miércoles, 2 de julio de 2025

POEMAS DE WISLAWA SZYMBORSKA -SIEMPRE NECESARIOS EN TIEMPOS DE GUERRA-


Torturas

 

No ha cambiado nada.

El cuerpo duele,

debe de comer y respirar aire, y dormir,

tiene la piel fina y justo debajo de ella, sangre,

tiene una buena cantidad de dientes y uñas,

sus huesos son frágiles, las articulaciones extensibles.

En las torturas todo esto se toma en consideración.

 

Nada ha cambiado.

El cuerpo tiembla como temblaba

antes de la fundación de Roma y también después,

en el siglo veinte antes y después de Cristo,

las torturas son como eran, sólo la tierra ha empequeñecido

y cualquier cosa que pasa, es como en la casa del vecino.

 

No ha cambiado nada.

Sólo que hay más gente,

junto a las viejas culpas aparecieron nuevas,

reales, provocadas, momentáneas y ningunas,

mas el grito con el que el cuerpo responde por ellas

era, es y será el grito de la inocencia,

según la escala y el registro eternos.

 

No ha cambiado nada,

quizá sólo modales, ceremonias, bailes.

 

El gesto de las manos protegiendo la cabeza,

sin embargo, sigue siendo el mismo.

El cuerpo se retuerce, forcejea y arranca,

derribado cae, dobla las rodillas,

se amorata, se hincha, babea y sangra.

 

No ha cambiado nada.

Excepto el curso de los ríos,

la línea de los bosques, las costas, los desiertos y los glaciares.

Entre esos paisajes la pequeña alma deambula,

desaparece, vuelve, se acerca, se aleja,

extraña para sí misma, intocable,

una vez segura y otra vez insegura de su existencia,

mientras que el cuerpo está, está y está

y no tiene donde guarecerse.

 

 

Charco

 

Recuerdo muy bien ese miedo infantil.

Evitaba los charcos,

sobre todo los recientes, tras la lluvia.

Alguno podría no tener fondo,

aunque pareciera igual que los demás.

 

Piso y de pronto me caigo toda,

comienzo a volar hacia abajo,

y más y más abajo,

en dirección a las nubes reflejadas

o a lo mejor más allá.

 

Luego se secará el charco,

se cerrará sobre mí,

y yo atrapada para siempre —dónde—

con un grito que no llega a la superficie.

 

Sólo después llegó la cordura:

no todos los percances

obedecen a las reglas del mundo,

y aun si lo quisieran,

no pueden suceder.

 

 

Amor a primera vista

 

Los dos están convencidos

de que les une un sentimiento repentino.

Es bonita esta seguridad,

mas la inseguridad es aún más bonita.

 

Creen que como antes no se conocían

nada había sucedido entre ellos.

Pero, ¿y las calles, las escaleras, los pasillos

en los que hace tiempo que podrían haberse cruzado?

 

Me gustaría preguntarles

si no recuerdan,

algún encuentro frente a frente

alguna vez en una puerta giratoria,

algún «disculpe»

o el «se ha equivocado» en el teléfono.

Pero conozco su respuesta.

No lo recuerdan.

 

Les sorprenderá

saber que desde hace mucho

la casualidad juguetea con ellos.

 

Una casualidad no del todo preparada,

para convertirse en su destino.

Que los acercaba y alejaba,

que se cruzaba en su camino

y que conteniendo la risa

se apartaba a un lado.

 

Hubo signos, señales

pero qué hacer si no eran legibles.

¿No habrá revoloteado

una hoja de un hombro a otro

hace tres años

o quizá el último martes?

 

Hubo algo perdido y encontrado.

Quién sabe si alguna pelota

en los matorrales de la infancia.

 

Hubo manijas y timbres

en los que un tacto

se sobrepuso a otro tacto.

Maletas, una junto a otra, en una consigna.

Quizás una cierta noche el mismo sueño

huido a la hora de despertar.

Todo principio

no es más que continuación

y el libro de acontecimientos

está abierto siempre por la mitad.

 

 

Las tres palabras más extrañas

 

Cuando pronuncio la palabra Futuro,

la primera sílaba viaja ya al pasado.

Cuando pronuncio la palabra Silencio,

lo destruyo.

Cuando pronuncio la palabra Nada,

creo algo que no cabe en ninguna no-existencia.

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2022/03/poemas-de-wislawa-szymborska/

 

 

VIETNAM

 

Mujer, ¿cómo te llamas? – No sé.

¿Cuándo naciste, de dónde eres? – No sé.

¿Por qué cavaste esta madriguera? – No sé.

¿Desde cuándo te escondes? – No sé.

¿Por qué mordiste el dedo cordial? – No sé.

¿Sabes que no te vamos a hacer nada? – No sé.

¿A favor de quién estás? – No sé.

Estamos en guerra, tienes que elegir. – No sé.

¿Existe todavía tu aldea? – No sé.

¿Éstos son tus hijos? – Sí.

 

 

A MI CORAZÓN EL DOMINGO

 

Gracias te doy, corazón mío,

por no quejarte, por ir y venir

sin premios, sin halagos,

por diligencia innata.

 

Tienes setenta merecimientos por minuto.

Cada una de tus sístoles

es como empujar una barca

hacia alta mar

en un viaje alrededor del mundo.

 

Gracias te doy, corazón mío,

porque una y otra vez

me extraes del todo,

y sigo separada hasta en el sueño.

 

Cuidas de que no me sueñe al vuelo,

y hasta el extremo de un vuelo

para el que no se necesitan alas.

 

Gracias te doy, corazón mío,

por haberme despertado de nuevo,

y aunque es domingo,

día de descanso,

bajo mis costillas

continúa el movimiento de un día laboral.

 

 

PROSPECTO

 

Soy un tranquilizante.

Funciono en casa,

soy eficaz en la oficina,

me siento en los exámenes,

comparezco antes los tribunales,

pego cuidadosamente las tazas rotas:

sólo tienes que tomarme,

disolverme bajo la lengua,

tragarme,

sólo tienes que beber un poco de agua.

 

Sé qué hacer con la desgracia,

cómo sobrellevar una mala noticia,

disminuir la injusticia,

iluminar la ausencia de Dios,

escoger un sombrero de luto que quede bien con una cara.

A qué esperas,

confía en la piedad química.

 

Eres todavía un hombre (una mujer) joven,

deberías sentar la cabeza de algún modo.

¿Quién ha dicho

que la vida hay que vivirla arriesgadamente?

 

Entrégame tu abismo,

lo cubriré de sueño,

me estarás agradecido (agradecida)

por haber caído de pies.

 

Véndeme tu alama.

No habrá más comprador.

 

Ya no hay otro demonio.

 

 

EL VIEJO CANTANTE

 

Él canta hoy así: trala tra la.

Y yo cantaba así: trala tra la.

¿Oye usted la diferencia?

Y en lugar de ponerse aquí se pone aquí

y mira hacia allá y no hacia allá

aunque desde allí y no desde allí

venía corriendo –no como ahora pampa rampa pam,

sino sencillamente pampa rampa pam–

lo inolvidable Tschubeck-Bombonieri,

sólo que

quién la recuerda”.

 

 

FIN Y PRINCIPIO

 

Después de cada guerra

alguien tiene que limpiar.

No se van a ordenar solas las cosas,

digo yo.

 

Alguien debe echar los escombros

a la cuneta

para que puedan pasar

los carros llenos de cadáveres.

 

Alguien debe meterse

entre el barro, las cenizas,

los muelles de los sofás,

las astillas de cristal

y los trapos sangrientos.

 

Alguien tiene que arrastrar una viga

para apuntalar un muro,

alguien poner un vidrio en la ventana

y la puerta en sus goznes.

 

Eso de fotogénico tiene poco

y requiere años.

Todas las cámaras se han ido ya

a otra guerra.

 

A reconstruir puentes

y estaciones de nuevo.

Las mangas quedarán hechas jirones

de tanto arremangarse.

 

Alguien con la escoba en las manos

recordará todavía cómo fue.

Alguien escuchará

asintiendo con la cabeza en su sitio.

Pero a su alrededor

empezará a haber algunos

a quienes les aburra.

 

Todavía habrá quien a veces

encuentre entre hierbajos

argumentos mordidos por la herrumbre,

y los lleve al montón de la basura.

 

Aquellos que sabían

de qué iba aquí la cosa

tendrán que dejar su lugar

a los que saben poco.

Y menos que poco.

E incluso prácticamente nada.

 

En la hierba que cubra

causas y consecuencias

seguro que habrá alguien tumbado,

con una espiga entre los dientes,

mirando las nubes.

 

 

UN GATO EN UN PISO VACÍO

 

Morir, eso no se le hace a un gato.

Porque qué puede hacer un gato

en un piso vacío.

Trepar por las paredes.

Restregarse entre los muebles.

Parece que nada ha cambiado

y, sin embargo, ha cambiado.

Que nada se ha movido,

pero está descolocado.

Y por la noche la lámpara ya no se enciende.

 

Se oyen pasos en la escalera,

pero no son ésos.

La mano que pone el pescado en el plato

tampoco es aquella que lo ponía.

 

Hay algo aquí que no empieza

a la hora de siempre.

Hay algo que no ocurre

cómo debería.

 

Aquí había alguien que estaba y estaba,

que de repente se fue

e insistentemente no está.

 

Se ha buscado en todos los armarios.

Se ha recorrido la estantería.

Se ha husmeado debajo de la alfombra y se ha mirado.

Incluso se ha roto la prohibición

y se han desparramado los papeles.

Qué más se puede hacer.

Dormir y esperar.

 

Ya verá cuando regrese,

ya verá cuando aparezca.

Se va a enterar

de que eso no se le puede hacer a un gato.

Irá hacia él

como si no quisiera,

despacito,

con las patas muy ofendidas.

Y nada de saltos ni maullidos al principio.

 

 

Gente

Gentes huyendo de otras gentes.

En algún país, bajo el sol

y bajo unas nubes.

Atrás dejan todo lo suyo,

campos cultivados, gallinas, perros,

espejos en los que ahora el fuego se contempla.

Cargan en sus espaldas cántaros, bultos,

cuanto más vacíos más pesados de día en día.

Hay quienes se detienen en silencio,

y los que entre el tumulto, roban el pan a otro,

y quien acuna a un niño muerto.

Frente a ellos un camino que no es el suyo,

un puente que no es el que necesitan

sobre un río extrañamente rosado.

Alrededor se oyen disparos, más cerca, más lejos,

mientras en lo alto un avión hace giros.

Sería bueno gozar de cierta invisibilidad,

de una oscura pedregosidad,

o mejor aún, de un no-haber-existido

por un tiempo breve o incluso largo.

Algo va a suceder todavía, pero dónde, y qué,

alguien les va a salir al encuentro, pero cuándo, quién,

en qué forma, con qué intenciones.

Si puede elegir,

tal vez no quiera actuar como enemigo

y los deje todavía con una cierta vida.

 

Noticias del hospital

Echamos suertes quién debía ir a verlo.

Me tocó a mí. Me levanté de la mesa.

Se acercaban ya las horas de visita al hospital.

No respondió nada a mi saludo.

Quería cogerle de la mano, la apretó

como un perro hambriento que no suelta su hueso.

Parecía como si le diera vergüenza morir.

No sé de qué se habla con alguien como él.

Nuestras miradas se evitaban como en un fotomontaje.

No dijo ni quédate, ni vete.

No preguntó por nadie de los de nuestra mesa.

Ni por ti, Juancho, ni por ti, Moncho, ni por ti Pancho.

Empezó a dolerme la cabeza. ¿Quién se le muere a quién?

Exalté la medicina y las tres lilas del vaso.

Hablé del sol y fui apagándome.

Qué bien que haya peldaños para salir corriendo.

Qué bien que haya una puerta para poder abrirla.

Qué bien que me esperáis en esa mesa.

El olor a hospital me provoca náuseas.

De: El gran número, Fin y principio y otros poemas

Traducción de David Carrión Sánchez.

Edic. Hiperión, 2010.

 

 

Opinión sobre la pornografía

No hay mayor lujuria que el pensar.

Se propaga este escarceo como la mala hierba

en el surco preparado para las margaritas.

No hay nada sagrado para aquellos que piensan.

Es insolente llamar a las cosas por su nombre,

los viciosos análisis, las síntesis lascivas,

la persecución salvaje y perversa de un hecho desnudo,

el manoseo obsceno de delicados temas,

los roces al expresar opiniones; música celestial en sus oídos.

A plena luz del día o al amparo de la noche

unen en parejas, triángulos y círculos.

Aquí cualquiera puede ser el sexo y la edad de los que juegan.

Les brillan los ojos, les arden las mejillas.

El amigo corrompe al amigo.

Degeneradas hijas pervierten a su padre.

Un hermano chulea a su hermana menor.

Otros son los frutos que desean

del prohibido árbol del conocimiento,

y no las rosadas nalgas de las revistas ilustradas,

pornografía esa tan ingenua en el fondo.

Les divierten libros que no están ilustrados.

Sólo son más amenos por frases especiales

marcadas con la uña o con un lápiz.

De "Gente en el puente", 1986

Versión de Abel A. Murcia

 

 

Pietá

En el pueblo natal del héroe,

contemplar el monumento, elogiar sus dimensiones,

espantar a dos gallinas en la entrada del museo vacío,

preguntar dónde vive la madre,

llamar, empujar la puerta chirriante.

Cabeza erguida, pelo liso, mirada serena.

Decirle que llegas de Polonia.

Transmitir saludos. Preguntar en voz alta con clara pronunciación.

Sí, le quiso mucho. Sí, de niño ya era así.

Sí, estuvo allí esperando, pegada al muro de la cárcel.

Sí, oyó los disparos.

Lamentar no haber cargado con el magnetófono

y la cámara de fotografiar. Sí, sabe para qué sirven.

Leyó su última carta en la radio.

Cantó sus canciones de cuna preferidas en la t.v.

Incluso salió en una película, llorando

por culpa de los focos. Sí, la conmueve que le recuerden.

Sí, está un poco cansada. Sí, se repondrá.

Levantarse. Dar las gracias. Despedirse. Salir,

cruzándose con nuevos visitantes en el zaguán.

De: Paisaje con grano de arena

 

 

Discurso en la oficina de objetos perdidos

Perdí unas pocas diosas camino del sur al norte,

también muchos dioses camino de este a oeste.

Un par de estrellas se apagaron para siempre, ábrete, oh cielo.

Una isla, otra se me perdió en el mar.

Ni siquiera sé dónde dejé mis garras,

quién anda con mi piel, quién habita mi caparazón.

Mis parientes se extinguieron cuando repté a tierra,

y sólo algún pequeño hueso dentro de mí celebra el aniversario.

He saltado fuera de mi piel, desparramado vértebras y piernas,

dejado mis sentidos muchas, muchas veces.

Hace tiempo que he guiñado mi tercer ojo a eso,

chasqueado mis aletas, encogido mis ramas.

Está perdido, se ha ido, está esparcido a los cuatro vientos.

Me sorprendo de cuán poco queda de mí:

un ser individual, por el momento del género humano,

que ayer simplemente perdió un paraguas en un tranvía.

Tomado de:

https://omegalfa.es/downloadfile.php?file=libros/cuaderno-de-poesia-critica-n-075-wislawa-szymborska.pdf

 

 

LA ALEGRÍA DE ESCRIBIR

 

¿Hacia dónde corre por el bosque escrito la cierva escrita?

¿A saciar su sed a orillas del agua escrita

que le calcará el hocico cual hoja de papel carbón?

¿Por qué alza la cabeza?, ¿ha oído algo?

Sobre sus cuatro patas, prestadas por la realidad,

levanta la oreja bajo mis dedos.

Silencio —palabra que cruje en el papel

y separa las ramas que brotan de la palabra «bosque».

A punto de saltar sobre la página en blanco acechan

letras que acaso no congenien,

frases tan insistentes

que consumarán la invasión.

 

Una gota de tinta contiene una sólida reserva

de cazadores, apuntando con un ojo ya cerrado,

preparados para el descenso por la pluma empinada,

para cercar la cierva y llevarse el fusil a la cara.

 

Olvidan que esto, lo de aquí, no es la vida.

Aquí, negro sobre blanco, rigen otras leyes.

Un abrir y cerrar de ojos durará cuanto yo quiera,

se dejará fraccionar en eternidades minúsculas

llenas de balas detenidas en pleno vuelo.

 

Nada sucederá si yo no lo ordeno.

Contra mi voluntad no caerá la hoja,

ni una brizna se inclinará bajo la pezuña del punto final.

 

¿Existe, pues, un mundo

cuyo destino regento con absoluta soberanía?

¿Un tiempo que retengo con cadenas de signos?

¿Un vivir que no cesa si éste es mi deseo?

 

Alegría de escribir.

Poder de eternizar.

Venganza de una mano mortal.

 

(De: ¡Qué monada! -1967)

 

 

 VELADA POÉTICA

 

Ser, ¡oh, Musa!, boxeador o no ser nada.

Por nosotros nunca ruge el público enardecido.

Hay doce personas en la sala.

 Nos instan a iniciar la velada.

La mitad está aquí porque fuera llueve,

 el resto, ¡oh, Musa!, parientes.

 

 Las mujeres al desmayo dispuestas

 irán a ver cómo dos pesos gallo se arrancan las crestas.

Sólo el boxeo ofrece escenas dantescas.

 Y la ascensión, ¡oh, Musa!, a los cielos.

 

No ser púgil, ser poeta,

 vivir condenado a esproncedas forzados,

 a falta de músculos exhibir al mundo

 —¡en el mejor de los casos! — futuras lecturas escolares,

¡oh, Musa!, ¡oh, Pegaso, ángel acaballado!

 

En primera fila un viejecito en trance

 sueña que su mujer, que en paz descanse,

resucita y le hace un pastel de chocolate.

Con fuego, pero lento, ¡que no se queme el pastel!,

 comenzamos nosotros, ¡oh, Musa!, a leer.

 

 

(De Llamando al yeti - 1957)

 

 

ADIÓS A LAS VISTAS

 

 No guardo rencor a la primavera

 por haber vuelto.

No la culpo

de cumplir con sus deberes

 año tras año.

 

Comprendo que mi tristeza

no detendrá el verdor.

Si la hierba vacila

se debe sólo al viento.

 

No me duele que los alisos

inclinados sobre el agua

 vuelvan a tener con que susurrar.

 

Acepto de buen grado

 que —como si aún vivieras-

la orilla de cierto lago

 siga tan bella como antes.

 

No les reprocho a las vistas

las vistas a una bahía

deslumbrada por el sol.

 

Incluso soy capaz de imaginar

que unos no-nosotros

están en este momento sentados

en el tronco caído de un abedul.

 

 Respeto su derecho

 a la risa, al susurro

 y al silencio feliz.

 

Incluso les supongo

por amor unidos,

y que él la rodea

con un brazo vivo.

 

Algo súbito, algo pajaril

cruje entre el juncal.

De corazón les deseo

que lo oigan.

 

No pido cambios

a las olas de la orilla,

ora ágiles, ora perezosas,

que, a mí, no me obedecen.

 

No exijo nada

del remanso del bosque,

ya esmeralda,

ya zafiro,

ya negro.

 

Sólo con un detalle no me conformo.

Con mi propio regreso al lugar.

Con el privilegio de la presencia.

 Presento mi renuncia.

 

 No he vivido más que tu,

 sino sólo lo bastante

 para pensar de lejos.

 

(De Fin y principio - 1993)

 

 

16 DE MAYO DE 1973

 

 Una de tantas fechas

que ya nada me dicen.

 

Por dónde andaba aquel día,

 qué hacía —no lo sé.

 

Si se hubiera cometido un crimen cerca,

 no hubiera tenido coartada.

 

 El sol brilló y se apagó

 sin darme yo cuenta.

La tierra giró

sin registrarlo mi agenda.

 

Puedo imaginarme

 como una muerta temporal,

 pero me cuesta pensar que vivía

 y nada recuerdo.

 

No era un fantasma,

respiraba, comía,

daba pasos

que se oían,

 y las huellas de mis manos

quedaron sin duda en los pomos de las puertas.

 

Me reflejaba en el espejo.

Vestía alguna prenda de algún color.

Seguro que alguien me vio.

 

Quizá aquel día

encontré algo antes perdido.

O perdí algo que más tarde encontraría.

 

Rebosaba sensaciones y sentimientos.

 Y ahora todo se reduce

 a sólo tres puntos entre paréntesis.

 

¿Dónde me metí,

 dónde me escondí?

No es mal truco:

a mí misma perderme de vista.

 

Sacudo mi memoria.

 Quizá entre sus ramas algo

tantos años dormido

alce el vuelo con un batir de alas.

 

No.

Pido, es evidente, demasiado.

 Nada menos que un segundo entero.

 

 

(De Fin y principio - 1993)

 

 

EL ÁLBUM

 

Nadie en mi familia murió de amor.

 Romances sí hubo, no cosa seria.

 ¿Tísicos Romeos? ¿Julietas con difteria?

 No. Alcanzaron la vejez en flor.

¡Ni uno murió de cartas sin respuesta,

con letra por las lágrimas borrosa!

Llegaban vecinos, traje de fiesta,

con anteojos, levita y una rosa.

 Nadie se asfixió dentro de un armario

por huir de maridos de sus amantes.

Faralaes, mantillas ni volantes

 echaron a nadie de la foto por falsario.

¡Cuán lejos sus almas del infierno del Bosco!

Sus pistolas no defendían amores furtivos.

(Morían a balazos, más por otros motivos,

en el frente, en un catre bien tosco.)

Ni la bella, la del moño vistoso,

con ojeras como de bacanal,

 partió a vela en pos de un joven fogoso

 por el mar de su hemorragia cerebral.

Antes del daguerrotipo quizás hubo amor de veras,

 pero no en las fotos de mi familia.

Los días tenían tempo de vigilia

 y ellos morían de gripe o de paperas.

 

(De: ¡Qué monada! -1967)

 

 

ESTACIÓN

 

 Mi no llegada a la ciudad de N.

 se efectúa puntualmente.

 

Te lo he comunicado

 por carta no enviada.

 

Has tenido tiempo

 para no llegar a la hora prevista.

 

 El tren entra por la vía tres.

Se apea mucha gente.

 

La ausencia de mi persona

sigue a la multitud hacia la salida.

 

 Deprisa

entre tanta prisa

varias mujeres ocupan mi vacío.

 

 Un desconocido mío

 da la bienvenida a una de ellas,

ella le reconoce

de inmediato.

 

 Intercambian besos no nuestros,

y se extravía

 una maleta no mía.

 

La estación de la ciudad de N.

ha aprobado el examen

de existencia objetiva.

 

 El todo ha permanecido firme en su sitio.

 Los detalles se han desplazado

 por trayectorias calculadas.

 

 Incluso ha tenido lugar

una cita concertada.

 

Fuera del alcance

de nuestra presencia.

 

En el paraíso perdido

de la probabilidad.

 

 En otra parte.

En otra parte.

¡Sonora expresión!

(De ¡Qué monada! - 1967)

Tomado de:

https://www.laraizinvertida.com/detalle-1910-poemas-de-wis-322awa-szymborska?srsltid=AfmBOoqqTGZy-VIRGIessik6XAD-edAihlQlntlYoq9TQs0P5K_MCKor




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