viernes, 8 de agosto de 2025

POEMAS DE JULIA DE BURGOS


ENTRETANTO, LA OLA

 

Las sombras se han echado a dormir sobre mi soledad.

 

 

Mis cielos,

víctimas de invasoras constelaciones ebrias,

se han desterrado al suelo como en bandadas muertas

de pájaros cansados.

 

Mis puertos inocentes se van segando al mar,

y ni un barco ni un río me carga la distancia.

 

Sola, desenfrenada en tierra de sombra y de silencio.

Sola,

partiéndome las manos con el deseo marchito de edificar

palomas con mis últimas alas.

 

Sola,

entre mis calles húmedas,

donde las ruinas corren como muertos turbados.

 

Soy agotada y turbia espiga de abandono.

Soy desolada y lloro…

 

¡Oh este sentirse el alma más eco que canción!

¡Oh el temblor espumado del sueño a media aurora

¡Oh inútilmente larga la soledad siguiendo mi ca-mino sin sol!

 

Entretanto, la ola,

amontonando ruidos sobre mi corazón.

Mi corazón no sabe de playa sin naufragios.

Mi corazón no tiene casi ya corazón.

Todo lo ha dado, todo…

Es gesto casi exacto a la entrega de Dios.

 

 

Entretanto, la ola…

Todo el musgo del tiempo corrompido en un éxtasis

de tormenta y de azote sobre mi ancho dolor.

Tronchadas margaritas soltando sus cadáveres

por la senda partida donde muero sin flor.

Pechos míos con lutos de emoción, aves naufragas

arrojadas del cielo, mutiladas, sin voz.

 

Todo el mundo en mi rostro,

y yo arrastrada y sola,

matándome yo misma la última ilusión.

 

Soy derrotada…

Alba tanto distante,

que hasta mi propia sombra con su sombra se ahuyenta.

 

Soy diluvio de duelos,

todo un atormentado desenfreno de lluvia,

un lento agonizar entre espadas perpetuas.

¡Oh intemperie de mi alma!

¡En qué ola sin nombre callaré tu poema!

 

 

¡OH MAR, NO ESPERES MAS!

 

 

 

Tengo caído el sueño

y la voz suspendida de mariposas muertas.

El corazón me sube amontonado y solo

a derrotar auroras en mis párpados.

 

Perdida va mi risa

por la ciudad del viento más triste y devastada.

Mi sed camina en ríos agotados y turbios,

rota y despedazándose.

 

Amapolas de luz,

mis manos fueron fértiles tentaciones

de incendio.

Hoy, cenizas me tumban para el nido distante.

 

¡Oh mar, no esperes más!

Casi voy por la vida como gruta de escombros.

Ya ni el mismo silencio se detiene en mi nombre.

Inútilmente estiro mi camino sin luces.

Como muertos sin sitio se sublevan mis voces.

 

¡Oh mar, no esperes más!

Déjame amar tus brazos con la misma agonía

con que un día nací.

Dame tu pecho azul,

y seremos por siempre el corazón del llanto…

 

 

¡OH LENTITUD DEL MAR!

 

He tenido que dar, multiplicarme,

despedazarme en órbitas complejas…

Aquí en la intimidad, conmigo misma,

¡qué sencillez me rompe la conciencia!

 

Para salvarme el mundo del espíritu,

he tenido que armar mis manos quietas,

¡cómo anhelo la paz, la hora sin ruido,

cuando nada conturbe mi existencia!

 

Todo sonar se ha muerto en mis pupilas,

a mis ojos no inquietan las estrellas,

los caminos son libres de mi rumbo,

y hasta el nombre del mar, sorda me deja.

 

¡Y aún me piden canciones por palabras,

no conciben mi pulso sin poemas,

en mi andar buscan, trémulos, los astros,

como si yo no fuese por la tierra!

 

 

¡Oh lentitud del mar! ¡Oh el paso breve

con que la muerte avanza a mi ala muerta!

¿Cómo haría yo para salvarte el tiempo?

¿Qué me queda del mundo? ¿Qué me queda…?

 

 

TE LLEVARÁN

 

Para ese día de sombra que llegará, amor mío,

no risco volcado dentro de un manantial,

ese día de espanto y pañuelos al viento

catemos desde ahora, que la vida se va.

 

Cantemos, sí, cantemos, que al cantarle al silencio,

a la sorda derrota y a la impar soledad,

venceremos la muerte, venceremos la nada,

y a la cumbre del tiempo nuestras almas irán.

 

Cantemos, si, cantemos, que hay un solo minuto

uno sólo aguardando nuestro mundo cruzar:

ese minuto trágico que hace tiempo nos ronda

su oferta de lágrimas y mañanas sin paz.

 

¡Te llevarán! Los ecos del viento me lo dicen,

los labios del mar lloran que sí. ¡Te llevarán!

Partirás, y mis ojos que tanto te nutrieron,

bajarán quedamente a nutrir a la mar.

 

Podrás amarme en sueños, pero mi voz, mi risa,

ojos con riachuelos, de ti se ocultarán.

Puede estrecharte el eco que ha estrechado mi nombre

desde mis labios, ¡nunca mis labios besarás!

 

Y cuando se alce el ruido marino, entre las noches

apagadas y crueles de tu pena inmortal,

mi fiel camino de olas llevará hasta tu sueño

la ternura que mi alma te ha salvado del mar.

 

Amado, mis verdugos ya me han medido el paso,

el color de mis huellas conocen, y mi ajuar:

el pudor duerme nupcias eternas con la forma;

hacia el alma es muy largo el camino que andar.

 

¡Te llevarán! Para esa eternidad de llanto

cantemos desde ahora que la vida se va.

Para ese día de espanto y pañuelos al viento

la canción de la muerte nos llegara del mar.

 

 

PROA DE MI VELERO DE ANSIEDAD

 

 

¡Si fuera todo mar,

para nunca salirme de tu senda!

 

¡Si Dios me hiciera viento,

para siempre encontrarme por tus velas!

 

¡Si el universo acelerara el paso,

para romper los ecos de esta ausencia!

 

Cuando regreses, rodará en mi rostro

la enternecida claridad que sueñas.

Para mirarte, amado,

en mis ojos hay público de estrellas.

 

Cuando me tomes, trémulo,

habrá lirios naciendo por mi tierra,

y algún niño dormido de caricia

en cada nido azul que te detenga.

 

Nuestras almas, como ávidas gaviotas,

se tenderán al viento de la entrega,

y yo, fuente de olas, te haré cósmico…

¡Hay tanto mar nadando en mis estrellas!

 

Recogeremos albas infinitas,

las que duermen al astro en la palmera,

las que prenden el trino en las alondras

y levantan el sueño de las selvas.

En cada alba desharemos juntos

este poema exaltado de la espera,

y detendremos de emoción al mundo

al regalo nupcial de auroras nuestras.

 

 

YA NO ES MÍO MI AMOR

 

Si mi amor es así, como un torrente,

como un río crecido en plena tempestad,

como un lirio prendiendo raíces en el viento,

como una lluvia íntima,

sin nubes y sin mar…

 

Si mi amor es de agua,

¿por qué a rumbos inmóviles lo pretenden atar?

 

Si mi amor rompe suelos,

disuelve la distancia como la claridad,

ataja mariposas al igual que luceros,

y cabalga horizontes como cruza un rosal…

 

Si el universo es átomo siguiéndome las alas,

¿por qué medirme el trino cuando rompe a cantar?

 

Si mi amor ya no es mío,

es yo misma borrando las riberas del mar,

yo inevitablemente y fatalmente mía,

germinándome el alma en mis albas de paz…

 

Si mi amor ya no roza fronteras con mi espíritu,

¡qué canción sin su vida puede ser en mi faz?

 

¡Si mi amor ya no es mío!

Es tonada de espumas en los labios del mar…

Tomado de:

https://www.revistaaltazor.cl/julia-de-burgos-2/

 

 

Canción amarga

 

Nada turba mi ser, pero estoy triste.

Algo lento de sombra me golpea,

aunque casi detrás de esta agonía,

he tenido en mi mano las estrellas.

 

Debe ser la caricia de lo inútil,

la tristeza sin fin de ser poeta,

de cantar y cantar, sin que se rompa

la tragedia sin par de la existencia.

 

Ser y no querer ser… esa es la divisa,

la batalla que agota toda espera,

encontrarse, ya el alma moribunda,

que en el mísero cuerpo aún quedan fuerzas.

 

¡Perdóname, oh amor, si no te nombro!

Fuera de tu canción soy ala seca.

La muerte y yo dormimos juntamente…

Cantarte a ti, tan sólo, me despierta.

 

 

Canción de la verdad sencilla

 

No es él el que me lleva…

Es mi vida que en su vida palpita.

Es la llamada tibia de mi alma

que se ha ido a cantar entre sus rimas.

Es la inquietud de viaje de mi espíritu

que ha encontrado en su rumbo eterna vía.

El y yo somos uno.

Uno mismo y por siempre entre las cimas;

manantial abrazando lluvia y tierra;

fundidos en un soplo ola y brisa;

blanca mano enlazando piedra y oro;

hora cósmica uniendo noche y día.

 

El y yo somos uno.

Uno mismo y por siempre en las heridas.

Uno mismo y por siempre en la conciencia.

Uno mismo y por siempre en la alegría.

 

Yo saldré de su pecho a ciertas horas,

cuando él duerma el dolor en sus pupilas,

en cada eco bebiéndome lo eterno,

y en cada alba cargando una sonrisa.

 

Y seré claridad para sus manos

cuando se vuelquen a trepar los días,

en la lucha sagrada del instinto

por salvarse de ráfagas suicidas.

 

Si extraviado de senda, por los locos

enjaulados del mundo, fuese un día,

una luz disparada por mi espíritu

le anunciará el retorno hasta mi vida.

 

No es él el que me lleva…

Es su vida que corre por la mía.

 

Se recogió la vida para verme pasar.

Me fui perdiendo átomo por átomo de mi carne

y fui resbalándome poco a poco al alma.

 

Peregrina en mí misma, me anduve un largo instante.

Me prolongué en el rumbo de aquel camino errante

que se abría en mi interior,

y me llegué hasta mí, íntima.

 

Conmigo cabalgando seguí por la sombra del tiempo

y me hice paisaje lejos de mi visión.

 

Me conocí mensaje lejos de la palabra.

Me sentí vida al reverso de una superficie de colores y formas.

Y me vi claridad ahuyentando la sombra vaciada en la tierra      

desde el hombre.

 

* * * *

 

Ha sonado un reloj la hora escogida de todos.

¿La hora? Cualquiera. Todas en una misma.

Las cosas circundantes reconquistan color y forma.

Los hombres se mueven ajenos a sí mismos

para agarrar ese minuto índice

que los conduce por varias direcciones estáticas.

 

Siempre la misma carne apretándose muda a lo ya hecho.

Me busco. Estoy aún en el paisaje lejos de mi visión.

Sigo siendo mensaje lejos de la palabra.

 

La forma que se aleja y que fue mía un instante

me ha dejado íntima.

Y me veo claridad ahuyentando la sombra

vaciada en la tierra desde el hombre.

 

 

Canción de mi pena dormida

 

Con los ojos cerrados

amplia de voces íntimas

me detengo en el siglo de mi pena dormida.

La contemplo en su sueño...

Duerme su noche triste

despegada del suelo donde arranca mi vida.

Ya no turba la mansa carrera de mi alma

ni me sube hasta el rostro el dolor de pupilas.

 

Encerrada en su forma,

ya no proyecta el filo sensible de sus dedos

tumbándome alegrías,

en la armonía perfecta de mi canción erguida.

Ya no me parte el tiempo...

 

Duerme su noche triste

desde que tú te anclaste en la luz de mis rimas.

Recuerdo que las horas se rodaban en blanco

sobre mi pena viva,

cuando corría tu sombra por entre extrañas sombras,

adueñado de risas.

 

Mi emoción esperaba....

Pero tuve momentos de locura suicida.

Un agitado viento de esperanza

parece que me anuncia tu regreso.

Entre el fuego de luna que me invade

alejando crepúsculos te siento.

Estás aquí. Conmigo.

Por mi sueño.

 

¡A dormir se van ahora mis lágrimas

por donde tú cruzaste entre mi verso!

 

 

Canción desnuda

 

Despierta de caricias,

aún siento por mi cuerpo corriéndome tu abrazo.

Estremecido y tenue sigo andando en tu imagen.

¡Fue tan hondo de instintos mi sencillo reclamo...

 

! De mí se huyeron horas de voluntad robusta,

y humilde de razones, mi sensación dejaron.

Yo no supe de edades ni reflexiones yertas.

¡Yo fui la Vida, amado!

La vida que pasaba por el canto del ave

y la arteria del árbol.

 

Otras notas más suaves pude haber descorrido,

pero mi anhelo fértil no conocía de atajos:

me agarré a la hora loca,

y mis hojas silvestres sobre ti se doblaron.

 

Me solté a la pureza de un amor sin ropajes

que cargaba mi vida de lo irreal a lo humano,

y hube de verme toda en un grito de lágrimas,

¡en recuerdo de pájaros!

 

Yo no supe guardarme de invencibles corrientes

¡Yo fui la Vida, amado!

La vida que en ti mismo descarriaba su rumbo

para darse a mis brazos.

 

 

Canción hacia adentro

 

¡No me recuerdes!  ¡Siénteme!

Hay un sólo trino entre tu amor y mi alma.

 

Mis dos ojos navegan

el mismo azul sin fin donde tú danzas.

 

Tu arco-iris de sueños en mí tiene

siempre pradera abierta entre montañas.

 

Una vez se perdieron mis sollozos,

y los hallé, abrigados, en tus lágrimas.

 

¡No me recuerdes! ¡Siénteme!

Un ruiseñor nos tiene en su garganta.

 

Los ríos que me traje de mis riscos,

desembocan tan sólo por tus playas.

 

Hay confusión de vuelos en el aire…

¡El viento que nos lleva en sus sandalias!

 

¡No me recuerdes! ¡Siénteme!

Mientras menos me pienses, más me amas.

 

 

Casi alba

 

Casi alba,

como decir arroyo entre la fuente,

como decir estrella,

como decir paloma en cielo de alas.

 

Esta noche se ha ido casi aurora,

casi ronda de luna entre montañas,

como una sensación de golondrina

al picar su ilusión en una rama.

 

Amanecer, sin alas para huirse,

regreso de emoción hasta su alma,

palomitas de amor entre mis manos

que al asalto de amor subieron castas.

 

Noche rasgada al tiempo repetido,

detenida ciudad de esencias altas,

como una claridad rompes mi espíritu,

circundas mi emoción como una jaula.

 

Amor callado y lejos...

tímida vocecita de una dalia,

así te quiero, íntimo,

sin saberte las puertas al mañana,

casi sonrisa abierta entre las risas,

entre juego de luces, casi alba...

 

 

Coloquio sideral

 

¡Te adoré tanto anoche!

-Me adoraste en ausencia.

 

- ¡Te besé tanto anoche!

-Me besaste en ausencia.

 

- ¡Te miré tanto anoche!

-Me miraste en ausencia.

 

- ¡Te adoré

sin pensarte en la forma.

Te besé

sin sentirme en tu rostro.

Te miré

sin mirada y sin sol.

 

- ¿Y eso es posible, amada?

-Pregúntalo a la nube

que cruzó por mi sueño y se posó en tu alma.

 

- ¿Qué se posó en mi alma?

-Cargada por la brisa, con la última nota

de mi vida en canción...

 

-Y la brisa ¿qué hizo

al sentirte en sus prados?

-Con los ojos turbados

presenció mi invasión...

 

- ¿Y no quiso besarte?

-Sus labios no alcanzaron

mi corazón en flor.

Hubo de ver mi rostro

en sonrisa de agua,

contigo en la emoción...

 

- ¿Y así llegaste, amada?

-Así miré tu alma,

te besé en la sonrisa,

y adoré tu ilusión...

Tomado de:

http://amediavoz.com/burgos.htm

 

 

Yo fui la más callada

 

Yo fui la más callada

de todas las que hicieron el viaje hasta tu puerto.

 

No me anunciaron lúbricas ceremonias sociales,

ni las sordas campanas de ancestrales reflejos;

mi ruta era la música salvaje de los pájaros

que soltaba a los aires mi bondad en revuelo…

 

No me cargaron buques pesados de opulencia,

ni alfombras orientales apoyaron mi cuerpo;

encima de los buques mi rostro aparecía

silbando en la redonda sencillez de los vientos.

 

No pesé la armonía de ambiciones triviales

que prometía tu mano colmada de destellos:

sólo pesé en el suelo de mi espíritu ágil

el trágico abandono que ocultaba tu gesto.

 

Tu dualidad perenne la marcó mi sed ávida.

Te parecías al mar, resonante y discreto.

Sobre ti fui pasando mis horarios perdidos.

Sobre mí te seguiste como el sol en los pétalos.

 

Y caminé en la brisa de tu dolor caído

con la tristeza ingenua de saberme en lo cierto:

tu vida era un profundo batir de inquietas fuentes

en inmenso río blando corriendo hacia el desierto.

 

Un día, por las playas amarillas de histeria,

muchas caras ocultas de ambición te siguieron;

por tu oleaje de lágrimas arrancadas al cosmos

se colaron las voces sin cruzar tu misterio…

 

Yo fui la más callada.

La voz casi sin eco.

La conciencia tendida en sílaba de angustia,

desparramada y tierna, por todos los silencios.

 

Yo fui la más callada.

La que saltó la tierra sin más arma que un verso.

¡Y aquí me veis, estrellas,

desparramada y tierna, con su amor en mi pecho!

 

El mar y tú

 

La carrera del mar sobre mi puerta

es sensación azul entre mis dedos,

y tu salto impetuoso por mi espíritu

es no menos azul, me nace eterno.

 

Todo el color de aurora despertada

el mar y tú lo nadan a mi encuentro,

y en locura de amarme hasta el naufragio

van rompiendo los puertos y los remos.

 

¡Si tuviera yo un barco de gaviotas,

para sólo un instante detenerlos,

y gritarle mi voz a que se batan

en un sencillo duelo de misterio!

 

Que uno en el otro encuentren su voz propia,

que entrelacen sus sueños en el viento,

que se ciñan estrellas en los ojos

para que den, unidos, sus destellos.

 

Que sea un duelo de música en el aire

las magnolias abiertas de sus besos,

que las olas se vistan de pasiones

y la pasión se vista de veleros.

 

Todo el color de aurora despertada

el mar y tú lo estiren en un sueño

que se lleve mi barco de gaviotas

y me deje en el agua de dos cielos.

 

 

Agua, vida y tierra

 

Yo fui estallido fuerte de la selva y el río,

y voz entre dos ecos, me levanté en las cuestas.

De un lado me estiraban las manos de las aguas,

y del otro, prendíanme sus raíces las sierras.

 

Cuando mi río subía su caricia silvestre

en aventuras locas con el rocío y la niebla,

con el mismo amor loco que impulsaba mi sueño,

lejos de sorprenderlo, me hospedaba en las sierras.

 

Pero si alguna sombra le bajaba a los ojos,

me repetía en sus aguas hasta dar en la arena,

y era mi grito nuevo como un tajo en el monte

que anegaba las calles y golpeaba las puertas.

 

A veces la montaña se me vestía de flores

e iniciaba en mi talle curvas de primavera.

 

Quién sabe en qué mañana se apretaron mis años

sobre senos y muslos y caderas de piedra!

 

Se treparon mis ojos al rostro de los árboles

y fueron mariposas sus vivas compañeras:

así es como en los prados voy buscando las flores,

y alas pido en las almas que a mi vida se acercan.

 

Mis dedos arañaron la fuerza de los riscos,

y juraron ser índices de mis futuras vueltas;

 

por eso entre los cuerpos doblados de los hombres,

como puntales puros de orientación se elevan.

 

Yo fui estallido fuerte de la sierra y el río,

y crecí amando el río e imitando la sierra…

 

Una mañana el aire me sorprendió en el llano:

ya mi raíz salvaje se soltaba las riendas!

Pálidas ceremonias saludaron mi vida,

y una fila de voces reclamaron la prenda…

 

Mis labios continuaron el rumor de las fuentes

donde entrañé mis años y abastecí las venas.

De ahí mi voz de ahora, blanca sobre el lenguaje,

se tiende por el mundo como la dio la tierra!

Tomado de:

https://www.zendalibros.com/5-poemas-julia-burgos/

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