martes, 22 de julio de 2025

POEMAS DE LEÓN DE GREIFF -RECORDAMOS SU NATALICIO-

 

Canción ligera 

 

Me quedas tú, y me donas tu alegría

con el dolor, y tu miel deleitable

con el acerbo aloe.

Me quedas tú, y la luz que tu alma cría

dentro la tenebrura inenarrable

de mi yo solitario:

 

Siempre loe

tu don ilusionario.

 

Me quedas tú, y el claro sortilegio

de tus ojos rïentes: con su hechizo

mi soledad se puebla.

 

Me quedas tú, y tu risa, cuyo arpegio

me embriaga, y tu tesoro de oro cobrizo

solaz del alma sola:

 

La gris niebla

tu regalo aureola.

 

Me quedas tú, y el filtro que tu ardida

boca frutal, sombreada, en mis febriles

resecos labios vierte.

 

Me quedas tú, la ingenua enardecida,

me quedas tú, la experta, de sutiles

tácticas retrecheras:

 

Vida. Muerte.

Lo que quieras.

 

 

 

Ritornelo

 

Esta rosa fue testigo

de ese, que si amor no fue,

ninguno otro amor sería.

Esta rosa fue testigo

de cuando te diste mía!

El día, ya no lo sé

—sí lo sé, mas no lo digo—

esta rosa fue testigo.

 

De tus labios escuché

la más dulce melodía.

Esta rosa fue testigo:

todo en tu ser sonreía!

todo cuanto yo soñé

de ti, lo tuve conmigo…

Esta rosa fue testigo.

 

En tus ojos naufragué

donde la noche cabía!

Esta rosa fue testigo.

En mis brazos te oprimía,

entre tus brazos me hallé,

luego hallé más tibio abrigo…

Esta rosa fue testigo.

 

Tu fresca boca besé

donde triscó la alegría!

 

Esta rosa fue testigo

de tu amorosa agonía

cuando del amor gocé

la vez primera contigo!

Esta rosa fue testigo.

 

Esta rosa fue testigo

de ese, que si amor no fue,

ninguno otro amor sería.

Esta rosa fue testigo

de cuando te diste mía!

El día, ya no lo sé

—sí lo sé, mas no lo digo—

esta rosa fue testigo.

 

 

Relato de Sergio Stepansky

 

¡Juego mi vida!

¡Bien poco valía!

¡La llevo perdida

sin remedio!

 

Erik Fjordsson.

 

Juego mi vida, cambio mi vida,

de todos modos

la llevo perdida…

 

Y la juego o la cambio por el más infantil espejismo,

la dono en usufructo, o la regalo…

 

La juego contra uno o contra todos,

la juego contra el cero o contra el infinito,

la juego en una alcoba, en el ágora, en un garito,

en una encrucijada, en una barricada, en un motín;

la juego definitivamente, desde el principio hasta el fin,

a todo lo ancho y a todo lo hondo

—en la periferia, en el medio,

y en el sub-fondo…—

 

Juego mi vida, cambio mi vida,

la llevo perdida

sin remedio.

Y la juego, o la cambio por el más infantil espejismo,

la dono en usufructo, o la regalo…:

o la trueco por una sonrisa y cuatro besos:

todo, todo me da lo mismo:

lo eximio y lo ruin, lo trivial, lo perfecto, lo malo…

 

Todo, todo me da lo mismo:

todo me cabe en el diminuto, hórrido abismo

donde se anudan serpentinos mis sesos.

 

Cambio mi vida por lámparas viejas

o por los dados con los que se jugó la túnica inconsútil:

—por lo más anodino, por lo más obvio, por lo más fútil:

por los colgajos que se guinda en las orejas

la simiesca mulata,

la terracota nubia;

la pálida morena, la amarilla oriental, o la hiperbórea rubia:

cambio mi vida por una anilla de hojalata

o por la espada de Sigmundo,

o por el mundo

que tenía en los dedos Carlomagno: —para echar a rodar la bola…

 

Cambio mi vida por la cándida aureola

del idiota o del santo;

la cambio por el collar

que le pintaron al gordo Capeto;

o por la ducha rígida que llovió en la nuca

a Carlos de Inglaterra;

la cambio por un romance, la cambio por un soneto;

por once gatos de Angora,

por una copla, por una saeta,

por un cantar;

por una baraja incompleta;

por una faca, por una pipa, por una sambuca…

 

o por esa muñeca que llora

como cualquier poeta.

 

Cambio mi vida —al fiado— por una fábrica de crepúsculos

(con arreboles);

por un gorila de Borneo;

por dos panteras de Sumatra;

por las perlas que se bebió la cetrina Cleopatra—

o por su naricilla que está en algún Museo;

cambio mi vida por lámparas viejas,

o por la escala de Jacob, o por su plato de lentejas…

 

¡o por dos huequecillos minúsculos

—en las sienes— por donde se me fugue, en grises podres,

la hartura, todo el fastidio, todo el horror que almaceno en mis odres…!

 

Juego mi vida, cambio mi vida.

De todos modos

la llevo perdida…

 

 

Tomado de:

https://ciudadseva.com/autor/leon-de-greiff/poemas/

 

 

Arieta

 

Yo me enveneno con un recuerdo:

 

En el violado camarín, la seda

y el sutil vello y de odorante nardo

discreto olor y la hora soñada...

 

Yo me enveneno con un recuerdo.

 

En el violado camarín, el mudo

férvido amor que en las pupilas arde

y el tibio zumo de la boca henchida...

 

Yo me enveneno con un recuerdo.

 

En el violado camarín, desnuda

la grácil forma sobre el raso verde

y a mí enlazada la delicia toda...

 

Yo me enveneno con un recuerdo.

 

 

Arieta II

 

                                                           A Pepe Mexia

 

Perfumes, aromas ya idos…

Aromas, perfumes... Aromas

de áloes, sándalos y gomas,

suaves perfumes abolidos:

¿en cuáles Edenes perdidos,

en cuáles Pompeyas, Sodomas,

Lutecias, Corintos y Romas,

          estáis?

 

De etéreas, gráciles redomas,

de pebeteros encendidos

en noches de goces ardidos,

cuando los senos eran pomas

de áloes, sándalos y gomas...;

perfumes, aromas huidos,

suaves perfumes... ¿abolidos

          estáis?

 

De una guedeja desprendidos;

de candideces de palomas...;

olor de los besos que tomas

de los labios estremecidos

de Eva o Lilith...; olor de nidos;

de etéreas, gráciles redomas...

¿en dónde -perfumes, aromas-

          estáis?

 

 

Balada del disparatorio báquico, impregnada de múltiples romanticismos

 

Dícela "El Ebrio"

 

Aquesto dixo “El Ebrio”, una vegada.

Aquesto dixo con su voz cansada.

Aquesto dixo por la madrugada.

 

Yo dello non sé nada.

 

Bebamos en las cráteras de oro

que laboró el cincel benvenutino,

champagne, bulbente y bullicioso vino.

 

Bebamos en las ánforas de barro

doria hidromiel; en el panzudo jarro

blonda cerveza, y en las cristalinas

frágiles copas el anís sonoro

así como las finas

mixturas sibilinas.

 

"Porque es dulce olvidar".

 

Bebamos en las cráteras de oro

el líquido tesoro

que enloquece las mentes

y elide los deseos,

y que sume los sueños impotentes

en helados Leteos!

 

Porque es dulce olvidar. ¿Algo esculpido

quedar merece en el cerebro? Nada!

Porque es dulce olvidar...

 

El viento azota

la cima de los árboles, tedioso;

vacila el corazón ante la rota!

El espíritu vago!

¡La voluntad errátil

es un tortuoso Yago!

y el soñar aterido...:

¡el soñar aterido y no vibrátil

ni altanero!... y nostálgico, anheloso

de una distinta vida...

 

Los jardines románticos

horros están de idilios.

Y son hueros los cánticos

jocundos de Himeneo!

 

Dormita ya el Deseo!

Ya dormita el Amor!

Y yerra -enloquecida-

por sus ludies exilios

de Dolor,

l’alma pura de Ofelia,

mientras Hamlet, moroso y taciturno

sepultóse en sí mismo!”

 

Ya no existe

la verdad, si ha existido... Ya no es nada

la belleza, y lo es todo! y la tristeza

¡cómo es asaz vulgar y adocenada!

 

Yo buceo un abismo

y el tal abismo es hueco!

Todo es superficial, mentido y triste.

Todo: el Amor y la Naturaleza,

el Mar, las Nubes, la ideal Belleza:

sólo restan cinismo,

rutina, y el enteco

sentido de lo práctico y la cómica

metafísica vómica!

 

Es preciso beber la sangre cálida

de los magos elixires!

Complicados brebajes, quinta-esencia,

sudor de las retortas y alambiques;

todos los filtros químicos y alquímicos

el díctamo, el nepentes,

súmanme en la demencia!

 

En el absintio quiero que se esconda

-tras de sus de sirena glaucos ojos-

mi espíritu arbitrario,

mi corazón, y toda la amargura

de abolidos despojos!

 

Es preciso beber la sangre cálida,

sangre morena

o sangre blonda!

En el absintio quiero que se esconda

-tras de sus glaucos ojos de sirena–

mi corazón, y toda la amargura!

 

"La azul locura pálida,

soberana locura,

se asile en mi cerebro solitario!"

 

Bebamos en las cráteras de oro

todo el licor que corre por la vena

de la pródiga uva;

y hagamos la serena

-la serena o la loca-

vida del que en sí propio no se toca

y que en nada se halla...

 

-Búdico ser en éxtasis,

Jaiyám bajo los astros,

Edgar en la taberna,

Diógenes en su cuba...

Desdeñosos e impávidos,

sonrientes,

mirando la batalla

sempiterna, mirando la batalla

de apetitos, la gresca y el estridir de dientes

y el vulgar forcejeo

para ascender, para medrar, para vivir...

 

"Nosotros -sí, nosotros-

olímpicos yazgamos sobre el trípode sacro:

claudicantes e irónicos,

sonrientes espectadores del simulacro,

sin recordar, sin añorar,

sin anhelar,

¡sin un solo deseo!"

 

Brúña el trágico véspero

con sus hórridas lumbres

incendiarias;

dóre el amanecer con vagas lumbres

y medias-tintas de atediada suavidad;

o aljofáre la luna

del bebedor la cabellera bruna

o la blonda o endrina cabellera

nimbada de doliente claridad,

y bebamos el vino,

y bebamos el vino,

y bebamos el vino!

 

Aquesto dixo el Ebrio una vegada.

Aquesto dixo con su voz cansada.

Aquesto dixo por la madrugada.

 

Yo dello non me curo. Yo dello non sé nada

 

 

Balada del mar no visto, ritmada en versos diversos

 

No he visto el mar.

 

Mis ojos

–vigías horadantes, fantásticas luciérnagas;

mis ojos avizores entre la noche; dueños

de la estrellada comba;

de los astrales mundos;

mis ojos errabundos

familiares del hórrido vértigo del abismo;

mis ojos acerados de viking, oteantes;

mis ojos vagabundos

no han visto el mar...

 

La cántiga ondulosa de su trémula curva

no ha mecido mis sueños;

ni oí de sus sirenas la erótica quejumbre;

ni aturdió mi retina con el rútilo azogue

que rueda por su dorso...

Sus resonantes trombas,

sus silencios, yo nunca pude oír...:

sus cóleras ciclópeas, sus quejas o sus himnos;

ni su mutismo impávido cuando argentos y oros

de los soles y lunas, como perennes lloros

diluyen sus riquezas por el glauco zafir...!

 

No aspiré su perfume!

 

Yo sé de los aromas

de amadas cabelleras...

Yo sé de los perfumes de los cuellos esbeltos

y frágiles y tibios;

de senos donde esconden sus hálitos las pomas

preferidas de Venus!

Yo aspiré las redomas

donde el Nirvana enciende los sándalos simbólicos;

las zábilas y mirras del mago Zoroastro...

Mas no aspiré las sales ni los iodos del mar.

 

Mis labios sitibundos

no en sus odres la sed

apagaron:

no en sus odres acerbos

mitigaron la sed...

Mis labios, locos, ebrios, ávidos, vagabundos,

labios cogitabundos

que amargaron los ayes y gestos iracundos

y que unos labios –vírgenes- captaron en su red!

 

Hermano de las nubes

yo soy.

Hermano de las nubes,

de las errantes nubes, de las ilusas del espacio:

vagarosos navíos

que empujan acres soplos anónimos y fríos,

que impelen recios ímpetus voltarios y sombríos!

Viajero de las noches

yo soy.

 

Viajero de las noches embriagadas; nauta

de sus golfos ilímites,

de sus golfos ilímites, delirantes, vacíos,

- vacíos de infinito..., vacíos...-Dócil nauta

yo soy,

y mis soñares derrotados navíos...

Derrotados navíos, rumbos ignotos, antros

de piratas...! el mar!

Mis ojos vagabundos

–viajeros insaciados- conocen cielos, mundos,

conocen noches hondas, ingraves y serenas,

conocen noches trágicas,

ensueños deliciosos,

sueños inverecundos...

Saben de penas únicas,

de goces y de llantos,

de mitos y de ciencia,

del odio y la clemencia,

del dolor

y el amar...!

 

Mis ojos vagabundos,

mis ojos infecundos...:

no han visto el mar mis ojos,

no he visto el mar!

 

 

Balada del tiempo perdido

 

I

El tiempo he perdido

y he perdido el viaje...

 

Ni sé adónde he ido...

Mas sí vi un paisaje

sólo en ocres:

desteñido...

 

Lodo, barro, nieblas; brumas, nieblas, brumas

de turbio pelaje,

de negras plumas.

Y luces mediocres. Y luces mediocres.

Vi también erectos

pinos: señalaban un dombo confuso,

ominoso, abstruso,

y un horizonte gris de lindes circunspectos.

Vi aves

graves,

aves graves de lóbregas plumas

-antipáticas al hombre-,

silencios escuché, mudos, sin nombre,

que ambulaban ebrios por entre las brumas...

Lodo, barro, nieblas; brumas, nieblas, brumas.

 

No sé adónde he ido,

y he perdido el viaje

y el tiempo he perdido...

 

II

El tiempo he perdido

y he perdido el viaje...

 

Ni sé adónde he ido...

Mas supe de un crepúsculo de fuego

crepitador: voluminosos gualdas

y calcinados lilas!

(otrora muelles como las tranquilas

disueltas esmeraldas).

Sentí, lascivo, aromas capitosos!

Bullentes crisopacios

brillaban lujuriosos

por sobre las bucólicas praderas!

Rojos vi y rubios, trémulos trigales

al beso de los vientos cariciosos!

Sangrantes de amapolas vi verde-azules eras!

Vi arbolados faunales:

versallescos palacios

fabulosos

para lances y juegos estivales!

Todo acorde con pitos y flautas,

comamusas, fagotes pastoriles,

y el lánguido piano

chopiniano,

y voces incautas

y mezzo-viriles

de mezzo-soprano.

Ni sé adónde he ido...

y he perdido el viaje

y el tiempo he perdido...

 

III

Y el tiempo he perdido

y he perdido el viaje...

 

Ni sé adónde he ido...

por ver el paisaje

en ocres,

desteñido,

y por ver el crepúsculo de fuego!

 

Pudiendo haber mirado el escondido

jardín que hay en mis ámbitos mediocres!

o mirado sin ver: taimado juego,

buido ardid, sutil estratagema, del Sordo, el Frío, el Ciego.

 

 

Canción de Dinarzada

 

Tú fuiste mía, ardiente Dinarzada:

todo tu ser se le entregó a mi ruego!

todo tu ser se le rindió a mi Nada!

todo tu fuego se fundió en mi fuego!

 

Tú fuiste mía, ardiente Dinarzada!

 

Ya qué me importa el torvo rumbo ciego!

Es lumbre para mí la desolada

llanura yerma! Alígero navego

bajo la tempestad desmelenada!

 

Todo tu fuego se fundió en mi fuego!

 

Tu grande corazón, tu alma extasiada,

tu espíritu finísimo, a mi ruego

se rindieron: donáronse a mi Nada!

Noche: en tus brazos únicos me entrego,

Dinarzada sutil, noche soñada...

 

Tú fuiste mía, ardiente Dinarzada!

Todo tu fuego se fundió en mi fuego!

Tomado de:

http://amediavoz.com/greiff.htm

 

 

Soneto

Poeta soy, si es ello ser poeta.

Lontano, absconto, sibilino. Dura

lasca de corindón, vislumbre obscura,

gota abisal de música secreta.

Amor apercibido la saeta.

Dolor en ristre lanza de amargura.

El espíritu absorto, en su clausura.

Inmóvil, quieto, el corazón veleta.

Poeta soy si ser poeta es ello.

Angustia lancinante. Pavor sordo.

Velada melodía en contrapunto.

Callado enigma tras intacto sello.

Mi ensueño en fuga. Hastiado y cejijunto.

Y en mi nao fantasma único a bordo.

 

 

Son

Cuando tango la zampoña

cuando tango el sacabuche,

jamás pienso en quien me escuche

ni en quien me allane la moña.

Y así la zampoña taño,

pizzico así la vihuela

cantando mi cantinela

como trovero de antaño...

Yo no pienso en quien me escuche.

Yo no pienso en quien me loe

ni en quien el talón me roe

cuando tango el sacabuche,

cuando soplo en el oboe,

cuando tango la zampoña.

Ni en buscar el sortilegio

–con glisado tal o arpegio–

que embelese a daifa o doña,

cuando tango el sacabuche...

Cuando soplo en el oboe,

cuando soplo en la dulzaina,

no pienso en boina ni en vaina;

ni en Burdeos o en Borgoña

cuando tango la zampoña.

Cuando soplo en la dulzaina

y si percuto el adufe

no pienso en que vozne o bufe

ni el cretino ni el tontaina

n el doctorado en Lovaina.

Cuando tango la zampoña,

si pizzico en la bandurria

no me importa ni la murria

que me enerva y emponzoña.

Cuando tango el sacabuche,

cuando raspo el bandolín

ni cuando froto el violín,

yo no pienso en quien me escuche.

Si resoplo en el fagote,

si taño la cornamusa,

cuando tango la zampoña,

cuando soplo en la ocarina

no pienso en daifa ni en doña

(si me alabe o me abomina,

si se enfada o se alborote...)

Si taño la cornamusa,

laude pido o doy excusa

jamás, ni a Apolo ni al zote

ni a la mismísima Musa

de alto copete o de moña,

ni a Luis de Góngora Argote,

si resoplo en el fagote,

cuando tango la zampoña.

1955

Tomado de:

https://www.uexternado.edu.co/wp-content/uploads/2017/01/13-antologia-LeonDeGreiff.pdf

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