Rimas del huevo frito
Del salón en el centro, la mesa,
ostentaba el condumio casero
y en plato de lúcida loza
veíase el huevo.
¡Cuánta clara tenía en la cara!
¡Cuánta yema tenía en su pecho
aguardando la mano de nieve
que moje en su centro!
¡Ay, pensé, cuántas veces el hombre
está frito cual tímido huevo,
esperando una voz que le diga:
«Este mes te subimos el sueldo»
¿Qué es huevo frito? -dices mientras clavas
tu mirada en el pálido trasluz
¿Qué es huevo frito? ¿Y tú me lo preguntas?
¡Huevo frito eres tú!.
En el mundo medieval
En el mundo medieval,
Donde la vida sin nexo
Se plantea,
Como todo es material,
Medite y avive el seso
El que lea.
¿Qué se ficieron las damas?
¿Qué de su figura otrora
recatada?
Se han subido por las ramas,
e van enseñando agora
la muslada.
¿Por qué triunfó don Froilán?
Méritos extraordinarios
non devana.
¿Por qué acude con afán
a los premios literarios
e los gana?
¿Cómo en puestos eminentes
hay alguno que subió
yo non subo
e, según dicen las gentes,
non sabe facer la o
con un tubo?
¿Por qué non dexan entrar
en la rueda que se aprieta
junto al solio,
e paran ya de chupar
los que facen de la teta
monopolio?
Muchos hay con ufanía
que aparecen muy triunfales
e muy vanos;
e son, por su hipocrisía,
comeesfínteres anales,
los marranos.
Por esso yo non prospero,
e posición que me cuadre
non me brota,
e todo porque fui entero
e non fice ni a mi padre
la pelota.
Hay quien quiere mil prebendas,
e una cruz siempre apetesce
o medalla,
e a mí, para que lo entiendas,
todo aquesso me paresce
que es quincalla.
Con zajones andaluces
los hay a cavallo, ufanos,
fanfarrones,
e a mí, que estoy a dos luces,
me tocan a cuatro manos
los zajones.
La inscripción
En la pared impoluta
de cierta valla, en Porriño,
escribió con tiza un niño:
«El que lo lea ijo puta.»
Lo leyó doña Paloma,
se acercó a la valla abyecta,
y puso en forma correcta
preposición, hache y coma.
Y es que el más intransigente
es el pobre desdichado
que se ha visto reflejado
en lo que escribe la gente
En el pretil
En el pretil
sobre el Genil
dejé un farol,
ya un alguacil
que olía a col,
le di febril
un facistol
que en El Ferrol
usó Boabdil.
y él muy gentil,
frotó el farol
con guayacol
de Guayaquil.
Soneto
Perseguíte, Lisenda, cabe el Soto,
do el álamo templaba el fino oreo,
y observéte en la sombra un manoteo
y algo más gordo con galán ignoto.
Voy sin mí desde entonces, sin piloto
que guíe mi bajel por el Leteo,
porque lo que me has hecho está muy feo
y muerdo, rabio, grito, salto y boto.
Si hubo testigos de tu gran nequicia,
prepárate a morir -la vida es corta
luego, en seguida, agora, incontinente.
Mas si nadie lo vio, nadie lo enjuicia,
y si nadie lo enjuicia, no me importa
llevar adornos bravos en la frente.
Los casados infieles
Mi mujer no me dejaba,
pero yo lo quise hacer.
Él era forzudo y ancho;
yo, forzudo era también.
Él se llamaba Venancio;
yo me llamaba José,
pero me llamaban Pepe
como suele suceder,
y yo por Pepe atendía,
pues lo encontraba muy bien.
Mi mujer no me dejaba,
pero yo lo quise hacer.
Cuando salí de mi casa,
la tarde, no sé por qué,
hojas del árbol caídas
arrastraba a tutiplén.
En un bar de luces turbias
nos tomamos un café:
yo, con un bollo suizo;
con dos ensaimadas, él.
Antes de salir de nuevo
nos tomamos a la vez
dos tragos de esa bebida
española cien por cien,
más que el vino de Rioja,
el cariñena, el jerez,
el priorato y el ribeiro:
la exquisita agua de seltz.
Mi mujer no me dejaba,
pero yo lo quise hacer.
Abrimos aquella puerta
y penetramos yo y él,
meditando ambos el hecho
que íbamos a cometer.
Él se quitó el sobretodo;
yo también me lo quité;
él se quitó la chaqueta
y la camisa después,
blanca, de fibra sintética
y homologada tal vez.
Yo me descalcé en seguida,
mostrando desnudo el pie.
Él vació sus bolsillos
encima del secreter.
La tarde, triste y artrítica,
antes del anochecer,
jugaba a patada limpia
con el sol al balompié.
Mi mujer no me dejaba,
pero yo lo quise hacer.
El «manager» nos condujo,
indiferente y cruel,
hasta el «ring», donde el combate
tenía que suceder.
Aquella tarde violácea
—té, chocolate y café—
él dándome con el puño
y yo atizándole a él,
nos dimos una somanta
de pronostique reservé.
No sé si lo hicimos mal
o, al revés, lo hicimos bien:
Él se dejaba ganar;
yo me dejaba perder.
Sobre la ciudad aromática,
amarillas como miel,
cayeron flores de tongo
con pétalos de parné.
Mi mujer no me dejaba,
pero yo lo quise hacer.
Romance de las madres desnaturalizadísimas
Por una puerta excusada
de su caserón, altiva,
salió una noche de enero
la condesa doña Herminia.
Pina era la calle; pinos
el encintado y la orilla,
y la estación ferroviaria,
que al final se hallaba, Pina.
La meta de aquella extraña
y nocturna correría
era el abandono aleve
de una tierna criaturita,
que la condesa, prudente,
por si el vulgo la advertía,
envuelta en papel de barba
llevaba bajo la axila.
Vestía la dama un traje
verde, de crespón de china,
con sobrepuestos, encajes
de Bruselas y Malinas,
caireles de seda negra,
lentejuelas amarillas,
y capa de terciopelo
con tres o cuatro esclavinas,
forradas en seda malva,
de cuyos bordes pendían
catorce rabos de zorra
(adorno que a doña Herminia,
por si fuera una alusión,
mucha gracia no le hacía)
y en la frente una diadema
de labrada pacotilla
en cuyo centro, una placa
de esmaltes y perlas finas,
representaba a lo vivo
la toma de la Bastilla.
Con tan sencillo atavío,
llegó a la estación, que hervía
de pregones populares,
y tras de comprar, furtiva
y triste, dos cucuruchos
de saladas almendritas,
en el centro de un andén
así apostrofó a la niña:
«¡Hija de mis entretelas,
tierna y dulce palomita…
aunque, por san Nicolás
de Bari, que con la prisa,
no recuerdo si eres niño,
o en cambio naciste niña;
detalle de poca monta
que no ha de causarte inquina
hasta el instante crucial
en que hayas de entrar en quintas!
Para que, como es lo clásico,
te reconozca algún día,
déjote algunos objetos
que me servirán de pista:
un medallón con la efigie
de don Tirso de Molina;
un perchero de caoba
por si el que te adopta ¡ay, hija!
quiere dejar el sombrero
o colgar la gabardina;
un sofá, dos maceteros,
y en esa mesa camilla,
fichas, un parchís, un gato
y doña Encarna García,
que es la señora que teje
con fruición una toquilla,
y en este momento mengua,
porque ha llegado a la sisa.
Y por si a las buenas almas
que te adoptan algún día
les pide el cuerpo de pronto
tomar cualquier golosina,
piscolabis, refrigerio,
chirlomirlo, gollería,
chocho, jera o peteretes,
te dejo aquesta tortilla,
rica fruta de sartén
de la hispánica cocina.
Y… ¡vaya!, para que veas,
dejo también, hija mía,
uno de los dos cartuchos
de almendras, que están riquísimas,
porque, ¿qué no hará una madre
por el ser a quien dio vida,
aunque la alumbre de extranjis,
como yo, que con malicia
te alumbré sobre el pescante
de una de nuestras berlinas,
disfrazada de cochero
vestido a la federica?
¡Se me parte el corazón!
¡Adiós, adiós, corderilla!
¡Ay, lo que cuestan los hijos!…
Y, convulsa, dolorida,
desmadejado y llorosa,
aquella mujer indigna,
del blasón, de la prosapia
y del apellido víctima,
lloró sentada en un banco,
mientras el convoy partía,
apoyada sobre el pecho
del jefe de la Consigna.
Retahíla de la leyenda negra
Rasga la alegre cosecha
de tu vestido estampado,
que con nostalgia pregona
la apoteosis del rábano;
quítate interiores prendas,
y esos raros artefactos,
braguicalzas medievales
que ahora se llaman «leotardos»,
y con paciencia sublime,
escucha atenta el retrato
que has de imitar, pues naciste
aquí y hay que ir apencando;
que vivimos en España,
y siempre nos han colgado
los de fuera un sambenito,
entre milagrero y guarro.
Negro ha de ser nuestro pelo,
negros, nuestros ojos lánguidos,
y nuestra tez musulmana
de color de arenque ahumado.
Te pongas como te pongas,
según extranjeros bandos,
aquí sólo hay dos caminos:
o la cochambre o el claustro.
Negra es nuestra fama negra;
negros, presente y pasado;
negro, un lunar que tenemos
en un sitio que me callo;
negro y flaco, nuestro vientre,
con un ombligo herreriano,
en el que a las cuatro esquinas
juegan espadas y bastos.
España es un aguafuerte
de mendigos y de santos,
que, según dicen, se lleva
mal con el cuarto de baño.
Por eso no te abluciones,
y a tono estarás, usando
en vez de escote, golilla,
en vez de abriguito, manto,
en vez de bolso, trabuco,
en vez de perfumes, ajo,
en vez de sostén, cilicio,
y en vez de collar, rosario.
Y piensa que oscuro y sórdido.
ha de ser el mapa hispano:
nuestro sol, nuestra cabaña,
nuestros vinos, nuestros agrios,
las sardinas de Santurce,
el potaje de garbanzos,
el cocido, la tortilla,
la escudella y el gazpacho.
Y si echas la vista atrás,
todos los que destacaron,
verás que fueron tizones
histórico-literaríos:
Negros fueron Torquemada
y el emperador don Carlos;
negros, Murillo y Velázquez;
negro, don Felipe IV;
negro, Goya; negro, el Greco
(que era aquel señor tan largo);
negros, Cajal, Canalejas
y Menéndez y Pelayo,
y Chapí, Bretón, Valera,
Benavente, los Machado,
la Guerrero, la Chelito,
la Cachavera y el Tato.
El cerdo y la tonta
La tonta de mi lugar
una tarde se decía:
«¡Qué tonta soy, madre mía!»
Y, izas!, se echaba a llorar.
Un cerdo la vio al pasar,
y dijo: «El tino yo pierdo.
Ser tonto es malo, de acuerdo,
mas el quejarse no es justo;
yo, mi suerte sufro a gusto,
siendo, como soy, tan cerdo.»
Moraleja
Como la tonta, jamás
reniegues de tu destino.
Haz como el cerdo, y verás
cómo te llaman cochino.
Tomado de:
AL OMBLIGO
Padre ombligo, me asombra tu belleza,
tu cráter sin tremenda fumarada,
tu cicatriz antigua: puñalada
que a nuestra raza diera la Pereza.
Eres tapón de cuba de cerveza,
mirilla de una puerta condenada,
ojo tuerto mirando hacia la Nada,
ventosa que, al revés, chupa y bosteza,
bolsa de pelusilla en plena entraña,
soldadura, remiendo, parche, laña,
manómetro que advierte al más bonito,
su expansiva presión: gula, licencia,
envidia, corrupción, concupiscencia...
y otras marranaditas que no cito.
Tomado de:
POEMA DEL SUYO CID
Suyo Cid -y el de ustedes- por Castiella, triunfale,
cabalgando a caballo al su destierro parte.
¡Dios, que era muy bizarro e de muy buen talante!
¡Qué buena barba gasta, el cacho de animale!
Para llegar a Burgos dexó atrás Cibdad Reale
e Toro, Mequinenza, Calatayud e Caspe.
Llegósse con retardo, ca non era puntuale
et fallaba las citas por pitos e por flautes.
A su lado cabalga don Pero Peragález,
el calagurritano de pro, complido e tale,
honrado e muy bienquisto, ca nunca fuera alcalde,
e jamás dedicósse al tongo et al enjuague.
Ya catan a lo lejos de Burgos la cibdade,
e possada requieren del Hotel Condestable,
mas todo era muy lleno de damas e galanes
de essos que nos remiten de París de la France.
El dueño del hotele despidióles afable,
fablando con acento, ca era catalane,
e dicía unas oes que parescían aes,
e comía escudella los viernes e los martes.
Mas suyo Cid marchósse de Burgos la reale,
llorando de los ojos, ca había grand pessare,
camino de Valencia, donde diz el refrane
que del naranjal viene la naranja a los labies.
E passó por Cardeña, do por cassualidade
doña Ximena estaba faciendo cura de aires,
mas non de aguas, ca entonces las gentes principales
non se lavaban nunca, ca es so es liviandade,
e si guarro está el cuerpo, tal debe ser ca el tales
e pasto de gussanos ha de ser, que se aguante.
LA COTORRA y EL PLÁTANO
Una cotorra verde y africana
un plátano encontró cierta mañana.
Lo mira, lo remira, sabihonda,
y dice al fin: «¡Qué cosa tan cachonda!
Nunca vi nada igual: largo, lustroso:
fusiforme, pulido y misterioso.
...Mas su aspecto me llena de pavura:
pues no creo que pase la Censura.
Así es que, sin dudar, si es que dudaba
lo tiro, y se acabó lo que se daba.»
y de su acción haciendo grave dolo
tomólo, enarbolólo y arrojólo.
Mas sucedió que, envuelta en la liana,
le apostrofó de pronto la banana,
diciéndole: «¡Oh estulta cacatúa,
que lo que usufructúa desvirtúa,
muchas veces un torpe y rudo aspecto
encubre el no va más de lo selecto,
y tú, por ignorar lo que te cito,
te has perdido el jugoso platanito!»
Moraleja: Juzgad cual la cotorra
el libro por la tapa que lo forra,
que en muchísimas obras literarias
hay dentro un platanito de Canarias.
EL OSO Y LA MEDUSA
Un oso de la Meseta
tocaba la cornamusa,
y en el mar, una medusa
le daba a la pandereta.
«iQué mal lo hacemos, puñeta!
-dijo el oso-, mas barrunto
que no importa. Ambos a punto
nos hallamos, sin dudar,
propicio para formar
eso que llaman conjunto.»
Parodia
de Espronceda
CANTO A LUCILA
(Fragmento)
¿Por qué volvéis a mí con insistencia,
vanos recuerdos de una vida ñoña?
¿Para qué revivir lo que en esencia
se agostó para siempre y no retoña?
¡Oh Lucila, no vuelvas; ten paciencia,
no me hagas tu funesta carantoña,
y si te escapas de tu tumba fría,
no te muestres a mí, sino a tu tía!
Como un lirio dormido entre los lirios,
te abandonaste, pálida y serena;
sonreías con íntimos delirios
sobre tu altar de santa sin novena.
¡Qué túmulo tan rico! ¡Cuántos cirios!
y tu caja, ¡qué sólida y qué buena!
La pompa fue en verdad extraordinaria,
porque un riñón costó la funeraria.
Tu lecho, navegando entre las olas
-góndola mortuoria y amarilla-,
te alejaba de mí, y sus cuatro bolas,
bolas de cama, lumbre y pacotilla,
giraban sin cesar para ti sola.
La Muerte las lanzó de carrerilla
a la red de la Nada: gol molesto
de tu póstumo y triste baloncesto.
Te fuiste con el mágico aleteo
de la llama consunta de las teas,
te extinguiste sin un chisporroteo
(y no es decir que tú chisporroteas).
Partiste, pero vuelves y te veo,
y de todo mi ser te enseñoreas,
y verte siempre en tu capilla ardiente
no es lógico, ni limpio, ni decente.
Porque al aparecerte truculenta,
fantasmal, misteriosa y cejijunta,
observo que tu tez es macilenta
y tu carne entre pútrida y consunta,
cuando antaño fue rica y suculenta.
Por eso se me ocurre esta pregunta:
¿Por qué mostrarte, di, si sufro mucho
al ver lo que fue ebúrneo tan pachucho?
Por eso te huyo, sí, por eso lucho
con tu boca marmórea que me nombra,
y sufro a cada paso un arrechucho
al ver aparecer tu débil sombra,
y me entra tanto miedo si te escucho
que me cuelo debajo de la alfombra,
y hasta a veces me meto, ¡qué demonio!,
debajo de un colchón de matrimonio.
Un colchón que es el nuestro, verde, a listas
cárdenas, que torticolis produce;
es el colchón de nuestras entrevistas,
que, fatal y alocado, reproduce,
y entra en detalles vanos preciosistas,
y la emoción de antaño me traduce,
y de visiones tuyas me atiborra
cuando me escondo entre su inútil borra.
No vuelvas, ¡oh Lucila empecatada!;
regresa al panteón, que es un coloso
de mármol, con su clásica fachada
greco-jónica y digna. Tu reposo
está allí, y no en la muerte accidentada
que llevas. y te juro, lirio hermoso,
que si la culpa de que te esté viendo
es del colchón fatal, cojo y lo vendo.
Parodia
de Bécquer
RIMAS
En la oquedad de los rincones fríos
que crujiendo parecen despertar,
nos movemos los dos como dos sombras
que danzan sin compás.
y no sé qué silencio pavoroso
me hace intuir el tiempo en su fanal,
pues si hoy es veinticuatro y Nochebuena,
mañana, Navidad.
En el espejo vano del recuerdo
te veo esbelta como en años ha,
y ahora usas unas bragas de franela
que dentera me dan.
No hurtes tu rostro al mío en la penumbra;
no te cambies de sitio sin parar.
Si yo voy a la silla, tú a la mesa,
al balcón o al sofá.
No se detiene el tiempo en un instante
como detiene al potro el mayoral,
y el pasado pasó, y porque ha pasado,
nunca vuelve a pasar.
Hoy, si te atraigo a mí con un abrazo,
se me quiebra marchita la ansiedad,
al ver que estás más gorda cada día
y vas a reventar.
Y además, te ha salido sobre el labio
un bigotazo espeso, tan audaz,
que pIenso a veces si seras mi esposa
o Emilio Castelar.
¡Apártate, no intentes con tus lágrimas
llenar nuestra espantosa soledad!
¡Vas siempre en bata, en bata y en chancletas!
¡¡No te puedo aguantar!!
Del salón en el centro, la mesa
ostentaba el condumio casero,
y en el plato de límpida loza
veíase el huevo.
¡Cuánta clara tenía en su clara!
¡Cuánta yema llevaba en el pecho,
esperando la mano de nieve
que moje en su centro!
¡Ay -pensé-, cuántas veces el hombre
está frito cual tímido huevo,
esperando una voz que le diga:
«Este mes te subimos el sueldo»!
¿Qué es huevo frito? -dices mientras clavas
tu mirada en el pálido trasluz-
. ¿Qué es huevo frito? ¿y tú me lo preguntas?
¡Huevo frito eres tú!
Tomado de:
https://diariodelendriago.blogspot.com/2017/03/mas-parodias-de-poetas-de-la-literatura.html

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