martes, 27 de septiembre de 2022

POEMAS DE JOSEP MARIA DE SAGARRA


***

 

Estás fresca como una rosa,

más puta que las gallinas

y pesada como la prosa

de don Pedro Corominas.

 

 

 

***

 

Picho en el abuelo:

al fondo el mar azul,

allá la cabeza de Begur,

aquí la cabeza del haba.

 

 

 

***

 

Los señores de cierta edad

ya tienen su candidato:

Wenceslao Maria Dutrem, ¡

ahora sí que temblaremos!

 

Inventor de Erotyl,

que despega el miembro viril,

un día que hacía viento

hizo este descubrimiento.

 

Mezclando hilos de sotana

con cojones de lagartija,

dos onzas de placenta

y un chorrito de agua caliente,

para comprobar sus efectos

da a algunos sujetos.

 

Tanto lo prueba el portero

que ya toca a su esposa.

 

El del principal primer

preña mujer y portera.

 

El del principal segunda

se va de cabeza al chono.

 

El señor del primer piso

da por el trasero a un Luis.

 

A don Amadeo Hurtado

se le levanta con desenfado.

 

A Maluquer y Viladot

se le reaviva el muñeco.

 

El caudillo de los zurdos

no le agacha ni con dos manos.

 

A Pellicena y Camacho

le branda como la de un encuentro.

 

A don Pedro Corominas

le brotan doce sardinas.

 

Don Francisco Cambó y Batlle

se la pasa por el hombro.

 

Civera Sormaní

no sabía porvenir.

 

Incluso don Pedro Rahola

lleva en carro el título.

 

Y hasta don Francesc Macià

se va a casa Mamá.

 

El mundo de uno a otro extremo

canta el éxito de Dutrem.

 

Y le llevan con bandeja

una cigarra de plata.

 

 

(Los nombres que salen son reales: políticos, periodistas, literatos... "La alusión a un Lluís hace referencia a la rama de una congregación mariana, de la que tomó fama los Lluïsos de Gràcia". "Casa Mamá. Prostíbulo muy frecuentado".)

 

 

***

 

BALADA DE FRA RUPERTO

 

Fray Rupert, de las damas predilecto,

menorcito de aparato extraordinario,

sube a la trona con el muñeco erecto

y como aquel que va a pasar el rosario,

sin gota ni pizca de respeto

a los votos del venerable escapulario,

mostrando, impúdico, lo que tiene entre piernas

excita la lascivia de las damas.

Y con voz entre barítono y tenor

canta Rupert, el impúdico fray menor:

 

Gustoso, señoras, me vengo

a explicaros cómo los tengo.

 

Los tengo grandes y redondos

como los Padres Felipones.

 

Y los tengo limpios y sin titas

como los Padres Jesuitas.

 

Los tengo frescos y lindos

como los Padres Dominicos.

 

Cada uno me pesa un kilo

como los del Padre Camilo.

 

Se los podría llevar con palmas

como aquellos del Maestro Balmes.

 

No los tengo blandos ni tampoco chavales,

como los tienen los Hermanos.

 

Ni llenos de innoble comía

como los del Corazón de María.

 

Ni tienen las bolsas tristes

como los de los Hermanos Maristas.

 

Y no me bailan día y noche

como los de la Escola Pia.

 

No son los granos de rosarios

que cuelgan en los Trinitarios.

 

Ni hacen ese tufo de cordero

de los frailes de Mercè.

 

Ninguna garrapata se me agarra

como a los monjes de la Trapa.

 

Ni demasiado tocatardanos

como son los de los Salesianos.

 

Ni peludos ni escasos

como los de otros misioneros.

 

Ni con el gálico y los venerios

de otros dignos presbiterios.

 

Ni ridículos ni malolientes

como lo son en tantos conventos.

 

Ni adelgazados por los malos vicios

como los tienen los novicios.

 

Ni tronados y llenos de grandes

como los pobres postulantes.

 

Ni con las señales alarmistas

de los huevos de los seminaristas.

 

Ni con un harto y otro ayuno

como los frailes de Sant Bru.

 

Se pueden contrapuntar

con todos los santos del Altar.

 

No se pueden volver atrás

como le pasaba a San Pedro.

 

Y tienen un toque tan suave

como los cojones de Santa Pau.

 

Son piezas que hacen lucir

como los de San Agustín.

 

Y pueden llenar un capazo

como los huevos de Santo Tomás.

 

Y aún sobrar un trozo

como ocurría con San Ambrosio.

 

Tienen ese tufo honrado

de los cojones de San Bernardo.

 

No me llegan hasta el culo

como Vicente de Paúl.

 

No me escaldan el título

como Ignacio de Loyola.

 

No me frotan la zanahoria

como Sant Lluís Gonçaga.

 

Hay más corte y más festín

que en los de San Felipe Neri.

 

No hay en el mundo tal acierto

como los huevos de Fra Rupert.

 

La que les toque con vehemencia,

quinientos días de indulgencia.

La que capte su tamaño,

hasta indulgencia plenaria.

Y el culo que no les es rebelde

irá de la cama al cielo.

 

No tiene la Iglesia Romana

algo más noble y más sano,

ni tiene la Orden Capuchina

pieza más pulcra y más fina,

dispuesta a todo servicio

Ad Majorem Gloria Dei.

 

 

(Fray Rupert era un capuchino que logró gran influencia entre la burguesía dominante en Barcelona. Lo recitó en público el jueves 19 de diciembre de 1935 tras una conferencia de Federico García Lorca. "Sagarra recitó la balada, entre las carcajadas homéricas y la satisfacción total de los asistentes. El éxito fue tan unánime y tan fuerte, que Margarita Xirgu decidió subirse a una silla y recitarlo de nuevo, esta vez imprimiéndole el dramatismo digno de una tragedia griega. , sentenció: "¡Qué grande eras, Margarita! Con un actriz como tú y un poeta como Sagarra, la lengua catalana no morirá nunca".)

Tomado de: http://magpoesia.mallorcaweb.com/sagarra/sagarra.html#poemes%20sat%C3%ADrics

 

 

Canción de suburbio

 

Quiero la huerta escuálida

 

que de la fábrica se resiente,

 

y me complace rodear mi vida

 

de ese paisaje indiferente.

 

Y me place el rato virolada:

 

gente de ensalada y merienda.

 

Una doncella desperdiciada

 

y una canción que hace llorar.

 

Y el hombre humilde que en el aire enseña

 

una frente valiente y un ojo esclavo,

 

y va con el gorro y la alpargata

 

y el farcellet y el vestido azul.

 

Aquí yo veo que el mundo se me abre

 

frío y terrible como la muerte.

 

Y es tan mezquina y es tan pobre

 

la campanilla de mi corazón!

 

De los llagoteros huye la corrua

 

y en mi rostro no hay velo

 

y me puedo mirar el alma desnuda

 

sin un poco de recelo.

 

Amo la huerta desolada;

 

el melocotonero aburrido que se muere,

 

y el arenque plateado,

 

porrón de sangre, tomate de oro.

 

Yo voy siguiendo su manía,

 

hombres extraños de buenos dientes,

 

que volveréis a la miseria

 

un poquito más contentos!

 

Duren los males, duren las penas,

 

lágrima, rosa, perla y beso.

 

Dure ese corazón y estas venas,

 

dure ese ojo que no ve nada.

 

Vestido encendido que el gozo desgarra,

 

danza por mí! Hombre leal,

 

ven, fumamos nuestra pipa

 

sobre la hierba virginal.

 

Dime las vivas maravillas

 

de tu trabajo, de tu tormento.

 

Bajo el concierto de las estrellas,

 

vamos fumando tranquilamente.

 

Viñedos verdes

 

Viñedos verdes junto al mar:

 

ahora que el viento no rumia,

 

se hace más verdes, y todavía

 

tiene la hoja miedosa,

 

viñedos verdes junto al mar.

 

Viñedos verdes de la ladera:

 

sois más finas que la alfalfa.

 

Verde junto al azul marinero,

 

viñedos con la fruta verde,

 

viñedos verdes de la ladera.

 

Viñedos verdes, dulce reposo

 

cerca de la vela que pasa;

 

hacia el mar blinque el cuerpo

 

sin decantarle demasiado,

 

viñedos verdes, dulce reposo.

 

Viñedos verdes, soledad

 

del verde en la hora caliente.

 

Uva y cepa recortada

 

sobre la tierra brillante;

 

viñedos verdes, soledad.

 

Viñas que decís adiós

 

en el llagut y en la gaviota

 

y el fin flequillo de nieve

 

que ahora nace y que ahora …

 

¡Viñas que decís adiós!

 

Viñedos verdes de mi corazón …

 

Dentro de la vid se duerme la tarde,

 

uva tinta, pámpulo de oro,

 

agua, peñasco y bazar.

 

Viñedos verdes de mi corazón …

 

Viñedos verdes junto al mar,

 

verdes a punta de día,

 

verde suave de tarde…

 

Háganos siempre compañía,

 

viñedos verdes junto al mar!

 

A una nueva amiga

 

Hoy sólo de nuestro conocimiento

 

tengo el corazón fresco como la bodega de la masía,

 

y toda mi alma se adelanta

 

de haberte llevado espalda en el brazo.

 

La tarde me ha sido traicionera y breve,

 

más la luz estaba viva.

 

Dentro de la cebada oraba el pregadiós,

 

en la higuera se ha detenido la griva.

 

Y yo sentía un gran pavor

 

de ver los ojos que hacías y la cara…

 

¿Ay, fina palidez del amor,

 

que no sabe si debe ser amor todavía!

 

 

 

Canción de lluvia

 

¿No sientes, corazón mío, qué lluvia más fina?

 

Duerme, que la lluvia ya vela tu sueño…

 

Hay dos perlas en la telaraña,

 

¡qué conversación la lluvia y la fuente!

 

¿No sientes, corazón mío, qué lluvia más fina?

 

¿No sientes, mi corazón, qué llorar y qué cantar?

 

Cantan las gotas sobre el tejado,

 

lloran las gotas sobre el rellano…

 

Gotas de lluvia, gardenia que se abre…

 

¿No sientes, mi corazón, qué llorar y qué cantar?

 

¿No sientes, corazón mío, qué paz más divina,

 

con la música de las nubes deshechas?

 

Lluvia de noche, delicada vecina,

 

dientecitos de agua en los cristales quietos…

 

¿No sientes, corazón mío, qué paz más divina?

 

¿No sientes, corazón mío, que la pena se va,

 

dentro de este llanto de la lluvia nocturna,

 

y las estrellas sonríen allá?

 

Allí sonríe un manto todo chispa…

 

¿No sientes, corazón mío, que la pena se va?

 

¿No sientes, corazón mío, qué lluvia más fina?

 

¿No sientes, mi corazón, qué llorar y qué cantar?

 

¿No sientes, corazón mío, qué paz más divina?

 

¿No sientes, corazón mío, que la pena se va?

 

¿No sientes, corazón mío, qué lluvia más fina?

 

El cementerio de los marineros

 

Cuando el pase del viento afina

 

la tarde tibia del mes de agosto,

 

cuelgas como una muerta gaviota

 

en lo alto de la piedra gris del asado.

 

 

 

Desde las blancas paredes estrechas

 

ves un poco de mar sólo;

 

y todavía te pones todo de puntillas,

 

blanco cementerio de los marineros.

 

 

 

Nadie que por las noches a ti se acerca

 

por el atajo magro de los huertos

 

dirá cuando vea la espalda mansa

 

que eres el pacífico hostal de los fallecidos.

 

 

 

No te dignifican la antigua grieta

 

de las costillas mágicos cipreses;

 

sólo te vuelta la viña verde,

 

blanco cementerio de los marineros.

 

 

 

Es una viña plana como todas,

 

ni tú le asustas ni piensa en ti;

 

de las cepas le cuelgan las frágiles gotas

 

tornasoladas del vino maduro.

 

 

 

Aquellas bestias que suele haber

 

en la pelada paz de las laderas

 

se te hacen, amigas sin misterio,

 

blanco cementerio de los marineros.

 

 

 

Tanto a las claras como a oscuras,

 

nada de miedos, nada de peligros:

 

todos los mediodías, zumbido de moscas,

 

todos los atardeceres, desmayo de gajos.

 

 

 

Y al amanecer, leve transparencia:

 

cóbitos que pian por los olivos.

 

Y siempre un clima de indiferencia,

 

blanco cementerio de los marineros.

 

 

 

Dentro de la bahía, las maderas hartas

 

de sal y pesca mojan el lomo;

 

los hombres pasan del juego de cartas

 

en la opalina gracia del ron.

 

 

 

Las mujeres se sientan en las sillas

 

con esos aires manifasseres…

 

Y nadie piensa que tú respiras,

 

blanco cementerio de los marineros.

 

 

 

Y viene que un día la voz chapa

 

de una campana lagrimeante;

 

y gente negruzca se acorriola

 

siguiendo el viñedo de tu alrededor.

 

 

 

La caja lisa sube la costa;

 

tú ni la miras: ya sabes quién es.

 

Sin reverencia recibes a tu huésped,

 

blanco cementerio de los marineros.

 

 

 

Y quienes te lo llevan, mientras la pala

 

remueve la tierra limpios de carcoma,

 

piensan qué hora y en qué cala

 

y con quien les corresponde calar el artón.

 

 

 

Les llama el trance y la mojada;

 

caraimpasibles bajan después,

 

a tu silencio dados la espalda,

 

blanco cementerio de los marineros.

 

 

 

Si el mar es furia, bote y delirio,

 

y es empuje y es cuerpo a cuerpo,

 

quien se acuerda del cementerio,

 

del gris de nácar de su reposo?

 

 

 

Tú sabes comprenderlo; pero no te atreves

 

adornarte de árboles ni de cloquers.

 

Tú sabes comprender todas las cosas,

 

blanco cementerio de los marineros!

 

 

 

Ellos hacen la ruta de la pobreza,

 

tú haces el sueño del infinito.

 

Si ellos se resignan a ir al encendido,

 

también te resignas a su olvido.

 

 

 

Porque te resignas, porque te das cuenta

 

de lo que es lo siempre y es lo nunca más,

 

yo te vengo a ver muchos ratos,

 

blanco cementerio de los marineros.

 

 

 

Yo te vengo a ver por el atajo,

 

siguiendo los viñedos, dejando el puerto;

 

y me vivificas con el modo

 

clara y tranquila de decir la muerte.

 

 

 

La muerte, como una gran compañía

 

limpia de turbios gritos adelantos

 

la muerte, como trabajo de cada día,

 

medio de tristeza, medio de alegría…

 

blanco cementerio de los marineros!

Tomado de:

https://aulacastellar.cat/poesia-i-prosa-de-josep-maria-de-sagarra/

 

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