al uso; brinda,
fácil, al vulgo sus costados lacios;
alárgase entre abrazos rutinarios,
lánguida, y duerme.
Viva la estrofa quiero yo, que al ritmo
de pies y palmas en los coros salte;
su ala yo atrapo al vuelo, y ella, indómita,
niégase y lucha".
Versión de Carlos López Narváez
Panteísmo
No os lo diré jamás, claras estrellas;
ni a ti lo diré nunca, sol fulgente.
Su nombre, hermosa flor de cosas bellas,
en mi pecho ha sonado solamente.
Las estrellas no obstante, en sus reflejos,
mi secreto se cuenta, una a una;
por eso, puesto el sol, sonríen lejos
en todos sus coloquios con la luna.
Y una flor a otra flor con voz secreta
lo murmura en los cármenes risueños;
las aves cantan al pasar: «Poeta,
el amor te ha enseñado dulces sueños».
Nunca dije el secreto de mi vida,
mas divino fragor el hombre clama;
y entre efluvios de acacia florecida
el gran todo murmura: «Ella te ama».
Versión de Ismael Enrique Arciniegas
Tomado de:
http://amediavoz.com/carducci.htm
Himno a Satán
A ti, del ser
principio inmenso,
materia y espíritu,
razón y sentido;
mientras en los cálices
el vino destella
así como el alma
en la pupila;
mientras sonríen
la tierra y el sol
e intercambian
palabras de amor,
corre un temblor
del himeneo arcano
por montes y palpita
fecundo el llano;
a ti el frenesí
del verso ardiente,
te invoco, oh Satán,
rey del convite.
¡Arroja el aspersorio,
sacerdote, y tu métrica!
¡No, sacerdote, Satán
no regresa!
Ve: el hastío
roe a Miguel
el halo místico;
y el fiel
desplumado arcángel
cae en el vacío.
Congelado es el rayo
de Jehová en mano.
Meteoros pálidos,
planetas apagados,
llueven ángeles
de los firmamentos.
En la materia
que nunca duerme,
rey de los fenómenos,
y de las formas,
solo vive Satán.
Y detenta el imperio
en la luz trémula
de un ojo negro,
donde lánguido
huya y resista
o acre y húmedo
provoque, insista.
Resplandor de racimos
en la sangre gozosa,
por la cual, la alegría
se libera y no languidece;
que la fugaz
vida restaura,
que el dolor prorroga,
que amor provoca.
Tú exhalas, oh Satán,
en mi verso,
si desde el seno irrumpes
desafiando al dios
de los reyes pontífices,
de los reyes cruentos:
y como el rayo
estremeces las mentes.
A ti, Agramante,
Adonis, Astarté
las esculturas vivieron
telas y bocetos,
cuando de las iónicas
auras serenas
surge Venus
Anadiomena.
A ti desde el Líbano
susurran las plantas,
del alma Chipris
renace amante:
a ti fervientes
las danzas y los coros,
a ti los virginales
cándidos amores,
entre las odoríferas
palmas de Idomeneo
donde blanquean
las espumas chipriotas.
¿Que se desvanece
el nazareno bárbaro
furor del ágape
del rito obsceno
con llama sagrada
los templos ardieron
y las señales argólicas
en tierra se esparcieron?
Te acoge prófugo
entre los dioses lares
la plebeya memoria
de los hogares.
Entonces un femíneo
seno palpitante
saciando, férvido
numen y amante,
la bruja pálida
de eterno cuidado
se vuelve a socorrer
la egregia natura.
Tú en el ojo inmóvil
del alquimista,
tú del indócil
mago a la vista,
abres los fulgidos
tiempos noveles
del claustro tórpido
más allá de los canceles.
En la Tebaida,
tú en los acontecimientos
huyendo, el monje
triste se esconde.
O a través de ti
alma dividida,
benigno es Satán:
aquí Eloísa.
En vano te atormentas
en las ásperas vestiduras:
el verso murmura
de Maro y Flaco
entre la salmódica
melodía y el planto;
formas délficas,
a ti da el canto,
rosas en la horrida
compañía negra,
desciende Licoride,
desciende Glicera.
Pero de otras imágenes
de edad más bella
ahora se puebla
la insomne celda.
Y de las páginas
de Livio, ardientes
tribunos, cónsules,
turbas fervientes
despierta; y fantástico
de ítalo orgullo
te impulsa, oh monje,
sobre el Capitolio.
Y ustedes, que la rabiosa
hoguera no derrita,
voces fatídicas,
Wicleff y Husse,
al alba el vigilante
su grito eleva:
se renueva el siglo,
plena es la edad.
Y ya, ya tiemblan
mitras y coronas:
movidas por el claustro
la rebelión,
y pugna y predica
bajo la estola
de Fray Girolamo
Savonarola.
Arrojó la túnica
Martín Lutero:
arroja tus vínculos,
humano pensamiento,
y brilla y fulgura
de llamas ceñida;
materia, ensálzate:
Satán ha vencido.
Un bello y horrible
monstruo se suelta,
recorre océanos,
recorre la tierra:
corusco y humeante
como los volcanes,
los montes supera,
devora los llanos;
sobrevuela los báratros;
después se esconde
por cuevas ignotas,
por senderos profundos;
y sale; e indómito
de lid en lid
como turbina
su grito expande,
como turbina
el halito expande:
pasa, oh pueblos,
Satán el grande;
pasa benéfico
de lugar en lugar
sobre el irrefrenable
carro de fuego.
¡Salud oh Satán,
oh rebelión,
oh fuerza vindicativa
de la razón!
¡Consagrados a ti se eleven
los inciensos y los votos!
Venciste al Jehová
de los sacerdotes.
Tomado de:
https://circulodepoesia.com/2016/12/himno-a-satan-de-giosue-carducci/

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