sábado, 12 de julio de 2025

POEMAS DE MARÍA MERCEDES CARRANZA - RECORDAMOS SU OBRA A UN AÑO MÁS DE SU PARTIDA-


maldición

Te perseguiré por los siglos de los siglos.

No dejaré piedra sin remover

Ni mis ojos horizonte sin mirar.

Donde quiera que mi voz hable

Llegará sin perdón a tu oído

Y mis pasos estarán siempre

Dentro del laberinto que tracen los tuyos.

Se sucederán millones de amaneceres y de ocasos,

Resucitarán los muertos y volverán a morir

Y allí donde tú estés:

Polvo, luna, nada, te he de encontrar.

 

 

suele suceder

Luego de algunos años

de no verlo,

de nuevo nos encontramos.

No el deseo, como antes,

sino la nostalgia

de aquellos días de deseo

nos llevó a la cama.

La alegría de entonces

fue ternura y el goce

y la voluptuosidad

sólo complacencia.

Ambos, podría jurarlo,

tuvimos la certeza

de habernos sobrevivido.

 

 

si quieres amor
que siga sus antojos

He olvidado los nombres de todos,

los nombres de mis muertos y los de mis hijos.

No reconozco los olores de mi casa

ni el sonido de la llave que gira en la puerta.

No recuerdo el metal de las voces más queridas

ni veo las cosas que mis ojos miran.

Las palabras suenan sin que yo comprenda,

soy extranjera por estas calles íntimas

y no hay dicha ni desdicha que me hieran.

He borrado mi historia de 40 años.

Te amo.

 

 

Muestra las virtudes del amor verdadero y
confiesa al amado los afectos varios de su corazón

a Fernando

 

Hoy pienso especialmente en ti

y veo que ese amor carece de desmayos,

de ojos aterciopelados

y demás gestos admirables.

Ese amor no se hace como la primavera

a punta de capullos

y gorjeos. Se hace cada día

con el cepillo de dientes por la mañana,

el pescado frito en la cocina

y los sudores por la noche.

Se vive poco a poco ese amor

entre tanto plato sucio, detrás del cotidiano

montón de ropa para planchar,

con gritos de niños y cuentas del mercado,

las cremas en la cara

y los bombillos que no funcionan.

Y otra cosa: cada tarde te quiero más.

 

               (Vainas y otros poemas, 1972)

 

tierralta

Esto es la boca que hubo,

esto los besos.

Ahora solo tierra: tierra

entre la boca quieta.

 

 

cumbal

En bluyines

y con la cara pintada

llegó la muerte

 a Cumbal.

Guerra Florida

a filo de machete

 

 

soacha

 Un pájaro

negro husmea

las sobras de

 la vida.

Puede ser Dios

 o el asesino:

da lo mismo ya.

Tomado de:

https://www.uexternado.edu.co/wp-content/uploads/2017/01/6-antologia-MariaMercedesCarranza.pdf

 

 

Bogotá, 1982

 

Nadie mira a nadie de frente

 

de norte a sur la desconfianza, el recelo

 

entre sonrisas y cuidadas cortesías.

 

Turbios el aire y el miedo

 

en todos los zaguanes y ascensores, en las camas.

 

Una lluvia floja cae

 

como diluvio: ciudad de mundo

 

que no conocerá la alegría.

 

Olores blandos que recuerdos parecen

 

tras tantos años que en el aire están.

 

Ciudad a medio hacer, siempre a punto de parecerse a algo

 

como una muchacha que comienza a menstruar,

 

precaria, sin belleza alguna.

 

Patios decimonónicos con geranios

 

donde ancianas señoras todavía sirven chocolate;

 

patios de inquilinato

 

en los que habitan calcinados la mugre y el dolor.

 

En las calles empinadas y siempre crepusculares,

 

luz opaca como filtrada por sementinas láminas de alabastro

 

ocurren escenas tan familiares como la muerte y el amor;

 

estas calles son el laberinto que he de andar y desandar:

 

todos los pasos que al final serán mi vida.

 

Grises las paredes, los árboles

 

y de los habitantes el aire de la frente a los pies.

 

A lo lejos el verde existe, un verde metálico y sereno,

 

un verde Patinir de laguna o río,

 

y tras los cerros tal vez puede verse el sol.

 

La ciudad que amo se parece demasiado a mi vida;

 

nos unen el cansancio y el tedio de la convivencia

 

pero también la costumbre irremplazable y el viento.

 

 

Tengo miedo

 

 

 

                                                                       “…Todo desaparece ante el miedo.

 

                                                                                              El miedo, Cesonia; ese bello

 

                                                                                              sentimiento, sin aleación, puro y

 

                                                                                              desinteresado; uno de los pocos

 

                                                                                              que saca su nobleza del vientre.

 

 

 

                                                                                                              ALBERT CAMUS (“Calígula”)

 

 

 

 

 

Miradme: en mí habita el miedo.

 

Tras estos ojos serenos, en este cuerpo que ama: el miedo.

 

El miedo al amanecer porque inevitable el sol saldrá y he de verlo,

 

cuando atardece porque puede no salir mañana.

 

Vigilo los ruidos misteriosos de esta casa que se derrumba,

 

ya los fantasmas, las sombras me cercan y tengo miedo.

 

Procuro dormir con la luz encendida

 

y me hago como puedo a lanzas, corazas, ilusiones.

 

Pero basta quizás sólo una mancha en el mantel

 

para que de nuevo se adueñe de mí el espanto.

 

Nada me calma ni sosiega:

 

ni esta palabra inútil, ni esta pasión de amor,

 

ni el espejo donde se ve ya mi rostro muerto.

 

Oídme bien, lo digo a gritos: tengo miedo.

 

 

El oficio de vivir

 

 

 

He aquí que llego a la vejez

 

y nadie ni nada

 

me podido decir

 

para qué sirvo.

 

Sume usted

 

oficios, vocaciones, misiones y predestinaciones:

 

la cosa no es conmigo.

 

No es que me aburra,

 

es que no sirvo para nada.

 

Ensayo profesiones,

 

que van desde cocinera, madre y poeta

 

hasta contabilista de estrellas.

 

De repente quisiera ser cebolla

 

para olvidar obligaciones

 

o árbol para cumplir con todas ellas.

 

Sin embargo lo más fácil

 

es que confiese la verdad.

 

Sirvo para oficios desuetos:

 

Espíritu Santo, dama de compañía, Estatua

 

de la Libertad, Arcipreste de Hita.

 

No sirvo para nada.

 

 

No vivo en un jardín de rosas

 

 

 

                                                                       “C’est la prison Dedalus

 

                                                                                              Que de ma mélancollie,

 

                                                                                               Quant je la cuide falliem

 

                                                                                              J’i rentre de plus en plus.

 

              

 

                                                                                                              CHARLES D’ORLÉANS

 

 

 

 

 

Si nombro mis fantasmas

 

tal vez pueda engañar al enemigo.

 

El enemigo espera ese momento

 

del atardecer, irreal y desapacible,

 

en el que yo muero con el día.

 

Entonces me asalta

 

y sin piedad me despedaza.

 

Tal vez pueda engañar al enemigo.

 

¿Por qué, cuando lo presienta

 

turbio e inminente,

 

no sentarme, en escena feliz

 

a comer papas fritas y ver televisión?

 

A lo mejor puedo ir mañana

 

a las islas griegas de turista satisfecha

 

o comprarme una casa en cómodas cuotas

 

y mi pelo brillante y

 

mi cara joven porque uso crema Ponds.

 

Pero el enemigo sabe con quién trata

 

y sutil y terco esperará agazapado

 

a que apague la televisión

 

y sea de noche y sea silencio y yo

 

en mi cama de vueltas sola y desolada.

 

 

La patria

 

 

Esta casa de espesas paredes coloniales

 

y un patio de azaleas muy decimonónico

 

hace varios siglos que se viene abajo.

 

Como si nada las personas van y vienen

 

por las habitaciones en ruina,

 

hacen el amor, bailan, escriben cartas.

 

A menudo silban balas o es tal vez el viento

 

que silva a través del techo desfondado.

 

En esta casa los vivos duermen con los muertos,

 

imitan sus costumbres, repiten sus gestos

 

y cuando cantan, cantan sus fracasos.

 

Todo es ruina en esta casa,

 

están en ruina el abrazo y la música,

 

el destino, cada mañana, la risa son ruina;

 

las lágrimas, el silencio, los sueños.

 

Las ventanas muestran paisajes destruidos,

 

carnes y ceniza se confunden en las caras,

 

en las bocas las palabras se revuelven con miedo,

 

En esta casa todos estamos enterrados vivos.

 

 

Oración

 

 

 

No más amaneceres ni costumbres

 

no más luz, no más oficios, no más instantes.

 

Solo tierra, tierra en los ojos,

 

entre la boca y los oídos;

 

tierra sobre los pechos aplastados;

 

tierra entre el vientre seco;

 

tierra apretada a la espalda;

 

a lo largo de las piernas entreabiertas, tierra;

 

tierra entre las manos ahí dejadas.

 

Tierra y olvido.

 

 

Oda al amor

 

 

 

Una tarde que ya nunca olvidarás

 

llega a tu casa y se sienta a la mesa.

 

Poco a poco tendrá un lugar en cada habitación,

 

en las paredes y los muebles estarán sus huellas,

 

destenderá tu cama y ahuecará la almohada.

 

Los libros de la biblioteca, precioso

 

tejido de años,

 

se acomodarán a su gusto y semejanza,

 

cambiarán de lugar las fotos antiguas.

 

Otros ojos mirarán tus costumbres,

 

tu ir y venir entre paredes y abrazos

 

y serán distintos los ruidos cotidianos

 

y los olores.

 

Cualquier tarde que ya nunca olvidarás

 

el que desbarató tu casa y habitó tus cosas

 

saldrá por la puerta sin decir adiós.

 

Deberás comenzar a hacer de nuevo la casa,

 

reacomodar los muebles, limpiar las paredes,

 

cambiar las cerraduras, romper retratos,

 

barrerlo todo y seguir viviendo.

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2014/12/poesia-colombiana-maria-mercedes-carranza-2/

 

 

Poema de amor

A través de una luz irreal

—la cortina azul de la habitación

cerrada a media tarde—

se acerca a la cama.

En estos instantes su cuerpo es inmenso,

sólo el cuerpo existe.

Puedo repetir las palabras entredichas,

la piel que se derrite, el sudor.

Pero en realidad sucede

que mi cuerpo está bajo su cuerpo

—fantasías inconfesables,

manos sabias, miradas inequívocas—

ambos tratando de sobrevivir

cada uno gracias al otro.

Caemos y caemos como Alicia

en un precipicio sin tocar fondo.

Y como Alicia nos detenemos de repente:

ese tenso, inmóvil instante.

El espejo se rompe

cuando oigo su voz que me dice:

«Qué bien lo hemos pasado, mi amor».

Pienso entonces que debo ocuparme ya

de encender las luces de la casa.

 

 

Kavafiana

El deseo aparece de repente,

en cualquier parte, a propósito de nada.

En la cocina, caminando por la calle.

Basta una mirada, un ademán, un roce.

Pero dos cuerpos

tienen también su amanecer y su ocaso,

su rutina de amor y de sueños,

de gestos sabidos hasta el cansancio.

Se dispersan las risas, se deforman.

Hay cenizas en las bocas

y el íntimo desdén.

Dos cuerpos tienen

su muerte el uno frente al otro.

Basta el silencio.

 

 

Balance final

Sobre la cama de sábanas destendidas

un segundo del tiempo que les fue dado

se encontraron más allá de la piel.

Por un instante el mundo fue exacto y bondadoso

y la vida algo más que una historia desolada.

Luego y antes y ahora y para siempre

todo fue un juego de espejos enemigos:

sólo hubo rechazos, cuerpos solitarios,

mal aliento, ilusiones no compartidas,

cartas banales, gestos rutinarios

y un paciente velar el cadáver de aquel instante.

 

 

La fiesta a que convida tu sonrisa

El comienzo es como una sed infinita.

El corazón llega a todo el cuerpo,

ciega, la sangre crece y golpea;

la carne duele allí en su centro.

Hay un aliento aleteante

y un espejo que desbordan,

algo como un sollozo viene de muy adentro.

Impudicia y esplendor y miedo

sobre la cama de sábanas destendidas.

 

 

Poema de los hados

Soy hija de Benito Mussolini

y de alguna actriz de los años 40

que cantaba la «Giovinezza».

Hiroshima encendió el cielo

el día de mi nacimiento y a mi cuna

llegaron, Hados implacables,

un hombre con muchas páginas acariciadas

donde yacían versos de Amor y de Muerte;

la voz furiosa de Pablo Neruda;

bajo su corona de ceniza, Wilde

                            bello y maldito,

habló del esplendor de la Vida

y de la seducción fatal de la Derrota;

alguien grito «muera la inteligencia»,

pero en ese mismo instante Albert Camus

                            decía Palabras

que eran de acero y de luz;

la Pasión ardía en la frente de Mishima;

una desconocida sombra o máscara,

puso en mi corazón el Paraíso Perdido

                            y un verso;

«par délicatesse j'ai perdu ma vie»

 

Caía la lluvia triste de Vallejo,

se apagaba en el viento la llama de Porfirio;

en el aire el furor de las balas

que iban de Cúcuta a Leticia, se cruzaba

con los cañones de «Casablanca»

y las palabras de su canción melancólica:

                            «El tiempo pasa,

un beso no es más que un beso...»

 

Así me fue entregado el mundo.

Esas cosas de horror, música y alma

han cifrado mis días y mis sueños.

 

 

Huele a podrido

Caes cada día en el pozo de la culpa.

Caes y te levantas en un juego innoble

de muertes sin fin y resurrecciones.

Porque mueres a causa de cosas frívolas,

como un amor que inatajable se seca

o las trece sílabas que hacen un verso amargo

o por la sábanas destendidas y el turbio olor

que deja en tu cama un cuerpo ajeno y pasajero

o solo por una palabra que oyes a destiempo.

Y resucitas por esa indolente resignación

a desangrar hechos y risas con desgano.

A tu alrededor, sin embargo, y a toda hora

hay muertos que mueren de verdad,

el aire huele a cosa sucia y podrida

y la vida se vive entre las balas y el abismo.

El miedo como un sol negro y derretido

se filtra en las habitaciones, ocupa los espejos.

El miedo, ese viento que cierra puertas y ventanas.

Hay rencor y hay asco en todas partes:

entre los platos de comida, sobre las almohadas,

a la hora de hablar de los recuerdos,

antes y después del buenos días, en los bostezos,

en toda esquina, ojo, instante, boca.

Y tú, infeliz sobreviviente de una muerte

que forma parte del paisaje como el aire

y que a todos al mismo tiempo manosea,

debes cada día confundir tu culpa.

 

               (Maneras del desamor, 1993)

Tomado de:

https://www.auroraboreal.net/actualidad/domingos-de-poesia/3007-maria-mercedes-carranza-domingos-de-poesia

No hay comentarios.:

Publicar un comentario