Antes de soltarte
pon a los perros en la lista
de cosas difíciles de perder. Esos perros abandonados
en los páramos de North York o en las colinas de Sussex
o tirados como bolsas de arena desde coches alquilados
han seguido sus narices hasta pueblos con mercados
y como pelotas rebotado hasta los brazos de sus amos.
Escuché una historia de un perro que nadó
hasta la costa inglesa desde la Isla de Man,
y un perro que huevos y tocino cargó
y un diario matutino desde el pueblo
y apareció dos años e incontables leguas después,
con el tocino comido pero los huevos intactos
el diario seco como la leña, literalmente.
Un perro puede vagar lo ancho de un mapa
para enterrar su cabeza en el regazo de su dueño,
arrastrarse la última milla para pasar su pata
ensangrentada
por su propia puerta. Para morir en casa,
un perro puede caminar hasta quedarse sin patas.
Le puedes quitar la chapa y el collar
pero un perro viste un pelaje y un color.
Un perro del que te deshaces —es un perro para toda la
vida.
No hay perro que aúlle como el que echaste en la noche
Intenta mirar a un perro así a los ojos.
El grito
Salimos
al patio de la escuela juntos, yo y el niño
cuyo nombre y cara
no recuerdo. Estábamos probando el alcance
de la voz humana:
él tenía que gritar con todo su ser,
yo tenía que alzar el brazo
desde el otro lado de la línea divisoria para indicar
que el sonido había llegado.
Él llamó desde el parque — yo alcé el brazo.
Fuera del límite,
él gritó desde el borde del camino,
desde el pie de la colina,
desde más allá del mirador de la granja de Fretwell —
yo alzaba el brazo.
Él salió del pueblo, se fue a cumplir veinte años
muerto
por un disparo que le perforó
el paladar, al oeste de Australia.
Niño del nombre y la cara que no recuerdo,
ya puedes dejar de gritar, aún te escucho.
Me molesta mucho
Me molesta mucho pensar
en las cosas malas que he hecho en mi vida.
Sobre todo, aquella vez en el laboratorio de química
cuando tomé unas tijeras por las cuchillas
y puse los anillos
en la llama violácea del quemador Bunsen;
luego dije tu nombre y te las pasé.
Oh, el incomparable hedor de la piel herrada
cuando metiste el pulgar y el dedo medio
y no te pudiste sacudir los ardientes anillos. Marcada,
dijo el médico, para la eternidad.
Por favor, no me creas si digo
que, a mis trece años, era la torpe manera
de pedirte que te casaras conmigo.
El astronauta inglés
Cayó en los turbulentos mares de Spurn Point.
A través de un telescopio de monedas, sostenido
con un palito de paleta, vi cuando una trainera lo
pescó
de las olas y lo condujo de regreso a Mission Control
en una propiedad comercial cerca del puente Humber.
Hablaba con voz apacible: sí, era bueno estar en casa;
había extrañado a su esposa, a sus hijos, no podía
esperar
para afeitarse y bañarse con agua caliente. “¿Hay más
preguntas?”. No, no había.
Lo seguí en su Honda Accord hasta un Little
Chef sobre la A1, me senté en la mesa opuesta y lo vi
ordenar el desayuno del día y una jarra de té.
“Para hacer eso debe salir”, dijo la mesera
cuando él encendió un cigarrillo. Leía el diario,
empezó el crucigrama, picaba la morcilla
con el tenedor. Luego miraba a través de la ventana
durante largos minutos sin interrupción, pero sólo
veía la calle transitada, jamás el cielo. Y su rostro
no era
la luna. Y sus manos no eran las manos de un hombre
que había sostenido el planeta azul entre el pulgar
y el índice para llevarlo hasta su ojo de relojero.
Camera Obscura
Sentado a los ocho años en el parque Bramhall,
con los zapatos rayados por patear una piedra,
muy pequeño para tener una llave, pero bastante grande
para caminar una escasa milla al regresar de la
escuela.
Has espiado a tu madre en el pueblo mientras
ella cruza la calle con el bolso en su puño.
En la otra mano, la bolsa de compras que guarda
cuatro feas papas cubiertas de lodo,
chícharos hervidos, trozos de carne o una cola de
pescado
en papel vegetal, con la suma del precio escrito
a lápiz en columnas de chelines y centavos.
¿Tiene calor con ese abrigo de invierno?
En la calle Old Mount, entre más se acerca
más pequeña se ve, hasta que la alcanzas
para llevarla a casa en la palma de tu mano
o en la punta de tu dedo, y ella no existe.
Una visión
El futuro fue un lugar hermoso, alguna vez.
Recuerda el próspero pueblo de madera de balsa
que se exhibía al público en la Sala Cívica.
Las maquetas enmarcadas, impresiones de artistas,
planos de cristal ahumado y acero tubular,
suburbios de juego de mesa, medios de transporte
como atracciones de feria o juguetes ejecutivos.
Ciudades como sueños, sostenidos por la luz.
Y gente como nosotros en contenedores de vidrio
junto a la ruta para ciclistas o paseando perros
sobre cuidadas franjas de césped mullido,
o conductores modelo que manejan a casa en
autos eléctricos, o paseando por el bulevar
después del show nocturno. Esos eran los planes,
todos aprobados por la pulcra mano izquierda
de los arquitectos: una letra genuina y legible.
Extraigo ese futuro del viento boreal
en el basurero, sellado con la fecha de hoy,
viajando en el aire con otros futuros semejantes,
ninguno de ellos vivido, ahora totalmente extintos.
Neblina
¿Por quién llora?
¿Qué quiere decir, tal
cercanía,
al concentrarse en esta tierra alta
mientras dabas la espalda,
extendiendo sus velos en torno?
Pantalla monótona y plateada, la neblina
es agua en estado fantasmal,
interioridad absoluta,
que contiene su láctea respiración,
velando las máquinas que palpitan
en las grandes ciudades bajo tus pies,
cercándote en estos momentos,
en este anti-jardín
de arenisca y turba.
Llegado el tiempo, el borde de
tu ser se filtrará
en su pelaje sin fibras;
estás perdido,
a la deriva en agua suspendida
y aire difuso,
pero estás aquí.
Un Pájaro Pintado por Thomas Szasz
Fue su anorak lo primero que me atrajo de él.
El forro de espuma estaba colgando desde una costura
abierta
y una lágrima que atravesó la longitud de su espalda
estaba parchada
con cinta adhesiva y esparadrapo. Entonces observé
cómo revoloteaba entre los asientos frontales del bus
y cómo manoseaba el vello sintético alrededor de su
capucha.
La siguiente vez que me percaté de él fue en la
estación final,
donde él pretendía dirigir los buses.
Desde entonces hubo un catálogo de incidentes,
momentos y lugares donde coincidimos
y cada vez que lo miré él hablaba a los conductores
que lo ignoraban, y anotaba los números de ruta.
Un momento en especial, él estaba en el pórtico
mirando la complejidad de un cronograma.
Él me atrapó observando el reflejo de su cara
y entonces exhaló sobre la superficie del cristal
y escribió su nombre sobre él. Pasé a su lado,
inhalando, y él olía a perro mojado, secándose.
En otra ocasión, yo advertí más de lo que esperaba que
fuera
la hora del almuerzo en el Centro de Libertad
Condicional
donde yo eché un vistazo a través del agujero en la
bandeja de comida
para mirarlo observar el tráfico en la circunvalación.
Su mirada se detuvo en una bicicleta sencilla
a la cuál él seguía hasta que ésta se deslizó debajo
del horizonte.
Tomado de:
https://www.zendalibros.com/10-poemas-de-simon-armitage/
Un estudio sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones
Compilar esta emblemática antología de poesía en inglés
sobre perros e instrumentos musicales es como nadar a
través de ladrillos.
Hasta ahora, solo tengo “De la muerte del doguillo de
Mrs. McTuesday,
asesinado por un piano que cayó”, una elección un poco
obvia.
Es cierto, un arpa eólica susurra seductora
en el fondo de un soneto anónimo, “El sabueso del
cazador,”
pero más allá de eso —silencio.
Debería soportar este trabajo pesado y degradante en
favor de mi propia escritura,
donde seguramente la alegría yace.
Pero A. Smith mira engreído desde el reverso de un
billete de veinte libras,
y cuando mi gerente de banco ríe,
pequeñas partículas de saliva chorrean como una lluvia
de meteoros
a través del infinito espacio oscuro
entre su mundo y el mío.
Tomado de:
https://aullidolit.com/simon-armitage-tres-poemas-espanol/
Mi truco de fiesta
Lo enciendo, y desde el momento en que el cerillo
hace aparecer la luz, hasta que el fulgor se mueve
más allá de sus posibilidades y muere, yo cuento la
historia
de mi vida…
fechas y lugares, los ardores que experimenté,
un elenco de nombres y rostros, aquellos
que me amaron o casi me amaron,
los cambios que hice, las lecciones que aprendí…
y de algún modo aún me da tiempo de callar y sonrojarme
antes de que la llama muerda y me queme.
Pero una advertencia para cualquiera que conserve
un poco de tristeza, cualquier solitario:
no intenten esto en casa; es peligroso,
una locura.
¡Zoom!
Empieza como una casa, con terraza adosada
en este caso,
pero no será todo. Pronto es
una avenida
que se curva con arrogancia frente al Instituto de
Mecánica,
sin siquiera mirar
dobla a la izquierda en la calle principal
y de repente es
un pueblo con cuatro grandes bancos de compensación,
un periódico
y un equipo de futbol que lucha por el ascenso.
Continúa, ajena a las Leyes de Planificación,
a las zonas verdes
y antes de que lo notemos se sale de control:
ciudad, nación,
hemisferio, universo, se expande en todas direcciones,
hasta que de súbito,
por compasión, el ojo de un hoyo negro
lo aparta
y lo dispara a la galaxia vecina, tornándose
más pequeño y más liso
que una bola de billar, pero más pesado que Saturno.
La gente me detiene en la calle, me importuna
en la fila de la caja
y pregunta “¿Qué es eso, esa cosa tan pequeña
y tan lisa
pero de masa más densa que el planeta con anillos?”.
Son sólo palabras,
les aseguro. Pero ellos no lo creen.
Tomado de:
https://lapaginaimpresablog.wordpress.com/2021/09/11/poemas-de-simon-armitage-1963/

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