domingo, 14 de septiembre de 2025

POEMAS DE SILVIA ROSA - DESDE ITALIA -


Reliquia

 

Es así como recuerdo tu cuerpo

sol minúsculo engullido

por un cielo de luciérnagas y ausencia

como cándido mármol, una perla

jaspeada de oscuridad por cada silencio

que custodias con las manos de nieve

 

Pocos días, las crestas despampanantes

de los dientes de león celestes que se agitan

a esta distancia en cámara lenta,

de miedo en miedo, y tú eres una estatua

bellísima, terrible, sin ojos

ni voz, reliquia de mi deseo

 

Quiero tenerte un pequeño hueso traslúcido

un mechón de cabello aterciopelado

una gota de sangre carmín

también un dientecito para el hada que soy

cuando te robo el respiro contra mi corazón

o en la teca del ombligo, quiero que

el olor a musgo que te brota húmedo

en una sombra del cuello se me trepe

encima, a lo largo de la espalda

 

Cuando vuelvas a abrazarme

habré criado un pequeño bosque

de invierno, blanquísimo,

dentro de las vértebras y en la boca.

 

 

Invierno zorro

 

El zorro tiene el pelo eléctrico

avellana vivo, un guiño

en la noche de invierno con la cola telesférica

no tiene nido la mentira*

pasa por el tamiz la carretera periférica

de norte a sur y retorno, busca su cena

mientras me hablas despacio esta escena

se repite después de años todavía idéntica,

junto con el sueño en que se me caían

dos dientes y en las manos me salían

las garras y por todas partes tenía los ojos abiertos:

no te fíes de nadie, pequeña gemela

que no se me asemeje ni siquiera un poco

este es tu problema, dices tú, eres salvaje

o lo decía algún otro, pero no importa

es siempre la misma escena, la misma carrera

la misma obtusa necesidad que oprime a los faros apagados

 

quédate, te lo ruego, un poco más

quiero la ilusión de la rosa que vale más que todo

la caza silenciosa, el puñal entre las costillas

la punzada de cometa tirada bocabajo,

merecer lágrimas y una cola nueva

brillante que lucir cuando el día

llega de prisa y pide a cambio verdad

 

aquella carroña metida en un hoyo

para el ataque del hambre, para después.

 

*Este verso es de Fernando Pessoa

 

 

Polaroid

 

El cielo se incendia, lava líquida

en la autopista asfixiada,

sobre el azahar que observa el límite,

sobre la hilera de casas astilladas

por el orgasmo del Etna, sobre esta

edad, dice la tía, noventa y cinco ojos

hundidos en la demencia la vejez

es algo que se tiñe mientras que el anaranjado radioactivo

del cielo escampa sobre las familias en procesión

sobre sus genealogías injertadas de achaques,

sobre el carnicero con las manos de sangre

que llena el morcal con pistachos

y carne, sobre las flores en hermosa vista delante

del lugar de los silencios de mármol, sobre esta

ausencia, clavada como espina bajo la uña

de los recuerdos, este me faltas que cambia

acusador de persona una y otra vez

para no temblar en la raíz todo el miedo

de estar vivos, hasta que el cielo se precipite sobre la luna

perdiendo el sentido de cada nombre y

la música conmute la alegría en vocativo:

donde está el origen está el reverso del llenado,

la cadena estrecha a la garganta del perro que tira

de un extremo al otro de la soledad,

sin dirección, el destello de una vida.

 

 

Agosto un día cualquiera

 

Te he llevado en mi cartera

en una bolsa de plástico blanco

reloj billetera las llaves de casa y del auto

todo lo que hoy queda de ti.

He contado los pasos de tu hija (de acá

para allá frío tras frío hasta

la última habitación numerada sin ventanas),

he recogido todas sus lágrimas

pero algunas se han quedado en espera

detrás del vidrio en el que estabas, parecías

como en Navidad cuando después de comer

te adormecías un poco sobre el sillón.

Agosto no es más que un mes cualquiera

y cualquiera era también este día

no hay una mejor manera de irse,

dicen, ni un tiempo más justo, quizás,

pero he pensado en el ruido de las prensas,

en la cadena de montaje en un batacazo metálico,

en el estallido repentino de tu corazón

un engranaje imperfecto en medio

de la perfección de acero de las otras máquinas,

he pensado que no se han detenido

en este día de trabajo cualquiera,

mientras en torno a ti una fractura profunda,

una grieta de hielo ha quebrado el verano

y el sol se ha vuelto la luz artificial pálida

que has visto un segundo antes de que todo

tuviera un final.

 

 

Dátiles para el desayuno

 

Dátiles para el desayuno, me dices, cada día

y yo imagino aquellos pequeños soles suaves

dulcísimos, que vienen de otra tierra,

en fila india entre tus labios pasar por el tamiz

del alba, mientras yo los deshueso una vez al año

en los días de fiesta, cuando la nieve me recuerda

que estoy en otro lugar perdida entre los árboles encapuchados

de estrellas de plástico y los lazos de luz blanqueada

en intermitencia. Dátiles para el desayuno, te digo, raramente

porque aquí el sol es un recuerdo reseco pasado

de otra vida que no ha conservado la memoria

una imagen borrosa que tú ahora me traes como regalo,

una Navidad repentina, en verano, un pequeño apretón en el corazón.

Tomado de:

https://revistakametsa.wordpress.com/2021/08/28/poesia-internacional-silvia-rosa-italia/?blogid=144733221&blogsub=confirming#subscribe-blog

 

 

NIÑA DE PAPEL

 

En el sueño la casa de mi abuela es idéntica

en cada detalle a la mía, el tiempo es

aquel inmóvil de la infancia, casi

eterno, es verano, un cono de luz marca

la porción de espacio que por juego habito.

Estoy haciendo de la mamá, tengo una muñeca

vestida de blanco apretada entre los brazos,

la acaricio y mientras tanto espío el disco

del reloj, aún no leo las horas,

pero las esperas ya tienen raíces en garfio

y se trepan por las muñecas hasta

los labios, hasta la palabra mamá,

que se queda sin voz. Cuento

un secreto a una oreja de plástico,

lo sabes mantener, ¿verdad? mi madre

ya no me quiere, el domingo

ha dibujado sobre una hoja sutil

una niña de ojos grandes

negros y en la mano dos margaritas,

entonces le he preguntado ¿soy yo? ¿me le parezco? 

pero la respuesta se ha deslizado por el suelo,

es mi culpa, que no sé colorear

he manchado la cara de la niña

de rojo y entonces mi madre ha dicho en voz baja

no te dibujaré otra, nunca más

 

no importa, he pensado al despertar, 

me miraré en el espejo para inventar

mi rostro de nuevo, inventaré

una niña de papel solo para mí,

llevará su nombre y el mío, y en la mano

el adiós que nunca nos hemos dicho.

Tomado de:

https://vuelapalabra.com/que-desperdicio-esta-cotidianidad-poemas-de-silvia-rosa/

 

 

TIEMPO DE RESERVA

 

Aquí es donde el tiempo

nos ha obligado

a un sueño en miniatura

para abandonar la dorsal

incierta del mañana

para proceder con los ojos al suelo

respiro breve –solos–

 

Decías del coraje,

es verdad, pero también el odio,

sabes, es un aguijón

el impulso propulsivo

para no renunciar

–mientras haya odio hay esperanza–

de no olvidar,

basta sustituir la palabra amor

desgastada y blasfema

por esta doble ronda

de vocales, un círculo, un nudo

repetido hasta el yo

 

y es desde este tiempo de reserva,

y con la misma intensidad de antes,

que ahora ejercito la cura:

odiarte, decepcionarte con alegría (la mía),

dejarte prisionero del presente

idéntico a ti mismo, inmóvil,

negarte finalmente y de nuevo a mi futuro.

 

 

TEMPESTAD

 

La furia de la gota

que destila su camino

de pasos verticales y luego se estrella

sin peso, casi invisible,

en este lunes por la mañana

de inicio de primavera, la tortuga

del sol nuevo que sale del letargo

de las sombras –de repente

también el pensamiento gotea, fluye

finalmente libre: cuántas inútiles

cuerdas en los tobillos de las prímulas

como si aferrándolas al corazón

pudieran crecer más fuertes

 

pero

 

el agua dice en su lengua morse

(testaruda): cae más rápida,

más ligera, más sola,

no necesitas nada

más allá de la mirada de tus manos

que acarician sabias

los primeros brotes de tempestad.

 

 

(Bosque)

 

Me enamoro ahora

del bosque del que me hablas con tu voz,

de ese verde brillante que surge

como una fruta recién cogida, fresca,

después de tanto silencio, después de tantos

fantasmas del viento, después de las huellas de las hojas muertas

y de un hilo oxidado que ha atado

manos y árboles en un nudo sin cielo,

háblame de nuevo con tus ojos,

quiero escribir para ti así,

palabras nuevas y tantas, quiero perderme

por caminos de ladrillos amarillos y rojos

para tu mirada, hasta el bosque

del que me hablas con tu voz, y luego

encontrar un punto de sol entre las sombras donde

poder despojarme de cada deseo

y de cada forma, donde poder comerme lentamente,

quiero venir a buscarte como un lobo,

para hablar el idioma del bosque que

ahora me enseñas, sin voz ni ojos.

 

 

Un pequeño botón rojo

 

Si toda esta rabia fuera

un pequeño botón rojo:

podría tomarlo entre mis dedos, tirar fuerte,

sentir el hilo de algodón escabullirse

como hierba seca, podría retenerlo

todo en mi mirada, el vacío que se hunde

en mi corazón desde el ojal expuesto,

y con mis dedos buscar lentamente un

solo latido, sentir el extremo

aflojarse como una camisa abierta

que cae al suelo y de repente ya no tengo frío,

podría caer al suelo también yo –hierba, algodón,

hilo tirante–, mis ojos, dos botones colgando

de lo que queda, podría tomarlos entre mis dedos

y decirte, póntelos, y ahora mírame con ellos puestos,

desnuda como nunca me has visto.

Tomado de:

https://ildivanomuccato.wordpress.com/interviste/silvia-rosa/

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