martes, 2 de septiembre de 2025

POEMAS DE LUZ MÉNDEZ DE LA VEGA *DESDE GUATEMALA-


Transfiguración-Mañana

 

Envuelta.

Penetrada.

Transfigurada

en diáfano olvido.

Vuelta universo de claridades

sobre la eternidad

de un tiempo sin medida.

Vencedora

de mi propia sombra

son presencia triunfal

sobre la muerte,

por la fértil raíz

crecida desde mi semilla

de carne y de palabras

en transitorio peregrinaje,

renovado inagotablemente

de vientre en vientre

y de boca en boca

surgidos y multiplicados

de los míos.

 

 

Virgo

 

Nada tengo que borrar

ni palabras

ni huellas

ni recuerdos.

 

No tengo que negar

las escondidas entregas

que grabaron nombres

en mi cuerpo.

 

(Espejismos frágiles

donde refugié

angustias,

no tengo que borrarlos)

 

Clara y fresca

presencia del amor

que busqué afanosa

fue limpio tránsito,

 

y, como la primera vez,

al encontrarte,

nítida broté:

agua de manantial jamás tocada.

 

 

La primera palabra

 

Y…

el llanto fue nuestra primera palabra.

El primer grito de llamado

al ausente y cálido refugio conocido.

La terrible expresión

de la primera soledad del cuerpo,

expatriado

de su mundo visceral y

palpitante.

 

Y…

el frío fue nuestro primer encuentro.

El frío, el dolor y la sangre.

Nacimos entre sangre y llanto;

cortados a raíz y tajo

de la única patria

intransferible

de hueso y carne.

El llanto fue nuestro primer idioma.

La sonrisa vino después,

quizás,

nacida entre sueños,

al recuerdo de días anteriores al exilio,

junto al calor de un cuerpo,

o de la tibia lana,

que fingen el dulce clima

del sitio antiguo que añoramos siempre

y al que volvemos,

efímeramente,

entre el sueño y el orgasmo.

 

El llanto fue también

nuestra primer protesta,

el primer canto de denuncia

contra

la miseria, la inermidad,

y el desamparo descubiertos.

Primera y perenne palabra,

el llanto

ha de ser, también,

la última.

 

Sin sonido, quizás,

al despedirnos.

Y…

entre las dos:

La vida.

La vida, ahí,

sin que sepamos

si ha sido algo más

que esta primera

y última palabra.

 

 

Parménides y Eros

 

 A Delia Quiñónez

 

Desdoblado en pasión creadora,

‘parto terrible, inicio de mezcla’,

del Uno infinito y eterno

emergió ‘Eros, primer dios’.

 

Demoníaco y celeste, movedor

de cielo y tierra, clavó el ansia

feroz por la efímera cópula

hambrienta de eternidades:

 

Liviano y fúlgido de azules, el día,

se hizo roja llama, para hundirse

en el frío espesor de la noche y

su palpitante negro constelado.

 

El agua, acrisolada en nube, vuelta

lluvia, penetró la tierra, y la oscura raíz

se hizo rama y flor -móvil y deleitosa-

entregada al viento que la insemina.

 

Mientras los encelados animales

de ardientes sexos, se aparearon

a las propiciatorias hembras

en multiplicación fértil.

 

¿Cómo dejar, así, de buscarnos, si hasta

‘de los astros la mente ardorosa

moviéralos a engendrarse?’

 

 

Cabellos largos (Carta a Schopenhauer)

 

Querido mío, Schopenhauer:

Ya no importa nada

el candente sello

con que nos marcaste el anca,

porque, hoy día, las mujeres

tenemos los cabellos

largos o cortos

y las ideas, quizás,

más largas que las tuyas.

 

Sin duda, yo comparto,

mi querido Schopenhauer,

mucho de lo que tú, sabio,

acuñaste como verdades dogmáticas,

y lo que es más, las uso

-con maestría de ti aprendida-

para demostrar lo contrario,

o sea: que animales de cabellos

cortos han tenido, también,

cortas las ideas,

que pontifican irónicos

contra nosotras las mujeres.

 

Porque, ahora,

maestro insigne Schopenhauer,

si pudieras enterarte,

te sorprendería saber

que a nuestros largos cabellos

-al perfumarlos- anudamos

ingeniosas frases contra ti

y los jerarcas del sexo que

valoran más su corto pene

que todas las ideas,

-cortas o largas-

que les crecen

en sus calvas cabezas.

 

 

Beatus ille

 

Dichoso aquel

que en otro tiempo

encontraba:

la casa limpia,

la ropa planchada,

la mesa puesta,

los niños durmiendo,

y la mujer

a sus órdenes.

 

Así dirán,

mañana,

los hombres de hoy

cuando recuerden

estos días

de oficio sin sexo

que por siglos

eludieron,

calificándolos, astutos,

de ‘femeninos’.

 

Y…es muy natural

que así se lamenten

como añoran hoy

quienes evocan

los felices tiempos

de un ayer de esclavos

sin sindicatos ni leyes

y sin derechos humanos.

 

Tiempos iguales

a los que hoy corren

tras las cerradas puertas

de nuestra intimidad,

como trabajadoras

de doble jornada

sin descanso y sin salario;

desterradas sexuales

de los altos sillones

del poder y la fama.

 

 

Brujería inútil

 

Hoy hice la brujería

que me recomendó Marien:

«Para estar segura de olvidar,

-me dijo- la receta es estupenda,

al momento mismo

lo dejas de amar…’

 

Yo seguí la fórmula exacta,

paso a paso:

Con precaución vedada de ceremonia,

bajo la luna llena,

y en un sitio solitario,

a las doce en punto de la noche,

di fuego a un mechón de tus cabellos,

diciendo: ‘¡Vete! ¡Vete de mí,

maligno amor que me hieres!’

 

Y, al instante, la brujería rompí

y me quemé las manos

sacando de las llamas

el trozo medio encendido

del mechón de tus cabellos.

 

De todos modos ¡Bien sabía!

que era inútil la brujería

del consejo de Marien;

porque a un amor

como el tuyo y el mío

ni brujos ni diablos

ni psiquiatras

pueden ¡tan fácilmente!

borrarlo.

 

 

Dido a Virgilio

 

A Isabel Garma

 

Habías de venir, tú,

Virgilio,

fabulador poeta,

orgulloso romano,

a saltarte tres siglos

entre Troya mi reino,

para hacer que Eneas

naufragara en mi playa

e inventar ese amor

desdichado

que adorna tu Eneida.

 

Mentirosa historia,

lazo con que quisiste

unir al linaje de Venus

al vanaidoso Augusto

-tu Mecenas-

siete siglos después

cuando ya mi Cartago

yacía en cenizas.

 

Falsedad épica de poeta

ebrio de fama y aplauso,

fue cambiar mi bello gesto

de fiel reina suicida

que se arroja

a las llamas

para conservar intacto

su nupcial juramento,

por ese otro romántico

de tu inventada Dido,

que se mata en la hoguera,

loca de pasión y celos,

por el desprecio de Eneas.

 

Con eso, Virgilio,

no sólo me difamaste

por milenios,

sino que, además, heriste

a mi raza y a mi pueblo.

 

Sin embargo, poeta,

te perdono,

porque reconozco que,

pese a tantos inventos,

te debo

esa doble inmortalidad

que -a mi nombre-

dieron tus versos.

 

 

El gato negro

 

Ónix y jade.

Lagunas verdes

que fosforecen

en la sombra

del ébano arqueado.

Reposo de terciopelo.

Garra afilada

bajo la nocturna seda.

Elástico resorte

presto para el salto,

desde el perezoso desmayo

de la siesta ronroneante.

 

Igual que el gato

enroscado

en el sofá de raso

de la alcoba;

en silencio,

ovillado

sobre el tibio cojín

de mi carne,

inesperadamente,

ágil brinca

el deseo,

cuando más dormido parece.

Tomado de:

https://blogpoemas.com/luz-mendez-de-la-vega/

 

 

 

LA HUELLA

 

Mañana

olvidaremos

nuestros nombres

y nuestros rostros.

 

Olvidaremos

el tremendo

ancestral deseo

que ha hecho arder

y resplandecer

nuestros cuerpos

como soles febriles

en la sombra.

 

Olvidaremos

esta historia

de dulces días

y tibios atardeceres

en los que ha sido

sutil atadura

hasta el silencio.

 

Ineludiblemente

se perderán nuestras fechas

entre ajenos calendarios.

El recuerdo de paisajes

y recodos íntimos

se confundirá

entre nuevas geografías

de rostros y de nombres

nunca antes pronunciados.

 

Mañana,

amaremos otras veces y otras.

Mis manos repetirán

sobre otras cabezas

el mismo gesto tierno

con que hoy

acaricio tus cabellos.

 

Tu boca repetirá

en otros labios

el inédito beso

que puso en los míos

el poderoso olvido

borrará,

y borrará implacablemente.

Hasta el recuerdo se perderá

náufrago sin rescate

en el fondo del tiempo.

 

Y, sin embargo

cada otra vez,

que tú y yo

amemos

esa pequeña

inexplicable tristeza

de algo que falta

será la invisible huella

de estos días intensos.

 

 

 

BIOLOGÍA ES DESTINO

 

a Freud.

 

Porque mi cerebro pesa

unos gramos menos

y mis músculos no alcanzan

la potencia

de los récords masculinos

dicen:

que biología es destino

(destino al servicio)

 

porque mis glándulas

me condenan

a desangrarme cada luna

y el olor y el color

de mi sangre recuerdan

mi poca angélica naturaleza

dice:

que biología es destino

(destino inferiorizante)

 

porque me falta

un protuberante sexo

entre las piernas,

que me libere del compromiso

de pasos lentos

y abultado vientre

tras un fugaz orgasmo,

dicen:

que biología es destino

(destino a pañal, escoba y cocina).

 

Porque la historia registra

miles de nombres masculinos

y muy pocos de mujeres

que vencieran las flamígeras espadas

de los arcángeles misóginos

de la fama,

dicen:

que biología es destino

(destino a la ignorancia)

 

Y con tantas evidencias,

deberemos enorgullecernos

cuando nos elogian magnánimos

en los discursos oficiales

diciendo:

detrás de cada gran hombre

hay siempre una gran mujer

y se olviden

—astutos y olímpicos—

de añadir

el calificativo justo

de: frustrada.

 

 

SER O TENER

 

Pienso.

Respiro.

Me muevo.

Como.

Y duermo.

Hago el amor

(Léase fornico).

Insulto.

Sonrío.

A veces lloro

O doy un suspiro.

 

Conduzco mi automóvil.

Subo y bajo

el ascensor de mi piso.

Trabajo.

El cartero me trae

correspondencia

con mi nombre y apellidos.

Firmo cheques.

Me compro un pantalón

O un vestido.

Voy al cine o al teatro.

Bailo y río.

 

Doy conferencias.

Escribo.

De cuando en cuando

Sale mi retrato

en las hojas de los diarios.

Hablo y me responden.

Me insultan.

¡Hasta me tratan con respeto!

Y me adjetivan

un título universitario

o artístico.

 

Pero… yo,

¿Soy yo?

O tengo simplemente cosas

como este nombre y apellidos

y este cuerpo

que día a día

hago saltar de la cama

—a las ocho en punto—

lavo,

perfumo,

visto

y

le doy cuerda…

 

(de Eva sin Dios, Editorial Marroquín Hermanas, Guatemala, 1979)

 

 

AUTORRETRATO

 

Despojada del nombre

de mi sangre,

por el de otra que suplanta

la raíz auténtica

de mis vísceras,

con la voz y el voto nulos

para los grandes designios,

fui sacada de la historia

por las estadísticas.

 

Metida a la fuerza

en molde inferiorizante,

con los pies doblados

para evitar la fuga

y las manos atadas

frente a la justicia,

así nací, así crecí,

y así

puedo morir,

por el miedo tremendo

a echarme a nadar

en contra

de la feroz corriente.

Tomado de:

https://libroemmagunst.blogspot.com/2017/11/luz-mendez-de-la-vega-8-poemas-8.html

 

 

Catástrofe en la cocina

 

El silbato de las hirvientes jarrillas

rompe el silencio oloroso a cebolla

en las limpias y pacíficas cocinas

que se llenan de su música arcaica

de viejo ferrocarril en miniatura.

 

Las jarrillas de silbato

han sido hechas para aquellos

que olvidan siempre

apagar la hornilla, como yo,

para preocupación tuya.

 

Hoy, estrené la jarrilla

esmaltada de rojo y asa negra

que confiados compramos ayer

para evitar catástrofes frecuentes

por mis constantes olvidos.

 

Al principio fue solo su “gor-gor”

suave como ronronear de gato

el que cautivó embelesada.

 

Luego, fue su agudo silbato

–imperioso y mágico–

el que hizo irrumpir en mi cocina

sobre los rieles del ensueño,

oloroso a caña y cintronela,

el verde campo de la costa

con sus sembrados de milpa y banano.

 

El paisaje parpadeó veloz

por las ventanillas

del ruidoso tren

de negra y humeante locomotora

que me llevó

–adolescente en vacaciones–

entre campanas, banderazos

y olor a petróleo

hasta la vieja estación

del pueblo de mi abuela.

 

Y así, sobre la locomotora

roja y negra de mis sueños

alucinada por el silbato

de mi nueva jarrilla

me olvidé, otra vez,

–para desesperación tuya–

de apagar la hornilla.

 

 

La duda

 

Este herir y ser herida

este crear en zarza desmesurada,

este afilar las uñas en la sombra,

este clavar los dientes en los otros,

este encender venenos en las voces,

este enlodar los días claros,

y corromper las sombras,

este enturbiar el aire con blasfemias

y desgarrar la música con gritos,

este vivir y desvivirse,

este amar y desamar constante,

este odiar sin descanso y sin motivo,

esto, dime ¿será estar vivos?

Tomado de:

https://www.elnacional.com/2019/02/cuatro-poemas-luz-mendez-vega_269413/

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