jueves, 11 de septiembre de 2025

POEMAS DE IVÁN OÑATE IN MEMORIAM


La caída

 

Señor Dios del insecto,

de la ameba

que desasosiega al intestino recto. Dios

de la fatiga que levantó al Duomo de Milán

para que en la niebla

se manifieste. Dios

del ingenuo

que se toma fotografías

arrimado a la torre de Eiffel. Dios,

 

del otro ingenuo

que se toma fotografías

arrimado a la brevedad de un ángel. Dios,

 

de la música y del silencio

pero también del verdugo

que afina su instrumento. Dios,

de lo vivo y de lo muerto

 

De los que deliran

olvidados

en la estantería atroz

de una morgue. Dios

 

que se nombra cuando se alcanza la cima de un orgasmo

pero también

cuando hay que reconocer lo querido

en el fondo de un cajón

o de un abismo. Dios,

 

de lo que nace y muere

y en el trayecto se corrompe. Dios

 

de mis padres y de mis hijos

venidos o no pero al fin hijos. Dios solitario,

colega que tachonas ciego

un borrador incesante, afrentoso. Dios

sin Dios para tu perdón, sin Quién

para que te corrija.

 

Dios sin recursos a Ti mismo.

Dios abandonado, Dios

ateo.

 

 

Ironía

 

Yo que arremetí contra el futuro

 

Que del mundo

hice un paisaje reseco y adverso

 

A último momento

tornarme ecologista

 

Y todo

 

Porque habían talado

un árbol

 

El único árbol

 

Que yo elegí para colgarme.

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2016/03/ecuadorian-poetry-ivan-onate/

 

 

El esplendor en la hierba

Y en un instante,

en la maldita rebanada de un siglo

o de un segundo,

ves un lago,

ves un río, ves los árboles,

 

El verde paraíso donde un día fuiste feliz

y presientes los pasos de un dios jubilado,

de un dios indigente,

 

Un dios que va recogiéndolo todo

en un mantel desechable, en una bolsa inmunda

donde caen las cosas, los sueños

consumidos y muertos.

 

Todo,

irremediablemente todo

lo que ha de ser condenado al olvido

y a la podredumbre.

 

Porque el dios del invierno

es un empleado de motel, una carroñera divinidad

que empuja su carrito

por el largo corredor de la soledad

y apaga las luces del deseo

a quienes no merecimos el esplendor en la hierba.

 

 

Los huesos de Vallejo

 

Ya no veré París

 

porque el tren en que arribe

estará cansado, cargado de vacas, de banano chorreando moscas,

de borregos para el matadero, de jóvenes

que consultan su destino en libros prestados y

en estrellas ajenas,

 

de travestis

que se depilan al apuro y con dos monedas

de espuma,

 

de ilusiones,

 

de ojos como los míos

estará cargado,

 

y limpiándome la cara con un trapo

me iré con los brequeros filipinos, con

los jóvenes esclavos

venidos de la Arabia

a beber un litro de vino en alguna cantina,

en alguna mesa taciturna

donde apoyaré mis codos y dormiré,

 

dormiré

hasta dar con los huesos de Vallejo,

 

con la dirección

de alguien

que resultó ser un terreno baldío,

 

o con los ojos

de la portera

que despertándome

me lanzará fuera, afuera de la pensión

y me encontraré en una plaza

rodeado

por desconcertados muchachos, que como yo,

nada saben

de los que vinieron

o no vinieron, de los que se quedaron en el mar o

en una cantina

dándole vueltas a París,

 

como en este sueño.

 

 

                                               De Anatomía del Vacío (1988)

 

 

Banda de rock

 

Ah

Loco pasado

 

Bella juventud

Con sus ansias de vivir

No una

Sino mil veces

 

Sin sospechar

Que por pura simetría

Por pura paradoja

Por simple equilibrio de las partes

 

Quien ama más de una vez

También

Morirá muchas veces.

 

 

           De La nada sagrada (1998)

 

 

 

 

Biografía apócrifa de Borges

 

 

a María Esther Vázquez

 

Madre

apiádate de Borges

el enamorado. Cuídalo

que no resbale. Tu niño está preso

de la peor de las cegueras,

esa que permite ver la luz

del otro lado, de todo

lado.

 

Luz que no pudieron sospechar

y peor

tocar las palabras.

 

Ayúdalo a vencer

los oscuros temores

que heredamos en la sangre y

esos otros,

más profundos y terribles,

que se esconden entre las páginas

de los libros.

 

Madre

consuélalo por la fatiga,

por el insensato propósito

de renunciar a ser Borges, aquel

en cuyos brazos

jamás desfalleció la mujer amada.

 

Anúnciale

que los materiales de un poeta

son la humillación y la angustia.

La convicción inexorable

de un destino desdichado.

 

Recuérdale

que conocerá la gloria. A su alrededor

se levantará un universo, un mundo

embellecido por su álgebra y por su fuego,

una ciudad

querida y detestada.

 

Una ciudad

donde millones de seres

tomarán el ascensor o el subterráneo

pero con la certeza

de haber perdido su destino.

 

Una ciudad

donde existe la única mujer. La única.

Y ella no lo ama.

 

                    De La nada sagrada (1998)

Tomado de:

https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Revista/ultimas_ediciones/74_75/onyate.html

 

 

LA POESÍA

 

Habría que buscar

 

en los enramajes del sueño, en los múltiples

ríos

que procedieron a la sangre

con su violencia oscura. En el paso lento

de niebla

cubriendo la tierra de reflexionado dolor,

de consabido amor

o de estremecimiento.

 

Habría que buscarte

clavando un cuchillo furioso

en el árbol que dejamos olvidado y

que delira con mudo sudor

la soledad del mundo a nuestro regreso. Con dedos

crispados de verdadera ansia

buscarte entre los párpados de los muertos,

o en la nieve

que cubre largos, insomnes trenes

cruzando la noche

como cordilleras solas. En todo eso,

en la poderosa sombra

que es capaz de extender la muerte,

en la muerte que es capaz

de recoger la sombra, buscarte,

con el corazón lamido por los perros, allá,

en el ocaso

donde terminan los cielos

y da comienzo el suburbio

con sus ángeles recién caídos,

con estos naipes marcados

a la recuperación del reino.

 

 

EL ÁNGEL AJENO

 

Ángel, cuando di con tu vida

yo era un hombre que venía de alguna mujer y de dos libros

que encontré en alguna cama y sin asombro

los perdí en alguna otra. Ahora soy una disculpa.

Confío que eso quiera decir algo, este momento

que no quisiera decir nada.

 

De cuando en cuando y de vez en revés

suelo caer a este cuaderno abierto

para escapar de la duración de una lluvia,

de un dolor

o de la duración de mi vida. ¡Pero basta!

 

Es demasiado mío y demasiado cursi

lamentarse a estas alturas de la noche y

en un puerto del mediterráneo

donde sin buscar nada

encuentro que he perdido un diente.

 

Si estuvieras a mi lado, correría a desnudarte el pecho

seguro que lo perdí el domingo

mientras te mordía el corazón en un sueño.

 

Sabes, hoy volví a cruzarme con el hombre

que amenaza hacer un libro con su vida. Agobiado

por tanto ejemplo, terminaré por hacer el mío

embarcado en una borrachera que aún no encuentro.

Seguramente

tendrá la duración de una línea en la palma de tu mano,

o la petrificada juventud

de una estatua

cayendo eterna

a la noche,

a mi vejez,

a la ascendente espuma de la niebla.

O mejor,

te contaría la historia de un muchacho

que se soñó James Dean

y de todo ese juego, lo único que ocurrió

fue que lo encontraran una mañana

crucificado al madero horizontal

de una Winchester treinta treinta.

 

Debería recordar la historia de aquel muchacho

si me tomara en serio, un poco.

 

 

Ángel,

te mentiría asquerosamente

si te prometiera que mañana continúo esto. Conozco

alguien lo suficientemente despreocupado y loco

y le he hablado tantas veces de matarme, que temo,

una de estas noches

hundiéndose en la ciudad

tomará el último metro y besando un cuchillo de cocina

como a un hijo que está a punto de morir,

me buscará el pecho

y sin perturbarme el sueño, de tan buena gente,

se cargará con el infierno que a mí me pertenece.

 

Pero,

no hablemos todavía de eso,

aún queda tiempo para una buena causa, mañana mismo

por medio de la página del lector

voy a ofrecerme para un fornique a beneficencia,

No estaría mal

el Coliseo romano, el Luna Park de Buenos Aires o

el prostíbulo desesperado

donde alguien me prestará su cuerpo

y con amargos empujones

agonizaré plenamente. Total,

será una carta más que se pierde, un

sueño menos en la lista, como el invierno atroz

que a Carolina de Mónaco

le envié mi corazón envuelto en un periódico

a cambio de su fotografía.

 

¡Dios!

Cuándo ocurrió esto que soy ahora. Cuántas veces,

en temibles hoteles, en negras bodegas

que cruzan el océano

me he visto arrancarme de la cama y

quejándome apenas

como para no mezclarme en el sueño de los otros

he llegado hasta un servicio higiénico

y al igual que cientos, miles de desgraciados

con gruesas lágrimas de miel de abeja, he comprobado

que fui feliz en el horóscopo de algún día,

en alguna parte.

 

Ángel, Ángel,

a esta altura del día o de la noche

ya no sé quién eres,

Sólo hay un vacío

una silueta de luz

de alguien que en este instante abandonó la pieza.

Tomado de:

https://www.crearensalamanca.com/poemas-del-ecuatoriano-ivan-onate-xxii-encuentro-de-poetas-iberoamericanos/

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