Aeropuerto
Es el fatídico mes de marzo, estoy
en el piso de arriba contemplando el vacío.
Kok Nam, el fotógrafo, baja la Nikon
y me mira, de forma oblicua, a los ojos:
¿No volverás? Le respondo que no.
No volveré, pero no marcharé tampoco:
me quedaré al acecho en pequeñas señales
ilegibles,
a salvo de todas las futurologías indiscretas,
preservado apenas en la exclusividad de la memoria
privada. No quiero recordar nada,
lo único que me importa es olvidar y olvidar
lo imposible de olvidar. Nunca
se olvida, todo se recuerda a escondidas.
Desarman la estatua del Almirante,
pieza a pieza, el quilómetro cien permanece
orgulloso en lo alto de la palmera esquiva.
Desmembrado, el almirante duerme en el museo
el sueño del bronce en la muerte oscura de las
estatuas
inútiles. Desmantelado, también yo sobreviviré
tan sólo en el precario registro de las palabras.
Isla dorada
La fortaleza sumerge en el mar sus cansados
flancos
y sueña con imposibles naves moras.
El resto, apenas calles prisioneras
y viejas casas que contemplan el tedio:
cada uno ahoga en su voz
un deseo antiguo de lágrimas
y un rickshaw de sueño
baja por la calle de la Amistad.
En pleno día claro miro cómo te duermes
en la distancia, isla de Mozambique,
y te escribo estos versos de sal y olvido.
Tomado de:
https://www.elespanol.com/el-cultural/blogs/rima_interna/20120924/poemas-rui-knopfli/5369473_12.html
Principio del día
Me quita el sueño un ladrido de perros
en la madrugada. Despierto en la mañana
de gritos inconexos y sacudo
de mí los restos de la noche
y la ceniza de los cigarros fumados
en la víspera.
Digo adiós a la noche sin nostalgia,
digo buen día al nuevo día.
En la mesa el retrato gana contorno,
le digo buen día
y sé que íntimamente él responde.
Salgo a la calle
y voy diciendo buen día en sordina
a las casas y personas que paso.
En el escritorio digo buen día.
Me dicen buen día como quien cierra
una ventana sobre la niebla,
palabras dichas con la epidermis,
sonido disonante, opaco, pesado muro,
entre el sentir y el hablar.
Y buen día ya no es más el puente
que yo intenté levantar.
Callado,
me siento en el escritorio,
sombrío, desencantado.
Programa
No hago lo que quiero,
hago lo que puedo
y lo que puedo pasa
por el paso de la dificultad.
Palabras tengo pocas,
duras, desnudas estacas,
complicando mi elección.
Desiertas y perfiladas
las levanto al sol en vertical
y son monótonas y dan sombra.
Con ellas levanto cuatro desnudas
paredes, un hogar en forma
de oración. Difícilmente
construyó una casa fácil.
Fácil es hacer difícil,
difícil hacer lo fácil.
Quiénes somos
Quiénes somos, si no lo que imperfectamente
sabemos de un pasado de sombras
mal recortadas en la neblina opaca,
imprecisos rostros mentidos en las páginas
antiguas de tomos cuyas palabras
no son, por cierto, las proferidas,
o reproducen siquiera actos y gestos
cometidos. Se yergue la espada:
metal y tierra conocen la sangre
en fronteras y destinos poco
a poco corregidos en la memoria
indescifrable de las arenas.
La lápida, que nombra, no describe
y la historia que lo cuenta,
eco variado y distorsionado, es ya
diversa y a sí misma se entreteje
en la mortaja de conjeturados perfiles.
Mañana seremos otros. Por ahora
nada somos sino el imperfecto
limbo de la leyenda que seremos.
Memoria consentida
En este lugar sin tiempo ni memoria,
en esta luz absoluta o absurda,
o sólo oscuridad total, destellos hay
en que creo, o se me figura,
haber tenido, alguna vez, pasado
con biografía, donde se mezclan
datos, nombres, caras, paisajes
que, de tan rápidos, me dejan
apenas el recuerdo angustiado
de no poder más recordarlos.
Sobra, a veces, una esquirla
o fragmento, como el latido
de un perro en la tarde doliente
y larga de una remota infancia.
O el indistinto murmullo de voces
al lado de un río que, como las voces,
no existe ya cuando hacia él
vuelvo, sorprendido, la mirada cansada.
Insidiosas, crujen las tablas en la tarima,
o es el susurro blando del viento
en el zinc ondulado, en la fronda sombría
de los eucaliptos de perfil en el horizonte,
con el mar de fondo. ¿Qué tarima,
de qué casa, qué viento en qué parajes,
dónde el mar a lo largo, entrevistos,
no los veo ya o, siquiera, recuerdo
en la brevedad del instante cruel?
¿De qué sueño o vida, o espacio de otro,
provienen tales sombras melancólicas,
hiriendo de indescifrables avisos
en este lugar que, no siendo consentido
el corazón, no se consienten tiempo y memoria?
Pausa o pena, a su oculto propósito ha de
siempre oponerse, lenta, la inexorable asfixia
de esta voz absurda, o sólo oscuridad total.
Tomado de:
https://universoepigrafe.wordpress.com/2020/12/11/cinco-poemas-para-leer-a-rui-knopfli/
Sin nada
Me di
entero. Los otros
construyen el mundo (o eso
creen). Yo me siento
en la calle sin nada mío
y tengo una sonrisa
triste y una gota
de blanda ternura en la mirada.
Me di entero. Me quedan apenas
corazón, vísceras y un cuerpo.
Con eso voy viviendo.
Tomado de:
https://circulodepoesia.com/2020/02/poesia-africana-rui-knopfli/
NATURALIDAD
Europeo, me dicen.
Estoy plagado de literatura y doctrina
europea
y europeo me llama.
No sé si lo que escribo tiene sus raíces en algún
pensamiento europeo.
Y probablemente... No. Es cierto,
pero soy africano.
Mi corazón late al ritmo doloroso
de esta luz y este quebrantamiento.
Llevo en mi sangre un amplio abanico
de coordenadas geográficas y el Océano Índico.
Las rosas no significan nada para mí,
me caso más con la amargura de las micaias
y con el largo silencio morado de las tardes
con el canto de los pájaros extraños.
¿Me llamas europeo? Está bien, cállate.
Pero dentro de mí hay sabanas áridas
y llanuras interminables
con largos ríos lánguidos y sinuosos,
una cinta vertical de humo,
un negro y una viola que cruje.
viejo colono
Sentado en el banco gris
entre las calles sombreadas del parque.
Sentado allí solo, en esa tarde,
él y el clima. El pasado ciertamente,
que el futuro provoca escalofríos de inquietud.
Pues si tiene el aire de ser ya tan corto,
el futuro. Solos, él y el pasado,
los dos sentados allí en el banco de cemento.
Hay pájaros cantando en los árboles,
ciertamente. Y, en las
sombras más densas y frescas, amantes que se besan
y se acarician febrilmente. Y niños
revolcándose en la hierba y riéndose a carcajadas.
Alrededor está todo el mundo y la vida.
Ahí está, él y el pasado,
los dos sentados en el banco de cemento frío.
Él es la sombra y la niebla de la mirada.
Él, la bronquitis y el latido cansado
de las arterias. Alrededor los besos húmedos,
las risas frescas, tintas de
otoño cercano sobre el follaje y el clima.
El tiempo que cada uno, a su manera,
disfrútala.
Testamento
Si te mueres mientras duermes
No quiero que te preocupes innecesariamente.
Solo será una noche tras otra
la otra noche interminablemente.
Si la enfermedad me mantiene en la cama
y la muerte viene a buscarme,
besa al Amor, con la fuerza del que ama,
estos ojos cansados, en el último momento.
Si por la triste monotonía de la tarde,
encuéntrame tirado y muerto,
quiero que vengas a verme
y tocar el frío y la sangre del cuerpo.
Si por el contrario mueres en la guerra
y perderse en el hielo de cualquier Corea,
Quiero que sepas, nena, quiero que sepas,
por el cerebro reventado, por la vena seca,
por pólvora y balas incrustadas
en la carne dura y helada,
que morí, que no me repito,
pero eso resuena enteramente en la fuerza de mi
grito.
Tomado de:
http://www.antoniomiranda.com.br/poesia_africana/mocambique/rui_kinopfli.html
Gritarás mi nombre
Gritarás mi nombre en
calles desiertas y tu voz será
como el viento en la arena:
un sonido inútil contra el silencio.
No responderé a tu llamada,
aunque lo deseo ardientemente.
El lugar donde vivo es un
lugar oscuro de piedra y mutismo:
no hay palabras que puedan alcanzarlo.
los gritos se congelan por fuera.
Seré como las arenas que escuchan
el viento y solo se estremecen.
Gritarás mi nombre en
calles desiertas y tu voz oirá
su propio sonido sin entender,
como el viento, el beso de la arena.
Tu grito solo encontrará
la angustia del grito amplificado,
el viento y la arena. Gritarás mi
nombre en las calles desiertas.
Metodología.
Convoco a los duendes de la inquietud
y la alegría, tejiendo un laborioso
rito circular, una delicada tela iridiscente de la
que, a regañadientes, la luz
se enamora
poco a poco.
Palabras que no pronuncio
sin antes haberlas encantado
con lenta ternura; mal trazados,
gestos o caricias, sólo me tocan
las extremidades vacilantes de los dedos .
que, acuosos y traspasados, se detienen
en el umbral sorprendido de su rostro.
Movimientos largos por la tarde
y susurros bajos por la noche
que tienden a la quietud
y el silencio, ya no sería cauteloso
y aireado. Quietas estatuas de cristal,
nos miramos intensamente, mientras
temblando, lento y ardiente,
la luz más pura nos atraviesa.
(de El
cuerpo de Atenea, 1984)
Traído de Poesía repartida en la calle
Tomado de:
https://textosdepoesia.wordpress.com/category/rui-knopfli/
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