Ollie McGee
¿Han visto caminando por el pueblo
a un hombre cariacontecido y ojeroso?
Ese es mi esposo quien, por una oculta crueldad
nunca confesada, robó mi juventud y mi belleza;
hasta que, al fin, arrugada y con los dientes
amarillos,
y con el orgullo roto y humildad vergonzosa,
me hundí en la sepultura.
¿Pero que creen ustedes que roe el corazón de mi
esposo?
¡El rostro de lo que yo era, el rostro de lo que él
hizo de mí!
Esto lo está arrastrando al lugar donde yazgo.
En la muerte, por tanto, estoy vengada.
Fletcher McGee
Ella tomó mi fuerza minuto por minuto,
ella tomó mi vida hora por hora,
ella me exprimió como una luna afiebrada
que socava al mundo girante.
Los días pasaron como sombras,
los minutos rotaron como estrellas.
Ella tomó la piedad de mi corazón,
y la convirtió en sonrisas.
Ella era un pedazo de arcilla de escultor,
mis secretos pensamientos eran dedos:
volaban más allá de su frente melancólica
y la arrugaban en lo profundo con dolor.
Ellos fijaron los labios, hundieron las mejillas,
y abatieron los ojos con la pena.
Mi alma había entrado en la arcilla,
luchando como siete demonios.
No era mía, no era suya;
ella la retenía, pero estas pugnas
modelaban un rostro que ella odiaba,
un rostro que yo temía ver.
Golpeé las ventanas, sacudí los cerrojos.
Me oculte en un rincón —
Y entonces ella murió y me persiguió,
y me ha cazado por toda la vida.
Serepta Mason
La flor de mi vida hubiera florecido por todas partes
salvo por un viento amargo que marchitó mis pétalos
en el lado de mí que ustedes en el pueblo podían ver.
Desde el polvo elevo una voz de protesta:
! mi lado floreciente no lo vieron jamás!
Ustedes, vivos, ustedes son en verdad tontos
que no conocen los caminos del viento
y las fuerzas invisibles
que gobiernan los procesos de la vida.
Amanda Barker
Henry me dejó embarazada,
sabiendo que yo no podría dar a luz vida
sin perder la mía.
En mi juventud, por lo tanto, entre en los portales del
polvo.
Viajero, se cree en el pueblo donde viví
que Henry me amó con amor de esposo,
pero yo desde el polvo proclamo
que él me mató para gratificar su odio.
Tomado de:
https://www.vallejoandcompany.com/2021/03/25/antologia-de-spoon-river-de-edgar-lee-masters-5-poemas/
La colina
¿Dónde están Elmer, Herman, Bert, Tom y Charley,
El débil de voluntad, el de brazos fuertes, el payaso,
el borracho, el peleador?
Todos duermen en la colina.
Uno murió de fiebre,
Uno ardió en una mina,
Uno fue asesinado en una pelea,
Uno murió en prisión,
Uno cayó desde un puente, cuando trabajaba para su
mujer y sus hijos-
Todos, todos duermen, duermen, duermen en la colina.
¿Dónde están Ella, Kate, Mag, Lizzie y Edith,
La de corazón tierno, la de alma simple, la bulliciosa,
la orgullosa, la feliz?
Todas, todas duermen en la colina.
Una murió en un parto vergonzoso,
Una a causa de un amor frustrado,
Una en un prostíbulo a manos de un bruto,
Una con su orgullo roto, persiguiendo el deseo de su
corazón;
Una, después de una vida alejada en Londres y en París,
Fue traída a este pequeño espacio junto a Ella y Kate y
Mag-
Todas, todas duermen, duermen, duermen en la colina.
¿Dónde están el tío Isaac y la tía Emily,
Y el viejo Towny Kincaid y Sevigne Houghton,
Y el mayor Walker que había hablado
¿Con los venerables hombres de la revolución? -
Todos, todos duermen en la colina.
Trajeron a sus hijos muertos en la guerra,
Y a sus hijas aplastadas por la vida,
Y a los huérfanos, llorando-
Todos, todos duermen, duermen, duermen en la colina.
¿Dónde está Jones, el viejo violinista,
Qué jugó su vida durante noventa años,
Afrontando las nevadas a pecho descubierto,
Bebiendo, alborotando, sin pensar en esposa ni en
familia,
Ni en el oro, ni en el amor, ¿ni en el cielo?
Acá lo tienen, aun balbuceando sobre el pescado frito
de hace mucho tiempo,
Sobre las carreras de caballos en Clary’s Grove de hace
mucho tiempo,
Sobre lo que Abe Lincoln
Dijo una vez en Springfield.
El ateo del pueblo
Bien, jóvenes polemistas de la doctrina
de la inmortalidad del alma;
yo, que reposo aquí, fui el ateo del pueblo,
locuaz, beligerante, versado en los argumentos
de los incrédulos. Pero durante una larga enfermedad,
con una tos mortal, leí
los Upanishads y la poesía de Jesús.
Eso encendió una antorcha de esperanza, intuición
y deseo que la Sombra,
llevándome veloz a través de las cavernas de la
oscuridad,
no consiguió extinguir.
Escúchenme aquellos que viven en los sentidos
y piensan únicamente desde ellos:
la inmortalidad no es un regalo,
la inmortalidad es una conquista;
y solamente los que se esfuercen sin descanso
la obtendrán.
Walter Simmons
Mis padres creían que yo iba a ser
Tan grande como Edison o más grande:
Es que de niño hacía globos
Barriletes notables, juguetes con relojes,
Pequeñas locomotoras que corrían sobre rieles
Y teléfonos con hilos y latas.
Tocaba la corneta y pintaba cuadros,
Modelaba en arcilla e interpreté
Al villano en Octoroon.
Hasta que, a los veintiuno, me casé
Y tuve que vivir, y así, para vivir
Aprendí el oficio de relojero
Y puse mi tienda en la plaza,
Pensaba, pensaba, pensaba, pensaba, -
No en los negocios, sino en la máquina
Para cuya fabricación había estudia Cálculo.
Todo Spoon River observaba y esperaba
Verla funcionar, pero nunca funcionó.
Unas pocas almas amables consideraban que mi genio
Estaba de algún modo bloqueado por la tienda.
No era verdad.
La verdad era esta:
No me daban los sesos.
Amelia Garrick
Sí, aquí reposo junto a un rosal atrofiado,
en un lugar perdido cercano a la verja
donde los abrojos del bosque de Siever
fueron ganando terreno.
Vos, en cambio, sos líder en New York,
la esposa de un reputado millonario,
un nombre entre los pilares de la sociedad,
hermosa, admirada, magnificada tal vez
por la perspectiva distante.
Tuviste éxito,
yo fracasé ante la mirada del mundo.
Vos estás viva y yo estoy muerta.
No obstante, sé que derroté a tu espíritu;
y sé también que, yaciendo aquí lejos de vos,
ignorada entre las grandes amistades
de tu mundo brillante,
soy realmente la fuerza inconquistable que domina tu
vida,
que la despoja de un completo triunfo.
Reuben Pantier
Bien, Emily Sparks, tus plegarias no fueron inútiles,
Ni tu amor fue del todo en vano.
Lo que sea que haya sido en la vida lo debo
A tu esperanza en que no me rendiría,
Lo debo a tu amor, que siempre me vió bueno.
Querida Emily, déjame contarte la historia.
Pasando por alto la influencia de mis padres,
La hija de la sombrerera me trajo problemas
Entonces me fui y me perdí por el mundo,
Donde padecí todos los peligros conocidos
Del vino, de las mujeres y del goce de la vida.
Una noche, en un cuarto de la Rue de Rivoli,
Tomaba vino con una cocotte de ojos negros,
Cuando las lágrimas inundaron mis ojos.
Ella creyó que eran lágrimas de amor y sonreía,
Pensando que me había conquistado.
Pero mi alma estaba a tres mil millas de allí,
En los días en que me enseñabas, en Spoon River.
Y porque ya nunca más podrías amarme,
Ni rezar por mí, ni escribirme cartas,
Tu eterno silencio hablaba por ti.
Y la cocotte de ojos negros creyó que las lágrimas eran
para ella,
Como los falsos besos que le di.
Y de algún modo, desde ese momento, tuve una visión
nueva.
¡Querida Emily Sparks!
Tomado de:
https://www.revistaaltazor.cl/edgar-lee-masters-2/
“BUTCH” WELDY
DESPUÉS que yo me metí en la religión y me estabilicé
Ellos me dieron un empleo en los trabajos de conservas
alimenticias;
Y cada mañana yo tenía que llenar
El tanque en el patio con gasolina,
Que alimentaba los hornos en los sotechados
Para calentar los soldadores.
Y yo me montaba a una desvencijada escalera de mano a
hacerlo,
Cargando cubos llenos del material.
Una mañana, mientras yo estaba parado allí vertiendo,
El aire creció sin cesar y parecía alzarse,
Y yo fui disparado como si el tanque hubiese explotado,
Y caí y salí con ambas piernas quebradas.
Y mis ojos se quemaron como un par de huevos.
Por alguien salí del fuego,
Y algo chupó la llamarada en el tanque.
El Juez de Circuito dijo que cualquiera que lo hubiese
hecho
Era un compañero sirviente mío, y así
El hijo del viejo Rhodes no debía pagarme.
Y yo me senté en el estrado de los testigos tan ciego
Como necesita el violinista, diciendo una y otra vez,
“Yo no lo conozco a él de ningún modo”.
LYDIA PUCKETT
KNOWLT HOHEIMER huyó a la guerra
El día antes que Curl Trenary
Incoara una orden de arresto a través de Justicia
Arnett
Por el hurto de puercos.
Pero esa no es la razón que lo convirtió en soldado.
Él me atrapó corriendo con Lucius Atherton.
Nosotros peleamos y yo le dije que nunca de nuevo
Cruzara mi senda.
Entonces él hurtó los puercos y se fue a la guerra-
Detrás de cada soldado está una mujer.
CHASE HENRY
EN vida yo era el borrachín del pueblo;
Cuando morí el sacerdote rehusó enterrarme
En suelo sagrado.
Lo cual redundó en mi buena fortuna.
Para los Protestantes vendieron este lote,
Y enterraron mi cuerpo aquí,
Cerca de la tumba del banquero Nicholas,
Y de su esposa Priscila.
Tomen nota, prudentes y pías almas,
De la contracorriente en la vida
Que brinda honor al muerto, quien vivió en la
vergüenza.
JUEZ SOMERS
¿Cómo sucede, dime,
Que yo quien era el más erudito de los abogados,
Quien conocía Blackstone y Coke
Casi por corazón, quien hizo el más grande discurso
Que en el tribunal alguna vez se oyó, y escribió
Un compendio que ganó el premio Justice Breese
Cómo sucede, dime,
Que yo yazga aquí sin marca, olvidado,
Mientras Chase Henry, el borrachín del pueblo,
Tiene un bloque de mármol, coronado por una urna
En donde la Naturaleza, de un modo irónico,
Ha sembrado un floreciente hierbajo?
Tomado de:
https://www.isliada.org/poetas/edgar-lee-masters/
NÉLLIE CLARK
Sólo tenía ocho años;
y antes de crecer y saber lo que era,
no encontraba las palabras para decirlo, sólo sabía
que tenía miedo y se lo fui a contar a mamá;
y mi padre consiguió una pistola
y habría matado a Charlie, un muchacho ya grande
de quince años, si por su padre no hubiera sido.
De todas maneras se me quedó la historia.
Pero el hombre que se casó conmigo, viudo de treinta
y cinco años,
era nuevo en el pueblo y no supo del incidente
hasta dos años después de la boda.
Luego dijo que lo habían engañado,
y el pueblo acordó que en realidad no era virgen.
Total, me abandonó, y morí
en invierno, unos meses después.
GEORGE GRAY
Muchas veces he estudiado
el mármol que me cincelaron:
un barco con vela aferrada, en bahía, descansando.
En verdad es el retrato no de mi destino,
sino de mi vida.
Pues me ofrecieron amor y huí de su desilusión;
la tristeza tocó a mi puerta, pero me dio miedo;
me llamó la ambición, pero temía las consecuencias.
Y aún así
todos los días ansiaba que mi vida significara algo.
Ahora comprendo que hay que desplegar la vela
y aprovechar los vientos del destino,
no importa a dónde lleven el barco.
Hallar el significado de la vida puede terminar en
locura,
pero la vida sin significado es la tortura
del insomnio y vagos deseos...
Es un barco que anhela el mar, siempre temeroso.
WENDELL P. BLOYD
Primero me acusaron de faltas a la moral,
ya que no hubo ley contra la blasfemia.
Después me encerraron por loco,
y un guardia católico me mató a golpes.
Mi ofensa fue ésta:
dije que Dios le mintió a Adán, y lo destinó
a vivir la vida de un idiota,
sin saber que en el mundo hay mal, lo mismo que bien.
Y cuando Adán se mostró más listo que Dios, comiéndose
la manzana,
la mentira se hizo patente.
Y Dios lo arrojó del Edén para evitar
que tomara el fruto de la vida eterna.
¡Por Cristo! Ustedes son gente sensata.
Escuchen lo que Dios mismo dice de esto en el Génesis:
“He aquí el hombre es como
uno de nosotros” (un poco de envidia, ¿verdad?),
“sabiendo el bien y el mal” (se descubre la mentira
de que todo es
bueno):
“Ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también
del árbol de la vida, y coma y viva para siempre”.
Y lo sacó Jehová del huerto del Edén.
(La razón, creo, por la cual Dios
crucificó a Su Propio Hijo
para salir de esta miserable maraña,
es que de Él no se esperaba menos)
REVERENDO LEMUEL WILEY
Prediqué cuatro mil sermones,
dirigí cuarenta misas de resurrección
y bauticé a no pocos conversos.
Pero ninguno de mis actos
brilla más en la memoria del mundo,
que el haber salvado a los Bliss del divorcio,
y ninguno le es más caro a mi persona
y el haber librado a sus hijos de esa desgracia
para que se hicieran hombres y mujeres decentes,
felices ellos, beneméritos del pueblo.
ALBERT SCHIRDING
Jonas Keene creyó su destino cruel
porque sus hijos fueron todos fracasos.
Pero yo sé de una suerte aún más atroz:
ser un fracaso mientras los hijos triunfan.
Pues crie una raza de águilas
que volaron, por fin, dejándome a mí
como cuervo en la rama abandonada.
Entonces fui en busca del título “Honorable”,
y para ganarme el respeto de mis hijos,
me lancé como candidato a la Superintendencia de
Escuelas,
gastando todos mis ahorros para ganar... y perdí.
Ese otoño, a mi hija, le dieron primer lugar
en el concurso de pintura de París.
Ganó con su cuadro “El viejo molino” ...
(El molino de agua antes de que Henry Wilkins
instalara la máquina de vapor.)
Sentir que no fui digno de ella terminó conmigo.
JONAS KEENE
¿Por qué se mató Albert Schirding
en un esfuerzo por ser Superintendente de Escuelas,
dotado como estaba de lo mejor de la vida,
hijos maravillosos que lo colmaron de orgullo
antes de que cumpliera sesenta años?
Si tan sólo uno de mis hijos pudiera haber cuidado
un puesto de periódicos,
o si una de mis hijas se hubiera casado
con algún hombre decente,
no habría caminado debajo de la lluvia
ni me habría metido a la cama después
con mi ropa toda empapada,
rechazando a médico y medicinas.
YEE BOW
Me hicieron asistir a las clases de catecismo
en Spoon River,
y quisieron que negara a Confucio por Jesús.
No me pudo haber ido peor
si hubiera pretendido que negaran ellos
a Jesús por Confucio.
Pues, un día, sin siquiera avisar,
como si fuera una broma,
se me acercó por detrás, silenciosamente, Harry Wiley,
el hijo del ministro, y me perforó los pulmones
con mis propias costillas bajo el golpe de su puño.
Ahora nunca dormiré con mis ancestros en Pekín,
y ningún niño rezará sobre mi tumba.
Tomado de:
https://materialdelectura.unam.mx/images/stories/pdf5/edgar-lee-masters-79.pdf
"Indignación" Jones
¿No me creerían, verdad, si les dijera
que era yo de buen abolengo gales,
que tenía la sangre más pura
que la basura blanca de aquí,
que mi linaje era más directo que el de los neoingleses
y los virginianos de Spoon River?
No creerían que fui a la escuela
y que había leído libros.
Sólo me vieron como un hombre gastado
de pelo y barba enredados,
un hombre de ropa deshilachada.
A veces la vida se vuelve un cáncer
de tantos golpes, tanto golpe sin tregua,
y se convierte en una masa purpúrea
como plaga que ataca al maíz.
Yo fui carpintero, atascado en el fango de la vida
en que anduve, pensándola una pradera,
mi mujer, una perdida, y la pobre Minerva, mi hija,
la que ustedes atormentaron y arrojaron a su muerte.
Por eso me arrastré como caracol por los días
de mi vida.
Nunca más oirán mis pasos en la mañana
retumbar sobre el hueco de la acera,
caminando a la tienda por una pizca de maíz
y cinco centavos de tocino.
Elsa Wertman
Era yo una campesina alemana
de ojos azules, chapeada, fuerte y feliz,
y el primer lugar donde trabajé
fue en casa de Thomas Greene.
Un día de verano cuando ella no estaba,
entró en la cocina, silenciosamente.
Me tomó en sus brazos y me besó el cuello,
y yo volví la cabeza. Entonces,
ninguno de los dos parecía saber
qué era lo que estaba pasando,
y lloré por lo que sería de mí.
Y lloré y lloré por mi secreto que se hacía
cada vez más evidente.
Un día la señora de Greene me dijo
que entendía
y que no me haría la vida difícil;
ella, sin hijos, adoptaría al niño.
(Él le dio una granja para hacerla callar.)
Se escondió en la casa e hizo correr la voz
como si fuera a pasarle a ella.
Salí con bien, nació el infante; me trataron
con tanto cariño.
Después me casé con Gus Wertman
y pasaron así los años.
Pero en las convenciones políticas
cuando todos pensaban que mi llanto
se debía a la elocuencia de Hamilton Greene,
no era por eso,
¡No! Quería decir:
¡Ése es mi hijo! ¡Ése es mi hijo!
Hamilton Greene
Fui el único hijo de Francés Harris, virginiana,
y Thomas Greene, de Kentucky,
ambos de sangre valiente y honrada.
A ellos les debo todo lo que soy:
juez, congresista, importante senador.
De mi madre heredé
viveza, imaginación y lenguaje.
De mi padre, voluntad, juicio y lógica.
¡El honor es de ellos
por cuanto sirviera al pueblo!
Searcy Foote
Quería ir a la universidad,
lejos de aquí.
Pero mi tía, Persis, la rica,
no me quiso ayudar.
Entonces fui jardinero,
y con lo que gané
compré los libros de John Alden
y luché por la supervivencia.
Quería casarme con Delia Prickett,
pero ¿cómo con lo que yo ganaba?
Y ahí estaba mi tía, Persis, septuagenaria,
instalada en su silla de ruedas,
medio muerta,
su garganta tan paralizada que cuando comía
se le escurría la sopa como a un pato...
Y todavía no satisfecha, invertía sus ingresos
en hipotecas, nerviosa en todo momento
por sus acciones, rentas y papeles.
Ese día le estaba cortando leña
y leyendo a Proudhon en mis descansos.
Fui a la casa por un poco de agua,
y allí estaba, dormida en su sillón,
y Proudhon sobre la mesa,
y un frasco de cloroformo sobre el libro,
¡lo usaba a veces para dolor de muelas!
Vertí el cloroformo en un pañuelo
y se lo apliqué a la nariz
hasta que murió...
Oh Delia, Delia, tú y Proudhon
firme mantuvieron mi mano, y el forense
dijo que fue su corazón.
Me casé con Delia y me dieron el dinero...
¿Verdad que te burlé, Spoon River?
Archibald Higbee
Te odié, Spoon
River. Traté
de dejarte atrás,
me dabas vergüenza. Te aborrecí por ser
el lugar de mi nacimiento.
Y allá en Roma, entre los artistas,
hablando italiano, hablando francés,
a veces parecía estar libre
de toda huella de mi origen.
Parecía alcanzar las cumbres del arte
respirando el aire que los maestros respiraban,
contemplando el mundo con sus ojos.
Sin embargo, mi obra, la criticaban diciendo:
"¿Qué pretendes, amigo mío?
A veces la cara parece de Apolo,
y a veces se ve una sombra de Lincoln".
Saben que en Spoon River no había cultura,
me abrasaba del bochorno y callaba.
¿Y qué podía hacer, del todo cubierto
por el peso de suelo americano?
sino aspirar a otro nacimiento en el mundo
y rezar porque de mi alma se extirpase Spoon River.
Elmer Karr
Sólo el amor de Dios pudo hacer
que el pueblo de Spoon River se enterneciera
y me perdonara a mí,
que ofendí la cama de Thomas Merrit,
además de asesinarlo.
¡Oh, corazones benévolos que me aceptaron
al regresar de la prisión después de catorce años!
¡Oh, almas caritativas, que en la iglesia me recibieron
y escucharon llorando mi confesión penitente
comulgando con el pan y el vino!
Arrepentíos, vosotros los vivos, y descansad en Jesús.
Harry Wilmans
Acaba de cumplir veintiún años,
y Henry Phipps, el director de la escuela religiosa,
leyó un discurso en el teatro.
"Hay que defender el honor de la bandera",
había dicho.
"No importa que la ataquen salvajes tagalos
o la más grande potencia de Europa."
Y aplaudimos, y aplaudimos su discurso y la bandera
que hacía ondear.
Y fui a la guerra a pesar de mis padres,
y seguí la bandera hasta verla izada
junto a nuestro campamento
en un arrozal no lejos de Manila.
Y todos lanzamos ¡vivas! y la vitoreamos.
Pero había moscas y cosas venenosas;
y había esa agua que era fatal,
y el calor cruel,
y la comida pestilente, putrefacta;
y el olor de la zanja detrás del campamento
donde los soldados iban a vaciarse;
y había esas putas que siempre nos seguían
infestadas todas de sífilis;
y los actos bestiales entre nosotros o a solas.
con intimidaciones y odio, la degradación común
y los días de repugnancia y las noches de miedo
que llevaron a la hora de la embestida por la ciénega
infernal,
detrás de la bandera,
hasta que caí con un grito, de entrañas vaciado a
balazos.
¡Ahora, en Spoon River, me cubre una bandera!
¡Una bandera! ¡Una bandera!
John Wasson
¡Oh! pasto cubierto de rocío, pasto de las praderas
carolinenses,
pasto por el cual me siguió Rebecca, llorando, lloraba
el niño en sus brazos, lloraban los tres que la
seguían,
todos lloraban,
alargando el adiós. Me fui a la guerra contra los
ingleses,
y vinieron años largos y duros hasta el día de Yorktown
y la búsqueda de Rebecca.
La encontré, por fin, en el estado de Virginia,
dos hijos habían muerto.
Viajamos en buey hasta Tennessee,
al cabo de unos años llegamos a Illinois
y finalmente aquí a Spoon River.
Cortamos el pasto búfalo,
abrimos los bosques,
construimos las escuelas, los puentes,
hicimos los caminos y cultivamos la tierra,
solos con nuestra pobreza, las plagas, la muerte...
Si Harry Wilmans, quien contra los filipinos peleó,
ha de tener en su tumba una bandera,
¡yo le doy la mía!
Tomado de:

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