viernes, 25 de julio de 2025

POEMAS DE WILLIAM CARLOS WILLIAMS - REVISITANDO AL POETA-


PARA RECITARLE A FLOOSIE EN SU CUMPLEAÑOS

 

Deja que aquél que puede

buscar esa constancia

torturada

 

entre las líneas continuas

se afirme

donde yo persisto

 

déjame decir

por encima de propósitos cruzados

que la flor se abrió

 

luchando por afirmarse

simplemente bajo

luces conflictivas

 

me creerán

una rosa

hasta el fin del tiempo.

 

 

LAMENTO DE UNA VIUDA EN PRIMAVERA

 

La tristeza es mi propio terreno

donde el pasto tierno

llamea como llameaba

antes con frecuencia, pero no

con el fuego frío

que este año se cierne sobre mí.

 

Treinta y cinco años

viví con mi marido.

 

Hoy, el ciruelo está blanco

con masas de flores.

 

Masas de flores

cargaron las ramas del cerezo

y en algunos arbustos ponen

colores amarillos o rojos

pero el agobio de mi corazón

es más fuerte que el de ellas

porque, aunque antes fueron

mi alegría, hoy las veo

y me volví para olvidar.

 

Hoy mi hijo me ha dicho

que en las praderas,

al final de los bosques espesos,

a lo lejos, vio

árboles de flores blancas.

 

Siento que me gustaría

ir hacia allá

y caer entre esas flores

y hundirme en el pantano junto a ellas.

 

 

A MANERA DE CANCIÓN

 

Que la serpiente espere bajo

su mata

y la escritura

sea de palabras lentas y rápidas, agudas

para herir, pacientes para esperar,

insomnes.

 

-a través de la metáfora reconciliar

al hombre con las piedras

Crea. (No ideas

sino cosas) ¡Inventa!

Saxífraga es mi flor que

revienta

las rocas.

 

 

EL HOMBRE

 

Es un extraño coraje

el que me das, astro remoto

 

brillando solitario en la mañana

¡con la que no tienes nada que ver!

 

 

PARA DESPERTAR A UNA ANCIANA

 

La vejez es

un vuelo de pequeños

pájaros chillones

rozando

árboles pelados

sobre el cristal de la nieve.

Ganando y perdiendo

son abofeteados

por un viento oscuro

¿Y qué?

Sobre ásperos tallos de arbustos

se posó la bandada,

la nieve

se cubre de rotas

cáscaras de semillas

y el viento templado

de un agudo

clamor de plenitud.

 

 

SOLO PARA DECIR

 

Que me comí

las ciruelas

que estaban

en la nevera

 

y que

tal vez

guardabas

para el desayuno

 

Perdóname

estaban deliciosas

tan dulces

y tan frías

 

 

EL COMPAÑERO DEL PÁJARO

 

Así como el amor

que día

tras días puede morir

en la rama

 

Así surge tu amor

fresco

lujurioso de sol

compañero del pájaro.

Tomado de:

https://vomiteunconejito.wordpress.com/2021/05/17/poemas-de-william-carlos-williams/

 

 

Dos aspectos de abril

 

1

 

Nada es más cierto que la flor—

y aún mejor, a veces, son aquellas

que empiezan a brotar directamente desde

la dureza de los jardines baldíos—el azafrán

irrumpiendo, los narcisos atestando

un espacio pisoteado, y una vez vi

unos junquillos, olvidados, enterrados bajo

un nuevo camino, cubiertos de piedras

            trituradas

pero aun así insumisos, alzándose

en graciosas florescencias—

 

2

 

—y después de diez años finalmente

aplanaron el campo trasero de la preparatoria,

preparándolo para propósitos atléticos—

Incluso reacomodaron la jaula de béisbol

—no demasiado bien, ya que dejó un

jardín izquierdo un tanto más corto, pero al

            menos

algo se logró— Así

es abril. Despierta, hace

las cosas, tan bien como le es posible

hacerlas—tras el adormecimiento del invierno—

¡Buena suerte, 1932! Es tu turno ahora.

 


 El lamento de la viuda en primavera

La tristeza es mi propio prado

en donde el pasto nuevo

llamea como ha llameado

antes con frecuencia, pero no

con el fuego frío

que me asedia este año.

Por treinta y cinco años

viví con mi esposo.

El ciruelo está blanco hoy

con montones de flores.

Montones de flores

cargan las ramas del cerezo

y tiñen a algunos arbustos

amarillos, a otros rojos

pero la pena en mi corazón

es más fuerte que ellas

pues, aunque fueron mi deleite

antes, hoy las miro

y torno la vista y las olvido.

Hoy mi hijo me ha dicho

que, en las praderas,

a la orilla de los frondosos bosques

en la distancia, vio

árboles de flores blancas.

Siento que me gustaría

ir ahí

y caer sobre esas flores

y hundirme en esa ciénega junto a ellas.

 

Retrato del autor

 

Los abedules están enloquecidos de verdes

            puntas

el borde del bosque arde con su verde,

arde, hierve— No, no, no.

Los abedules abren sus hojas una

a una. Sus delicadas hojas se desdoblan frías

y separadas, una por una. Delgados flecos

cuelgan meciéndose desde las delicadas

            puntas de las ramas—

Oh, no puedo decirlo. No existen palabras.

El negro se parte al instante en flores. En

cada ciénaga y acequia, el resplandor de

pequeños fuegos, ¡flores blancas! — Agh,

los abedules están enloquecidos, enloquecidos

            con su verde.

 

El mundo se ha ido, partido en pedazos

por esta bendición. ¿Qué he dejado sin hacer

que debiera haber hecho?

 

Oh, mi hermano, tú, de cara roja, vivo,

ignorante, estúpido, cuyos pies están sobre la

misma tierra que yo toco—y como.

Estamos solos en este terror, solos,

cara a cara en este camino, tú y yo,

¡envueltos en esta llama!

Deja descansar los pulidos arados,

su brillo ya sobre la tierra negra.

¡Pero esa cara tuya—!

Contéstame. Te agarraré. Te

abrazaré, te sostendré. Meteré mi rostro

en tu rostro y te forzaré a verme.

Tómame en tus brazos, cuéntame la cosa más

            común

que tengas que decirme,

di cualquier cosa. ¡He de comprenderte—!

Es la locura de las hojas de los abedules abriéndose

frías, una por una.

 

Mis aposentos han de recibirme. Pero mis

            aposentos

no son ya dulces espacios en donde el confort

me espera listo para recibirme con sus

            migajas.

Una oscuridad las ha barrido. La masa

de tulipanes amarillos en el tazón se ha encogido.

Cada objeto familiar ha cambiado y encogido.

Estoy convulso, roto contra una potencia

que parte la comodidad, hace estallar

mis cuidadosas particiones, aplasta mi casa

y me deja—con el corazón encogido

y espantado, ojos vacuos—mirando hacia

un mundo frío.

 

¡En la primavera beberé! ¡En la primavera

estaré ebrio y yaceré, olvidando todas las cosas!

¡Tu cara! ¡Dame tu cara, Yang Kuei Fei!

¡Tus manos, tus labios para beber!

Dame tus muñecas para beber—

¡Te atraigo, estoy hundido en ti,

me abrumas! ¡Bebe!

¡Sálvame! El sábalo está al borde

del claro. Los campos en una furia

de brotes de lilas me están enloqueciendo de

            terror.

Bebe y yace olvidándote del mundo.

 

Y fríamente las hojas de los abedules se abren

            de una en una.

Fríamente las observo y espero el final.

Y el final llega.

Tomado de:

https://www.caratula.net/poemas-de-william-carlos-williams/

 

 

LA JOVEN SEÑORA

 

A las diez a.m. la joven señora

anda en negligée detrás

de las paredes de madera de su casa.

 

Yo paso solo en mi carro.

Entonces baja otra vez a la acera

a llamar al del hielo, al del pescado, y se queda

tímida, sin corset, recogiéndose

mechones sueltos de pelo, y la comparo

a una hoja caída.

 

Las ruedas silenciosas de mi carro

 

se precipitan crepitando sobre

 

hojas secas mientras saludo y paso sonriendo.

 

 

ESTO ES SÓLO DECIR

 

Me he comido

las ciruelas

que estaban en

la hielera,

 

las cuales

probablemente tú

guardabas para

el desayuno.

 

 

Perdóname,

estaban ricas,

tan dulces

y tan heladas.

 

 

EL TÉRMINO

 

Una hoja arrugada

de papel de envolver

del tamaño

 

y aparente volumen

de un hombre iba

rodando con

 

el viento despacio y

rodando en

las calles cuando

 

un auto le pasó

encima y

la aplastó

 

en el suelo. Al contrario

de un hombre se levantó

otra vez rodando

 

con el viento y

rodando lo mismo

que antes.

 

 

LA CARRETILLA ROJA

 

Tanto depende

de

 

una carretilla

roja

 

 

 

reluciente de gotas

de lluvia

 

 

junto a las gallinas

blancas.

 

 

 

MAÑANA DE ENERO

 

I

 

 

 

Yo he descubierto que la mayor parte de

las bellezas del viaje se deben a

las horas extrañas en que las vemos:

 

las cúpulas de la iglesia de

los Padres Paulinos en Weehawken

contra un alba humeante —el corazón agitado—

son bellas como las de San Pedro

divisadas después de años de anticipación.

 

 

 

VI

 

Todo esto…

fue por ti, vieja.

Quise escribir un poema

que tú pudieras entender.

Porque ¿a mí de qué me sirve

 

si tú no lo entiendes?

Pero tienes que esforzarte

Pero...

 

Bueno, ¿tú sabes cómo

las muchachitas retozan riendo

en Park Avenue de noche

cuando debieran estar en casa acostadas?

Bueno,

lo mismo es conmigo en cierta manera.

 

 

A UNA POBRE ANCIANA

 

Mordisqueando una ciruela en

la calle una bolsa de papel

llena de ellas en la mano

 

le saben bien a ella

le saben bien

a ella. Le saben

bien a ella

 

podéis saberlo por

la manera en que se entrega

 

a la que tiene a medio

chupar en una mano

 

Confortada

una alegría de ciruelas maduras

parecería llenar el aire

Le saben bien a ella.

 

 

RETRATO PROLETARIO

 

Una joven grande sin sombrero

con delantal

 

su pelo cogido atrás parada

en la calle

 

un pie en calcetín de puntilla

en la acera

 

su zapato en la mano. Mirán

dolo atentamente adentro

 

Le saca la plantilla de papel

para dar con el clavo

 

que la ha estado lastimando.

 

 

DEDICACIÓN DE UN LOTE DE TERRENO

 

Este lote de terreno

frente a las aguas de esta ensenada

es dedicado a la viviente presencia de

Emily Dickinson Wellcome

que nació en Inglaterra; se casó;

perdió a su marido y con

su hijo de cinco años

se embarcó para New York en un velero;

fue llevada a las Azores

llegó al garete a los bancos de Fire Island,

se halló a su segundo marido

en una pensión de Brooklyn,

se fue con él a Puerto Rico

tuvo tres hijos más, perdió

a su segundo marido, vivió una vida dura

por ocho años en Santo Tomás,

Puerto Rico, Santo Domingo, siguió

a su hijo mayor a New York,

perdió su hija, perdió al “tierno”,

cogió los dos muchachos del

 

mayor de su segundo matrimonio

hizo de madre —estando ellos

sin madre— peleó por ellos

contra la otra abuela

y las tías, los trajo aquí

verano tras verano, se defendió

aquí contra los ladrones,

tormentas, sol, incendios,

contra las moscas, contra las

que venían a husmear, contra

sequías, contra malezas, crecidas del mar,

vecinos, comadrejas que robaban sus pollos,

contra la debilidad de sus propias manos,

contra la creciente fuerza de

los muchachos, contra el viento, contra

las piedras, contra los transgresores,

contra las rentas, contra su propio juicio.

 

Ella cavó esta tierra con sus manos,

fue mandona en este tramo de hierba,

insolente con el mayor hasta que

lo hizo comprarlo, vivió aquí quince años,

alcanzó una final soledad y…

Si no puedes traer a este lugar

más que tu carroña, vete de aquí.

Tomado de:

https://gilberap.blogspot.com/p/poemas-de-william-carlos-williams.html

 

 

Yo era tu camisón

“Amor joven”

 

 

¿Qué pasa con todo esto escrito?

 

Oh “Kiki”

Oh Señorita Margaret Jarvis

La voltereta hacia atrás

Yo: limpio

limpio

limpio: sí... Nueva York

 

Wrigley's, apendicitis, John Marin:

sopa de rascacielos—

 

¡O eso o una bala!

 

Una vez

cualquier cosa podría haber sucedido

Tú yacías relajado sobre mis rodillas—

la noche estrellada

se extendía cálida y ciega

sobre el hospital—

 

¡Bah!

 

Es inmundo

lo que no va directo al blanco.

 

En mi vida los muebles me comen.

 

las sillas, el suelo,

las paredes

que oyeron tus sollozos,

se bebieron mi emoción—

ellas que solo lo saben todo

 

y nos delató por la mañana—

 

¿Qué desear?

 

Borrachos seguimos adelante seguro que

no yo

 

camas, camas, camas

elevadoras, fruta, mesillas de noche

pechos para ver, blancos y azules—

para sostener en la mano, para boquilla

 

No es sopa de cebolla

Tus sollozos empaparon las paredes

rompiendo el hospital en pedazos

Todo

—ventanas, sillas

obscenamente borrachas, girando—

 

blanco, azul, naranja

—calientes con nuestra pasión

lágrimas salvajes, respuestas desesperadas ¡

mis piernas, girando lentamente

de un extremo a otro en el aire!

 

¿Pero qué querrías?

 

Lo único que dije fue:

ahí lo ves, son

medias rotas, zapatos, horquillas,

tu cama, me envolví alrededor de ti.

 

Yo observé.

 

Sollozaste, golpeaste tu almohada,

te arrancaste el pelo,

te clavaste las uñas en los costados.

 

¡Yo era tu camisón,

yo lo observaba!

 

Limpio es solo aquel

tras quien corren

los pedazos destrozados de la ciudad,

que vuelan en pedazos a su paso.

 

Pero hace quince años apenas

te acaricié con curiosidad y todavía andas por la ciudad, dicen, curando a niños enfermos de la escuela.

Tomado de:

https://nataliejabbar.wordpress.com/tag/william-carlos-williams/

 

 

El resurgimiento

 

Tarde o temprano

llegaremos al final

de la lucha

 

para restablecer

la imagen la imagen de

la rosa

 

pero aún no

dices extendiendo

el tiempo indefinidamente

 

por

tu amor hasta que una

primavera entera

 

reencienda

el violeta en las propias

orquídeas

 

y así por

tu amor el mismo sol

es reavivado

 

el poema.

 

 

Paisaje con la caída de Ícaro

 

 

Según Brueghel

cuando Ícaro cayó

era primavera

 

Un granjero araba

su campo

todo el esplendor

del año estaba

despierto tintineando

cerca de

 

la orilla del mar

interesado

en sí mismo

sudando bajo el sol

que derritió

la cera de las alas

insignificantemente

próximo a la costa

había

 

un chapaleo inadvertido

era

Ícaro ahogándose

Tomado de:

https://www.insularismagazine.com/esp/orlandoaloma-traduccion-tres-poemas-de-william-carlos-williams-basados-en-pinturas-de-pieter-bruegel-el-viejo

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