lunes, 20 de diciembre de 2021

POEMAS DE JOSÉ LUIS HIDALGO

 



Abierto para todo el mundo

Me penetran hoy hasta los mismos ángeles.

Puedo ser cualquier cosa:

una aguja en la noche

o un barrendero vestido de domingo.

 

Es lo mismo.

Estoy vacío. Podéis traer cualquier traje

y encarcelaría en este armario deshabitado que tengo sobre el pecho.

Podéis también

enhebrarme los oídos con un árbol

y hacerme andar a fuerza de microscopios.

Cualquier cosa.

 

No necesito deciros que a mi sangre

le he regalado un pasaporte para que emigre a la luna.

Ahí tenéis mi espalda.

Abridle una fosa

y enterrar en ella cuatro piedras

y el tricornio del guardia civil de los bigotes azules.

Repito que es lo mismo todo.

 

Podéis enterrar también un caballo,

así su calavera no nacerá después sobre la frente

con un hermoso color verde.

Os entrego mis manos

para que las metáis en botellas

o, si queréis, en jaulas;

pero si hacéis esto ultimo

conviene que cada dos años les deis algunos pechos de mujer

para que no olviden las caricias

y sean canarios en vez de manos.

 

Aplicad los oídos a mi pierna.

¿No lo sentís?

Es una flor que ha nacido en la tierra

y me crece por dentro del hueso.

Cuando llegue a la rodilla me sentare

para que no tenga más remedio que suicidarse.

Sería triste que me llegara hasta la boca

y tener que aguantar su sabor

a jardines y jardines durante el invierno.

 

Ya os he dicho que estoy vacío.

Soy un saco sacudido.

Cualquier cosa me penetra.

Sobre el estómago tengo una carrera de caballos

cuyo galope es el que me hace latir las arterias con fuerza.

Fijaos bien.

 

Un rio me nace de la nariz y crece para adentro.

Tiene una mujer desnuda que se baña en sus aguas.

Haced de mi lo que queráis.

Fregad los tejados conmigo.

Limpiad al sol el mosquito que tiene dentro del ojo.

 

Seré si queréis hasta la escupidera del cielo.

Solo os pido una cosa:

que no me convirtáis en pila de agua bendita,

yo no podría contener agua parada toda mi vida

con solo las noticias que me traen los dedos lacios.

 

Que no me quitéis tampoco la mujer desnuda

que se baña en mi sueño.

Lo demás me es lo mismo.

 

Resignación

¡Qué piedad por los muertos vas a tener, Señor,

si ya tu voluntad los ha matado,

si ya los has hundido, para siempre,

en un silencio eterno y sin descanso!

 

Sangran los muertos, sangran. Los golpeas

con el tiempo implacable de los años;

los desintegras de la tierra oscura,

los pudres a furiosos latigazos.

 

Te comprendo, Señor; veo tu juego,

tu total e infinito solitario.

Juega, juega, Señor, pero perdónanos

la carne que nos diste, por matarnos

 

 

Araña

CONTRA la sangre tierna

te veo a ti como la garra sola

que nació con la esperanza de la carne.

Tigre o mano ¡vete!

Eres pequeña como uña en relámpago.

 

El sueño de Dios

Brizna de eternidad, voy por el sueño

que el mismo Dios, en esta noche, duerme.

Celeste azul, donde un ángel sombrío

ha incendiado la estrella del poniente.

 

Aquí, en la tierra, donde el hombre habita,

ha doblado el terror su negra frente.

Duerme, duerme el Señor, duerme sin ojos,

en la noche total que lo sostiene.

 

Podéis amar, que su mirar terrible

no ha de saber lo que los cuerpos quieren;

dejad que el corazón baje a la tierra

y moje la raíz en su corriente.

 

¡Amad, amad! Todo el dolor del mundo

su caliente huracán desencadene,

y sea solo amor, que duerme el odio

que al fondo del amor brillaba siempre.

 

Pero, Señor, tu eternidad ardiendo

jamás podrá apagarse en esta frente.

Tus hondos ojos, desde mí, te miran,

un sombrío velar, hasta la muerte.

 

¡He nacido y he muerto tantas veces!

¡He nacido y he muerto tantas veces! 

El hombre que ahora soy no lo comprendo, 

acaso no soy yo, es aquel otro 

hundido y olvidado por las calles 

que en una tarde amarga dejé solo.

 

Y quiero recordarlo y se me borra 

perdido en la salida de los cines, 

acaso en un retrato que mi madre 

guardaba de la luz con mano triste. 

 

Pero voy comprendiendo. Me supongo

acaso como soy, y escribo versos 

y sueño para todos... Sí, comprendo, 

para nacer hay que morir primero.

Tomado de:

https://www.poeticous.com/jose-luis-hidalgo?locale=es

 

Nacimiento

 

Ha llegado la noche para todos:

yo reclino la frente en esta piedra,

donde los siglos ciegamente pasan,

mientras fulgen, arriba, las estrellas.

 

Entre duros peñascos me arregazan

los brazos maternales de la tierra.

Soy un hombre desnudo. Hoy he nacido,

como una larga luz, en su corteza.

 

Ni me muero, ni sueño. Abro los ojos

y extendiendo mis manos verdaderas

toco el origen de mi ser humano,

el vientre elemental que me naciera.

 

Y, en la frente, la roca, su llamada,

la vida en destrucción que, ardiendo, espera

la voz de Dios, que sobre el mundo clama

y se rompe, temblando, en las estrellas.

 

 

No

 

La noche te derriba para que yo te busque

como un loco en la sombra, en el sueño, en la muerte.

Arde mi corazón como pájaro solo.

Tu ausencia me destruye, la vida se ha cerrado.

 

Qué soledad, qué oscuro, qué luna seca arriba,

qué lejanos viajeros por ignorados cuerpos

preguntan por tu sangre, tus besos, tu latido,

tu inesperada ausencia en la noche creciente.

 

No te aprietan mis manos y mis ojos te ignoran.

Mis palabras buscándote, en pie, inútilmente.

La quieta noche en mí, horizontal y larga,

tendida como un río con las riberas solas.

 

Pero voy en tu busca, te arranco, te descuajo

de la sombra, del sueño; te clavo en mi recuerdo.

El silencio edifica tu verdad inexpresable.

El mundo se ha cerrado. Conmigo permaneces.

Tomado de:

http://amediavoz.com/hidalgo.htm

 

 

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