La caída
Señor Dios del insecto,
de la ameba
que desasosiega al intestino recto. Dios
de la fatiga que levantó al Duomo de Milán
para que en la niebla
se manifieste. Dios
del ingenuo
que se toma fotografías
arrimado a la torre de Eiffel. Dios,
del otro ingenuo
que se toma fotografías
arrimado a la brevedad de un ángel. Dios,
de la música y del silencio
pero también del verdugo
que afina su instrumento. Dios,
de lo vivo y de lo muerto
De los que deliran
olvidados
en la estantería atroz
de una morgue. Dios
que se nombra cuando se alcanza la cima de un orgasmo
pero también
cuando hay que reconocer lo querido
en el fondo de un cajón
o de un abismo. Dios,
de lo que nace y muere
y en el trayecto se corrompe. Dios
de mis padres y de mis hijos
venidos o no pero al fin hijos. Dios solitario,
colega que tachonas ciego
un borrador incesante, afrentoso. Dios
sin Dios para tu perdón, sin Quién
para que te corrija.
Dios sin recursos a Ti mismo.
Dios abandonado, Dios
ateo.
Ironía
Yo que arremetí contra el futuro
Que del mundo
hice un paisaje reseco y adverso
A último momento
tornarme ecologista
Y todo
Porque habían talado
un árbol
El único árbol
Que yo elegí para colgarme.
Tomado de:
https://circulodepoesia.com/2016/03/ecuadorian-poetry-ivan-onate/
El esplendor en la hierba
Y en un instante,
en la maldita rebanada de un siglo
o de un segundo,
ves un lago,
ves un río, ves los árboles,
El verde paraíso donde un día fuiste feliz
y presientes los pasos de un dios jubilado,
de un dios indigente,
Un dios que va recogiéndolo todo
en un mantel desechable, en una bolsa inmunda
donde caen las cosas, los sueños
consumidos y muertos.
Todo,
irremediablemente todo
lo que ha de ser condenado al olvido
y a la podredumbre.
Porque el dios del invierno
es un empleado de motel, una carroñera divinidad
que empuja su carrito
por el largo corredor de la soledad
y apaga las luces del deseo
a quienes no merecimos el esplendor en la hierba.
Los huesos de Vallejo
Ya no veré París
porque el tren en que arribe
estará cansado, cargado de vacas, de banano chorreando
moscas,
de borregos para el matadero, de jóvenes
que consultan su destino en libros prestados y
en estrellas ajenas,
de travestis
que se depilan al apuro y con dos monedas
de espuma,
de ilusiones,
de ojos como los míos
estará cargado,
y limpiándome la cara con un trapo
me iré con los brequeros filipinos, con
los jóvenes esclavos
venidos de la Arabia
a beber un litro de vino en alguna cantina,
en alguna mesa taciturna
donde apoyaré mis codos y dormiré,
dormiré
hasta dar con los huesos de Vallejo,
con la dirección
de alguien
que resultó ser un terreno baldío,
o con los ojos
de la portera
que despertándome
me lanzará fuera, afuera de la pensión
y me encontraré en una plaza
rodeado
por desconcertados muchachos, que como yo,
nada saben
de los que vinieron
o no vinieron, de los que se quedaron en el mar o
en una cantina
dándole vueltas a París,
como en este sueño.
De Anatomía del Vacío (1988)
Banda de rock
Ah
Loco pasado
Bella juventud
Con sus ansias de vivir
No una
Sino mil veces
Sin sospechar
Que por pura simetría
Por pura paradoja
Por simple equilibrio de las partes
Quien ama más de una vez
También
Morirá muchas veces.
De La
nada sagrada (1998)
Biografía apócrifa de Borges
a María Esther
Vázquez
Madre
apiádate de Borges
el enamorado. Cuídalo
que no resbale. Tu niño está preso
de la peor de las cegueras,
esa que permite ver la luz
del otro lado, de todo
lado.
Luz que no pudieron sospechar
y peor
tocar las palabras.
Ayúdalo a vencer
los oscuros temores
que heredamos en la sangre y
esos otros,
más profundos y terribles,
que se esconden entre las páginas
de los libros.
Madre
consuélalo por la fatiga,
por el insensato propósito
de renunciar a ser Borges, aquel
en cuyos brazos
jamás desfalleció la mujer amada.
Anúnciale
que los materiales de un poeta
son la humillación y la angustia.
La convicción inexorable
de un destino desdichado.
Recuérdale
que conocerá la gloria. A su alrededor
se levantará un universo, un mundo
embellecido por su álgebra y por su fuego,
una ciudad
querida y detestada.
Una ciudad
donde millones de seres
tomarán el ascensor o el subterráneo
pero con la certeza
de haber perdido su destino.
Una ciudad
donde existe la única mujer. La única.
Y ella no lo ama.
De La nada sagrada (1998)
Tomado de:
https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Revista/ultimas_ediciones/74_75/onyate.html
LA POESÍA
Habría que buscar
en los enramajes del sueño, en los múltiples
ríos
que procedieron a la sangre
con su violencia oscura. En el paso lento
de niebla
cubriendo la tierra de reflexionado dolor,
de consabido amor
o de estremecimiento.
Habría que buscarte
clavando un cuchillo furioso
en el árbol que dejamos olvidado y
que delira con mudo sudor
la soledad del mundo a nuestro regreso. Con dedos
crispados de verdadera ansia
buscarte entre los párpados de los muertos,
o en la nieve
que cubre largos, insomnes trenes
cruzando la noche
como cordilleras solas. En todo eso,
en la poderosa sombra
que es capaz de extender la muerte,
en la muerte que es capaz
de recoger la sombra, buscarte,
con el corazón lamido por los perros, allá,
en el ocaso
donde terminan los cielos
y da comienzo el suburbio
con sus ángeles recién caídos,
con estos naipes marcados
a la recuperación del reino.
EL ÁNGEL AJENO
Ángel, cuando di con tu vida
yo era un hombre que venía de alguna mujer y de dos
libros
que encontré en alguna cama y sin asombro
los perdí en alguna otra. Ahora soy una disculpa.
Confío que eso quiera decir algo, este momento
que no quisiera decir nada.
De cuando en cuando y de vez en revés
suelo caer a este cuaderno abierto
para escapar de la duración de una lluvia,
de un dolor
o de la duración de mi vida. ¡Pero basta!
Es demasiado mío y demasiado cursi
lamentarse a estas alturas de la noche y
en un puerto del mediterráneo
donde sin buscar nada
encuentro que he perdido un diente.
Si estuvieras a mi lado, correría a desnudarte el pecho
seguro que lo perdí el domingo
mientras te mordía el corazón en un sueño.
Sabes, hoy volví a cruzarme con el hombre
que amenaza hacer un libro con su vida. Agobiado
por tanto ejemplo, terminaré por hacer el mío
embarcado en una borrachera que aún no encuentro.
Seguramente
tendrá la duración de una línea en la palma de tu mano,
o la petrificada juventud
de una estatua
cayendo eterna
a la noche,
a mi vejez,
a la ascendente espuma de la niebla.
O mejor,
te contaría la historia de un muchacho
que se soñó James Dean
y de todo ese juego, lo único que ocurrió
fue que lo encontraran una mañana
crucificado al madero horizontal
de una Winchester treinta treinta.
Debería recordar la historia de aquel muchacho
si me tomara en serio, un poco.
Ángel,
te mentiría asquerosamente
si te prometiera que mañana continúo esto. Conozco
alguien lo suficientemente despreocupado y loco
y le he hablado tantas veces de matarme, que temo,
una de estas noches
hundiéndose en la ciudad
tomará el último metro y besando un cuchillo de cocina
como a un hijo que está a punto de morir,
me buscará el pecho
y sin perturbarme el sueño, de tan buena gente,
se cargará con el infierno que a mí me pertenece.
Pero,
no hablemos todavía de eso,
aún queda tiempo para una buena causa, mañana mismo
por medio de la página del lector
voy a ofrecerme para un fornique a beneficencia,
No estaría mal
el Coliseo romano, el Luna Park de Buenos Aires o
el prostíbulo desesperado
donde alguien me prestará su cuerpo
y con amargos empujones
agonizaré plenamente. Total,
será una carta más que se pierde, un
sueño menos en la lista, como el invierno atroz
que a Carolina de Mónaco
le envié mi corazón envuelto en un periódico
a cambio de su fotografía.
¡Dios!
Cuándo ocurrió esto que soy ahora. Cuántas veces,
en temibles hoteles, en negras bodegas
que cruzan el océano
me he visto arrancarme de la cama y
quejándome apenas
como para no mezclarme en el sueño de los otros
he llegado hasta un servicio higiénico
y al igual que cientos, miles de desgraciados
con gruesas lágrimas de miel de abeja, he comprobado
que fui feliz en el horóscopo de algún día,
en alguna parte.
Ángel, Ángel,
a esta altura del día o de la noche
ya no sé quién eres,
Sólo hay un vacío
una silueta de luz
de alguien que en este instante abandonó la pieza.
Tomado de:

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