lunes, 5 de septiembre de 2022

POEMAS DE JAIME SUÁREZ QUEMAIN

  

Un disparo colectivo

Porque me quema a veces la nostalgia,

El asombro en la voz, el pase en corto,

Las perras ganas de aguantar a los fantasmas

Que me comen el alma a dentelladas,

Mientras se escucha en el café

Una melodía tristona —siempre son tristes

Si es en el café donde se escuchan—

Y yo me desangro inútilmente,

A borbotones pero inútilmente,

Cuando de amor repleto

Me voy por esas calles de dios

Con papel tumbado por el viento

Y se oye el crujir, el alboroto

De ese tiempo que se cae pese a todo

Y ya no bastan diques ni compuertas,

Ni muros que detengan la avalancha,

Porque los duendes ya no asustan a los niños

Y soy —aunque no quieran— un disparo colectivo,

Una pringa de luz en las tinieblas

Y porque —por más que me maldigan—

Nací para soñar

Aunque el sueño de plano esté prohibido

Y se acerquen los dichosos normales

Y me quieran cambiar mi canción,

Cargarme con sus baterías y volverme imbécil

Que esté al tanto del último grito de la moda,

Y del actual amante de doña Fulanita

O del mustang azul de don Idiota,

Y porque les molesta

Mi profunda vocación anarquista,

Mi sacrosanto amor por la desobediencia,

Y quieren carme con sus palos,

Ponerme su disfraz

Y que baile la samba que ellos bailan,

Y porque digo no,

Y me vale un pito,

Y prefiero mis fantasmas

O jugar con mi sombra.

Y mando al carajo a “los inspectores de herejías”

Que quieren registrarme, anularme el carnet,

Voltear mi cerebro

Y averiguar qué es lo que guardo,

Y convertirme en ciudadano robot,

Clásico ejemplo de las buenas conciencias.

 

 

Los dictadores

…los dictadores, señor, deambulan entre sombras

Y en horas nocturnas ingresan como acólitos en

Ceremonias donde oficiantes de negro celebran horrendos

Ritos en contra del hombre

Usted sabe, señor

Que ellos podrían

Cambiar la religión,

De indumentaria.

Opero usted los convierte

En guardianes de su estómago,

Les compra rifles

Y juegan a la guerra

Y luego usted, señor,

Usted los condecora

Y orgullosos caminan sacando

El pecho que está lleno

Por dentro de alacranes

Y usted los aplaude

Y usted los elogia

Y goza con el clima de tranquilidad,

De muertos en los ríos,

De secuestros, de torturas,

De bombas y de sangre.

Y usted los premia

Permitiéndoles sentarse a su mesa

Y que entren a sus clubes

Y se casen con su prima lejana

Educada en Europa

Y les pasa sus vicios

Y ahora juegan bridge

Y beben whisky

Y manejan un mercedes.

Los dictadores, señor,

Olvidan que nacieron

En medio de un arroyo

Y disparan en contra del arroyo

Y pretenden sacar aquel arroyo,

Hasta que un día

 

El arroyo es un mar

En el que mueren podridos:

Usted y los tiranos.

 

 

Vecino III

Es una viejecita la mar de agradable.

 

Le gusta observar por la ventana

 

a las cipotas que juegan en la acera,

 

aunque si meten ruido

 

hacen un gesto de enojo

 

con su mirada de ceiba milenaria.

 

Le soy simpático,

 

quizá se identifica con la misantropía

 

que poseo en los ojos.

 

De vez en cuando, iracunda,

 

habla del pudor de sus tiempos

 

y se queja de que a la niña vecina

 

la arrinconen en la oscuridad de la luna.

 

 

Un round a tu recuerdo

 

 

A Alex Suárez

 

Siempre me opuse a caminar

 

con tu estatura en el ojal de la camisa

 

—simple cuestión de orgullo.

 

De allí proviene el hecho

 

 

 

de entregarte tan tarde este poema,

 

por lo que pasa a ser

 

algo así como un telegrama rezagado.

 

La verdad es

 

que de momento

 

se me vino a los ojos tu palabra,

 

llena de la humildad

 

que cubría el eco de tu nombre.

 

Vino así,

 

no sé cómo,

 

sin llamar a la puerta,

 

simplemente

 

tomó mi dolor entre sus brazos

 

y me llevó hasta la vieja casa,

 

al canapé donde solías hacer la siesta

 

y fumabas tu tristeza.

 

Eran los días en que clinchabas tu presencia

 

con el rostro de un niño que tenía

 

doce años jugando entre otras manos,

 

y contabas tus hazañas en el ring del mundial

 

cuando el boxeo era boxeo

 

y no una exhibición amanerada.

 

Ahora, viejo,

 

las cosas han cambiado.

 

Ya quedó atrás el muchachito

 

que contempló tu muerte;

 

la vida me hace madurar a bofetadas.

 

Pero no creás

 

que doy con los dientes en el polvo;

 

como vos

 

pienso que es permitido doblarse

 

pero no partirse.

 

Y ahí voy, caminando,

 

finteándole a la vida su amargura,

 

cuidándome de los golpes a los bajos, tratando

 

de terminar en pie este largo round.

 

Aunque a veces, te confieso,

 

he llegado a flaquear,

 

a quedar groggy

 

y querer tramitar un suicidio voluntario.

 

Pero basta un vistazo a tu retrato

 

y ya no hay vuelta de hoja:

 

sé que dejaste tu punch sobre mi verso,

 

y jab a jab

 

iré elevando mi nombre hasta tu nombre.

 

Viejo,

 

tengo una deuda contigo…

 

me querías ingeniero

 

y te salí poeta,

 

porque no es cosa de ir por allí

 

soportando un disfraz que desentona.

 

Con vos pasó lo mismo,

 

te querían curita

 

y saliste campeón de box ¡Y qué campeón, carajo!

 

Perdoná que te quite “tu tiempo”,

 

pero a veces,

 

cuando estoy tan solteramente solo

 

y me urge hablar con alguien,

 

se me viene a los ojos tu palabra.

 

 

Canto a mí mismo

 

Un día moriré, no cabe duda.

Marchare con mis trapos a otra parte.

Un soneto tal vez, fechado en marte,

dirá que estuve, fue poesía cruda.

 

Por mis huella sabrán que sin ayuda,

sin un mínimo gesto y sin alarde,

de un sorbo me viví toda la tarde

y mi lengua jamás se quedó muda.

 

Solitario quizá, no pesimista,

un poco soñador, serio, cansado,

con una buena dosis de anarquista,

dirán mis biógrafos austeramente.

 

Amó con furia, no lloró el pasado

y se fue de este mundo simplemente.

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2012/11/poesia-y-guerrilla-en-el-salvador-jaime-suarez-quemain/

 

 

 ***

 

Hoy por la mañana leí la noticia: el hombrecito del mirar vago había muerto.

 

Hoy el café pesaba menos y me sentí más sólo en el mundo.

 

El filántropo

Libro de las crónicas, año 2000: “…y por amor a los veinte mil millones de hambrientos destruyó al planeta tierra”.

 

Ling Shi

Ling Shi creyó toda su vida en el arte. De joven decidió ser poeta, más tarde pintor, luego escultor, músico, cuentista, novelista.

 

Ling Shi jamás triunfó como artista, murió sin saber que él era una obra de arte.

 

El desmemoriado

Jorge Alberto fue siempre un tipo olvidadizo. Una madrugada se le olvidó despertar… y lo enterraron vivo.

Tomado de:

https://lazebra.net/2021/06/15/jaime-suarez-quemain-el-parroquiano-ficcion/

 


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