Almas sucias
Abro para el silencio la inercia de la fluida
distancia, que no vemos, entre una y otra vida
y tras la cual las cosas que miramos, observan…
Yo elevaré las vastas esencias que conservan
su secreto de sueños dentro del pecho enorme,
que dentro de mí tienen una idea conforme,
y uniré los detalles de Forma, Luz y Acento
que unifica la pálida lejanía del viento;
porque bajo, entre y sobre los cielos, la distancia
de que os hablo, es la Idea que pone la fragancia
de unidas relaciones sutiles, como losas,
un silencio, ¡una inercia del alma de las cosas!
Las piedras
Las piedras ¡ah!, las piedras tienen un secreto
dolor que se muestra como en carnes vivas
cuando en su egoísmo doliente y discreto
parece que no hacen de la vida caso
y ante el tiempo se alzan sordamente esquivas,
como si quisieran impedirle el paso.
Resignadamente mudas ante el viento
y el agua, no incuban otro pensamiento
que el de ser rebeldes a su propia suerte
y sufrir altivas su destino ciego,
más allá del agua, del viento y del fuego,
sin ansias, sin fuerzas, sin vida, sin muerte.
Es un prometeico suplicio sin nombre,
más que el de ser bestia o árbol, se diría
que son anteriores momentos del hombre
y que sufren una vengativa norma
—presas en sí mismas—, quizá porque un día
robaron al caos el don de la forma.
Con el vano alarde de un símbolo serio
—cuando el rostro vago de la luna asoma—,
se las ve indagando cosas del Misterio,
y abren, ante el viento que audaz las golpea,
sus desesperadas bocas sin idioma,
o erigen su absurda testa sin idea.
Y quizá en una forma de existencia
más amplia que nuestra personalidad,
la Naturaleza vive en su contienda,
e ignoran a fuerza de haber recogido
en sí los Anales dé la Eternidad,
porque de recuerdos está hecho el olvido.
Yo
Muchos me han dicho: —el viento, el mar, la lluvia, el
grito
de los pastores… Otros: La hembra humana y el cielo;
Estos: La errante sombra y el invisible velo
de la Verdad, y aquellos: La fantasía, el mito.
Yo no. Yo sé que todo es inefable rito
en el que oficia un coro de arcángeles en vuelo,
y que la eternidad vive en sagrado celo,
en el que engendra el hombre y pare lo infinito.
Por eso, mis palabras son silencio hablado,
y en la fatal urdimbre de cada ser, encuentro
difícil lo sabido y fácil lo ignorado…
Yo soy el Mercader de una divina feria
en la que el infinito es círculo sin centro
y el número la forma de lo que es materia.
Las tres hermanas
Hada es la luz, Estela la armonía,
y Teresa la gracia. Y en Teresa,
en Estela y en Hada, culmina esa
fiesta de amor que hace perfecto el día.
Una canta. Otra sueña. Otra confía
al tiempo errante su ilusión ilesa,
y en la sonrisa de las tres se expresa
la suprema verdad de la poesía.
Las tres hermanas en felices horas
hilan en ruecas de ilusión sus vidas,
como la encarnación de tres auroras
gemelas, y en sus danzas y en sus juegos,
van hacia la Esperanza, precedidas
por un coro feliz de niños ciegos.
La danza de los astros
La sombra azul y vasta es un perpetuo vuelo
que estremece el inmóvil movimiento del cielo;
la distancia es silencio, la visión es sonido;
el alma se nos vuelve como un místico oído
en que tienen las formas propia sonoridad:
luz antigua en sollozos estremece el Abismo,
y el Silencio Nocturno se levanta en sí mismo.
Los violines del éter pulsan su claridad.
La paz del sol
Yo soy el vino; el hombre es la simiente.
Subamos tierra adentro entre los ramos
de un inmutable Domingo de ramos
para abrigar a Dios eternamente.
Hoy se ha puesto mi tierra en el poniente
del marco de mi ser y prolongamos
una tarde sin horas en que estamos
cara a la eternidad del fuego ardiente.
En vano es escribir, pues no se escribe,
y lo único que pueden nuestros seres
es dictarle al amor lo que él concibe.
Basta de un buen silencio y bien del habla
cualquier cosa es así: como la quieres
y Dios es náufrago de nuestra propia tabla.
Tomado de:
La canción del espacio
La distancia que hay de aquí a
una estrella que nunca ha existido
¡porque Dios no ha alcanzado a
pellizcar tan lejos la piel de la
noche! Y pensar que todavía creamos
que es más grande o más
útil la paz mundial que la paz
de un solo salvaje...
Este afán de relatividad de
nuestra vida contemporánea es
lo que da al espacio una importancia
que sólo está en nosotros,
y quién sabe hasta cuándo aprenderemos
a vivir como los astros
libres en medio de lo que es sin fin
y sin que nadie nos alimente.
La tierra no conoce los caminos
por donde a diario anda y
más bien esos caminos son la
conciencia de la tierra... Pero si
no es así, permítaseme hacer una
pregunta: ¿Tiempo,
dónde estamos
tú y yo, yo que vivo en ti y
tú que no existes?
Un detalle
Un trozo de azul tiene
mayor intensidad que todo el cielo;
yo siento que allí vive, a flor
del éxtasis feliz, mi anhelo.
Un viento de espíritus pasa
muy lejos, desde mi ventana,
dando un aire en que despedaza
su carne una angélica diana.
Y en la alegría de los gestos,
ebrios de azur, que se derraman...
siento bullir locos pretextos,
que, estando aquí, ¡de allá me llaman!
Ventana
Un trozo de azul tiene mayor
intensidad que todo el cielo,
yo siento que allí vive, a flor
del éxtasis feliz, mi anhelo.
Un viento de espíritus pasa
muy lejos, desde mi ventana,
dando un aire en que despedaza
su carne una angelical diana.
Y en la alegría de los Gestos,
ebrios de azur, que se derraman...
siento bullir locos pretextos,
que estando aquí ¡de allá me llaman!
Tomado de:
https://www.poemas-del-alma.com/alfonso-cortes.htm
EN EL SENDERO
Cuando el rebaño va en la senda,
mueve una música trivial
de piedrecitas, en la tienda
que le hacen los ramajes, y, al
son de esa música, se empina
el alma en los claros floridos
de la esperanza, y la divina
fiesta de mis cinco sentidos
se junta a ti, bajo las ansias
del viento; voluble cáliz
danzando sobre las fragancias
tristes de la carne feliz.
Vuelve hacia mi tu rostro, para
que pueda ver desalterado
mi perro (cual si meditara
con las orejas) a mi lado.
¡Y dame pláticas sabrosas
mientras que de pensar no dejes
que sea nueva el alma de las cosas,
mientras las cosas ya están viejas!
AIRE
Suena un aire de niño tras las tapias, la plaza
trae patrullas de éxtasis antiguos a mi casa.
Cuando el aire de niño, con pasitos cansados,
rueda con el oboe que muere en los tejados,
y puebla de éxtasis crepuscular
el jardín, lleno de congojas,
que tiene deseos de hablar
palabras dichas entre hojas...
mientras retuercen en la bruma
locos y alegres movimientos
los blancos pliegues de la espuma
del alma, al roce de los vientos...
Tomado de:
https://poemas.yavendras.com/alfonso-cortes/
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