ALMANACER
Soplo de luz con belleza viajera.
Paisaje índigo que no ha nacido ni muere.
Dorada luciérnaga colgada a un hilo de plata.
Semilla fluorescente apacible.
Parpadeos de eternidad desnuda.
Vals de una estrella menuda.
Agua del silencio.
Negro suspiro.
P O E S Í A
Alma na-ser
AGUARDIENTE
Ni el pudor,
ni el calor del verano me quitan estas ganas.
Quiero llamar a cada uno de mis amantes,
invitarles a mi casa, que vengan en fila india
con las palabras no dichas y los besos no dados.
Sentarnos a beber aguardiente,
a compartir mi fiebre,
y como buenos amigos
brindar por los sudores y las camas revueltas,
contarnos las infamias y escuchar
canciones que en verdad duelan.
Amarnos sin planear la próxima venganza.
ENTE
Sangre verde fluorescente,
las venas
sabia corriente,
flujo viviente.
El golpeteo del aguardiente,
el corazón,
tierra efervescente.
Gota a gota la naturaleza
se vuelve silente, silente, ente...
COMPASIÓN
Veo llorar a la niña que fui.
Está esperando en la cocina a que su madre llegue,
mientras borracho su padre escucha rancheras.
A oscuras, estrenando su ropa del siete de diciembre,
sabe
que no encenderá las velas ni jugará a las chispitas
mariposas,
que cuando la canción acabe tendrá que poner otra
y servir un trago más de ron.
Por eso
a escondidas, detrás de la nevera,
sin que él la vea, prueba un sorbo.
Cree así mitigar el sufrimiento
de quien se siente cómplice.
En su corazón sabe que su madre no volverá.
Quiero abrazar a esa niña y secar sus lágrimas.
Pero ella tiene que ser fuerte
y mantenerse en pie toda la noche
hasta que la cabeza de su padre caiga al suelo.
OMBLIGO
Inventé soledades que crecieron como hierba
fresca en mi ombligo,
árboles para moverme como serpiente milenaria,
excusas para llegar a tiempo a mi encuentro,
mapas hechos a base de espejos en mi cuerpo.
Inventé un laberinto de líneas violetas para seguirlas,
espacios en blanco para llenarlos de divinidad,
aire por el que evaporarme,
lunas que ovulen mi espíritu,
ríos caudalosos,
vaginas de la mujer bendita que hace crecer los campos.
También inventé sonidos chamánicos
para escuchar la voz del indio sabio,
esencias rítmicas que aviven mis ancestros,
desiertos para habitarlos, cielos en la tierra,
cielos en el infierno.
Inventé movimientos que se funden con el agua,
olas que son caderas de mulatas absorbidas por la
arena,
lágrimas que fecundan la tierra virgen,
fuegos invisibles que no
me queman, pero que me elevan.
Inventé muertes para vivirlas,
vidas para perderlas en un suspiro
…Allí me encontré,
naciendo en mi ombligo.
CABELLOS DE LUNA
Tengo los cabellos enredados en las pupilas,
como ramas de árboles en otoño que se sacuden en la
nostalgia del atardecer.
Los tengo abrazados a la cintura, al igual que un
ombligo al existir más inocente,
síntesis de ese primer llanto de respiración y libertad
que se exhala con la muerte.
Son cabellos con nudos azucarados, solares y enraizados
a su tierra.
Cabellos de palma, agua de coco y oleaje perpetuo.
Cabellos marinos, afrodisiacos y de algas flotantes.
Tengo los cabellos aferrados a mis ideas, a mi universo
de palabras
y versos de amaranto.
Se marchan con el viento cuando la danza los incita a
confundirse con la lluvia.
Son cabellos con secretos dionisiacos, ondulantes y
noctámbulos.
Cabellos solitarios, de música triste y melancólica
fotografía.
Cabellos de barro, ceniza y semilla.
CUERPOS DE AGUA
Cómo decirte que no quiero
si mi boca lo grita con las voces de Neptuno.
Con esa fuerza onírica que hace derramar mis ansias
en la agitada noche de los cuerpos de agua.
Cuerpos de agua
Cuerpos de agua.
Este instante profundo que anhela el deseo
de morirme contigo en los ojos de una lechuza,
enreda mi piel en el murmullo de tus cabellos,
de tus dedos, de tus sueños.
Soñarte es soñar con los actos creadores,
con los roces más sensuales de tu ambivalencia.
¡Tanta franqueza!
¡Tanta irrealidad!
Contienen mi aliento en la sublimación de una caricia.
Es imposible, sí, es imposible.
No puedo evitar dejarme arrastrar
por las innumerables Islas estrellas
en las que tu mirada húmeda implora la
lagrima que la lluvia desata.
ZUMBIDOS
Los veo venir desde la arena ardiendo,
hipnotizados por el mar,
aleteados por el viento.
El horizonte los vuelve ínfimos
en la distancia que desnuda al cielo.
…y quedan suspendidos en el lento agitar del tiempo,
como remo al agua,
como pez a la atarraya vaciada en las noches de
tormenta.
Los veo alejarse en el azul que despierta verde,
en la línea cristalina donde se funden sus pieles
negras.
Van y vuelven como las almas que nunca mueren,
como el sabor salado después de comer pescado.
El picor, el ardor, la rasquiña con salitre y mango.
Los siento zumbar, sus sombras vuelan,
son nube negra.
CARNE EN EL ASADOR
Roja es la carne en el asador.
Arde el silencio.
Se queman los nervios en su salsa picante
y el hombre es el cuchillo que atraviesa el deseo.
Rojo es el instinto y la lengua.
Roja es la carne en tus dientes.
Mastica,
mastícala,
mastícate, que eres carne viva.
VIENTO SOPLAO
Ser volador,
invisible,
que abraza el todo,
el vacío,
la nariz redonda y los astros sinfónicos.
Dame viento a carcajadas,
dame viento guiñándome el ojo,
rozándome la espalda,
cantándome una nana.
Sóplame arena al oído,
que mis cabellos se expandan como cometas.
Sonríe pequeño,
vuélvete grande.
Espárcete como hacen los huracanes
Dame vida,
dime un secreto aire viajero.
Respirémonos cerca
y seamos aquello que desaparece.
AROMAS DE LUZ
Son los aromas ensordecedores,
los silencios visuales,
El sabor a mar, el sabor a menta,
Los colores y formas inexplicables.
Los suspiros vagabundos, los miedos y esquizofrenias.
La mirada intrigante que no escapa de las trampas.
El teatro de un hombre sentado en la butaca.
La hoguera ardiendo detrás de las palabras.
Tal vez son las depresiones, las angustias y el
desconcierto.
Los enemigos y los opuestos.
O quizá,
los compases de la espera que rompe los cristales.
Son las bendiciones y maldiciones que inventamos.
El despertar salvaje de los océanos.
La lágrima que humedece los desiertos y alimenta los
mares
La canción desconocida que se canta muriendo.
Es temor.
Es ira.
Es ficción.
Son invisibles.
Son pieles que huelen a tierra.
Amores que se unen
cuando el sol aparece
LA MUJER SEMILLA
Cuentan que por la noche sale a rondar los campos. De
sus maracas brotan ríos de agua dulce y en su cadera un golpe de tambor
endiablado.
Tiene pie bravo y mirada esquiva, y la piel recubierta
de arena mojada.
Desnuda sube a lo alto de la colina, cantando la
canción que le susurra el viento, y cuando la luna despliega su larga pollera
blanca, acaricia su vientre fecundo hasta que el sol la esconde de vuelta en la
profundidad de la tierra.
AGITA FLAMENCO
Con las uñas largas pintadas de rojo,
te espero.
La fina y sutil salida.
El afilado índice señala la ventana.
Es tarde
y la ciudad no tiene piedad.
Soplo el cristal,
creyendo que así se esfuma el demonio,
más sigue vivo, deseando devorarse en el polvo.
Adentro la música suena.
Es flamenco sensual y ligero.
Danzo en sombras proyectadas
en el techo que se rompe.
La humedad y sus grietas,
mapas de un silencio enorme.
Embrionario el movimiento,
el ritmo.
¡El zapateo repica decidido!
Malecón del pecho,
el olvido
como algas en los mares.
Llora la guitarra y con ella lloro yo.
Sonido de cuerdas que dilatan las almas.
Lamento gitano.
Palma soy.
Línea que une el aire, el cante y el baile.
SAMBA FUGITIVA
Ojos de estimulante café,
sonrisa de piña,
piel brillosa, mulata y poderosa.
Barba con espinas de algodón,
arrugas de sol
y cintura fina para sacudirse en la pulpa de tu
vientre.
Se tu baile y te intuyo.
Léeme, lámeme y escríbeme.
Conóceme y sintetízate.
Tomado de:
https://www.isliada.org/poetas/lilian-pallares/
Hija mayor
Soy la hija mayor, la que fue parida malamente.
La melancólica, acatarrada, de sangre débil.
La niña que jugaba con la sombra de la mecedora,
mientras una canción moría de tristeza
en la habitación de las cortinas cerradas.
Soy la hija mayor de dos niños de corazón ciego,
dos temerarios que hurgaban en la llaga
hasta la saciedad del escándalo.
De la profundidad de esa llaga nací yo, su víctima
mayor.
Como tal conocí el sabor de la comida fría
tras lánguidas horas frente a un televisor dañado,
inquieta por los agigantados pasos de mi padre
acercándose a la mesa.
Soy la hija grande y la hermana mayor, la que jugó a
ser la madre,
la protectora, la que muerde, la flaquita con las
piernas cortas.
Aquella que con los calzones grandes cargaba a su
hermana pequeña
con una cínica sonrisa en la boca.
Ser la hija mayor es como ser el invitado más esperado
de la fiesta.
Con el paso de las horas y las copas se vuelve muy
visto, pero invisible,
como las huellas de los dedos en los viejos álbumes
familiares.
Irremediablemente soy la hija y la hermana mayor,
la madre postiza de mi hermana menor, la niña querida
entre las queridas,
la primera nieta con el pulso inquieto, el fantasma
recién
nacido, la primera en abrir la puerta, la última en
saber de mí.
Instinto
Roja es la carne,
arde el silencio.
Se queman los nervios
en salsa picante
y el hombre es cuchillo
que atraviesa el deseo.
Rojo el instinto,
roja en tus dientes.
Mastica, mastícala,
mastícate, eres carne viva.
Mi ataúd
Cargo un ataúd,
duerme a mi lado cada noche.
Es marrón, de madera antigua con tapa defectuosa,
cuna de mis orígenes.
¿Es un performance, una penitencia,
o acaso un accesorio extravagante?
preguntan los incrédulos.
He deseado algunas veces deshacerme de él,
empujarle escaleras abajo, arrojarlo por la ventana,
ahogarlo en la bañera, prenderle fuego,
inclusive, estrellarlo contra un camión.
Pero supera toda lógica:
Mi ataúd y yo somos inseparables,
nos une el vacío.
Libre
‘All they want is my money, my pussy, my blood’
Morgan Parker
Soy libre bajo
las siguientes condiciones:
cuando quiero amar amo.
Soy india, negra y blanca,
abre la puerta
my love.
Amo la fruta y tengo la cintura caliente.
Un río de agua turbia se desborda por mi boca.
Lo digo porque es tarde
y las mujeres como yo salimos a pensar.
Sé que mi coño es una papaya jugosa y fresca.
Sé que por dentro soy un velón de siete mechas.
A mi marido blanco le confieso que quiero follarme a un
negro.
Escucho la voz poderosa de Nina Simone.
Hacen el amor los hombres que amé.
La muerte no es tan distinta.
Todos miran hacia la ventana.
Todos esperan que la lluvia caiga.
Hombres tristes niños solitarios.
Todos heridos por la misma mujer.
En la plaza los negros venden marihuana.
Me saludan y les digo hola con la mano abierta.
Tengo pezones duros y la cartera sin blanca.
Me llaman como si fuera una perra obediente,
con señas y sonidos de manada salvaje.
Así tratan a sus mujeres en África.
En España no es tan diferente.
La policía les pide papeles.
El senegalés me guiña el ojo.
En su sonrisa suena un djembé.
La patrulla se lleva a los míos.
Un borracho me grita sudaca.
Luna azul de julio, ¿a dónde vas?
En casa me espera mi marido sueco.
Tiene el pene erecto pintado de negro.
Me invita a seguirle hasta la cocina.
Solo deseo que me penetre todo el tiempo.
Gemir hasta que llegue el desayuno.
En cuestión de orgasmos, los prefiero mestizos.
¿Por qué coño hago sufrir a los hombres?
Whatever.
Soy libre bajo las siguientes condiciones:
cuando quiero llorar lloro.
Mi corazón tiene un agujero negro.
Sangra, lo sé.
Hablo de él para que sepan que existe,
que quiero amar.
Mis padres nunca lo hicieron.
Estoy sentada en la plaza.
Soy tierra que tiembla en la soledad de la noche.
Tomado de:
https://circulodepoesia.com/2025/09/poesia-colombiana-lilian-pallares-campo/

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