Nacidos de las raíces
Nacidos de las raíces
de los grandes árboles,
de las entrañas de las fieras.
La ceiba, el zapote, el tule,
jazmines y lirios silvestres
son los padres tutelares.
También el tigre, el ocelote,
el lagarto, los coyotes, las nutrias
han sido los abuelos milenarios.
Por eso el río ha cobijado
los vetustos árboles
y dado de beber a los animales
que engendraron a los zapotecas.
Las ramas de esos seres vuelan al aire
y el rugir de las fieras se oye
en los montes de espinas erizadas.
Dios de la lujuria
La lujuria o el amor
lo llamaron excesos del tigre silvestre, Ocelote, pues.
Estremecimientos instintivos
de los hombres como animales fieros.
Cómo no íbamos a ser como ocelotes
si nacimos de sus entrañas briosas.
El amor es entrega de felinos a lo loco
El amor es colmillos ensartados al cuello.
Lujuria es amar como todos los dientes,
pieles, garras, uñas, bigotes, ojos de gato.
Amar y ser lujurioso es ser animal y hombre.
Lujuriar y besar es ser mujer con hiel azucarada.
Cuando se acabe la tierra y sus dioses,
el amor y la lujuria presidirán la noche, el día.
Tomado de:
https://www.isliada.org/poetas/macario-matus/
Los zapotecas
Toda oscuridad era
cuando nacieron los zapotecas.
Brotaron de los viejos árboles,
como la ceiba,
del vientre de las fieras nacieron,
como el tigre, el lagarto.
Al caer la gran luz
que lanzó el sol alto,
nuestro padre grande,
entrelazaron sus manos
con las nutrias,
también madres nuestras.
Se salvaron los zapotecas
al flotar sobre el agua
como tortugas grandes.
Se inundaron de agua
como sierpes celentéreos,
cargando sus hijos en los pezones.
Una lengua antigua
se les enredó en el alma
y se llamaron gente Záa,
que habla la lengua zapoteca,
dulce, misteriosa, mágica,
que aún se conserva limpia,
grande como las montañas,
fuerte como el puma
y el ocelote, los viejos
padres y madres, hermanos.
La lengua de los zapotecas
es la voz de los árboles,
el canto de las aves,
el rumor del sol, el viento,
las estrellas, el mar, los ríos
anchos como el mismo cielo.
Es la lengua de los dioses,
de los padres y hermanas fieras,
como el ocelote, el lagarto
y las tortugas de ojos cansados.
Es el sonido de los seres invisibles,
de las montañas, el aire, el limo
de la naturaleza visible, movible.
Nacidos de las raíces
de los grandes árboles,
de las entrañas de las fieras.
La ceiba, el zapote, el tule,
jazmínes y lirios silvestres
son los padres tutelares.
También el tigre, el ocelote,
el lagarto, los coyotes, las nutrias
han sido los abuelos milenarios.
Por eso el río ha cobijado
los vetustos árboles
y dado de beber a los animales
que engendraron a los zapotecas.
Las ramas de esos seres vuelan al aire
y el rugir de las fieras se oye
en los montes de espinas erizadas.
Los abuelos son los antiguos Záa
que cruzaron las aguas y montes
del valle de Oaxaca.
Sus ojos era llamas en la noche,
su alma era intrépida desde entonces
y se guiaron por los rizos del sol,
su antiguo padre también.
Se alimentaron de fruta,
vistieron la piel de las fieras,
oían el canto del caracol de mar.
Después de caminar muchísimo
y dialogar con la luna y los luceros,
los cobijé la sombra de los cerros,
los ríos y lagunas de Oaxaca,
la de la tierra caliente
para estar cerca del sol.
Sus hermanos son los peces.
Guijazo, Gubiidxa Zóo,
Atalaya, vidente,
el que mira a lo lejos
y brilla como el sol padre.
Tú eres nuestra sangre primera,
tu albo vestido iluminaba
el camino de los zapotecas.
La luz de tu inteligencia
guiaba a los sacerdotes
para decir la palabra Záa,
impelías a los guerreros
en defensa del honor,
los territorios, los mares
y los ríos que nacieron
a tu costado azul, celeste.
Tus manos eran cometas
que cruzaron el cielo a la hora
del nacimiento de los abuelos
que trillaban nubes, espuma,
peces, lirios, bogavantes.
Huijazóo, Gubiidxa Zóo,
aún presides el alma indócil
de los Záa y aún te lloran
como se gime frente al gran sol.
Tomado de:
https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Revista/ultimas_ediciones/74_75/matus.html
Callejones
Mi pueblo tiene callejones oscuros
y una orquesta de grillos bajo la lluvia
que permiten el quehacer de los amorosos
–arduo trabajo el de reconocer los cuerpos–
en medio de una exhibición gimnásticas de sapos.
Mi pueblo tiene callejones oscuros
donde una mujer se revuelca y se convierte en mono
que persigue el olor de los recién nacidos
pues ser nagual es su maldición y oficio.
Mi pueblo tiene callejones oscuros
donde los niños se reúnen a contar historias
para atraer a duendes y poner en práctica
el canto de exorcismo que enseñó la abuela:
Dope ca guichi gué binidxaba’ huiini
dope ca guichi che’ca’ gabia’.
Qué decir
Qué decir de aquel
al que llamamos amor
ése que nos cobijó
el que nos dio un abrazo fuerte
el mismo que yace ahora abandonado
en un rincón de ésta
a la que nombramos un día
nuestra casa.
Qué decir del pobre amor
que se resguarda ahora
bajo la sombra del olvido
en una esquina de nuestros corazones.
¿Qué hicimos con el amor?
Se nos fue la palabra
tal vez por simple
se escurrió una noche de tus labios
y no volvió más.
Llegó el día
Llegó el día en que nueve cuartas
habremos de contar para ti
se apagó tu vela
el ser que hoy eres
a la tierra volverá
Sobre el camino quedan las huellas de tus pies
desgranas tus culpas
para que limpia como una flor llegue tu alma
ante los espíritus que por ti aguardan.
Quién pasea por las calles
Hoy puertas y ventanas tienen rostros
miran y se preguntan
quién pasea por las calles
recostado en hombros
quién se nos adelantó
quién es el que hoy se marcha
el que se va con flores
el que se va con música
el que se va con llanto
a quién habremos de saludar
cuando llegue nabaana
y bailemos en la casa de los muertos
a quién habremos de esperar
cuando soplen los vientos de octubre
y más grande sea la luna
Preguntan las bocas y sólo encuentran
la oscuridad en los ojos de los muertos.
La plaza
Alegría sin fin
hay en la plaza de mi pueblo
ríe a carcajadas como muchacha en flor
sus manos son fuertes como la gente del campo.
La plaza viste de mujer cuando el sol alumbra
mujeres inmensas como la tierra
mujeres con olor a mar.
Cuando la tarde cuelga sobre la plaza
encaramadas en los árboles las aves cantan
las parejas se abrazan y miran
a los que beben atole de espuma
a los que compran totopos en el mercado.
Cuando entra la noche más profunda
ya nadie gime
nadie permanece en la plaza
sólo el murmullo de las hojas queda...
Tomado de:
https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/37199/letras_cdi_casa_ombligo.pdf

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