sábado, 27 de septiembre de 2025

POEMAS DE OLVIDO GARCÍA VALDÉS - DESDE ESPAÑA -


Conozco una pareja de cuervos...

 

Conozco una pareja de cuervos, sé que tienen

un tiempo semejante al de los hombres

para vivir; podría visitarlos,

pasear juntos

hasta los sauces de la orilla.

Hoy he hablado con alguien por quien sentí afecto,

le encontré satisfecho y próspero;

su enemigo murió. La muerte

siempre es de frío.

 

De "Ella, los pájaros" 1993

 

 

Cuando voy a trabajar es de noche...

 

Cuando voy a trabajar es de noche,

después amanece poco a poco,

hace mucho frío aún.

A menudo en el cine

me parece oír lluvia azotando el tejado,

como si no hubiese lugar

donde guarecerse.

Hoy alguien en un sueño dijo:

ten, en esta garrafa

hay agua limpia, por si toma moho

la del corazón.

 

De "Ella, los pájaros" 1993

 

 

Deslumbra el cielo...

 

Deslumbra el cielo

si mira fijamente

contra él una flor,

se hace negra y deslumbra.

No habla. Porque son inherentes

al hablar el oír

y el callar. Mira: tomates,

hojas, tallo, tierra. El cielo

es una bóveda, finito

mundo azul sobre el mundo,

los tomates son rojos.

 

De "Caza nocturna" 1997

 

 

 

El recorrido del sol cuando cae...

 

el recorrido del sol cuando cae

la noche, el recorrido

de la noche, hacia dónde

va llegando, mirar

lo conocido como signos

que son y ya no son, un aceite

de estar, representar

su hueco,

desplazados miramos

como si fueran los otros

siempre a estar ahí y de

pronto no están o no estuvieran

 

De "Y todos estábamos vivos"

 

 

 

El rey Cophetua y la muchacha mendiga

 

                                                        Burne-Jones

 

Ella tiene los pies como Marilyn Monroe

y una tierna

indefensión en los hombros.

Están en una sala y la ventana

descorre sus cortinas a un atardecer

boscoso,

pero es como si fuera

una esfera

de cristal. No se miran.

Él la mira a ella. Ella a lo lejos.

Hace ya mucho tiempo que él la había soñado

como un aire

de cigüeñas, una luz,

y ahora estaba allí.

Tantas vidas que no parecen ciertas

en una sola vida.

Campanillas azules en la mano.

Él sabe que se irá. No hablan

y el momento está lleno de voz,

voz acunada, lejana.

El amor es una enfermedad,

campanillas azules. Siempre en ti,

como en el sueño, volviendo

siempre en ti. Tan incierta

la luz. Como en el sueño.

 

De "Exposición" 1979

 

 

Escribir el miedo es escribir...

 

escribir el miedo es escribir

despacio, con letra

pequeña y líneas separadas,

describir lo próximo, los humores,

la próxima inocencia

de lo vivo, las familiares

dependencias carnosas, la piel

sonrosada, sanguínea, las venas,

venillas, capilares

 

De "Caza nocturna" 1997

 

 

Éste es un ejemplo: se trata de una imagen...

 

Éste es un ejemplo: se trata de una imagen

del XIII (el XIII con su cúpula), una Virgen

sentada en el jardín, altiva y sola (la única

que yo conozca en su especie). Observen

en el prado las flores esmaltadas,

las hojas, el azul ultramar y el rojo

extraño como un incendio. Observen

su rostro, se llama féretro luminoso

de su puro; a la izquierda, el halcón

anuncia que el alma emprende el vuelo,

al fondo el río, casi un hilo,

se pierde. Es forma la pintura.

 

Ella hacía ganchillo, puntillas para sábanas, le resultaban difíciles los gestos por la artrosis, sus largos dedos agudos. -Éstas de arañas son las más guapas -dice-, son las que más me gustan, aunque tengo una pena muy grande por el nenín. Un día, antes de caer enfermo, tenía una araña

roja en la espalda, muy grande, así -y señala con el puño el tamaño-, casi no podía arrancársela, y después le salieron aquellas ronchas rojas. Pensé si se habría muerto por eso, pero no, tenía endocarditis aguda, el médico lo

dijo, como si el corazón se fuera haciendo más grande cada vez y no cupiera en la caja. Era por la miseria. Yo traía brazadas de habas a la cocina para deshacerlas allí y con ellas venían arañas. Todo era trabajar y trabajar-. Se calla, sigue con la aguja y el larguísimo hilo, -¿no te gustan a

ti? -. Es morena, tiene ojos oscuros de pájaro desarbolado. El amor, arañas bajo los ojos, féretro de su puro, decía.

 

Si falla

la memoria, todo quiebra;

Si es escasa, empero,

significa: aquel valle

tan dulce y tan sombrío.

 

De "Caza nocturna" 1997

 

 

Girasol, negro párpado, multiplicada...

 

Girasol, negro párpado, multiplicada

curva para el deslumbramiento. Somos

sólo cautivos,

presencias dentro de otros

que nos llevan. Allá, muy lejos,

el taxista le dijo: discúlpeme,

la ciudad es muy grande, sólo

manejo por las orillas.

 

De "Caza nocturna" 1997

 

 

Hundir los dedos entre sus cabellos...

 

Hundir los dedos entre sus cabellos

o pájaros jugando,

muy despacio, a caerse de un cable

de la luz,

muy despacio, abanico

de mirlos.

Cerca hay una charca y un árbol

en el centro.

Reverbera la fiebre,

el amarillo hiere sobre el agua.

 

De "Exposición" 1979

 

 

La caída del Ícaro

 

1

Los atardeceres se suceden,

hace frío

y las casas de adobe en las afueras

se reflejan sobre charcos quietos.

Tierra removida.

Los atardeceres se suceden,

 

Cézanne elevó la «nature morte»

a una altura

en que las cosas exteriormente muertas

cobran vida, dice Kandinsky.

Vida es emoción.

Pero quedará de vosotros

lo que ha quedado de los hombres

que vivieron antes, previene Lucrecio.

Es poco: polvo, alguna imagen tópica

y restos de edificios.

El alma muere con el cuerpo.

El alma es el cuerpo. O tres fotografías

quedan, si alguien muere.

 

También un gesto inexplicable,

díscolo para los ojos, desafío,

erizado. Cuerpo es lo otro.

Irreconocible. Dolor.

Sólo cuerpo. Cuerpo es no yo.

No yo.

 

Lo quieto de las cosas

en el atardecer. La quietud,

por ejemplo, de los edificios.

El ensombrecimiento

mudo y apagado.

 

Como ojos,

dos piedras azules me miran

desde un anillo.

Los anillos

cuidadosamente extraídos

al final.

Como aquél de azabache y plata

o este otro de un pálido, pálido rosa.

Rostros y luces

nítidamente se reflejan en él.

 

En la noche corro por un campo

que desciende, corro entre arbustos

y choco con algo vivo

que trata de ovillarse, de encogerse.

Es un niño pequeño, le pregunto

quién es y contesta que nadie.

 

Esta respiración honda

y este nudo en la pelvis

que se deshace y fluye. Esto soy yo

y al mismo tiempo

dolor en la nuca y en los ojos.

 

Terminada la juventud,

se está a merced del miedo.

 

2

Verde. Verde. Agua. Marrón.

Todo mojado, embarrado.

Es invierno. Es perceptible

en el silencio y en brillos

como del aire.

Yo soy muy pequeña.

Un cuerpo caminando.

Un cuerpo solo;

lo enfermo en la piel, en la mirada.

El asombro, la dureza absoluta

en los ojos. Lo impenetrable.

La descompensación

entre lo interno y lo externo.

Un cuerpo enfermo que avanza.

 

Desde un interior de cristales muy amplios

contemplo los árboles.

Hay un viento ligero, un movimiento

silencioso de hojas y ramas.

Como algo desconocido

y en suspenso. Más allá.

Como una luz

sesgada y quieta. Lo verde

que hiere o acaricia. Brisa

verde. Y si yo hubiera muerto

eso sería también así.

 

De "Exposición" 1979

 

 

La voz, la de esta niña...

 

la voz, la de esta niña

que canta sola ahí,

la del muchacho

que por la noche da gritos y repite

obsesivo hijo de puta, las voces

de los niños que juegan;

intransitiva voz, exenta

en el mundo, cuerpos autómatas

que a diario veo y que no veo, chillidos

veloces de vencejos

en el anochecer

 

De "Caza nocturna" 1997

Tomado de:

http://amediavoz.com/garciaValdes.htm

 

 

[oye batir la sangre en el oído]

 

oye batir la sangre en el oído                 

reloj de los rincones interiores              

topo que trabaja galerías, gorrión         

que corre ramas          

desnudas del tubo del ciprés                 

 

no sabe

cómo de cálido es el manto           

de la tierra, cómo bordea o mueve         

piedrecillas, si en lugar más espacioso          

la madre amamanta topillos de la nueva         

camada, ciegos olisqueando, cuál         

la temperatura            

del hocico, de la ubre           

ni cuánto tardan pétalos, hoja               

rizada del roble en ser materia              

del manto, cuánto hueso               

de carnero o cuervo o plumas                

en empastarse e ir bajando cubiertos            

de otro otoño, nuevo corte            

de gente, mantillo, manto, maternidad            

 

desde

dónde, Perséfone, lo mira              

lo contempla               

en su corazón sintiendo cómo late                  

la sangre en el oído              

 

 

 

 

[Como agua vinieron en la noche]

 

Como agua vinieron en la noche            

las ovejas, pies de agua y esquilas, cada una          

de lo solo y de arena; resplandecientes         

y abruptos, gruñidos o quejidos horadados             

el pastor, mover de brisa, de agua         

de ola retirándose, un único animal, un          

signo raudo y musical, fanal         

de la linterna, raíl de guturales,             

herrumbrosas, huecas         

sonoridades incisivas

de la voz. Así aparecido, ello en la         

noche del rastrojo y el monte, se retira.          

 

 

 

 

[Dormías. De modo natural]

 

Dormías. De modo natural             

cerré la puerta. Estabas en mi casa                

y eras más clara de lo que fuiste           

y también era clara la penumbra           

de aquella habitación. Buscaba yo        

otra cosa y cerré sin ruido comprobando                

que ya no tenía voz. Todo              

aguardaba bajo formas                 

de sueño. Tú semejabas                

santa Úrsula, atino ahora,             

con aquella claridad y algo           

del superior tamaño, Úrsula y su sueño.

 

 

[Cuento con el tiempo. Digo ardilla y caballo]

 

Cuento con el tiempo. Digo ardilla y caballo            

y pardo mirlo y veo su cola, el ruido                

de sus cascos, su firma anaranjada, veo                 

a la niña que se aúpa a la fuente, veo             

la que habla sola, el color             

de sus medias la delata, pienso: cera             

e insectos, demorada           

observación de los líquenes, traen                 

de la noche ese verde mortal.                

 

 

 

 

[Al salir a la calle, sobre los plátanos]

 

Al salir a la calle, sobre los plátanos,              

muy por encima y por detrás de sus hojas              

doradas y crujientes, el cielo, muy por encima                 

azul, intenso y transparente de la helada.               

A cuatro bajo cero se respira                 

el aire como si fuera el cielo         

que es el aire lo que se respirara.          

Corta y se expande y un instante          

rebrota antes de herir. Ritmos               

de la respiración y el cielo, uno             

lugar del otro, volumen                 

que quien respira retrajera, puro           

estar del mundo en el frío,            

de un color azul que nadie viera, intenso,                

que nadie desde ningún lugar mirara,             

aire o cielo no para respirar.         

 

 

[Si el lobo te ve antes]

 

Si el lobo te ve antes,           

te quedarás sin voz. En las podres        

entrañas zumban, bullen,             

brotan en nubes y formando         

racimos, de la trunca           

cabeza brota el canto,         

de lo podre la abeja.

Tomado de:

https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/antologia-poetica--9/html/

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