LA LUNA
La luna brilla siempre en vano
y las guerras no estallan sin razón,
pero tanto quien abandona como quien permanece
es vencido por el accidente.
Por eso,
primero mírame a los ojos
mírame a los ojos mientras haces el equipaje
y te despides
y sin lamentaciones
te llevas el placer del cigarrillo
previo a la salida del tren,
porque la verdad es hija del remordimiento
y yo no quiero ser tu verdad.
Por eso,
cierra los ojos y besa mis labios
hasta que el metal de tus besos se funda en mis venas
y quede forjado bajo la indiferencia de la luna
porque el tren se aproxima.
Por eso,
la belleza es hija de la imposibilidad
y se hace posible en el vientre de la desesperanza
donde mi piel es la imaginación de la tierra
desde el instante en que el cigarrillo se apaga bajo
tus pies
y te vuelves eterna.
Corte de luces
sobre la estatua de la luna llena
en la estación abandonada
en el momento
del bombardeo.
Traducción de Manuel Bigorri y Manuel Llinas
¿Quién recuerda a la ballena?
1
¡Lo siento!
No soy barrendero.
¡Y cuando hablo en estos versos de la humedad
no me refiero a las lágrimas!
Todo el mundo ha escuchado de boca en boca
que en los alrededores hay una tumba,
que deben orinar a su dueño;
más respetuoso es cuando,
intentando prender fuego,
arrojáis un leño a la tumba.
Está escrito que el narrador
vierta el aceite del odio e invente un pasajero,
que pasa por este rincón
para calentarse
con el frío que corre por las venas de las palabras.
Los lobos aúllan
y el sonido de “Azán”
alerta sobre el fin del mundo.
El narrador está de pie sobre el punto final,
extrae una rosa de lo invisible
y limpia el polvo de sus zapatos.
Si ustedes son lectores sentimentales,
tan solo imaginad una gota de lágrima
sobre los versos quemados y hediondos
y no paséis a la próxima página.
2
Sólo Mefistófeles puede caminar
sobre estas líneas
sin dejar huella.
Miles de vírgenes están enterradas aquí.
Las vírgenes llevaban una jarra de agua
para la buena fortuna
y el narrador está de pie en la boca del pozo
con un estilete y una rosa;
arroja la flor hasta el fondo
y extrae una rosa de un pecho.
Leed unas líneas en la tumba de la muchacha
hasta llegar a vuestros pies.
Excavad aquí
para extraer vuestros propios cráneos.
Alguien apareció en vuestros sueños
y os invita aquí
para romper el encanto del narrador.
Azotad los cráneos sobre estas líneas,
alguien apareció en vuestros sueños.
¡Azotad!
3
¡Hey!
¡Os hablo a vosotros!
También tenéis un lugar en este armario.
Las calles se han perdido: su dirección cambia.
Las ciudades han sido destruidas: están apiladas una
sobre otra.
Los niños han sido abortados: las madres dan a luz
otros.
Yo he robado
vuestros pies pasando por aquí,
yo he robado
vuestras manos que lloriquean sobre este papel
y he robado vuestras miradas.
Ahora podéis abrir el armario
porque aquí hay algo vuestro,
un tanque pasando sobre los soldados
o un cartucho de salva
o una foto mía que desgarrasteis.
Abridlo.
¡Lo siento! Son vuestros propios olores.
4
¡Yo estaba sentado sobre la bomba nuclear cuando caía
sobre Hiroshima: plaf,
y escribí Hiroshima mon amour!
Os incinerabais a unos pasos aquí
y en vuestro recuerdo coloqué miles de lámparas de
papel en el océano.
Vosotros no lo recordáis.
Los marineros me nombran
cuando quedan atrapados en la niebla
como vosotros,
que estáis ahogados en las olas y nieblas de estas
palabras,
en la Hiroshima de estos versos,
y no me recordáis.
Todos los barcos perdidos atracan en mi puerto.
Todos los marineros ahogados se pudren en mis orillas.
¡Marchad!
¡Decid que toquen el tambor en cualquier orilla que
queráis!
Emplead los mejores negros
para que vuestras almas encuentren la orilla.
La orilla
donde las ballenas esperan su muerte
y vosotros buscáis vuestras vidas.
Con la siguiente ola
apagaré vuestras lámparas.
5
Venid a participar en el rezo.
Después, si sólo leéis,
os vomitaréis a si mismos.
Entonces leamos juntos,
que estos versos no son nuestros.
Todos juntos alzamos las piedras
y dilapidamos al malvado narrador.
No formamos parte de su culpa.
El narrador entierra su memoria al lado
y muere.
Nosotros tenemos citas en la calle con nuestro amor.
La memoria del narrador se pudre
como nuestros amores pasados.
6
Pasará una nube roja por el cielo.
Aparecerá un gigante con un solo ojo
y una bruja tirará el cadáver del narrador en el pozo.
Frente a vuestros ojos dos personas harán el amor
y nadie les pedirá esquivar el camino de las palabras.
Los tanques no funcionarán.
Se mojará la pólvora de las bombas nucleares,
y unos hombres les prometerán a sus espadas
que salvarán al mundo.
El faetón y el cochero regresarán
a recoger vuestros cadáveres de los caminos.
Todos pierden sus voces
y no hay otro narrador
que toque la trompeta.
Pasa un viento frío,
una nieve de las profundidades cubre los cuentos
y todos regresan a la memoria de las palabras
y allí se archivan.
7
Nieve,
¡una elegía que cae desde el comienzo del tiempo!
Sangre,
¡el primer hombre que pasó por la nieve!
Yo,
¡el que mató al primer hombre!
Tú,
¡la que me besó y lo enterró!
Nieve,
¡la elegía que cae sobre la inexistencia!
LA PROMESA
Cuando
se hizo la luz
todos los duendes
escaparon.
Cambiaron de camino
y se escondieron en los bolsillos de nuestros abrigos
bajo las mantas
bajo los párpados
bajo la piel de las palabras oscuras:
–¿Me quieres?
–Sí, ¡te quiero!
¿Hombre o mujer?
no está claro,
finalmente, uno dirá:
¡Apaga la luz y desnúdate!
A lo largo de un día
pueden imaginarse miles de maneras de morir,
enterrarse en milenios,
entregarse a la tierra
o al agua,
al fuego
o al viento.
Una parte
de nuestra muerte
se oculta en cada cosa,
en la flor,
en la taza de café,
en la vela,
en el beso y la poesía.
«Si un día
quieres deshacerte de mí
prométeme
que hallarás
un camino nuevo para mi cadáver».
Traducción de Manuel Baigorri y Manuel Llinás
Tomado de:
https://sites.google.com/view/mohsenemadipoemas
1
Me miras
y, en la lejanía, una ventana se abre y vuelve a
cerrarse.
Me acaricias
y, más allá de la ventana, la lluvia empieza a caer,
y la lluvia cae también sobre mí.
Estás a mi lado
y cada movimiento tuyo
hace que algo se mueva en la lejanía, algo que retorna
y es causa de que algo se mueva también en mí.
Yo nací en el año de tu exilio.
Una mujer construía muñecas dentro de tus ojos.
Las muñecas tenían las formas de tus muertos,
y se sentaban en el alféizar de una ventana
frente de mi rostro.
Una tenía mi sombrero sobre su cabeza
y la otra llevaba puestos mis zapatos.
Yo fui creado con la materia de las pérdidas.
Tú me mirabas
y la lluvia seguía cayendo; caía sobre tus maletas
y en los zapatos y en los sombreros de los muertos.
Ahora te beso y, besándote,
intercambiamos nuestras pérdidas.
2
De cada pérdida nace un fantasma:
la hija que nunca tuve
y está llorando en la azotea;
el
poema que nunca escribí
y se convirtió en un mal sueño de papel.
La hija que nunca tuve
lee el poema que nunca escribí.
Está lloviendo en la azotea,
y la lluvia lava el papel y, después, lo desgarra.
El papel se convierte en el sujeto de la pérdida.
Así sucede con mi piel: yo pierdo mi piel
cuando tus manos
no están en mí.
3
Los objetos útiles no deberían repetir sus funciones,
pero el mechero arde,
y la pluma escribe,
y tu memoria invade los objetos.
Cada resistencia debería transformar las funciones de
los objetos.
Debería ser posible escribir con el mechero y encender
un cigarrillo con
/la pluma,
o poder ir muy lejos; a un lugar donde los objetos se
nieguen a estar en
/nuestra vida,
como harían tus ojos si me mirasen dentro de esta noche
enmascarada
/por la nieve;
dentro de esta noche en que la nieve arde
y el fuego posee las temperaturas del frío.
Tomado de:
https://www.laotrarevista.com/2017/05/mohsen-emadi-cuatro-poemas/
Abismal
Las piedras obstruían el cauce del río. Pescaba con las
manos en la ansiedad de los cuerpos, en el oleaje de una cubeta remontando el
valle hasta el estanque donde habita la mirada sedienta de los gatos. Sus ojos
eran piedras. Los peces, verbo de mis gazeles, se unieron a los cuatro elementos
el año del seísmo. Las piedras cubrieron los cabellos de Newton empapados de
azogue; el vapor del mercurio envenenaba los papeles, aniquilando a los reyes.
Newton fue la aceleración de los peces en la ansiedad
de la cubeta; quería sacar las piedras del río y la tierra pesaba. Sus palabras
se convirtieron en peces, en veneno sus cabellos.
Ojos tristes.
Ojos alegres:
cubiertos de musgo, juntos y revueltos, formando los
muros de una cárcel donde la segunda ley de Newton es torturada.
Exiliado en la primera ley,
donde no llega la respiración del otro lado del teléfono ni alcanza el
manso crecer bajo las lentes de los musgos, sólo la voz de Newton,
cristalizada, y los coágulos de sangre sobre la superficie de la cárcel
devuelven mi testamento.
El mercurio es la lucha de la eternidad. La piedra es
la vida de la tierra en la segunda ley de Newton, edad condenada a la ley de la
relatividad de tus ojos aprobada por Dachau y esparcida con el muro de Berlín
por la galaxia.
Ojos tristes,
ojos alegres, suspendidos
de los cabellos de Newton, en mi abismo, en el
lenguaje. Con el primer beso el lenguaje encuentra una dimensión universal; en
la tercera ley de Newton un templo se construye con besos y se desmorona en
Hiroshima.
Labios de Guerras Frías.
Labios de Geografías. El mercurio tiembla en el espejo; en mi imagen se
hunde la cubeta de agua y los peces se adhieren a los imanes de mi cuerpo.
Peces carnívoros. Pequeños peces de estanque que nadan dentro de mis fronteras
con ojos de
piedra en el espejo.
Párpados de vació.
Párpados de olvido.
¡Oh, soledad de Newton en labios de mujer! ¡Oh, vapor
de mercurio en nanas maternales! ¡Oh, piedra filosofal y gases lacrimógenos! La
noche estalla en lametazos y estatuas de sal. La luna se sacude de pasos de
astronauta y el tiempo desborda tus ojos en lágrimas (pesadillas de Newton en
mis poemas, filtrándose). Palabras en lágrimas. (Eclosión).
¡Oh, féretro frio del papel!
¡Oh, blanca eternidad!
¡Oh, NIEVE ABSOLUTA!
De Visible como el
aire, 2012.
Tomado de:
https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/poeta/67ad24795e6b70e93b6b98be

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