sábado, 6 de septiembre de 2025

POEMAS DE GUILLERMO BEDREGAL GARCÍA - DESDE BOLIVIA -


FIN DE FIESTA

 

A través del aire el pino desdentado se ha difundido

                               en la soledad de las orquídeas

y es un grito que se contrae antes de la alegría

                        ahuecando para siempre la sangre,

inundando de orificios la respiración.

 

 

 

Por las calles alguien regresa de besar su sombra

y una mujer camina hacia el cementerio

precedida de disfrazados que enfatizan en la piedra su olvido

 

y huellas de pájaros aniquilados en alguna acera:

su alma en las humaredas con que agoniza la fiesta.

 

 

 

He deshonrado el perfil del agua.

En sus cenizas un rastro lunar cantaba como cantan los

 

                                                        adoquines y la tristeza.

Intercambiando facciones a la espera de una huella que

                                                       difunda el en la basura,

de una niña donde depositar su identidad.

Cantaban, lejos, lejos,

desalojando a la música del viento;

cantaban la sequedad de los contornos

y esperaban la noche para esperar el día

entre el tumulto de las habitaciones donde la muerte de

                                                 alguien aún prevalecía

 

empañando los ojos y las ventanas

sorprendiéndose en un abrazo tras las cortinas

para mirar luego alejarse tras las arboledas

los semblantes del afecto y de la muerte en busca de la vida.

 

Tropezando conmigo en los tejados

e nos reflejos de alguna llovizna escapada del recuerdo

en la altura donde germina el azul de la ciudad

— en las corrientes profundas del río, donde nace la voz de todo;

en la fecundidad del frío cuando te mira donde algún rostro;

desconociéndome en el ámbito de las cabelleras,

a la búsqueda común de un umbral donde alojar el abandono.

 

Donde prolongar la ausencia luminosa del fuego,

para encontrar un cuerpo

que encuentre en mi cuerpo el lugar de la alegría,

el clima para oler algún aroma de tus ojos

después de reconocerme en cada espectro del fin de fiesta.

Tomado de:

https://www.antoniomiranda.com.br/iberoamerica/bolivia/guillermo_bedregal.html

 


Solamente poseo mi miedo

Solamente poseo mi miedo;

al ver el árbol, en la esquina que ha alimentado otras esquinas,

al verlo solo y verme difundido en el olor de la ciudad;

porque así somos el árbol y yo,

así amanecemos detrás de las esquinas

tropezando con las legañas de días anteriores,

con nuestra propia piel

que se desconoce ahora,

y ama las sombras que ha dejado.

Tú lo sabes porque mi follaje te ha manchado

y porque el asombro que te dejamos

va descendiéndote

hacia las quebradas azules

donde las voces y los mediodías

las cornisas y la respiración de los perros

lo ciudadano y tus pómulos manchados de tanto anochecer,

son una ventana más

desde donde el silencio mira,

desde donde el silencio siente:

mi sonido, el tuyo y el del árbol

tan inmensos en la ciudad que se abandona.

Tengo miedo de oírte,

tengo miedo de oírme en el árbol...

Me estaba esperando

Me estaba esperando:

inconfundiblemente solo

en un navío que recupera el silencio de la ciudad

y acarrea la tarde hacia el atardecer

donde mi mano y los cerros ya te han visto

pues eres igual al resplandor que va emergiendo de esta lejanía que me seca el alma

y me aparta hacia una voz niña que se ha descosido de las calles.

Desde el eco mi sequedad te anunciaba

tu memoria estaba cada día en el aire pesado,

en la ciudad que respiraba su recuerdo;

yo estaba cerca y lejos de lo que se encendía

al trepar por el abismo que mantenía tu voz

que te reflejaba como frío

mientras el Illimani1 fosilizaba la tarde

y me desprendía hacia el balbuceo de tu reflejo

que era el principio de la noche.

1: Volcán extinto que es una suerte de guardián de La Paz y sus habitantes.

 

 

Recogió su fantasma

Recogió su fantasma en los relojes;

después, se miró ardiendo en las uñas

e intentó un retorno a tu pelo desviado hacia el desfallecer

de la oscuridad sobre la ciudad.

La ceremonia empezó en un rincón

donde algún pájaro dejó su sombra como la basura,

empezó y jamás finalizó,

se quedó en el diálogo de un breve horizonte,

más cercano a lo viviente

pero lejano del verdadero parpadear de la tierra

cuando empieza a mecerse hacia la noche

y va acercándose en frío hacia la ciudad

que espera tras de mi palpar, tras de mi ver

como un ladrido rasgando

el principio antiguo que lleva la niñez a mi silencio.

Te rechazaste y rechazastes

intentastes en el viento tu borrar

partistes tus pómulos y los posastes en la ceniza para que se fueran,

te fuistes del brillo e intentastes una habitación en las cosas

te guardastes en la memoria

y envolvistes con lo tocado la noche que te quedaba por ver;

entonces te encontré

y estuve triste.

Tomado de:

https://bolivianet.com/poetas/begregalg.html

 

 

Del Fuego se deduce la Humedad

 

Del fuego se deduce la humedad, de la humedad el aire

donde se ocultan todas las cosas del mundo; las corrientes

en mundos subterráneos las semillas en el hielo de donde

surge para amoldar lo que en el tiempo no es tiempo.

Es tiempo en el tiempo de una imagen que perdura en tu ámbito

porque tú eres forjador del ámbito; son lugares que convergen en sí;

donde los valles se adelantan a las nubes y llueve en la lumbre

sin que se apaguen los rostros de donde adviene toda lumbre:

los rostros de muertos, sus ojos revividos por la virtud de lo fugaz

en la permanencia y de la permanencia asentada para siempre

en tu vínculo amoroso con el universo.

Tomado de:

https://guillermobedregalgarcia.blogspot.com/

 

 

Todo en ti

Todo en ti va tomando un lustre diferente:

esta música te va variando hacia el olvido

y la antigüedad te recupera.

Desde tu límite;

cerca a los cerros que conservan la memoria de la ciudad

que conservarán tus ojos y entonces será el fin de la tarde.

Cerca a donde te recordaré cuando el agua sea viento

y ya no pretenda mi sombra,

empiezo a silenciarme:

viéndote en la última oscuridad de mis manos

comenzándote en el saludo lejano de estos cerros.

 

 

Tengo una meditación

Tengo una meditación de ti

que me despide cada mañana

desde el mirar penoso de una esquina.

Tuve que haber tocado el ruido del pájaro en la noche

para vencer el estar que mi piel habitaba,

para sorprenderme en la claridad que algún tejado olvidó en mí,

y partir definitivamente,

sin bagaje ni ausencia,

sin pasajero envuelto en lo antiguo de algún horizonte.

Ni siquiera te robé la memoria

pues necesito de tu evocación sonámbula

para regocijarme del olvido de las montañas y el polvo

y saber que en alguna ventana

la muerte me espera,

con tus mismos ojos

con tu mismo recordar,

extrañando el olor a ciudad que la distancia y mis habitantes derramados

han dejado en mi silencio.

Tomado de:

https://bolivianet.com/poetas/begregalg.html

 

 

ESTOY ENTERRADO

Estoy enterrado.

Por tu rostro toda la antigüedad de los confines donde perdí una sonrisa, lo que ante fue mi muerte

te ha sucedido.

Finalmente, mis manos en el claror de una sombra y sobra

en el río el eco de alguna amputación parece edificar un recuerdo en los desfiladeros.

De tus ojos cae una piedra;

una fecha se pierde entre las llamaradas y una imagen delgada, una campanada

se mece entre las arboledas y tu vivir es el murmullo de la muerte.

Por intuirse ha roto su silencio en el oleaje

y es después en tu respiración una palabra

que me acerca al frío.

Fragmento tomado de Rev. Contacto, Nro. 25, diciembre 1987, p. 76

 

 

COSA DE OLVIDO

Soy una cosa de olvido;

como las fotografías y los relojes de arena,

donde las ciudades se traspasan

y mis ojos dejan su brillo

para el olor del cristal antiguo

cuando la visión del abandonado

ha quebrado en el rasgo de algún rostro

la leve llama

que apaga el día y enciende la noche.

Acontecido en los cambios del follaje,

asombrado por los fulgores que la montaña aleja,

me he dejado para el conocimiento de tu tristeza.

No dejes que me confundan con el tiempo.

Sólo como objeto de olvido

tengo rostro

y habito en tu memoria

Tomado de:

https://ahoraelpueblo.bo/images/suplementos/elAparapita/2024/01/APARAPITA_114.pdf

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