jueves, 19 de enero de 2017

POEMAS DE ANACREONTE

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( Su vida discurrió entre los años 572 y 485 a. C. en Teos)


LA LIRA 


Quiero ensalzar cantando a los Atridas, 
quiero cantar a Cadmo, 
mas de mi lira los sonoros nervios 
tan sólo amores dicen. 

Otra lira pulsar en otro tono 
quise, con nuevas cuerdas 
y al pretender cantar al fuerte Heracles, 
tan sólo amores respondió mi lira. 

Héroes, dejad de enardecer mi mente, 
porque mi lira, sólo amores canta. 

DE LAS MUJERES 


Naturaleza, a los feroces toros 
dio temible defensa con sus astas, 
cascos a los caballos, 
rápidos pies a las veloces liebres, 
a los leones dientes poderosos, 
el volar a las aves, 
el nadar a los peces 
y a los hombres la fuerza de sus miembros. 
¿Tal vez a la mujer dejó olvidada? 
¿Cuál arma le ha entregado? La belleza: 
el escudo más fuerte; 
la espada más aguda; 
pues la mujer con ella 
domina los aceros y las llamas. 

EL AMOR 


Cuando la media noche se acercaba 
y el signo de la Osa se volvía 
a la mano de Bootes; 
cuando los hombres en el blando lecho 
yacían, del trabajo fatigados, 
el Amor a mi puerta cauteloso 
llegóse, golpeando las aldabas. 

-¿Quién a estas horas – dije- hasta mi puerta viene, a turbarme el sueño? 

-Abreme – contéstome el caminante-; 
soy un niño; no temas por tu vid: 
azótame la lluvia, 
y en la cerrada noche me he perdido. 

Al escuchar sus quejas, 
de compasión se estremeció mi pecho 
y encendiendo mi lámpara, 
abrí la puerta y penetró el muchacho. 
Traía el arco al hombro 
colgado, y el carcaj lleno de flechas. 
Sentados junto al fuego, 
calentaba sus manos con mis manos 
y le enjugaba el húmedo cabello. 

Mas él, quitado el frío 
quiso probar el arco, y si la cuerda 
rota del agua estaba. 
Tendiólo, y con el dardo, 
me hirió en el corazón, con venenosa 
herida, como un tábano rabioso. 

-¡Alégrate, amigo, 
huésped –dijo riendo-; 
el arco estaba sano, 
mas tú quedas herido para siempre! 

DE SÍ MISMO 


Sobre los verdes mirtos recostado 
quiero brindar, y sobre tiernos lotos, 
y que al Amor, al cuello 
con una cinta el palio recogido, 
escancie el vino en mi profunda copa. 

La breve vida pasa dando vueltas 
cual la rueda de un carro, 
y cuando se deshagan nuestros huesos 
yaceremos en polvo convertidos. 

¡Para qué entonces derramar ungüentos 
sobre la tierra helada? ¿De qué sirve 
libar sobre la tierra que nos cubra? 
Mejor úngeme ahora, 
coróname de rosas perfumadas 
y haz que se acerque la mujer que adoro... 

Mientras llega el momento 
de acudir a las danzas infernales, 
quiero vivir ajeno de cuidados. 

LAS ROSAS 


Derramemos el vino 
sobre las frescas rosas, 
que es flor de los amores. 
Apuremos las copas 
ciñendo nuestras sienes 
con floridas coronas. 

Entre todas las flores 
la más bella es la rosa: 
ríe la primavera 
al romper su corola: 
con ella se complacen 
los dioses, y ella adorna 
del hijo de la diosa Citerea 
la cabellera blonda 
cuando va con las Gracias 
danzando en las praderas olorosas. 

Ciñamos nuestras sienes, ¡oh Dionisos! 
con floridas coronas, 
y yo, cantando al eco de la lira, 
danzaré ante las aras con la moza 
de más alivio seno, coronado 
de guirnaldas de rosas. 

LA FIESTA 


Apuremos los vasos 
ciñéndonos las sienes 
de coronas de rosas. 
Una gentil doncella 
de blancos pies ligeros 
danzará sobre flores 
al compás de la lira, 
agitando en el aire 
los tirsos enlazados 
con guirnaldas de hiedra, 
y un hermoso mancebo 
de cabellos de oro 
la cítara armoniosa 
tañera, mientras dulce 
brotará de sus labios 
una canción de amores. 
Y Eros, el de la rubia 
cabellera, y Lieo, 
y la gentil Citeres, 
reinarán en la fiesta, 
regocijo de viejos y de mozos. 

DEL AMOR 


El importuno Eros, 
azotando mi rostro 
con olorosa rama de jacintos, 
me mandaba correr tras de sus pasos. 
El ardiente sudor me fatigaba, 
atravesando selvas, 
torrentes y profundas cortaduras. 
Mi corazón a la nariz subía 
y sin aliento me dejaba. Entonces, 
tocándome la frente con las alas, 
“¡Tú no puedes amar!”, dijo riendo. 

LA PALOMA 


Amable palomilla, 
¡ay!, ¡ay! ¿de dónde vuelas? 
¿De dónde por los aires 
caminas tan ligera? 

¡Qué fragantes aromas 
espiras y goteas! 
¿Quién eres, dí, quién eres 
y qué cuidados llevas? 

“Mandóme Anacronte 
que a su Batilo fuera, 
al muchacho tirano 
que a todos hoy sujeta. 

Compróme de Dione 
por una cantilena; 
desde entonces le sirvo 
en cosas de gran cuenta. 

Ora, cual ves, le llevo 
a Batilo estas letras, 
y ha dicho que me haría 
libre cuando volviera. 

Mas quedaré su esclava, 
aunque me diere suelta, 
que vagar no me place 
por montes y por selvas, 

ni andar de rama en rama 
posándome y, hambrienta, 
manteniéndome sólo 
de las frutillas secas, 

cuando con pan ahora, 
que en sus manos me muestra 
y yo se lo arrebato, 
mi dueño me alimenta, 

y del vino que él bebe 
me da también que beba, 
y ya que estoy beoda 
le bailo con mil fiestas, 

y le hago sombra luego 
con mis alitas tiernas, 
y en su lira me pone 
para que en ella duerma ... 

Todo lo sabes, vete 
pues más que la corneja 
con tu pregunta, amigo 
me has hecho ser parlera.” 



LA DE LESBOS


Otra vez su pelota color púrpura
me arroja el rubio Eros
y me invita a jugar con una niña
que calza unas sandalias de colores.
Pero ella--que es de Lesbos la de las nobles calles--
cuando ve mi pelambre, ya blanca, la desprecia
y entreabre su boca en pos de otra.

INDÓMITA


¿Por qué, potrilla tracia
 me observas de reojo
 y me huyes, implacable,
 creyendo que no soy
 experto en nada útil?

Pues sabe que hábilmente
el freno te pondría
y tomando tus riendas
doblarias conmigo
las lindes del estadio.

 Ahora paces en prados
 brincas con ligereza
 retozona; no tienes
 ningún jinete diestro
 que a tus lomos se suba

EROS



De nuevo me partió Eros con enorme mazo,
cual un herrero, y en el tempestuoso torrente me templó.





I



¿A qué me instruyes en las reglas de la retórica?

Al fin y al cabo, ¿a qué tantos discursos

que en nada me aprovechan?

Será mejor que enseñes a saborear

el néctar de Dionisios

y a hacer que la más bella de las diosas

aun me haga digno de sus encantos.

La nieve ha hecho en mi cabeza su corona;

muchacho, dame agua y vino que el alma me adormezcan

pues el tiempo que me queda por vivir

es breve, demasiado breve.

Pronto me habrás de enterrar

y los muertos no beben, no aman, no desean.





II



De la dulce vida, me queda poca cosa;

esto me hace llorar a menudo porque temo al Tártaro;

bajar hasta los abismos del Hades,

es sobrecogedor y doloroso,

aparte de que indefectiblemente

ya no vuelve a subir quien allí desciende.



III



 ¿Por qué, potrilla tracia, con sesgados ojos mirándome,

 sin piedad me huyes y piensas que nada sabio sé?



Sabe que a ti, que a ti pondría el freno diestramente

y con las riendas te haría girar en torno de las metas.



Mas ahora paces y, brincando, ligera juegas:

 pues por jinete no tienes un diestro picador.



IV



Antes andaba en andrajos, con estrecha capucha

 y tabas de madera en las orejas, y en torno de los flancos

 un calvo pellejo de buey

—no lavado forro de mal escudo—, a panaderas

 y ganosos putos frecuentando, el desgraciado de Artemón,

 hallando fraudulenta vida;

 mucho en la pica poniendo el cuello, mucho en la rueda,

 mucho flagelado en el lomo con fusta de cuero, de cabellera

 y barba despojado.

 Pero ahora va en carrozas, con dorados pendientes

—hijo de Cice—, y sombrillita de marfil,

 justo como las mujeres.



III
De Cleóbulo estoy enamorado,
Por Cleóbulo estoy aun más loco,
a Cleóbulo mis ojos lo persiguen.

IV
- Jovencito que tienes una mirada virgen
trato de conseguirte pero tú no me escuchas.
Y es que no eres consciente
de que en tus manos llevas las riendas de mi alma.

VIII
Trae agua, muchacho, trae vino
y tráenos guirnaldasen flor!
¡Que sea pronto,que estoy midiendo ya
mis puños contra Eros!

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