martes, 27 de junio de 2023

POEMAS DE RUI KNOPFLI



Aeropuerto

Es el fatídico mes de marzo, estoy

en el piso de arriba contemplando el vacío.

Kok Nam, el fotógrafo, baja la Nikon

y me mira, de forma oblicua, a los ojos:

¿No volverás? Le respondo que no.

 

No volveré, pero no marcharé tampoco:

me quedaré al acecho en pequeñas señales ilegibles,

a salvo de todas las futurologías indiscretas,

preservado apenas en la exclusividad de la memoria

privada. No quiero recordar nada,

 

lo único que me importa es olvidar y olvidar

lo imposible de olvidar. Nunca

se olvida, todo se recuerda a escondidas.

Desarman la estatua del Almirante,

pieza a pieza, el quilómetro cien permanece

 

orgulloso en lo alto de la palmera esquiva.

Desmembrado, el almirante duerme en el museo

el sueño del bronce en la muerte oscura de las estatuas

inútiles. Desmantelado, también yo sobreviviré

tan sólo en el precario registro de las palabras.

 

 

Isla dorada

 

La fortaleza sumerge en el mar sus cansados flancos

y sueña con imposibles naves moras.

El resto, apenas calles prisioneras

y viejas casas que contemplan el tedio:

cada uno ahoga en su voz

un deseo antiguo de lágrimas

y un rickshaw de sueño

baja por la calle de la Amistad.

En pleno día claro miro cómo te duermes

en la distancia, isla de Mozambique,

y te escribo estos versos de sal y olvido.

Tomado de:

https://www.elespanol.com/el-cultural/blogs/rima_interna/20120924/poemas-rui-knopfli/5369473_12.html

 

 

Principio del día

Me quita el sueño un ladrido de perros

en la madrugada. Despierto en la mañana

de gritos inconexos y sacudo

de mí los restos de la noche

y la ceniza de los cigarros fumados

en la víspera.

Digo adiós a la noche sin nostalgia,

digo buen día al nuevo día.

En la mesa el retrato gana contorno,

le digo buen día

y sé que íntimamente él responde.

Salgo a la calle

y voy diciendo buen día en sordina

a las casas y personas que paso.

En el escritorio digo buen día.

Me dicen buen día como quien cierra

una ventana sobre la niebla,

palabras dichas con la epidermis,

sonido disonante, opaco, pesado muro,

entre el sentir y el hablar.

Y buen día ya no es más el puente

que yo intenté levantar.

Callado,

me siento en el escritorio,

sombrío, desencantado.

 

 

Programa

 

 

No hago lo que quiero,

hago lo que puedo

y lo que puedo pasa

por el paso de la dificultad.

Palabras tengo pocas,

duras, desnudas estacas,

complicando mi elección.

Desiertas y perfiladas

las levanto al sol en vertical

y son monótonas y dan sombra.

Con ellas levanto cuatro desnudas

paredes, un hogar en forma

de oración. Difícilmente

construyó una casa fácil.

Fácil es hacer difícil,

difícil hacer lo fácil.

 

 

Quiénes somos

 

 

Quiénes somos, si no lo que imperfectamente

sabemos de un pasado de sombras

mal recortadas en la neblina opaca,

imprecisos rostros mentidos en las páginas

antiguas de tomos cuyas palabras

no son, por cierto, las proferidas,

o reproducen siquiera actos y gestos

cometidos. Se yergue la espada:

metal y tierra conocen la sangre

en fronteras y destinos poco

 

a poco corregidos en la memoria

indescifrable de las arenas.

La lápida, que nombra, no describe

y la historia que lo cuenta,

eco variado y distorsionado, es ya

diversa y a sí misma se entreteje

en la mortaja de conjeturados perfiles.

Mañana seremos otros. Por ahora

nada somos sino el imperfecto

limbo de la leyenda que seremos.

 

 

Memoria consentida


En este lugar sin tiempo ni memoria,

en esta luz absoluta o absurda,

o sólo oscuridad total, destellos hay

en que creo, o se me figura,

haber tenido, alguna vez, pasado

con biografía, donde se mezclan

datos, nombres, caras, paisajes

que, de tan rápidos, me dejan

apenas el recuerdo angustiado

de no poder más recordarlos.

Sobra, a veces, una esquirla

o fragmento, como el latido

de un perro en la tarde doliente

y larga de una remota infancia.

O el indistinto murmullo de voces

al lado de un río que, como las voces,

no existe ya cuando hacia él

vuelvo, sorprendido, la mirada cansada.

Insidiosas, crujen las tablas en la tarima,

o es el susurro blando del viento

 

en el zinc ondulado, en la fronda sombría

de los eucaliptos de perfil en el horizonte,

con el mar de fondo. ¿Qué tarima,

de qué casa, qué viento en qué parajes,

dónde el mar a lo largo, entrevistos,

no los veo ya o, siquiera, recuerdo

en la brevedad del instante cruel?

¿De qué sueño o vida, o espacio de otro,

provienen tales sombras melancólicas,

hiriendo de indescifrables avisos

en este lugar que, no siendo consentido

el corazón, no se consienten tiempo y memoria?

Pausa o pena, a su oculto propósito ha de

siempre oponerse, lenta, la inexorable asfixia

de esta voz absurda, o sólo oscuridad total.

Tomado de:

https://universoepigrafe.wordpress.com/2020/12/11/cinco-poemas-para-leer-a-rui-knopfli/

 

 

Sin nada

 Me di entero. Los otros

construyen el mundo (o eso

creen). Yo me siento

en la calle sin nada mío

y tengo una sonrisa

triste y una gota

de blanda ternura en la mirada.

Me di entero. Me quedan apenas

corazón, vísceras y un cuerpo.

Con eso voy viviendo.

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2020/02/poesia-africana-rui-knopfli/

 

 

NATURALIDAD

 

Europeo, me dicen.

Estoy plagado de literatura y doctrina

europea

y europeo me llama.

 

No sé si lo que escribo tiene sus raíces en algún

pensamiento europeo.

Y probablemente... No. Es cierto,

pero soy africano.

Mi corazón late al ritmo doloroso

de esta luz y este quebrantamiento.

Llevo en mi sangre un amplio abanico

de coordenadas geográficas y el Océano Índico.

Las rosas no significan nada para mí,

me caso más con la amargura de las micaias

y con el largo silencio morado de las tardes

con el canto de los pájaros extraños.

 

¿Me llamas europeo? Está bien, cállate.

Pero dentro de mí hay sabanas áridas

y llanuras interminables

con largos ríos lánguidos y sinuosos,

una cinta vertical de humo,

un negro y una viola que cruje.

 

 

viejo colono 

 

Sentado en el banco gris

entre las calles sombreadas del parque.

Sentado allí solo, en esa tarde,

él y el clima. El pasado ciertamente,

que el futuro provoca escalofríos de inquietud.

Pues si tiene el aire de ser ya tan corto,

el futuro. Solos, él y el pasado,

los dos sentados allí en el banco de cemento.

 

Hay pájaros cantando en los árboles,

ciertamente. Y, en las

sombras más densas y frescas, amantes que se besan

y se acarician febrilmente. Y niños

revolcándose en la hierba y riéndose a carcajadas.

 

Alrededor está todo el mundo y la vida.

Ahí está, él y el pasado,

los dos sentados en el banco de cemento frío.

Él es la sombra y la niebla de la mirada.

Él, la bronquitis y el latido cansado

de las arterias. Alrededor los besos húmedos,

las risas frescas, tintas de

otoño cercano sobre el follaje y el clima.

 

El tiempo que cada uno, a su manera,

disfrútala.

 

 

Testamento 

 

Si te mueres mientras duermes

 

No quiero que te preocupes innecesariamente.

 

Solo será una noche tras otra

 

la otra noche interminablemente.

 

 

 

Si la enfermedad me mantiene en la cama

 

y la muerte viene a buscarme,

 

besa al Amor, con la fuerza del que ama,

 

estos ojos cansados, en el último momento.

 

 

 

Si por la triste monotonía de la tarde,

 

encuéntrame tirado y muerto,

 

quiero que vengas a verme

 

y tocar el frío y la sangre del cuerpo.

 

 

 

Si por el contrario mueres en la guerra

 

y perderse en el hielo de cualquier Corea,

 

Quiero que sepas, nena, quiero que sepas,

 

por el cerebro reventado, por la vena seca,

 

 

 

por pólvora y balas incrustadas

 

en la carne dura y helada,

 

que morí, que no me repito,

 

pero eso resuena enteramente en la fuerza de mi grito.

Tomado de:

http://www.antoniomiranda.com.br/poesia_africana/mocambique/rui_kinopfli.html

 

 

Gritarás mi nombre

 

 

Gritarás mi nombre en

calles desiertas y tu voz será

como el viento en la arena:

un sonido inútil contra el silencio.

 

No responderé a tu llamada,

aunque lo deseo ardientemente.

El lugar donde vivo es un

lugar oscuro de piedra y mutismo:

 

no hay palabras que puedan alcanzarlo.

los gritos se congelan por fuera.

Seré como las arenas que escuchan

el viento y solo se estremecen.

 

Gritarás mi nombre en

calles desiertas y tu voz oirá

su propio sonido sin entender,

como el viento, el beso de la arena.

 

Tu grito solo encontrará

la angustia del grito amplificado,

el viento y la arena. Gritarás mi

nombre en las calles desiertas.

 

 

Metodología.

 

Convoco a los duendes de la inquietud

y la alegría, tejiendo un laborioso

rito circular, una delicada tela iridiscente de la que, a regañadientes, la luz

se enamora

poco a poco.

 

Palabras que no pronuncio

sin antes haberlas encantado

con lenta ternura; mal trazados,

gestos o caricias, sólo me tocan

las extremidades vacilantes de los dedos .

 

que, acuosos y traspasados, se detienen

en el umbral sorprendido de su rostro.

Movimientos largos por la tarde

y susurros bajos por la noche

que tienden a la quietud

 

y el silencio, ya no sería cauteloso

y aireado. Quietas estatuas de cristal,

nos miramos intensamente, mientras

temblando, lento y ardiente,

la luz más pura nos atraviesa.

 

 (de El cuerpo de Atenea, 1984)

 

Traído de Poesía repartida en la calle

Tomado de:

https://textosdepoesia.wordpress.com/category/rui-knopfli/

 

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