PARA RECITARLE A FLOOSIE EN SU CUMPLEAÑOS
Deja que aquél que puede
buscar esa constancia
torturada
entre las líneas continuas
se afirme
donde yo persisto
déjame decir
por encima de propósitos cruzados
que la flor se abrió
luchando por afirmarse
simplemente bajo
luces conflictivas
me creerán
una rosa
hasta el fin del tiempo.
LAMENTO DE UNA VIUDA EN PRIMAVERA
La tristeza es mi propio terreno
donde el pasto tierno
llamea como llameaba
antes con frecuencia, pero no
con el fuego frío
que este año se cierne sobre mí.
Treinta y cinco años
viví con mi marido.
Hoy, el ciruelo está blanco
con masas de flores.
Masas de flores
cargaron las ramas del cerezo
y en algunos arbustos ponen
colores amarillos o rojos
pero el agobio de mi corazón
es más fuerte que el de ellas
porque, aunque antes fueron
mi alegría, hoy las veo
y me volví para olvidar.
Hoy mi hijo me ha dicho
que en las praderas,
al final de los bosques espesos,
a lo lejos, vio
árboles de flores blancas.
Siento que me gustaría
ir hacia allá
y caer entre esas flores
y hundirme en el pantano junto a ellas.
A MANERA DE CANCIÓN
Que la serpiente espere bajo
su mata
y la escritura
sea de palabras lentas y rápidas, agudas
para herir, pacientes para esperar,
insomnes.
-a través de la metáfora reconciliar
al hombre con las piedras
Crea. (No ideas
sino cosas) ¡Inventa!
Saxífraga es mi flor que
revienta
las rocas.
EL HOMBRE
Es un extraño coraje
el que me das, astro remoto
brillando solitario en la mañana
¡con la que no tienes nada que ver!
PARA DESPERTAR A UNA ANCIANA
La vejez es
un vuelo de pequeños
pájaros chillones
rozando
árboles pelados
sobre el cristal de la nieve.
Ganando y perdiendo
son abofeteados
por un viento oscuro
¿Y qué?
Sobre ásperos tallos de arbustos
se posó la bandada,
la nieve
se cubre de rotas
cáscaras de semillas
y el viento templado
de un agudo
clamor de plenitud.
SOLO PARA DECIR
Que me comí
las ciruelas
que estaban
en la nevera
y que
tal vez
guardabas
para el desayuno
Perdóname
estaban deliciosas
tan dulces
y tan frías
EL COMPAÑERO DEL PÁJARO
Así como el amor
que día
tras días puede morir
en la rama
Así surge tu amor
fresco
lujurioso de sol
compañero del pájaro.
Tomado de:
https://vomiteunconejito.wordpress.com/2021/05/17/poemas-de-william-carlos-williams/
Dos aspectos de abril
1
Nada es más cierto que la flor—
y aún mejor, a veces, son aquellas
que empiezan a brotar directamente desde
la dureza de los jardines baldíos—el azafrán
irrumpiendo, los narcisos atestando
un espacio pisoteado, y una vez vi
unos junquillos, olvidados, enterrados bajo
un nuevo camino, cubiertos de piedras
trituradas
pero aun así insumisos, alzándose
en graciosas florescencias—
2
—y después de diez años finalmente
aplanaron el campo trasero de la preparatoria,
preparándolo para propósitos atléticos—
Incluso reacomodaron la jaula de béisbol
—no demasiado bien, ya que dejó un
jardín izquierdo un tanto más corto, pero al
menos
algo se logró— Así
es abril. Despierta, hace
las cosas, tan bien como le es posible
hacerlas—tras el adormecimiento del invierno—
¡Buena suerte, 1932! Es tu turno ahora.
La tristeza es mi propio prado
en donde el pasto nuevo
llamea como ha llameado
antes con frecuencia, pero no
con el fuego frío
que me asedia este año.
Por treinta y cinco años
viví con mi esposo.
El ciruelo está blanco hoy
con montones de flores.
Montones de flores
cargan las ramas del cerezo
y tiñen a algunos arbustos
amarillos, a otros rojos
pero la pena en mi corazón
es más fuerte que ellas
pues, aunque fueron mi deleite
antes, hoy las miro
y torno la vista y las olvido.
Hoy mi hijo me ha dicho
que, en las praderas,
a la orilla de los frondosos bosques
en la distancia, vio
árboles de flores blancas.
Siento que me gustaría
ir ahí
y caer sobre esas flores
y hundirme en esa ciénega junto a ellas.
Retrato del autor
Los abedules están enloquecidos de verdes
puntas
el borde del bosque arde con su verde,
arde, hierve— No, no, no.
Los abedules abren sus hojas una
a una. Sus delicadas hojas se desdoblan frías
y separadas, una por una. Delgados flecos
cuelgan meciéndose desde las delicadas
puntas de las ramas—
Oh, no puedo decirlo. No existen palabras.
El negro se parte al instante en flores. En
cada ciénaga y acequia, el resplandor de
pequeños fuegos, ¡flores blancas! — Agh,
los abedules están enloquecidos, enloquecidos
con
su verde.
El mundo se ha ido, partido en pedazos
por esta bendición. ¿Qué he dejado sin hacer
que debiera haber hecho?
Oh, mi hermano, tú, de cara roja, vivo,
ignorante, estúpido, cuyos pies están sobre la
misma tierra que yo toco—y como.
Estamos solos en este terror, solos,
cara a cara en este camino, tú y yo,
¡envueltos en esta llama!
Deja descansar los pulidos arados,
su brillo ya sobre la tierra negra.
¡Pero esa cara tuya—!
Contéstame. Te agarraré. Te
abrazaré, te sostendré. Meteré mi rostro
en tu rostro y te forzaré a verme.
Tómame en tus brazos, cuéntame la cosa más
común
que tengas que decirme,
di cualquier cosa. ¡He de comprenderte—!
Es la locura de las hojas de los abedules abriéndose
frías, una por una.
Mis aposentos han de recibirme. Pero mis
aposentos
no son ya dulces espacios en donde el confort
me espera listo para recibirme con sus
migajas.
Una oscuridad las ha barrido. La masa
de tulipanes amarillos en el tazón se ha encogido.
Cada objeto familiar ha cambiado y encogido.
Estoy convulso, roto contra una potencia
que parte la comodidad, hace estallar
mis cuidadosas particiones, aplasta mi casa
y me deja—con el corazón encogido
y espantado, ojos vacuos—mirando hacia
un mundo frío.
¡En la primavera beberé! ¡En la primavera
estaré ebrio y yaceré, olvidando todas las cosas!
¡Tu cara! ¡Dame tu cara, Yang Kuei Fei!
¡Tus manos, tus labios para beber!
Dame tus muñecas para beber—
¡Te atraigo, estoy hundido en ti,
me abrumas! ¡Bebe!
¡Sálvame! El sábalo está al borde
del claro. Los campos en una furia
de brotes de lilas me están enloqueciendo de
terror.
Bebe y yace olvidándote del mundo.
Y fríamente las hojas de los abedules se abren
de
una en una.
Fríamente las observo y espero el final.
Y el final llega.
Tomado de:
https://www.caratula.net/poemas-de-william-carlos-williams/
LA JOVEN SEÑORA
A las diez a.m. la joven señora
anda en negligée detrás
de las paredes de madera de su casa.
Yo paso solo en mi carro.
Entonces baja otra vez a la acera
a llamar al del hielo, al del pescado, y se queda
tímida, sin corset, recogiéndose
mechones sueltos de pelo, y la comparo
a una hoja caída.
Las ruedas silenciosas de mi carro
se precipitan crepitando sobre
hojas secas mientras saludo y paso sonriendo.
ESTO ES SÓLO DECIR
Me he comido
las ciruelas
que estaban en
la hielera,
las cuales
probablemente tú
guardabas para
el desayuno.
Perdóname,
estaban ricas,
tan dulces
y tan heladas.
EL TÉRMINO
Una hoja arrugada
de papel de envolver
del tamaño
y aparente volumen
de un hombre iba
rodando con
el viento despacio y
rodando en
las calles cuando
un auto le pasó
encima y
la aplastó
en el suelo. Al contrario
de un hombre se levantó
otra vez rodando
con el viento y
rodando lo mismo
que antes.
LA CARRETILLA ROJA
Tanto depende
de
una carretilla
roja
reluciente de gotas
de lluvia
junto a las gallinas
blancas.
MAÑANA DE ENERO
I
Yo he descubierto que la mayor parte de
las bellezas del viaje se deben a
las horas extrañas en que las vemos:
las cúpulas de la iglesia de
los Padres Paulinos en Weehawken
contra un alba humeante —el corazón agitado—
son bellas como las de San Pedro
divisadas después de años de anticipación.
VI
Todo esto…
fue por ti, vieja.
Quise escribir un poema
que tú pudieras entender.
Porque ¿a mí de qué me sirve
si tú no lo entiendes?
Pero tienes que esforzarte
Pero...
Bueno, ¿tú sabes cómo
las muchachitas retozan riendo
en Park Avenue de noche
cuando debieran estar en casa acostadas?
Bueno,
lo mismo es conmigo en cierta manera.
A UNA POBRE ANCIANA
Mordisqueando una ciruela en
la calle una bolsa de papel
llena de ellas en la mano
le saben bien a ella
le saben bien
a ella. Le saben
bien a ella
podéis saberlo por
la manera en que se entrega
a la que tiene a medio
chupar en una mano
Confortada
una alegría de ciruelas maduras
parecería llenar el aire
Le saben bien a ella.
RETRATO PROLETARIO
Una joven grande sin sombrero
con delantal
su pelo cogido atrás parada
en la calle
un pie en calcetín de puntilla
en la acera
su zapato en la mano. Mirán
dolo atentamente adentro
Le saca la plantilla de papel
para dar con el clavo
que la ha estado lastimando.
DEDICACIÓN DE UN LOTE DE TERRENO
Este lote de terreno
frente a las aguas de esta ensenada
es dedicado a la viviente presencia de
Emily Dickinson Wellcome
que nació en Inglaterra; se casó;
perdió a su marido y con
su hijo de cinco años
se embarcó para New York en un velero;
fue llevada a las Azores
llegó al garete a los bancos de Fire Island,
se halló a su segundo marido
en una pensión de Brooklyn,
se fue con él a Puerto Rico
tuvo tres hijos más, perdió
a su segundo marido, vivió una vida dura
por ocho años en Santo Tomás,
Puerto Rico, Santo Domingo, siguió
a su hijo mayor a New York,
perdió su hija, perdió al “tierno”,
cogió los dos muchachos del
mayor de su segundo matrimonio
hizo de madre —estando ellos
sin madre— peleó por ellos
contra la otra abuela
y las tías, los trajo aquí
verano tras verano, se defendió
aquí contra los ladrones,
tormentas, sol, incendios,
contra las moscas, contra las
que venían a husmear, contra
sequías, contra malezas, crecidas del mar,
vecinos, comadrejas que robaban sus pollos,
contra la debilidad de sus propias manos,
contra la creciente fuerza de
los muchachos, contra el viento, contra
las piedras, contra los transgresores,
contra las rentas, contra su propio juicio.
Ella cavó esta tierra con sus manos,
fue mandona en este tramo de hierba,
insolente con el mayor hasta que
lo hizo comprarlo, vivió aquí quince años,
alcanzó una final soledad y…
Si no puedes traer a este lugar
más que tu carroña, vete de aquí.
Tomado de:
https://gilberap.blogspot.com/p/poemas-de-william-carlos-williams.html
Yo era tu camisón
“Amor joven”
¿Qué pasa con todo esto escrito?
Oh “Kiki”
Oh Señorita Margaret Jarvis
La voltereta hacia atrás
Yo: limpio
limpio
limpio: sí... Nueva York
Wrigley's,
apendicitis, John Marin:
sopa de rascacielos—
¡O eso o una bala!
Una vez
cualquier cosa podría haber sucedido
Tú yacías relajado sobre mis rodillas—
la noche estrellada
se extendía cálida y ciega
sobre el hospital—
¡Bah!
Es inmundo
lo que no va directo al blanco.
En mi vida los muebles me comen.
las sillas, el suelo,
las paredes
que oyeron tus sollozos,
se bebieron mi emoción—
ellas que solo lo saben todo
y nos delató por la mañana—
¿Qué desear?
Borrachos seguimos adelante seguro que
no yo
camas, camas, camas
elevadoras, fruta, mesillas de noche
pechos para ver, blancos y azules—
para sostener en la mano, para boquilla
No es sopa de cebolla
Tus sollozos empaparon las paredes
rompiendo el hospital en pedazos
Todo
—ventanas, sillas
obscenamente borrachas, girando—
blanco, azul, naranja
—calientes con nuestra pasión
lágrimas salvajes, respuestas desesperadas ¡
mis piernas, girando lentamente
de un extremo a otro en el aire!
¿Pero qué querrías?
Lo único que dije fue:
ahí lo ves, son
medias rotas, zapatos, horquillas,
tu cama, me envolví alrededor de ti.
Yo observé.
Sollozaste, golpeaste tu almohada,
te arrancaste el pelo,
te clavaste las uñas en los costados.
¡Yo era tu camisón,
yo lo observaba!
Limpio es solo aquel
tras quien corren
los pedazos destrozados de la ciudad,
que vuelan en pedazos a su paso.
Pero hace quince años apenas
te acaricié con curiosidad y todavía andas por la
ciudad, dicen, curando a niños enfermos de la escuela.
Tomado de:
https://nataliejabbar.wordpress.com/tag/william-carlos-williams/
El resurgimiento
Tarde o temprano
llegaremos al final
de la lucha
para restablecer
la imagen la imagen de
la rosa
pero aún no
dices extendiendo
el tiempo indefinidamente
por
tu amor hasta que una
primavera entera
reencienda
el violeta en las propias
orquídeas
y así por
tu amor el mismo sol
es reavivado
el poema.
Paisaje con la caída de Ícaro
Según Brueghel
cuando Ícaro cayó
era primavera
Un granjero araba
su campo
todo el esplendor
del año estaba
despierto tintineando
cerca de
la orilla del mar
interesado
en sí mismo
sudando bajo el sol
que derritió
la cera de las alas
insignificantemente
próximo a la costa
había
un chapaleo inadvertido
era
Ícaro ahogándose
Tomado de:

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