Mejores amigos
Los hicimos
con la imagen de nuestros miedos
para llorar en las puertas, en las despedidas-
aún las más breves.
A rogar por comida en la mesa
y para mirarnos con esos ojos
enormes dolorosos,
y para quedarse a nuestro lado
cuando nuestros hijos nos huyen,
y para dormir en nuestras camas
en las noches más oscuras,
y temblar cuando truena
como nosotros en nuestros
miedos infantiles.
Los hemos hecho de ojos tristes,
amorosos, leales, miedosos
de la vida sin nosotros.
Hemos cultivado su dependencia
y pena.
Los mantenemos como recordatorios de nuestro miedo.
Los amamos
como los anfitriones sin reconocimiento
de nuestro propio terror
de la tumba-y del abandono.
Sostén mi pata
que me estoy muriendo.
Duerme sobre mi ataúd,
espérame,
con ojos tristes
en medio del camino
que hace curva más allá de la pared del cementerio.
Te oigo ladrar,
yo escucho tu aullido luctuoso-
oh, que todos los perros que yo he amado
lleven mi ataúd,
aúllen al cielo sin luna,
y se acuesten conmigo durmiendo
cuando me haya muerto.
El fin del mundo
“Te escribo desde el
fin del mundo”
HENRI MICHAUX
Aquí, en el fin del mundo,
las flores sangran
como si fueran corazones;
los corazones exudan una oscuridad
parecida a la tinta china
donde los poetas mojan sus plumas
y escriben.
“Aquí, en el fin del mundo”,
escriben,
sin saber lo que significa.
“Aquí, donde el cielo mama leche negra,
donde las chimeneas alimentan el cielo,
donde los árboles tiemblan aterrorizados
y la gente llega a parecérseles…”
Aquí, en el fin del mundo,
los poetas sangran.
Se supone que sangrar y escribir
son la misma cosa;
se supone que cantar y sangrar
son la misma cosa.
¡Escríbenos una carta!
¡Envíanos un paquete de comida!
Confórtanos con proverbios o fruta azucarada,
háblanos de un Dios.
Distráenos con teorías del arte
que nadie puede probar.
Aquí, en el fin del mundo,
tenemos las cabezas vacías,
y el viento las atraviesa
como fantasmas
en una casa encantada.
Autorretrato
No se trata de una mujer esbelta,
pero su piel era leche
mezclada con mermelada de fresa,
y entre sus piernas había nacido la palabra púrpura,
y su cabello era del color del trigo y la mantequilla.
Sus ojos eran oscuros como el Atlántico Norte.
Aprendió las intraducibles palabras del alba.
Estudió sus propios miedos y escribió sus versos.
Utilizó el hueco de su corazón para hacer música de
viento.
Edificó casas de libros sobre su sótano vacío.
Primero se alimentó de su musa,
luego se transformó en su propia madre.
Tomado de:
https://www.isliada.org/poetas/erica-jong/
Los mandamientos
No querrás de veras
ser poet(is)a. Primero,
si eres mujer,
tienes que ser tres veces mejor
que cualquiera de
los hombres. Segundo, tienes
que acostarte con
todo el mundo. Y tercero,
tienes que haberte
muerto.
Poeta masculino, en
conversación.
Si una mujer quiere ser poeta,
debe dormir
cerca de la luna a cara abierta;
debe caminar a
través de sí misma estudiando el paisaje;
no debe
escribir sus poemas con sangre menstrual.
Si una mujer quiere ser poeta,
debe correr
hacia atrás en torno al volcán;
debe palpar el
movimiento a lo largo de sus grietas;
no debe
conseguir un doctorado en sismografía.
Si una mujer quiere ser poeta,
no debe
acostarse con manuscritos incircuncisos;
no debe
escribir odas a sus abortos;
no debe hacer
caldos de vieja carne de unicornio.
Si una mujer quiere ser poeta,
debe leer
libros de cocina francesa y legumbres chinas;
debe chupar
poetas franceses para refrescar su aliento;
no debe
masturbarse en talleres de poesía.
Si una mujer quiere ser poeta,
debe pelar los
vellos de sus pupilas;
debe escuchar
la respiración de hombres durmientes;
debe escuchar
los espacios entre esa respiración.
Si una mujer quiere ser poeta,
no debe
escribir sus poemas con pene artificial;
debe rezar
para que sus hijos sean mujeres;
debe perdonar
a su padre su esperma más valiente.
Envidia del pene
Envidio a los hombres que pueden anhelar
con infinita vaciedad
el cuerpo de una mujer,
que esperan que su anhelo
haga un niño,
que su oquedad misma
fertilice lo oscuro.
Las mujeres no se hacen ilusiones sobre esto,
ya que son a la vez
casas y túneles,
copas y las que escancian el vino,
ya que conocen el vacío como estado temporal
entre dos plenitudes,
y no ven en ello ningún romance.
Si yo fuera hombre,
condenado a esa infinita vaciedad,
y no teniendo alternativa,
encontraría, como los otros, sin duda,
una mujer
para bautizarla Vientre de Luna,
Madona, Diosa del Cabello de Oro
y hacerla tienda de mi deseo,
paracaídas de seda de mi lujuria,
icono ojiazul de mi sagrada comezón sexual,
madre de mi hambre.
Pero ya que soy mujer,
debo no sólo inspirar el poema
sino también escribirlo a máquina,
no sólo concebir al niño
sino también darlo a luz,
no sólo dar a luz al niño
sino también bañarlo,
no sólo bañar al niño
sino también alimentarlo,
no sólo alimentar al niño
sino también llevarlo
a todas partes, a todas partes...
mientras que los hombres escriben poemas
sobre los misterios de la maternidad.
Envidio a los hombres que pueden anhelar
con infinita vaciedad.
Tomado de:
https://materialdelectura.unam.mx/poesia-moderna/16-poesia-moderna-cat/46-016-siete-poetas?start=2
Parábola de cuatro columnas
Porque ella quiere tocarlo
ella se separa.
Porque ella quiere hablarle
ella se calla.
Porque ella quiere besarlo
ella se aleja
y besa a un hombre que ella no quiere besar.
Él observa
pensando que ella no lo quiere.
Él escucha
escuchando su silencio.
Él se aleja
pensando que ella es distante
y besa a una mujer que él no quiere besar.
Ellos se casaron:
un error de cuatro formas.
Él va a la cama con su esposa
pensando en ella.
Ella va a la cama con su esposo
pensando en él.
Y todo esto sucede en una vieja cama de cuatro columnas.
¿Ellos vivieron su final triste?
Por supuesto.
¿Ellos resolvieron sus errores?
Nunca.
¿Quién es la victima aquí?
El amor es la víctima.
¿Quién es el villano?
El amor que nunca muere.
Tomado de:
https://circulodepoesia.com/2021/03/poesia-norteamericana-erica-jong/
POEMA 6
Un poeta en un mundo sin cebollas,
en un mundo sin manzanas
mira la tierra como un fruto grande.
Muy lejos, las galaxias resplandecen como grosellas.
Todo el universo comestible cae
en su boca jugosa…
Piensa en las generaciones de místicos que babean por la
fruta de dios,
en los poetas que suspiran por habitar las manzanas,
en el mar, esa fruta oscura,
que cicatriza más rápida que una herida, en las
innumerables galaxias de
astrónomos,
a la espera de la madurez del universo
y de que sus ojos se transformen en lenguas…
Tomado de:
https://libroemmagunst.blogspot.com/2012/09/erica-jong-poema-6.html
El Epitalamio de la Berenjena
1
Hay más de cien poemas turcos
sobre la berenjena.
Me gustaría dártelos todos.
Si sacas todas las semillas,
puedes leerme al revés
como un libro árabe.
Mira.
2
(Lamento en Berenjena)
Oh berenjena,
con forma de huevo
y tan brillante como si recién puesta estuviera-
Eres una fruta melancólica.
Solanum Melongena.
Todos los animales están tristes
después de la berenjena.
3
(Fábula Bizantina de la Berenjena)
Érase una vez en la costa de Turquía
una mujer que podía cocinar berenjena de 99 maneras.
Podía cortar la berenjena fina como el papel.
Podía escribir poemas en ella y freírla en masa.
Podía hornear berenjena y asarla.
Incluso podía enrollar las semillas en papel de
cigarrillos con sabor a plátano
y drogar a su marido con berenjena.
Pero él no estaba contento.
Fue a su padre y le exigió que le devolviera el precio
de la novia.
Dijo que había sido engañado.
Quería dos cabras, doce gallinas
y un camello como reparación.
Su esposa lloró y lloró.
Su padre se enfureció.
Al día siguiente dio a luz a una berenjena.
Era prematura y verde
y tuvo que sentarse sobre ella durante días
antes de que naciera.
“¡Esta es mi receta número cien de berenjena!”, gritó.
“¡Espero que estés satisfecho!”
(Gracias a Alá que la berenjena fue un niño.)
4
(Amor y la Berenjena)
En la cálida costa de Turquía, la señorita Amor
come berenjena
“al menos una vez al día.”
Qué apropiado que el amor coma berenjena,
esa fruta más afrodisíaca.
Fruto del vientre
de Asia Menor,
que recuerda a los huevos,
a las profundas noches púrpuras de Estambul
y a los ojos bizantinos de Cristo.
Recuerdo los bordes de huevo y dardo
que nos separaban de las flores y frutas
de la antigüedad.
Recuerdo el huevo y la lengua
sondeando los pergaminos perdidos del amor.
Recuerdo los rostros antiguos
de Afrodita
ocultos por el polvo
en el laberinto bajo
el Museo Británico
para ser finalmente encontrados por la señorita Amor
justo allí
cerca de Great
Russell Square.
Pienso en los cientos de poemas de la berenjena
y en mis amigos que se han enamorado
por una berenjena,
que han abierto la berenjena juntos,
que han nadado en sus semillas,
que se han aferrado al huevo de la berenjena
y se han mecido hasta dormir
en la oscura barca púrpura del amor.
Tomado de:

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