lunes, 14 de julio de 2025

POEMAS DE TUDOR ARGHEZI -INMORTAL-


Entre noches

 

El azadón agudo planté en mi habitación,

fuera soplaba el viento, la lluvia estaba afuera.

 

Cavé mi habitación debajo de la tierra,

afuera era la lluvia, el viento estaba afuera.

 

Por la ventana eché la tierra de la fosa.

Negra estaba la tierra: su cortina era azul.

 

Se amontonó en los vidrios la tierra hasta la altura.

Jesús lloraba encima de aquella altura inmensa.

 

Se rompió el azadón cavando. ¿Quién lo hizo?

Fue el Padre mismo con sus reliquias de piedra.

 

Volví, luego subí por el tiempo de nuevo.

Volvió otra vez el tedio a mi pieza desnuda.

 

Quise subir entonces y quedarme en la cima.

Parpadeaba una estrella. Era tarde en el cielo.

 

Versión de Pablo Neruda

"De 44 poetas rumanos" Ed. Losada

 

 

Esponsales

 

Quieres ser tu mi tierra

con sembrados, con viñas, con estanques,

con bosques, con arroyos y animales salvajes?

 

Las vacas traerán sus ubres llenas

y mugirán en nuestra puerta

adornada de acacias y de flores azules.

 

Las comadrejas jugarán en el patio

con lechones y patos,

con polluelos de seda, sin dañarlos.

 

Cantarán uno a uno los granos de maíz

y espantarán las nubes de mosquitos.

 

Los altos arces frente a nuestra terraza

mientras el gallo canta moverán sus follajes.

 

Traeremos grandes cestas de flores

y con ramas de mimbre

entre ambos tejeremos nuestro nido.

 

Y con la lana en vellones

formaremos la cuna de los gatos.

 

Quieres ser mi jardín,

de esbeltas hierbas y de terciopelo?

 

                                                                  1935

Versión de Pablo Neruda

"De 44 poetas rumanos" Ed. Losada

 

 

 He aquí, alma mía, los versos sin rostro...

 

A Walt Whitman

 

He aquí, alma mía, los versos sin rostro,

sin sonoridad y sin eco,

de polvo y arena.

Recíbelos, susúrralos.

Respetuosamente tú nos recibes de nuevo.

Teníamos miedo porque te habíamos visto

salvaje e inquieto.

Yo doy abrigo bajo mi mismo techo

a Dios ya los grandes milagros.

Entonces, ¿cómo podría no espantarme?

 

Yo desgarré, para que se desgraven

rosarios desunidos,

los encajes, harapos, gasas de seda y hojas.

Yo espero que volvamos a conversar de nuevo

una vez que las danzas se detengan

y la orquesta se calle.

 

Quiero que hablemos idiomas destrozados,

arrancar la palabra entre palabras,

y escogiendo los temas según se nos antoje.

 

Antes hablé en versos calzados,

cortados sobre medida y con adornos.

Cansado de que opriman mi lengua los coturnos

desde ahora andará con pies desnudos.

 

                                                                      1936

Versión de Pablo Neruda

"De 44 poetas rumanos" Ed. Losada

 

 

La ceniza de nuestros sueños...

 

La ceniza de nuestros sueños

se derrama a montones en nosotros,

como caen en los cántaros

los pétalos azules,

atacados por un insecto

oculto entre las hojas.

 

Se agita el viento y gime.

La tierra se funde con el cielo,

las ciudades son maraña y laberinto,

hondos laúdes de blasfemia,

y el aire es frío como el hierro.

 

La tierra es un molino hueco

con larvas mendigando un aposento,

moviéndose en el polvo que se muere

que se pierde en confusiones y desastres...

La tierra de los sueños que no fueron...

 

Versión de Pablo Neruda

"De 44 poetas rumanos" Ed. Losada

 

 

Prólogo del libro de los paisajes

 

En el año milnovecientos siete,

en una noche del mes de marzo,

desde Hodivoy de pronto surgió al cielo,

desde Flaminzi y desde Stanislesti,

una gran llamarada.

 

Los cirios y las antorchas se encendieron

a lo largo de todos los caminos

como si fuera Pascua de Resurrección.

¡Todo era luminarias y candelas!

 

Igual que en nuestra casa, en el altar

arde un botón de fuego

encima de una vela:

la luz que se consagra a los iconos.

 

De aldea a aldea se extendió

el fuego sobre el trigo acumulado

y parecía un juego aquel incendio

pasando de graneros a castillos.

 

Seguiría la fiesta,

un réquiem por los muertos?

¡Hasta los perros aullaban, locos!

¡Socórrenos, Señor! ¡El pueblo se amotina!

 

                                                                              1907

Versión de Pablo Neruda

"De 44 poetas rumanos" Ed. Losada

 

 

 Salmo

 

Te busco en el bullicio, en el silencio,

y así como a una presa te persigo

por ver si tú eres el halcón que busco

y postrarme a tus pies o aniquilarte.

 

Entre la negación y la creencia

ando en tu siga inútil y audazmente.

Eres el alto sueño que mantengo:

no puedo derribarte de tu cielo.

 

Como en la superficie de una charca

de pronto te apareces o te ocultas,

te distingo entre estrellas o entre peces

como el toro salvaje cuando bebe.

 

En esta hora a solas con tu historia

he decidido combatir contigo

y no quiero alcanzar una victoria

sino tocarte y proclamar que existes.

 

Versión de Pablo Neruda

"De 44 poetas rumanos" Ed. Losada

 

 

 Stane, capitán

 

Hay revuelta en el campo.

- ¿Buenos muchachos, hacia dónde van?

No es día de mercado ni de feria.

-A la buena de Dios vamos andando.

¡Bendito seas, viejo!

Como no estamos muertos todavía

y como ya llegó la primavera

vamos a acariciar a los Boyardos!

-Y ustedes saben lo que van a hacer?

-No, no lo hemos pensado todavía.

Nos ahoga la hiel.

Está que se revienta.

-Me parece

que no se puede hacer un buen trabajo

sin orden.

Mucha sangre de ustedes va a perderse.

¿Por qué correr tan lejos como tontos?

¿Por qué no han escogido un capitán?

-Tenemos uno: Stane.

-Óyeme un poco, Stane, capitán,

qué han decidido hacer en Straoine?

Por qué correr así a pie por los caminos,

sin otra cosa que los propios hombros

y las mochilas rotas?

¿Es ésta una revuelta o una broma?

Y ya que hablamos de esto, qué va a pasar mañana

cuando escupan ustedes la cara de la ley

sin prevenirlo todo?

-Qué caramba! Ya ves,

no se nos ocurrió pensar en eso.

Y los hombres se fueron,

largo tiempo marcharon

como lo dije antes, a la buena de Dios.

Se divisó más tarde desde lejos

que el horizonte ardía como escoria,

los álamos flameaban como antorchas.

Rebaños de caballos y de bueyes

mugían, relinchaban,

del lado del incendio.

 

Los hombres destrozaron los divanes,

defecaron adentro de los pianos de cola,

demolieron armarios,

los vaciaron con furia

y todo lo incendiaron:

tapices, ropas, camas,

sillones y cortinas,

vertiginosamente.

Reventaron los cuadros a patadas,

quemaron las despensas,

y aunque allí había en cantidad vituallas escogidas

y barricas repletas de los vinos más caros,

ni siquiera probaron una miga de pan,

porque sabían ellos que el tesoro

allí se acumuló

a costa de pecados y de sangre.

 

Atardecer. Vuelve a la aldea un grupo.

El viejo reaparece.

Viene un hombre con un violín en la mano,

viene otro con un ovillo de hilo,

otro trae el respaldo de una silla,

otro una pala, otro un rastrillo roto...

-Caramba! oí que mugían los rebaños

de bueyes, balaban los corderos,

oí que relinchaban los caballos.

Creí que traerían el ganado,

carros llenos de trigo hasta los bordes!

¡El incendio duró toda la noche!

Y es esto todo lo que han hecho ustedes

después de sufrir tanto, después de esperar tanto?

¿Es esta la victoria que esperaban?

Pero, entonces, ¿por qué se amotinaron?

-Caramba!, dice Stane, no pensemos en eso.

 

Versión de Pablo Neruda

"De 44 poetas rumanos" Ed. Losada

 

 

Testamento

 

Cuando me muera no dejaré bienes,

un nombre sobre un libro, nada más.

En la noche rebelde que partió

hacia ti desde mis antepasados,

porque a través de abismos y de fosos

por donde se arrastraron mis abuelos,

hacia ti comenzó a marchar mi libro:

Hijo mío, los míos te esperaban.

Deja este documento en tu almohada.

Es la primera vez que se expresaron

los siervos de hopalanda, es la palabra

de sus huesos vaciados en mí mismo.

Para que hoy por la primera vez

se transforme la pala en lapicero

y en tintero la tierra,

nuestros antepasados amasaron

el sudor del trabajo de los siglos.

Con ruda voz, hablándole a los bueyes,

di nacimiento a las palabras nuevas

ya la canción de cuna de mañana.

Luego amasando el largo tiempo duro

le di forma de ídolos y sueños.

Convertí los harapos en coronas.

Y cuando transformé el veneno en miel

la dulce forma se mantuvo intacta.

Hilando el hilo del insulto a veces

tejí la gentileza o la blasfemia.

Y en el atrio patricio la ceniza

de los muertos cambié en un dios de piedra:

En esa alta frontera de dos mundos

fue mi deber velar desde la altura.

Mis tristezas amargas, mis dolores,

en un solo violín se acumularon

a cuyo son puede el señor bailar

como si degollaran un carnero.

Del fango, de las llagas, del horror,

hice que renaciera la belleza.

El látigo de ayer es hoy palabra,

es el dulce castigo para el hijo

por el crimen de todos y las cárceles.

Es el derecho de una rama oscura

que sale de la selva hacia una estrella

y así como un racimo de verrugas

se anuncia el fruto del dolor humano.

 

Perezosa, tendida en el sofá,

ay, la princesa sufre por mi libro.

Porque, letra de fuego o de herrería,

en mi libro se casan y se funden

como el hierro quemante y la tenaza.

El siervo lo escribió. El señor lo lee,

pero no ve en el fondo de sus letras

la cólera de mis antepasados.

 

                                                                     1927

Versión de Pablo Neruda

"De 44 poetas rumanos" Ed. Losada

Tomado de:

http://amediavoz.com/arghezi.htm

 

 

Otoño tardío

 

 

En la soledad de noviembre,

y en cuanto alcanza la vista, el parque se hunde

envuelto en el sueño fúnebre

de los espejos humeantes.

 

Y es que entre los árboles, milenariamente enfermo,

oscuro en sus profundidades, se extiende un lago,

y la sangre de las viñas y los castaños

flota sobre la superficie cobriza del agua.

 

Por entre los árboles, mi tristeza mira el horizonte

como un cuadro que no entendiera:

¿Detiene el sendero en lo hondo la arboleda o la espera?

El silencio es el eco de las ramas peregrinas.

 

Hospital de la tristeza, del remordimiento,

donde lloras tu amor incumplido

y recuerdas, con nostalgia y sufrimiento,

su imagen jamás encontrada.

 

Algunos alerces se han reunido a lo lejos,

mientras el parque reza en un murmullo…

Se cierra el anochecer como un libro

y el alma queda en prenda entre sus hojas.

 

 

La ceniza de nuestros sueños

 

 

La ceniza de nuestros sueños

cae a montones sobre nosotros,

como caen en los búcaros

los pétalos azules,

atacados por un insecto oculto en las hojas.

 

Se agita el viento y gime.

La tierra se funde con el cielo,

las ciudades son bolos y ovillos,

hondas guitarras de blasfemias,

y el aire es frío como el hierro.

 

La tierra es un molino vacío

con larvas mendigando aposento,

moviéndose en el polvo muerto

que se está perdiendo en el caos…

 

la tierra de los sueños que han sido.

 

 

Morgenstimmung

 

 

Tu canción se ha insinuado en mis adentros

una tarde, cuando,

aun cerrada con cuidado, la ventana del alma

se había abierto al viento,

ignorante de que te oiría cantar.

 

Tu melodía ha impregnado toda la casa,

las cajas, los cofres, las alfombras,

con un perfume sonoro. He aquí

que han saltado los cerrojos

y el santuario ha quedado abierto.

 

Tal vez nada habría sucedido

si, a la vez que el canto,

no hubiera llegado a hurgar tu dedito

buscando mirlos en las teclas del piano,

ni hubiera tenido tu cuerpo tan cerca de mí.

 

Con el trueno, hasta las nubes se han derrumbado

dentro de la habitación del universo cerrado.

La tormenta ha traído a las grullas,

a las abejas, también las hojas… Son

muy frágiles las vigas, como pétalos de flor.

 

¿Por qué cantaste? ¿Por qué te escuché?

Te has fundido dentro de mí, transparente,

inseparables ya los dos en lo alto.

Yo venía desde arriba; tú llegabas desde abajo.

Tú venías de la vida; yo llegaba de la muerte.

 

 

Jamás el otoño...

 

 

Jamás el otoño ha sido más bello

para nuestra alma alegre con la muerte.

Pálida cama es el llano de seda

y las nubes tejen brocado para los árboles.

 

Las casas, agrupadas como cántaros

con vino añejo en sus vientres de barro,

quedan en la orilla azul del río del sol,

de cuyo fango he bebido oro.

 

Los pájaros negros suben hacia el ocaso

como la hoja enferma del hayarango oscuro,

que se deshoja sacudiendo en lo alto

las hojas hacia el cielo.

 

Quien quiera llorar, quien quiera plañir,

llegue para escuchar este impulso incomprensible,

y con la mirada en la llama celeste de los chopos,

deje su sombra en sus sombras, sobre la colina.

 

 

Evoluciones

 

 

La tierra antigua se ha civilizado.

Ya no hay ninfas, ni sirenas, ni náyades

meciéndose rítmica y voluptuosamente

en el ondulante lecho de las aguas.

 

Sobre el negro asfalto de los bulevares,

bajo la mirada de los guardias, en grupos,

los sobrinos de Orfeo van a la escuela

con sus pizarras de piedra y sus esponjas.

 

Todos han abdicado de su función divina,

han renunciado ya a las glorias eternas:

Apolo es profesor de mandolina,

Pan da lecciones de lenguas modernas.

 

Hércules es petrolero mecanógrafo,

y el propio Júpiter, boticario bueno,

despacha en cajitas, en su tienda,

comprimidos y jarabes.

 

Otrora llegaban a nuestros patios

y hablaban con nosotros, cantando,

pequeños ángeles de alas cortas

y cándidos santos de albas nuevas.

 

Y algunas veces, en el jardín, al anochecer

un serafín caía, agarrándose el dolorido pie,

herido en su vuelo

por el aguijón de una abeja.

 

¿Y cuántas veces, frenando nuestra prisa,

no nos hemos asomado a la ventana del establo

para mirar la luz de Cristo

y oír cómo nos hablaba su voz?

 

Pablo de Tarso es hoy un pobre usurero,

y Crisóstomo, chico de una tienda,

mientras que el Espíritu Santo, encerrado en su jaula,

se ha convertido en pollito de codorniz.

 

 

El príncipe Tepes*

 

 

Hay paz en el país, y fuera también;

los confines están tranquilos como nunca,

y hoy, en los protegidos campos,

los labradores cantan y surcan la tierra.

 

Al iniciarse la dulce primavera,

el pueblo recuerda las leyendas

y las hojas tiemblan en las ramas celestes,

y también, secretamente, tiemblan los boyardos.

 

Por supuesto, el Príncipe pensativo

está decidido a purificar el mundo.

Mete el palo hasta el cuello de los hombres

para que el culo encuentre la campanilla.

 

No hay piedad ni demoras

para quien se opone a la justicia.

Religioso, el Príncipe, a la vez que el palo,

prepara las velas y el pudding de trigo.

 

Respetuoso con las buenas costumbres,

para los grandes —sean paisanos o turcos—

tiene palos diferentes, horcas soberbias

para distinguir sus jerarquías.

 

Puede verse a los visires en sus alturas,

empalizados sobre majestuosos chopos,

y para los santos, los curas y los obispos

tiene madera santa y olorosa.

 

Y he aquí que las Cortes del país se reúnen

para agradecer al Príncipe la paz.

Él está en su trono. Silencioso.

El alma cubierta de adargas.

 

Y mientras amigos y cortesanos con armaduras

brindan y alzan las copas de vino

en honor de las hazañas de Su Majestad,

el Príncipe piensa en los palos que se merecen 

 

* Vlad Tepes fue el príncipe rumano convertido por las leyendas en Drácula.

 

 

Restitución

 

 

No han quedado muchas cosas por vencer y conocer.

El camino se estrecha; los senderos se unen.

¿Observas cómo se aproximan más y más,

cual radios de rueda quebrados por la luz?

 

Nos acercamos. Es de noche, el aire huele a viejo;

con las antiguas luces brotan siempre flores antiguas.

Se extiende una débil niebla y un cielo lechoso

nace por entre los tallos, en el lejano horizonte.

 

¿Es una isla?, ¿una montaña?, ¿un río?, ¿un desierto?

¿Por qué terminaría en el desierto nuestro viaje?

Para llegar allá tal vez nos falta un cuarto

del camino andado, verde abajo, arriba azul.

 

¿Nos detendremos? Una canción nos llama desde la

[posada.

El vino es bueno, la cama tibia y tú eres dulce.

Y desearías, envuelta en tu cabello rubio,

que nuestra carne ardiese como brasa viva.

 

¡No! Sigue adelante; ¡clávale al tiempo la espuela

para que la eternidad llegue a nosotros cuanto antes!

Guarda tu beso, como las flores el veneno,

para restituírselo intacto a la tierra.

 

 

Salmo del misterio

 

 

¡Oh, tú, aquella de otro tiempo,

perdida en el camino del mundo!

Tú, la que apoyaste la frente sobre mi alma,

tomando así en ella el sitio de la madre;

mujer esparcida dentro de mí

como la fragancia entre la selva,

grabada en mi sueño como una palabra,

clavada en mi tronco: hacha.

Tú, la que me ataste la vida a la canción

con los brazos anudados al cuello,

y me llevaste a buscarla

en tus manos y en tus mejillas.

 

Tú, llevada como pulsera

en el brazo del pensamiento,

junto a la que aspiré

mecer al hijo de la Humanidad.

Rosa pura, crucificada

sobre mi cruz con clavos de diamante,

que a cada movimiento

pierdes algún pétalo, alguna estrella.

Tú, hogar de mis deseos,

fuente para mi sed encarnizada.

Tierra prometida por los cielos,

con rebaños, sombras y cosechas.

 

Tú, que has trocado mi camino,

convirtiéndolo en agua de mar,

para llevar mi barca solitaria

desde una vorágine a otra,

mientras las orillas se agrandan,

como la noche alrededor de mí,

tanto como crecen las olas del sufrimiento,

¿dónde están tus manos para trazar otra vez

en el aire los caminos de la luz?

¿Dónde tus dedos para buscar

en mi corona las espinas?

¿Dónde tu cadera tendida en la hierba,

abrazada por los tallos de las flores

que escuchan dentro de tu seno el suspiro

del amor que, vencido, se está muriendo?

 

Tú, que cuando pasas por las colinas

haces estremecerse a los chopos

en toda su estatura,

y envuelves cuanto encuentras

en una red fresca y ardiente.

Tú, que ofreces tus senos

semidesnudos al beso

de fuego de mi boca

y a la avidez de mis manos,

y contemplas

el vacío del tiempo cruzado

por halcones de ceniza y arena,

a los que el viento presta

una apariencia sin rostro.

 

Tú te perdiste en el camino del mundo

como una flecha sin blanco,

y acaso tu hermosura fue creada

sólo para engañarme.

 

Mas, ¿cómo no pudiste domar

al destino que acechó tu vida

y no supiste extraer del camino

el odio para vencerlo?

 

Apresta tu oído desde la tierra

en esta hora en que te llamo,

para escuchar, ¡oh, jamás olvidada!

mi imperdonable maldición.

 

 

Maldiciones

 

 

A través de los surcos sembrados y los campos de cicuta,

los prófugos han llegado al desierto

a la hora en que la luna, envuelta

en velos de luto, muda,

embestía a los fantasmas cual toro con sus cuernos.

Mi pensamiento sabe cuál es el de estos hombres:

 

¡Que el rico huerto y el corral pobre

caigan

bajo el imperio de la sombra y el barro!

¡Que se hunda en el fango la fortaleza

custodiada por fosos y púas agudas!

¡Que el mar y las fuentes todas se sequen!

¡Que se apague el sol como una vela,

derritiéndose en el horizonte cual cernada!

¡Que lavas y cenizas cubran los caminos!

¡Que no llueva nunca más, y el viento

yazga encadenado por el suelo!

¡Que los topos y los gusanos paseen errantes

sobre las carroñas de todas las glorias!

¡En la púrpura paran a cientos los ratones!

¡Polillas e insectos desconocidos

hagan sus nidos en los tesoros

cuajados de oro y perlas!

¡Sobre los violines y las guitarras

tiendan las arañas cuerdas sordas!

 

Pero antes que la vida, por mucho tiempo enferma,

no acabe de una vez:

que el dolor la atenace lentamente,

que el aire asfixiante corroa como salmuera.

Que cabecee el día como barca agujereada;

que se prolongue la hora perdida en el tiempo;

infinito, el segundo

detenga en el alma su onda gigantesca.

¡Sobre el fino alambre de la eternidad,

incluso lo rumiado se deshaga en hilachas!

¡La garganta, hirviente de sed,

halle sólo saliva para saciarse,

y la lengua, hinchada entre los labios,

lama la luz y la luz la rechace.

 

Y mientras que el agua se agota en las colinas,

beba sangre encharcada, enlodada por pezuñas!

¡Que al morder los racimos de la vid,

solamente pus quede en la boca!

¡Que del cielo caigan tormentas de plomo!

¡Por los campos os persigan con látigos de estrellas!

¡Que estalle la piedra en menudos fragmentos

y os alcancen a todos, como un torbellino!

Cuando le pidáis descanso, que la tierra os martirice;

que aparezcan las serpientes, cuando os venza el sueño.

 

A ti, carroña atrofiada de grasa,

te maldigo para que te pudras de pie:

¡Que se inflame tu médula, ancha y ricamente,

engordada en los sofás, y en camilla te veas!

¡Que no se sepa dónde está tu pie o dónde tu frente,

cual melón redondo o cántaro afilado!

¡Que los cartílagos invadan todas tus articulaciones

y sientas cómo te muerden una a una!

¡Que se te ciegue un ojo secándose lentamente,

parpadeando siempre de espalda al mundo,

y que el otro, desorbitado,

se te petrifique como en un mal sueño!

¡Cuando el odio te ahogue y perfore tus huesos

y anheles más de mil, puedas sólo hasta seis!

¡Que tu pena inmensa tenga voz enclenque;

que grites y no te oigas, que te convulsione el miedo!

 

¡Y tú, bestia-hembra de pensar delicado,

el culo tengas bajo mil tenazas!

¡Un clavo te taladre el hígado!

¡Te grite la oreja y la nariz te cante!

¡Que en la boca se te rompan las muelas,

y los dientes te salten como petardos!

¡Que te hieda el beso y el aliento te hieda,

tumba de lodazal putrefacto!

¡Cada semana una uña

se te haga pus en cada mano,

y en los días de fiesta

se infecte un dedo de tus pies!

¡Que el deseo consuma tu cara

y las pústulas te impidan mover el cuello!

¡Que te salga corcova,

tumores y bubas bajo la camisa!

 

¡El ombligo, podrido ya al nacer,

se te desangre bajo la cintura!

¡De los tobillos arrastres

pesadas bolas de cráneos aplastados

con muecas grotescas,

rechinando los dientes por no poder vengarse…

Matanzas, condenas, pecados…

 

 

Incertidumbre

 

 

Cuelga de mi ventana

la guirnalda azul del cielo,

y entre ella, en múltiples chispas,

titilan los luceros incesantemente.

 

Cual una esponja, el alma

se empapa de lágrimas lentas

de las estrellas que, una a una,

brillan blancas y trémulas.

 

El hilo de mis tristezas

se entrelaza con ellas en la noche,

y las pestañas del Padre Dios

caen sobre mi tintero.

 

Abro el libro: el libro gime.

Busco el tiempo: no hay tiempo.

Cantaría: no canto y soy,

creo que sería y ya no soy.

 

Mi pensamiento, ¿de quién es?

¿En qué idea, en qué cuento

podría recordar, tal vez,

que pertenecí a todo?

 

Estoy escribiendo aquí, sin recuerdos, vencido,

escuchando la voz extraña

del charco y del huerto,

y firmo:

Tudor Arghezi.

Tomado de:

https://materialdelectura.unam.mx/poesia-moderna/16-poesia-moderna-cat/369-040-tudor-arghezi?showall=1

 

ENTRE DOS NOCHES

Traducción desde Celan

 

Entierro hondo la pala afilada en mi habitación.

Sopla un viento frente a la casa. Llueve a cántaros.

 

Cavo una nueva habitación en lo profundo de la tierra.

A cántaros es que llueve. Sopla el viento frente a la casa.

 

Tiro por la ventana lo que ha sido excavado aquí.

Negra era la tierra y azul el velo que sobre ella vi.

 

La tierra frente a la ventana -cómo ha crecido:

Montaña del mundo y encima llora el Señor Jesucristo.

 

Cavé y la pala se rompió contra una piedra dura.

Era el mismo Dios Padre, sus huesos de piedra.

 

Escalé entonces a través de los tiempos tal como llegué.

Y en mi habitación vacía estuve abatido como antes.

 

Quise por ella escalar, la montaña, y estar en lo alto.

Una estrella en el cielo. El tiempo del cielo acabó.

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2021/09/traducciones-paralelas-paul-celan-traductor-de-tudor-arghezi/



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