viernes, 20 de enero de 2017

POEMAS DE BORIS PASTERNAK


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(10 de febrero de 1890, Moscú, Rusia - 30 de mayo de 1960, Peredélkino, Rusia)

El camino


Abajo en el barranco, a continuación, transmita 
por el terraplén de la parte superior, 
la cinta de la carretera discurre serpenteando 
a través de la madera y el campo sin una parada. 

Por todos los preceptos de la perspectiva 
bobinados de carreteras asfaltadas bien precipitan 
Entre los campos, entre los prados, 
no se levante el polvo, ni atascados en lodo. 

El estanque tranquilo cercana ignorando 
(en el que un pato con patitos nadando) 
El camino hacia adelante una vez más se remontaba el vuelo 
al atravesar y salió de la presa. 

Ahora, de nuevo por una pendiente que se apresura, 
ahora en y hacia arriba, en una subida, 
Como única vida, tal vez, se entiende que 
Colar y en adelante todo el tiempo. 

A través de miles de inaudita de las fantasías, 
a través de tiempos y países, subir y bajar, 
a través de ayudas y obstáculos que las carreras 
implacable, también, hacia un objetivo; 

Y esto es haber vivido su máximo, 
con experiencia todo-en casa, en el exterior- 
Al igual que el paisaje ahora es amenizado 
por giros y vueltas de la carretera. 


La Tierra


Primavera estalla violentamente 
en las casas de Moscú. 
Polillas revolotean alrededor 
de rastreo en los sombreros de verano, 
y las pieles se esconden en secreto. 

Ollas de alhelíes y social 
soporte, en la ventana, simplemente, 
de segundas plantas de madera, 
las habitaciones respiran libertad, 
el olor de los áticos es polvo. 

La calle es amigos 
con el cristal con cara, 
y de noche blanco y la puesta de sol 
en uno, por el río, pasar. 

En el pasaje que usted sabrá 
lo que está pasando por debajo 
y el flujo ocasional de April 
de palabras con las gotas de deshielo. 

Es un millar de historias veladas 
en una tristeza humana, 
y el crepúsculo largo de la valla 
crece el enfriamiento con el cuento. 

En el exterior, o ceñido en su casa 
el mismo fuego y la duda: 
en todas partes de aire de seguro. 
Ramitas de sauce la misma corte, 

el mismo swell blanco de brotes, 
en los cruces, ventanas anteriores, 
en las calles, y talleres-puertas. 

Entonces, ¿por qué llora el horizonte lejano 
en la niebla, y el suelo olor amargo? 
Después de todo, es mi vocación, sin duda, 
ver a ninguna distancia es solitario, 
y más allá de los límites de la ciudad, 
al ver que la tierra no sufre. 

Es por eso que a principios de primavera 
que nos encontremos, mis amigos y yo, 
y nuestras noches son - los documentos de despedida, 
nuestras reuniones son - testamentos, 
por lo que el flujo de secreto de sufrimiento 
puede calentar el frío de la vida. 



Distracciones con la amada

Por cimbreante ramita aromada,
             absorbiendo en tinieblas su néctar,
de un cáliz a otro corría
             la humedad de alocada tormenta.

Deslizándose de uno a otro cáliz,
            dejó en ellos, muy nítida,
una gota, enorme, cual ágata,
            reluciente, colgante y tímida.

Nada importa que el viento,
                                                          que azota el arbusto,
            esa gota torture y aplaste.
Queda entera, no rompe,
                                                   y quedan dos más
            que se besan y beben.

Y se ríen, e intentan soltarse,
mas se yerguen, y quedan como antes.
No caerán esas gotas del cáliz,
no podrán separarse por nada.

De "Mi hermana es la vida"  1917
Versión de César Astor


Epílogo


                                 Amiga mía, ¿tú preguntas
                                   quién ordena que arda el
                                               habla del inválido?

Vamos a soltar las palabras
como un jardín, cuál ámbar y monda:
con distracción y generosamente,
apenas, apenas, apenas.

No hay que mencionar
porqué con tanta ceremonia
la rubia y el limón
han salpicado las hojas.

Ni a quién lloró en las púas
y por las varas se metió
en las notas, hacia el estante
a través de las persianas.

Ni a quien manchó con serbas
la alfombra, tras la puerta,
y al lado, palpitantes,
las letras en cursiva.

¿Preguntas quién ordena
que agosto sea largo,
para quién nada es pequeño,
y quién da el acabado
a las hojas del arce
y desde los días del Eclesiastés
no ha abandonado su puesto
labrando el alabastro?

¿Preguntas quién ordena
que los labios de los asteres y lirios
de septiembre sufran?
¿Que la hojita del sauce,
de las cariátides canosas
haya volado
a la humedad de las losas
de otoñales hospitales?

¿Preguntas quién lo ordena?:
El Dios Omnipotente del amor,
el de los Yagáilov y las Yadvigas.*

No sé si habrá sido resuelto
el enigma de la nada de ultratumba,
pero la vida es minuciosa
como el silencio otoñal.

*Yagailo y Yadviga: Gran Duque de Lituania y Reina de Polonia, cuyo 
matrimonio dio comienzo a la unidad polaco-lituana (1386-1572)

Versión de César Astor




Epílogo 2


No, no soy yo quien le ha hecho estar triste.
Yo no merecía el olvido de mi patria.
Era el sol el que ardía en las gotas de tinta,
como en racimos de grosella polvorienta.

Y en la sangre de mis cartas y pensares
apareció la cochinilla.
Esta Púrpura del gusano es de mí independiente.
No, no soy yo quien le ha hecho estar triste.

Fue la noche que se hizo del polvo y, ardiente,
a ella besaba, ahogada en el ocre, cual polen.
Eran las sombras, palpándole el pulso.
Era ella que, saliendo del seto,
a los campos les daba la cara
y ardía, flotando por el aceite de las cancillas,
cubiertas de penumbra, ceniza y amapolas.

Fue el verano todo, que ardiendo en los marbetes
por los estanques,
igual que equipaje que el sol salpicara,
el pecho del sirgador selló con lacre
y quemó sus vestidos y sombreros.

Fueron sus pestañas las pegadas por la claridad,
fue el disco asalvajado,
que, después de rascarse en la valla los cuernos,
destrozaba la empalizada pegando cornadas.

Fue el oeste, que volando a su voz cual carbunclo
y zumbando, se apagó en media hora,
derramando la púrpura del frambueso y los tagetes.
no, no soy yo quien le ha hecho estar triste.

Versión de César Astor




Festines


Bebo la amargura de los nardos,
                                                                 la amargura de cielos otoñales,
y en ellos el chorro ardiente de tus traiciones.
Bebo la amargura de las tardes, las noches,
                                                                                        y las multitudes,
la estrofa llorosa de inmensa amargura.

La sensatez de engendros de talleres no sufrimos.
Hostiles somos hoy al pan seguro.
Inquieta el viento aquel de los coperos brindis,
que, muy posiblemente, jamás se cumplirán.

Heredamiento y muerte son comensales nuestros.
Y en la serena aurora, los picos de los árboles llamean.
En la galletera, cual ratón, rebusca un anapesto,
y Cenicienta cambia con premura de vestido.

Suelos barridos, en el mantel...    ni una migaja.
El verso es sereno cual beso infantil.
Y corre Cenicienta, en su coche si hay suerte,
y cuando no hay ni blanca, con sus piernas también.

1913, 1928

Versión de César Astor



Fin


¿Fue todo realidad? ¿Es hora de paseos?
Es mejor dormir eternamente, dormir, dormir,
y no ver sueño alguno.

Otra vez la calle. Otra vez la cortina de tul.
Otra vez, cada noche, la estepa, el almiar, los lamentos,
ahora, y en adelante.

Las hojas en septiembre, con asma en cada átomo,
ven en sueños silencios y sombras. De pronto despierta el verbel
la carrera de un perro.

Espera que se tiendan. De pronto aparece un gigante,
y otro. Unos pasos. «Aquí hay un tornillo».
Un silbido y una voz: «¡Espera!»

¡Si él, literalmente, hundía, desmoronaba el camino
con nuestro paso! El hasta el suelo 
torturaba contigo.

Otoño. Baja un abalorio de amarillo azulado.
¡Ay, como tú, podredumbre, he de morir!
¡Qué cansado de vivir estoy!

¡Oh! A destiempo la noche nos inciensa con las maniobras 
de las locomotoras; cuado llueve cada hoja se quiere
marchar a la estepa, como aquéllas.

!Las ventanas me hacen escenas. ¡Pero es en vano!
La puerta salta de los goznes cuando el hielo
le besa los codos.

Preséntame a alguno de los ahítos,
como ellos, por la cosecha de los campos del sur, 
solares y herrumbre.

¡Pero con la dentera, el pasmo, los terrones
en la garganta, con la tristeza de tantas palabras
te cansas de tener amistad!

Versión de César Astor




Fragmentos del poema


(dos fragmentos)

I
Yo he amado también, y el aliento
del insomnio, temprano, temprano,
desde el parque bajaba al barranco,
y en tinieblas,
salía en volandas hacia un archipiélago
de calveros cubiertos de niebla felpuda,
de menta, de ajenjo y codornices.
Y allí acrecentaba su peso el amor,
me embriagaba cual ala que toca el disparo,
caía en el aire, temblaba de fiebre,
y como el rocío cubría los campos.

Allí me encontraba la aurora. Hasta las dos
brillaban riquezas del cielo infinito.
Los gallos, entonces, temían las sombras.
Trataban de ocultar sus temores,
mas de sus gargantas salían bombas de fogueo,
y el espanto les daba una voz de falsete.
Se apagaban las constelaciones. Como hecho de encargo,
por el claro asomaba un pastor
con cara de apagaluces de saltones ojos.

Yo he amado también. Y ella, por ahora,
quizás viva aún. Pasará algún tiempo,
y algo grande, cual otoño, un día
(tal vez no mañana, más tarde,
                                                               cuando sea)
se encenderá sobre la vida como un resplandor,
apiadándose de la espesura. De la luz de los charcos,
que se mueren de sed como ranas. Del temblor leporino
de los prados, cuya oreja recubre la estera
de hojarasca del año anterior. Del ruido,
que semeja un falso oleaje de vida pasada.
Yo he amado también, y lo sé: lo mismo que campos mojados
vemos siempre al comienzo del año,
cada pecho mantiene en su fondo
un febril amor a mundos nuevos.

Yo he amado también, y ella aún vive.
y lo mismo, patinando en tempranos comienzos,
permanecen los tiempos,
                                                   y se esfuman detrás del instante.
Esta linde es hoy, como antes, muy fina.
Como antes,
                           el pasado remoto parece reciente.
Como antes,
                          apartado de los testimonios,
enloquece el ayer, simulando ignorar
que no es ya nuestra casa de hogaño.
¿Es esto Posible? ¿Es decir, que, en efecto,
el amor no es durable, sino que se aleja
durante toda la vida 
cual tributo de asombro al instane?

1916, 1928

2
Dormía. Aquella noche velaba mi espíritu.
Sonó un golpe. La luz se encendió.
La ventana anunciaba tormenta.
La abrí como estaba, a medio vestir .

Así es como nieva. Así murmuran los copos.
Así balbucean las bocas de signos.
Allí está el original;
                                      aquí, la palidez de la copia.
Allí está todo en sangre;
                                               aquí no hay sangre alguna.

Allí, iluminado, cual difunto,
por débil luz del ventanal,
limpia el aféizar con las lilas
-el frío croquis de un glaciar .

En noche ginebrina el Sur entreteje,
como en trenza de mujer meridional,
brillos de algarrobas y de albaricoques,
orquestas y barcas, y risas de olas.

Y, cual revolviendo castañas,
echa en braseros con el cogedor
bebidas de hombres,
                                            y de las mujeres,
jarabe con luz y calor.

De cada luz llega una plática.
Y arriba, ahogándose, el olmo
el lienzo hace temblar de la marquesa
y pinta con sus ramas en la gasa.

Tú mira, ¡qué fiebre en los Alpes!
¡Qué fiel a la patria es cada paso!
¡Oh, sé bella, por favor!
¡Oh, por favor, en cada caso!

Con tu belleza matadora,
cien veces bella, más y más,
tú siempre, siempre, a todas horas,
de frialdad fundida estás.

Pues, atropina y belladona
tomando, triste, alguna vez,
igual que tú, miraré frío,
e igual que tú, «sufre» diré.

1916

Versión de César Astor




Hay que vivir sin imposturas...


Hay que vivir sin imposturas
Vivir de modo que con el tiempo
Nos lleguemos a ganar el amor del espacio,
y oigamos la voz del futuro.

Hay que dejar blancos
En el destino y no en el papel
y en los márgenes anotar
Pasajes y capítulos de la vida entera.

Debemos sumirnos en el anónimo
Y ocultar en él nuestros pasos
Tal como se oculta el paisaje
Tras una niebla espesa.

Otros siguiendo tus huellas, frescas
Recorrerán tu camino palmo a palmo,
Pero tú mismo no debes distinguir
La derrota de la victoria
No debes renunciar ni a una brizna de ti mismo.

Tú debes estar vivo.
Solamente vivir
Hasta el final.

Versión de Gabriel Barra




Invierno


Oprimo la mejilla contra el embudo
del invierno, enroscado cual caracol.
«¡A sus sitios! ¡Quien no quiera,
                                                                que se aparte!»
Murmullos, ruidos, el trueno de una barahúnda.

«Es decir,  ¿en "El mar está revuelto"?
                                                                            ¿En un relato,
que se enrosca cual cordón compresor,
donde se ponen en cola sin prepararse?
Es decir, ¿en la vida? Es decir,
                                                               en el relato
de cuán inesperado es el fin? ¿Sobre la risa,
el jolgorio, la confusión y las prisas?
Es decir, ¿que es verdad que se agita la mar
y se aquieta sin preguntarle al fondo?»

¿Eso esto el zumbido de las conchas?
¿Es el cotilleo de cuatro mosquitas muertas?
¿Arma estruendo la tapa de fuego
cual si hubiera reñido con su sombra?

Se elevan los suspiros de la boca,
en torno miran, y al punto... a llorar.
Y corren carretas con negro ronquido,
y en nube muy blanca galopa un audaz.

1913, 1928

Versión de César Astor



La poesía


Poesía, te voy a jurar
y termino, estoy ronco:
tú no eres el habla melosa,
tú eres el estío en tercera clase,
tú eres arrabal, y no estribillo.

Tú eres asfixiante como mayo, Yámskaya,*
un reducto nocturno de Shevardino,*
en el que lanzan gemidos las nubes,
marchándose luego por lados distintos.

Y, doblándose en la espiral de las vías
-no el estribillo, sino el arrabal-,
se arrastran de las estaciones a sus casas,
no cantando, sino estupefactos.

Los restos de la lluvia manchan los racimos
y largo rato, hasta la aurora,
desgranan acrósticos en todos los techos,
lanzando burbujas con rima sonora.

¡Poesía, si debajo del grifo tienes
una perogrullada, vacía, cual cubo de zinc,
que siga, no obstante, fluyendo tu chorro!
¡Puesto tienes debajo el cuaderno: fluye, pues!

1922

* Yámskaya: nombre de varias calles de Moscú. 
*Shevardino: reducto del campo de batalla de Borodinó. (Nota del traductor.)

Versión de César Astor





La primavera


Primavera. Vengo de la calle
donde el álamo esta maravillado,
donde se asusta la lejanía,
donde la casa tiene miedo a caer,
donde el aire es azul
como el envoltorio de la ropa blanca
del que ha sido dado de alta del hospital.

Donde la noche está vacía
como el relato interrumpido
que una estrella dejó sin terminar,
para perplejidad
de miles de ojos ruidosos,
sin fondo y carentes de expresión.

1918
Versión de César Astor



La ruptura


I
¡Oh, ángel mentiroso, enseguida, enseguida
tendrías que haberlo dicho todo,
y yo te habría dado de beber pura tristeza!
Pero así, no me atrevo; así, ¡ojo por ojo!
¡Oh, aflicción, que infectó la mentira al principio!
¡Oh, dolor, oh, dolor en la travesura!
Oh, ángel mentiroso! ¡No, no es mortal sufrimiento
el del corazón, del corazón que padece un ezcema!
Mas, ¿Por qué tú al despedirte
a mi alma regalas corporal dolencia?
¿Por qué sin objeto me besas cual gota de lluvia,
y, riéndote, me matas, como el tiempo,
por todos, y ante todos?

2
¡Oh, vergüenza! ¡Tú eres una carga para mí!
¡Oh, conciencia! ¡Cuántas ilusiones,
aun perseverantes,
quedaron en ésta ruptura temprana!
¡Si yo, una persona, fuese un conjunto huero
de sienes, y labios, y ojos, manos, hombros y mejillas,
por el silbido de las estrofas, por su grito, por el signo,
por la fuerza del dolor, por la juventud de ella,
cedería a todos ellos, los llevaría al ataque
y te asaltaría a ti, vergüenza inmensa mía!

3
Apartaré de ti mis pensamientos todos
no de visita ni bebiendo vino, sino en el cielo.
En casa de los amos, al lado, al sonar el timbre,
abrirán la puerta a alguien alguna vez.

Irrumpiré en su casa, en la agitaci6n de diciembre.
La puerta tan sólo y...  heme allí. Un corredor.
«¿Viene Usted de allá? ¿Qué dicen allí?
¿Qué se oye? ¿Qué chismes corren por la ciudad?

¿Se equivoca todavía la tristeza?
Y luego susurra: "Parecía igualita".
Preparándose desde unos cuarenta pies,
volará la exclamación: "¿Pero es usted?"

¿Tendrán piedad de mí las plazas?
¡Ay, si ustedes supieran qué tristeza se siente
cuando cien veces en el curso del día
le caza la calle camino de las reuniones! »



4
Prueba tú de impedírmelo. Ven,
                                                                 trata de apagar
este acceso de tristeza, que hoy resuena como el mercurio
                                                               en el vacío, de Torricelli.
Prohíbeme tú volverme loco. Oh, ven,
                                                                              atenta a mi estado!
¡No me dejes hablar más de ti! No te avergüences, no,
                                                                                                               estamos solos.
¡Oh, apágalo, pues! ¡Oh, apágalo! ¡Con más fuego!

5
¡Tú trenza esta lluvia de codos helados cual olas,
y de manos de raso, cual lirios,
que su propia impotencia trocó en dominantes!
¡Despierta, júbilo ¡A la calle! Cógelos,
porque en este alegre juego has de oír
el rumor de los bosques, saturados del eco de cazas
                                                                     allá en Calidonia,
do Acteón, sin juicio, persiguiera cual gamo
                                                                          A Atalanta,
donde amaban azules sin fondo silbando
                                                                                 en equinas orejas,
se besaban las persecuciones con fieros ladridos
y caricias se hacían con toques de cuerno y crujidos de rama,
                                                                                            pezuñas y garras.
 -¡Oh, a la calle! ¡A la calle! ¡Como aquellos!

6
¿Estás desilusionada? ¿Pensabas acaso que en el mundo
nos íbamos a separar tras el réquiem del cisne?
¿Acaso medías con pupilas dilatadas, cubiertas de lágrimas,
su invencibilidad, contando ya con el dolor?

En la misa caerían de las bóvedas pinturas murales,
conmovidas por la música del gran Sebastián.
Pero, a partir de esta noche, mi odio ve en todo
la prolijidad, y me duele no tener una fusta.

A oscuras, recobrándose al punto,
                                                                     sin pensarlo un instante, 
decidió con presteza que todo podía arreglarlo. 
Que tiempo había. Que el suicidio no le hacía falta alguna.
Que incluso eso es también un paso de tortuga.

7
Amiga mía, mi dulce amiga. ¡Oh, exactamente igual
que la noche del vuelo desde Bergen al polo,
la cálida plumilla es arrancada por la nieve que cae
                                                   de los pies de los somormujos!
¡Te lo juro, oh, dulce amiga, te lo juro,
que yo no me esfuerzo al decirte:
                                                   olvídame, duerme, mi amiga!

Cuando, como el cadáver del noruego,
                                            borrado hasta las chimeneas,*
contemplando inviernos que no mueven
                                          los mástiles cubiertos de escarcha,
yo vago en resplandores de tus ojos bromistas,
                                                   tú duerme, consuélate,
la sangre no llegará al río, amiga mía,
                                                           cálmate, no llores.

Cuando, igual completamente que el Norte,
                                                              fuera de los últimos poblados,
a escondidas de los árticos e incansables hielos,
como cúpula de media noche, que enjuaga los ojos ciegos
                                                                                              de las focas,
te digo: no te los frotes, duerme, olvida,
                                                                         todo es un absurdo.

*Se refiere al explorador noruego Amundsen. (Nota del traductor.)

8
Mi mesa no es bastante ancha para apoyarse en su borde
con todo el pecho y meter el codo
pasado el límite de la tristeza, más allá del istmo
de un perdón excavado a través de tantas verstas.


(Allí es ahora de noche.) Tras tu nuca asfixiante.
(Y se han acostado a dormir.) Bajo el reino de tus hombros.
(Y apagan la luz.) Yo los devolvería por la mañana.
Rozaría el porche con su rama soñolienta.

¡No con copos! ¡Con las manos hazlo! ¡Llegarán!
¡Oh! ¡Diez dedos de tortura, con el surco
con estrellas de la Epifanía,
como signos del retraso de los trenes
que marchaban hacia el Norte
en medio de la tormenta de nieve!

9
El piano de cola, tembloroso,
relame la espuma que cubre sus labios.
Este delirio te abate, te hace flaquear.
Dirás: -¡Querido! -No -gritaré yo-,
                                                                        ¡no!
¿Al son de la música? -Pero, ¿se puede acaso

estar más cerca que en la semioscuridad,
lanzando los acordes, cual diario,
por completos a la chimenea, verdad?
¡Oh, comprensión asombrosa, asiente,
asiente y asómbrate! : estás libre.

Yo no te retengo. Vete, haz bien.
Vete con otros. Werther ya está escrito,
y en nuestros días hasta el aire huele a muerto:
abrir la ventana, es abrirse las venas.

1918

Versión de César Astor




La suplente


Vivo con tu retrato,
                                         el que ríe a carcajadas,
ese en que los tendones de las muñecas
                                                                                  crujen,
el que rompe los dedos
                                                sin quererlos soltar,
el que uno mira y mira
                                                y se siente muy triste.

El que del crujir de los tronos
                                                             y la marcha de Rákochi,
los cristalillos del salón,
                                                  el cristal y los invitados,
corre ardiente por el piano
                                                         y salta
por nudillos, rosetones, rosas
                                                                 y huesos

para, el peinado aflojando,
                                                        alocado, travieso,
los prendedores del cabello
                                                          en el gorrito,
valsar a placer en rededor,
                                                         entre bromas,
mordisqueando el chal, cual tortura,
                                                                            respirando apenas.

Para, apretando la corteza
                                                         con la mano,
de mandarina fríos gajos
                                                    engullir con premura,
por volver a la sala con arañas,
                                                                   tras los cortinajes,
al olor de aquel vals, 
                                           que otra vez resonaba atrayente.

Así se sentaría el torbellino
                                                          a fin de, como apuesta,
impulso de vapores en camino,
                                                                y agujas, y tinieblas,
cual musulmán faquir,
                                                 en un instante,
llevarse sin pestañear .

Y declarar que no es ningún corcel,
ni un susurro travieso de los montes,
pero, que esas rosas que lleva al costado
la arrastran a galope tendido.

No es él, no es el susurro de los montes,
no es él, no es el sonido de herraduras,
sino tan sólo, solamente,
la que está ceñida por el pañuelo.

Y no es otra cosa que el tul y el destino,
el alma, el gorrito y los pies,
que corren al compás del torbellino,
llevándola en sus sueños susurrantes.

A ellos, a ellos:
                                 ¡y en burla cruel,
yo me río a placer,
                                       con ganas locas,
para envidia de esos secos danzarines,
me río hasta saltárseme las lágrimas!

Versión de César Astor


Noche


Sin descanso la noche
Avanza y se difunde
Sobre el mundo que duerme,
Mientras un aviador asciende entre las nubes;
Se adentra en el oleaje
Fluctuante de la niebla,
Se vuelve una inicial sobre una sábana,
Una pequeña cruz bordada en tela.
Allá abajo los bares
Nocturnos, los cuarteles,
Ciudades extranjeras y estaciones,
Maquinistas y trenes.
Una sombra de ala se recorta
En toda su extensión contra una nube.
Los astros por lo negro, silenciosos,
Vagan en muchedumbre.
Y quién sabe hacia cuáles
Desconocidos universos,
Con terrible, terrible inclinación,
La Vía Láctea extiende su sendero.
En espacios sin fin los continentes
Incesantes llamean.
En las calderas, en los sótanos,
Los fogoneros velan.
En París, bajo el filo de los techos
Venus o Marte
Se asoman para ver qué nueva farsa
Proclama el manifiesto.
Y allá, en un resplandor de lejanías,
Hay quien no puede conciliar el sueño
En la antigua buhardilla
Recubierta de tejas.
Él contempla el planeta
Como si el firmamento
Fuese el único objeto
Del afán de sus noches.
No te adormezcas, no duermas, trabaja,
No hagas un alto en tu tarea,
No duermas, lucha contra el sueño,
Lo mismo que el piloto, o que la estrella.
No duermas, artista, no duermas,
No te entregues al sueño.
Que de lo eterno tú eres el rehén
En la prisión del tiempo.



LA DICHA


Se ha extinguido el vespertino aguacero
en los jardines, y la conclusión
es que la dicha nos someter al mismo tormento
que la multitud de las nubes.

Cierto, una felicidad borrascosa
se parece en la figura y el rostro
al triunfo enésimo de las calles
tras la lavadura del temporal.

Reina la paz. Y como Caín
queda marcada por el calor
de los suburbios, denigrado, en olvido,
y mofado por las hojas el trueno.

Y por la altura, y el sollozo de gotas.
Bien fácil de advertir, pues también
los bosquecillos son innumerables:
granos cribados en un compacto tamiz.

En las matas bajas. En el mar de gemas
derretidas, en lo profundo
de la adoración arrebatadora
de los que ruegan a las alturas.

No está exprimido el coágulo del matorral.
El amoroso piquituerto en la jaula
no esparce tan arrogantemente los granos
como la madreselva, con la mina de oro de estrellas.




DEJANDO LOS REMOS


Una barca palpita en el pecho soñoliento,
cuelgan los sauces, nos besan en las clavículas,
en los codos, en los escálamos; ¡oh, espera,
esto a cualquiera puede sucederle!

¡De esto se alegran todos en las canciones.
Esto, pues, quiere decir ceniza de lirio,
exuberancia de margaritas trituradas bajo el rocío,
labios, labios cambiados con las estrellas!

¡Esto, pues, quiere decir abrazar el firmamento,
estrechar al gigantesco Hércules en los brazos,
esto, pues, quiere decir por siglos enteros
dilapidar las noches con un canto de alondras!





EL POEMA QUE SIGUE A LOS POEMAS


En tu estantería he puesto poemas,
poemas que para ti son “yo mismo”.
En mi estantería ningún poema,
y en los días sufridos ningún “yo mismo”.

En la vida de los que cantaron mejor
rasgos hay de tal sencillez
que cualquiera que, auténtico, la gustó,
sólo puede terminar en silencio.

Nacido del linaje de cuanto es,
pariente de un futuro que existe ya,
cómo no caer finalmente
en la herejía de la sencillez inaudita.

Me avergüenzo, cada días más,
de que en lo hondo de un siglo de tales sombras
subsista cierta enfermedad aguda:
la “enfermedad aguda de la poesía”.




MAL AGUDO


Eramos un coro en los espejos.
Hablo de todo ese medio
con el que tenía el propósito
de abandonar la escena− y lo haré.
Aquí no hay lugar para la vergüenza.

Yo no he nacido tres veces
para mirar de frente de tres modos.




HAMLET


Cesó el alboroto. He entrado en escena.
Apoyado en el quicio de la puerta,
percibo en el eco lejano
las cosas que en mi siglo acaecen.

Clava en mí la oscuridad de la noche
mil anteojos de fuego.
Si es posible, abba padre,
aparta de mí este cáliz.

Amo tu obstinado designio,
y a gusto representaré este papel.
Pero ahora están dando otro drama,
y, por lo menos esta vez, dispénsame.

Ah, el orden de los actos ya está fijado,
y el término del viaje es ineluctable.
Estoy solo. Todo se hunde en el fariseísmo.
Vivir la vida no es cruzar un campo. 


De POESÍAS Y OTROS ESCRITOS.
Traducción: Vicente Gaos. Ediciones Guadarrama, Madrid, 1959


El Jardín soñoliento


El jardín somnolencia dispersa insectos 
Bronce como la ceniza de braseros sopladas. 
Nivel conmigo y con mi vela, 
mundos flores Hang, sus hojas completamente desarrolladas. 

Como en alguna inaudita del dogma 
que se mueven a través en esta noche, 
donde una edad de álamo gastado ha canoso 
Pantallas franja de la luna de la luz en barbecho, 

Donde miente la charca, un secreto a voces, 
donde florecen manzana es de surf y suspiro, 
Y donde el jardín , una vivienda lago, 
lleva a cabo hacia fuera delante de ella el cielo. 

  

Bochornosa noche


Lloviznó, pero ni siquiera los pastos
se doblaría dentro de la bolsa de la tormenta;
Sólo el polvo se tragó su lluvia de bolitas,
La forma en polvo techo en hierro.

El pueblo no hay esperanza para la curación.
Profundo como un desmayo las amapolas anhelado
Entre el centeno en la inflamación,
y Dios en la fiebre vueltas en la cama.

En todo el insomnio, universal,
La latitud húmedo y huérfanos,
los suspiros y gemidos, sus puestos de desertar,
huyó con el torbellino en su persecución.

Detrás de ellos corrió gotas de lluvia inclinadas ciegos
duro en sus talones, y por la valla de
ramas El viento y el goteo argued-
Mi corazón se detuvo, a mi costa.

Me pareció que esta charla jardín terrible
iba a durar para siempre, ya que la calle
también me daría cuenta, y murmurar
con los arbustos, la lluvia y obturador de la ventana.

No había manera de desafiar mis derrota-
Habían argumentan, me habla de mis pies. 

Vencejos (2)


Al caer la tarde los vencejos no tienen poder, 
para contener ese pálido frescor azul. 
Se reparte de la garganta, un clamor 
de un efluvio que no puede crecer menos. 

Los vencejos no tienen ninguna manera, alta 
allí arriba, de arriba, de restringir 
su clarín grita: '¡Oh, el triunfo, 
! Ver, ver, cómo retroceso de la Tierra' 

Como el vapor de una tetera hirviendo, 
el flujo furioso se precipita por - 
A ver, ver - no hay espacio para la tierra 
entre el barranco y el cielo. ' 

La avenida de Linden


Una casa de la belleza inimaginable 
Está situado en un parque, fresco y oscuro; 
Las rejas con un arco; a continuación, prados, colinas, 
y la avena y los bosques más allá del parque. 

Aquí, con sus coronas entre sí escondrijos, 
tilos Enormes involucran 
En oscura, tranquila celebración 
de sus doscientos años de edad. 

Y debajo de sus ramas abovedados, 
Al otro lado de la regularidad dibujadas 
avenidas simétricas, cultivar flores 
En macizos de flores sobre un césped. 

Por debajo de los árboles, en las vías de arena, 
no un punto brillante alivia la oscuridad, 
una abertura Save-como en un tunnel- 
La entrada distante del parque. 

Pero ahora el tiempo de la flor está comenzando, 
los árboles vallado y tilo revelan 
y se extendió sobre dentro de su sombra 
Su atractivo irresistible. 

Los visitantes, en la ropa de verano, 
mientras caminaba por la arena crujiente, 
Breathe en fragancia insondable 
, que únicamente las abejas puedan entender. 

Este olor es el tema de agarre y el sujeto, 
mientras que los de por muy bien que bus- 
Los macizos de flores, el césped, el jardín, 
no son más que la portada de un libro. 

Los agrupados, flores de cera-salpicado 
en los árboles masivos, tranquilos y antiguos, 
iluminado por las gotas de agua, queman y brillan 
encima de la mansión que envuelven. 

Primavera Ducha


Guiñado a la birdcherry, tragó saliva, entre lágrimas, 
salpicado sobre 'barniz, árboles' carros temblar. 
Luna llena. Los músicos están buscando su camino 
al teatro. Cada vez más personas se reúnen. 

Charcos en piedra. Como una garganta llena en exceso 
Con lágrimas son las rosas, con profundas escaldado mojado 
diamantes. Duchas de emoción alegría, 
las pestañas, nubes de tormenta, y las rosas envolvente. 

La luna por primera vez está lanzando en yeso 
Un poema épico uncast hasta hoy: 
Los cordones, el aleteo de los vestidos, el hablante 
Y la gente extasiada y llevar. 

De quién es el corazón, cuya sangre entera saltó a la gloria 
escurrido de las mejillas? Se nos hace en su agarre. 
Las manos de Kerenski están exprimiendo juntos 
en un montón nuestros aortas y los labios. 

Esto no es de noche, no llueve, no un coro 
de arrancar elogios para él, se hinchó a un bramen 
Este es el salto cegadora al Foro 
De catacumbas que desean una salida antes. 

No es rosas, no sube, no el rugido 
multitud-que es el surf en la plaza del Teatro, 
que marca el final del largo sueño de Europa, 
orgulloso de su propio despertar aquí. 

La paciente Relojes


El paciente relojes. Seis días de duración 
En ventiscas frenesí del delirio sin descanso, 
rollo sobre los tejados, a lo largo de rugir, 
Brace, rabia, y la caída, el colapso sin sentido. 

En las tormentas de nieve de Navidad se consume. 
Sueña: llegaron y levantaron a alguien. 
Comienza: "¿A quién? ¿Yo?' Hubo una llamada, 
una campana de peaje ... No la llamada de Año Nuevo? 

Lejos, en el Kremlin, Plumas de Iván, 
inmersiones, se ahoga, balanceándose resuena en movimiento. 
El duerme. Cuando grande, una tormenta de nieve puede 
ser llamado Pacífico, como el océano. 

Paciente del suéter


Una vida propia y un largo uno es conducido 
por este pingüino, sin nada que ver con la lactancia 
El jersey sin alas, chaleco edad del paciente; 
Ahora pasar un poco de calor, mover la lámpara hacia la cama. 

Sueña con el esquí; en la oscuridad se vierte 
De shaftbows, del arnés, de los cuerpos; parecía 
que la Navidad en sí también sudó y roncaba; 
El caminar, el montar a caballo, todo chirriaba y todo vapor. 

Una propiedad, y el horror y la desnudez lado, 
tallado en cristal en los aparadores, y las alfombras y el pecho; 
La casa se inflama; esto atrajo la valla; 
Las luces nadaron en la pleuresía, visto desde fuera. 

Consumida por el cielo, arbustos hinchados en el camino 
blanco como un susto y tenía hielo en su apariencia. 
El incendio de la cocina, establecidos por el trineo 
sobre la nieve las enormes manos de los cocineros. 

El Primavera-Tenía Simplemente Has Usted


El resorte que había sido simplemente, 
Y así, en cierta medida, 
el verano; pero el otoño-este escandaloso azul 
de fondo de pantalla? Basura y sintió? 

Conducen un viejo caballo al patio de la reconversión de residuos. 
Sus melancólicos, nariz corta la respiración 
está escuchando: Manzanilla húmedo y el musgo, 
o tal vez el olor de la carne de caballo. 

Empaparse con los labios y el resplandor de sus ojos 
Los días transparentes 'vaguedad de lágrimas, 
igual que la deriva de una botella vacía de aroma, 
su nostálgica fragancia persistente. 

A dormir, no discutir. Con desesperación 
a dormir. No abrir la ventana 
donde el pasado verano, en el frenesí, Julio 
ardía y brillaba como el jaspe, 
y la fusión del vidrio, y fue el emparejamiento 

Las mismas libélulas carmesí, 
Que ahora, en su lecho nupcial, 
Are más muertos y más transparente 
que los cigarrillos secas desmenuzadas . 

Cómo sueño y frío son ventanas 
en las horas crepusculares de las heladas. 
Aceite de vitriolo seco. En la parte inferior, 
un mosquito, y avispas caducados. 

Cómo corrientes de aire del norte se encuentra. Cómo volantes 
y malhumorado ... O torbellino, unidad, 
Feel, buscar todas las grietas y huecos, 
Encuéntrame mi canción vivo! 

La estepa



Lo bonito esos viajes en calma! 
La estepa infinita, como un paisaje marino, 
las hormigas se mueven ligeramente, y los suspiros de plumas-grass, 
mosquitos pasan lloriqueando por el espacio. 

Los pajares se alinean con las nubes, 
volcán después de volcán, que se desvanecen. 
Crecido en silencio, la humedad, la estepa sin límites, 
que la deriva, que estés de golpes, que usted domina. 

La niebla nosotros, lavados, un mar alcanza, 
y las rebabas se aferran a medias, hoy 
es encantador para vagabundo orilla de la estepa, 
que la deriva, que estés de golpes, que usted domina. 

Es que un rick en la niebla? ¿Quién sabe? 
Es que uno los nuestros? Sí, que se encuentre. 
¡Ahí! Sí, eso es todo bien, sin embargo. 
El Rick, y la niebla, y la estepa todo. 

Y la Vía Láctea se inclina hacia Kerch, 
como un camino que han ganado estampado en. 
Después de las casas, si no se pierden la respiración, 
en cada lado, amplios, amplios horizontes. 

La media noche sombría se encuentra por el camino, 
sembrado de estrellas, que toca todos los verst, 
y no se puede cruzarlo, más allá de la valla, 
sin pisotear el universo. 

¿Cuándo las estrellas barren hacia abajo, por lo que bajo 
el fregadero de la medianoche tan profundo en la hierba alta, 
y muselina empapada, miedo, radiante, 
mucho tiempo para un desenlace en el último? 

Dejar que el juez de la estepa, y la noche decidir. 
¿Cuándo, si no al principio, 
hicieron mosquitos, hormigas GIMOTEO paseo, 
y rebabas ir aferrándose a medias? 

Cerrarlas, mi vida! O se quedan ciegos! 
Los enteros de estepa como antes de la caída: 
Todos, ahogados en la paz, como un paracaídas, 
como una visión palpitante, todo. 

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