sábado, 3 de septiembre de 2022

POEMAS DE ELISABETH MULDER


El pulpo

Una noche soñé que un pulpo me quería.

¡Oh la indecible angustia de aquella aberración!

Nunca he sufrido tanto; cuando amaneció el día

dijérase que había perdido la razón.

 

¿Alguien ha visto un pulpo acercársele quedo,

asqueroso y lascivo, monstruoso y feroz?

Por vez primera supe qué es ser presa del miedo,

qué es hundirse en la sima de una demencia atroz.

 

Él caminaba siempre, y yo huía, yo huía;

sus tentáculos eran como una maldición

caída del infierno sobre la carne mía

que crispaba el espanto de la alucinación.

 

¡Qué terror! Se me helaban los gritos en la boca.

¡Qué terror! No acertaba ni auxilio a demandar.

Y él avanzaba siempre, y yo, como una loca,

ni siquiera sabía hacia dónde escapar.

 

Un tentáculo horrible sobre mí iba a caer

como una helada mano blancuzca y amarilla,

cuando al fin dando un grito que sacudió mi ser

desperté sollozando de aquella pesadilla

 

que me hizo conocer el infierno del pánico,

el dolor de lo innoble, el terror de lo infecto

encarnado en lo inmundo de aquel pulpo satánico,

tenebroso y maldito, misterioso y abyecto.

Tomado de:

https://www.archiletras.com/poemassentidos/el-pulpo-de-elisabeth-mulder/

 

 

Sinfonía en rojo

Roja, toda roja…

Roja, toda roja vi siempre la vida;

como una inmensa hoguera

donde quemaba bien

mi pobre corazón, rojo también.

Todo rojo el camino,

todo rojo el sendero

a seguir

y el día a vivir.

Y rojo el mundo entero.

Rojo de amor.

Y de dolor y de horror…

En este vasto incendio

(brasa, flama, carbunclo),

que todo centelleante apareció

en esa luminaria,

¿qué había de ser yo,

alma furtiva

y temeraria?

¿Qué habría de ser yo

sino una llama viva?

 

 

La zarpa

Noce de estío, que en inquietud me sume…

Una flor lentamente se deshoja

entre intensas oleadas de perfuma;

y hay una luna grande, hiriente y roja.

La brisa espesa muerde perversamente

con el hábito tibio de un suspiro,

y acaricia la boca febrilmente

con el ávido beso de un vampiro.

No hay estrellas. El cielo es esta noche

la misteriosa comba inmaculada

prendida únicamente con el broche

de una luna de faz congestionada.

Quizás mañana habrá tormenta;

acaso en esa obscuridad se está preñando

el rayo y la tormenta paso a paso,

y el torrente pluvial que ha de ir saciando

esta ansia intensa de humedad que encierra

una agria emanación calenturienta

que sube de la entraña de la tierra

seca y resquebrajada, ardorosa y sedienta.

Nocturno de estío. Hora febril y palpitante

en que el silencio y la fragancia arrullan

y toda la existencia se hace un interrogante

y en la calma tan sólo los sentidos aúllan.

Mañana habrá tormenta. Esta noche expectante

me deja dolorida de emoción

como una zarpa alucinante

que me fuera exprimiendo el corazón.

 

 

Yo misma

¡Si pudiera salir de mí

 

Acaso me salvaría!

 

Tal vez se marchitaría

 

Como una flor

 

el dolor

 

en que mi vida se abisma

 

si no diera a lo exterior

 

tan gran parte del horror

 

de mí misma

 

Un misterioso capuz

 

me oculta a la vida extraña

 

que fuera de mí florece.

 

Al acercarme a la luz

 

Me transformo en niebla huraña

 

que la tamiza y empaña

 

hasta que la luz fenece.

 

¡No poder nunca ver nada

 

como los otros lo ven!

 

Tener luz propia: alborada;

 

Y sombra propia: la nada,

 

Y en este luchar eterno

 

Por apartarme de mí

 

ser esclava del infierno

 

fatal donde me sumí

 

por ignorar lo que hacía.

 

¡Si pudiera salir de mí

 

acaso me salvaría!

 

¡Pero no puedo!

 

En vano mi alma buscó

 

algo distinto a su «yo»

 

en la misteriosa prisma

 

de la vida donde ahondó,

 

porque tan sólo encontró

 

un reflejo de si misma.

 

¡Y fue una imagen tan triste

 

La que acertara a mirar

 

que ahora el alma se resiste

 

a volverla a contemplar!

 

¡Y ahora es tarde!

 

Es ella sola, yo sola,

 

lo que en la vida he de ver.

 

¡Estandarte que tremola

 

sobre la hoguera y la ola,

 

sobre el dolor y el placer;

 

mi sombra, que huye de mí

 

cuando avanzo hacia una cosa,

 

mi sombra, ¡Oh  fatalidad!,

 

compás, pauta, ritmo, norma,

 

mi sombra, que a todo da

 

los contornos de mi forma!

 

Y es triste, cuando uno ama

 

Lo externo, vivir así:

 

sin más noche que su noche,

 

sin más llama que su llama,

 

en febril

 

agitación,

 

arrimándose al candil

 

de su propio corazón

 

que se alimenta de su pena.

 

¡Es triste vivir así

 

cuando uno adora la ajena

 

palpitación!

 

¡Prisionera!

 

Prisionera en la demente

 

Personal limitación

 

del plano en que me coloco.

 

Y es tal la concentración

 

en que me llego a abismar,

 

que aunque me adelante un poco

 

sólo consigo avanzar

 

las rejas de mi prisión.

 

Como figuras lastimosas

 

vuelven a mí todas mis penas.

 

Soy de esas almas misteriosas

 

esposadas con sus esposas

 

y atadas con sus cadenas.

 

Yo soy mi propio carcelero.

 

Soy mi tirano y mi señor.

 

Yo soy el propio constructor

 

del patíbulo donde muero.

 

Abrasada en mi misma llama

 

y asfixiada en mi mismo humo,

 

en vano la paz mendigo

 

porque ha de morir conmigo

 

el fuego en que me consumo.

 

Mi cuerpo es tan sólo un cirio.

 

¡Oh fuego, blasón y emblema

 

de esta existencia que quema

 

con convulsión de delirio!

 

Mientras viva no veré extinto

 

el fuego de mis hogueras,

 

como no escaparé del recinto

 

de mis fronteras.

 

Sin otro que mi sol,

 

sin otra losa que mi losa

 

para ocultar mi existencia;

 

sin otro estol que mi estol

 

para seguir mi demencia

 

terrible y maravillosa,

 

soy igual que una alquimista

 

portentosa

 

filtrando de su crisol

 

el extracto de su esencia

 

misteriosa.

 

Soy la eterna sombra, que avanza

 

ante mí quiero ir lejos.

 

Soy la noche de mi esperanza.

 

¡Soy un reflejo de reflejos!

 

Y es triste vivir así

 

cuando hecho polvo de rubí

 

todo mi ser disgregaría…

 

¡Si pudiera salir de mí

 

acaso me salvaría

Tomado de:

http://latribu.info/uncuartopropio/feminismo/sisterhood/poemas-de-elisabeth-mulder/

 

 

Canción de marinero en la noche

La noche trae mi esperanza

rodando sobre la arena.

¡Mejilla de estrella virgen,

garganta de luna llena!

La noche trae mi esperanza

con la ropa medio puesta,

¡espalda de nardo fresco,

vientre en flor de primavera!

Ola, un puñado de sal

para ungir a mi morena,

la de los senos tan suaves

como capullos de seda,

la de los nuslos de plata

como agujones de estela.

Gaviota que bate el viento

comiéndose los planetas,

cuando piques en el mar

para besar las sirenas,

tráeme ranas de coral

que ciñan a mi morena

por la hebra de su cintura

al lecho de playa en fiesta.

Ya cae otra estrella herida,

Ya huye cantando otra vela,

ya va entornando la luna

sus grandes ojos de enferma…

¡La noche trae mi esperanza

rodando sobre la arena!

 

 

En el cristal inquieto de una fuente

En el cristal inquieto de una fuente

me he mirado

con un gesto miedoso.

El cristal me ha devuelto mi silueta cansada,

un cielo gris de otoño, vacilante y brumoso,

y el verde ensombrecido de mi vaga mirada.

Y así, los ojos en los ojos posados tristemente

hemos permanecido.

Mi imagen temblorosa en el cristal…

Luego me he ido.

¡Una pobre hoja más, desconsolada

en el parque otoñal!

 

 

¿Y no más?

¿Es posible?

¿Esto sólo

y no más?

¿Este lodo

amasado

con oro,

este lloro

apagado,

esto, todo,

y no más?

 

¿Esta angustia,

este miedo,

esta vida

ya mustia,

ya herida

de penas

apenas

nacida

al acaso;

este ritmo,

este modo,

este paso,

esto, todo,

y no más?

 

¿Esto sólo

que ahora es

por siempre

jamás?

¡Imposible,

imposible!

¡Después

ha de haber más!

Tomado de:

https://poesiaenlared.wordpress.com/category/elisabeth-mulder/

 

 

La dulce música

 

Fuente,desgrana tu pena

 

en esta tarde azulada.

 

Rima tu copla encantada

 

en esta tarde serena.

 

Bella amiga, mi hada buena,

 

di tu mágica balada.

 

¡Canta tu dulce tonada

 

que es toda gracia llena!

 

Y la fuente me escuchó:

 

y su romance cantó en el suave atardecer.

 

Y cada gota caía

 

como divina harmonía

 

en el fondo de mi ser.

Tomado de:

https://www.lapajareramagazine.com/elisabeth-mulder

 

 

 

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