miércoles, 6 de agosto de 2025

POEMAS DE MACARIO MATUS - desde la nacion Zapoteca-


Nacidos de las raíces

Nacidos de las raíces

de los grandes árboles,

de las entrañas de las fieras.

La ceiba, el zapote, el tule,

jazmines y lirios silvestres

son los padres tutelares.

También el tigre, el ocelote,

el lagarto, los coyotes, las nutrias

han sido los abuelos milenarios.

Por eso el río ha cobijado

los vetustos árboles

y dado de beber a los animales

que engendraron a los zapotecas.

Las ramas de esos seres vuelan al aire

y el rugir de las fieras se oye

en los montes de espinas erizadas.

 

 

Dios de la lujuria

La lujuria o el amor

lo llamaron excesos del tigre silvestre, Ocelote, pues.

Estremecimientos instintivos

de los hombres como animales fieros.

Cómo no íbamos a ser como ocelotes

si nacimos de sus entrañas briosas.

El amor es entrega de felinos a lo loco

El amor es colmillos ensartados al cuello.

Lujuria es amar como todos los dientes,

pieles, garras, uñas, bigotes, ojos de gato.

Amar y ser lujurioso es ser animal y hombre.

Lujuriar y besar es ser mujer con hiel azucarada.

Cuando se acabe la tierra y sus dioses,

el amor y la lujuria presidirán la noche, el día.

Tomado de:

https://www.isliada.org/poetas/macario-matus/

 

 

Los zapotecas

Toda oscuridad era

cuando nacieron los zapotecas.

Brotaron de los viejos árboles,

como la ceiba,

del vientre de las fieras nacieron,

como el tigre, el lagarto.

 

Al caer la gran luz

que lanzó el sol alto,

nuestro padre grande,

entrelazaron sus manos

con las nutrias,

también madres nuestras.

Se salvaron los zapotecas

al flotar sobre el agua

como tortugas grandes.

Se inundaron de agua

como sierpes celentéreos,

cargando sus hijos en los pezones.

 

Una lengua antigua

se les enredó en el alma

y se llamaron gente Záa,

que habla la lengua zapoteca,

dulce, misteriosa, mágica,

que aún se conserva limpia,

grande como las montañas,

fuerte como el puma

y el ocelote, los viejos

padres y madres, hermanos.

 

La lengua de los zapotecas

es la voz de los árboles,

el canto de las aves,

el rumor del sol, el viento,

las estrellas, el mar, los ríos

anchos como el mismo cielo.

Es la lengua de los dioses,

de los padres y hermanas fieras,

como el ocelote, el lagarto

y las tortugas de ojos cansados.

Es el sonido de los seres invisibles,

de las montañas, el aire, el limo

de la naturaleza visible, movible.

 

Nacidos de las raíces

de los grandes árboles,

de las entrañas de las fieras.

La ceiba, el zapote, el tule,

jazmínes y lirios silvestres

son los padres tutelares.

También el tigre, el ocelote,

el lagarto, los coyotes, las nutrias

han sido los abuelos milenarios.

Por eso el río ha cobijado

los vetustos árboles

y dado de beber a los animales

que engendraron a los zapotecas.

Las ramas de esos seres vuelan al aire

y el rugir de las fieras se oye

en los montes de espinas erizadas.

 

Los abuelos son los antiguos Záa

que cruzaron las aguas y montes

del valle de Oaxaca.

Sus ojos era llamas en la noche,

su alma era intrépida desde entonces

y se guiaron por los rizos del sol,

su antiguo padre también.

Se alimentaron de fruta,

vistieron la piel de las fieras,

oían el canto del caracol de mar.

Después de caminar muchísimo

y dialogar con la luna y los luceros,

los cobijé la sombra de los cerros,

los ríos y lagunas de Oaxaca,

la de la tierra caliente

para estar cerca del sol.

Sus hermanos son los peces.

 

Guijazo, Gubiidxa Zóo,

Atalaya, vidente,

el que mira a lo lejos

y brilla como el sol padre.

Tú eres nuestra sangre primera,

tu albo vestido iluminaba

el camino de los zapotecas.

La luz de tu inteligencia

guiaba a los sacerdotes

para decir la palabra Záa,

impelías a los guerreros

en defensa del honor,

los territorios, los mares

y los ríos que nacieron

a tu costado azul, celeste.

Tus manos eran cometas

que cruzaron el cielo a la hora

del nacimiento de los abuelos

que trillaban nubes, espuma,

peces, lirios, bogavantes.

Huijazóo, Gubiidxa Zóo,

aún presides el alma indócil

de los Záa y aún te lloran

como se gime frente al gran sol.

Tomado de:

https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Revista/ultimas_ediciones/74_75/matus.html

 

 

Callejones

Mi pueblo tiene callejones oscuros

y una orquesta de grillos bajo la lluvia

que permiten el quehacer de los amorosos

–arduo trabajo el de reconocer los cuerpos–

en medio de una exhibición gimnásticas de sapos.

Mi pueblo tiene callejones oscuros

donde una mujer se revuelca y se convierte en mono

que persigue el olor de los recién nacidos

pues ser nagual es su maldición y oficio.

Mi pueblo tiene callejones oscuros

donde los niños se reúnen a contar historias

para atraer a duendes y poner en práctica

el canto de exorcismo que enseñó la abuela:

Dope ca guichi gué binidxaba’ huiini

dope ca guichi che’ca’ gabia’.

 

 

Qué decir

Qué decir de aquel

al que llamamos amor

ése que nos cobijó

el que nos dio un abrazo fuerte

el mismo que yace ahora abandonado

en un rincón de ésta

a la que nombramos un día

nuestra casa.

Qué decir del pobre amor

que se resguarda ahora

bajo la sombra del olvido

en una esquina de nuestros corazones.

¿Qué hicimos con el amor?

Se nos fue la palabra

tal vez por simple

se escurrió una noche de tus labios

y no volvió más.

 

 

Llegó el día

Llegó el día en que nueve cuartas

habremos de contar para ti

se apagó tu vela

el ser que hoy eres

a la tierra volverá

Sobre el camino quedan las huellas de tus pies

desgranas tus culpas

para que limpia como una flor llegue tu alma

ante los espíritus que por ti aguardan.

 

 

Quién pasea por las calles

Hoy puertas y ventanas tienen rostros

miran y se preguntan

quién pasea por las calles

recostado en hombros

quién se nos adelantó

quién es el que hoy se marcha

el que se va con flores

el que se va con música

el que se va con llanto

a quién habremos de saludar

cuando llegue nabaana

y bailemos en la casa de los muertos

a quién habremos de esperar

cuando soplen los vientos de octubre

y más grande sea la luna

Preguntan las bocas y sólo encuentran

la oscuridad en los ojos de los muertos.

 

 

La plaza

Alegría sin fin

hay en la plaza de mi pueblo

ríe a carcajadas como muchacha en flor

sus manos son fuertes como la gente del campo.

La plaza viste de mujer cuando el sol alumbra

mujeres inmensas como la tierra

mujeres con olor a mar.

Cuando la tarde cuelga sobre la plaza

encaramadas en los árboles las aves cantan

las parejas se abrazan y miran

a los que beben atole de espuma

a los que compran totopos en el mercado.

Cuando entra la noche más profunda

ya nadie gime

nadie permanece en la plaza

sólo el murmullo de las hojas queda...

Tomado de:

https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/37199/letras_cdi_casa_ombligo.pdf

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