viernes, 30 de junio de 2023

POEMAS DE RAFAEL ARÉVALO MARTÍNEZ

 


Ropa limpia

Le besé la mano y olía a jabón:

yo llevé la mía contra el corazón.

Le besé la mano breve y delicada

y la boca mía quedó perfumada.

 

muchachita limpia, quien a ti se atreva,

que como tus manos huela a ropa nueva.

 

¡Besé sus cabellos de crencha ondulada:

si también olían a ropa lavada!

 

¿A qué linfa llevas tu cuerpo y tu ropa?

¿En qué fuente pura te lavas la cara?

Muchachita limpia, si eres una copa

llena de agua clara.

 

 

Decadentismo

Mi musa oscura

de ojos ya velados, ya videntes;

mi musa de fracaso y de belleza,

se ha aferrado a los versos decadentes

por lo bien que disfrazan su locura

y por lo bien que expresan su tristeza.

 

¿Las prosas? No; las prosas

no se toman como unas mariposas.

Solo los hombres siembran en el llano,

pero hasta un niño enfermo corta rosas.

 

¡Los versos de una triste poesía!

Dejad la prosa para el hombre sano,

capaz de la unidad y la armonía

y capaz de las vastas concepciones.

Nosotros, decadentes,

llevamos inclinadas nuestras frentes

para escuchar a nuestros corazones.

 

¿Qué fuera de nosotros, los dementes

que arrojamos semillas en el yermo,

clavados en los potros

del nerviosismo de este siglo enfermo,

sin nuestras pobres quejas decadentes?

¿Qué fuera de nosotros?

 

Linfa que sangre fue, miembros cenceños,

este decadentismo es la retorta

en que una falsa alquimia arroja nombres

de similor, en barajar de sueños.

¿Que es femenil la queja? Y bien, ¿qué importa

si ya no somos hombres?

 

1914

 

 

El demente

Sombra es enfermedad. Las almas sanas

son luminosas como las ventanas.

La dicha es la bondad. Las almas buenas

son sin dolor como las azucenas.

Todas las almas blancas son serenas.

 

En mí existieron floraciones malas;

hubo en mi corazón cortezas duras;

y un día en mi razón sentí unas alas,

unas alas oscuras,

que se llevaron todas las escalas

y me dejaron todas las locuras.

 

Mis brazos abrí en cruz, como un arbusto

seco, sin una queja ni un reproche.

Porque hay pecado en mí, yo sé que es justo

que en mí aniden las aves de la noche.

 

1914

 

 

El beodo

Vivo una vida miserable, completamente artificial.

Manda en mis actos no el cerebro sino la médula espinal.

Mi cuerpo se ha hecho transparente como una copa de cristal

y transparenta un alma loca, sin la noción de bien ni mal

en la que ha muerto ha tiempo el hombre y sobrevive el animal.

 

1914

 

 

El poeta

De todas esas almas de cristales

recogí los dolores inmortales.

Nada más doloroso que yo existe.

Yo soy amante, beodo, loco y triste.

 

1914

 

 

Ya tengo medio siglo y sin embargo…

Ya tengo medio siglo y sin embargo

los ojos se me van tras las muchachas.

 

He seguido a mis hijas en la calle

si no me dan la cara.

 

¿Qué hacemos, corazón, porque envejezcas?

¿Cuándo envejeces, alma?

 

He amado sucesivas floraciones

del mismo tronco o de la misma rama

y dirigí cumplidos a las nietas

de las mujeres en un tiempo amadas.

 

Pues soy como la tierra: nunca viejo

y muy capaz a todas de guardarlas.

 

Siento el influjo de la primavera

como si fuera el suelo de mi patria.

 

Ya tengo medio siglo y sin embargo

los ojos se me van tras las muchachas.

 

 

La vida cuelga

La vida cuelga en todas partes:

cuelga en los brazos de una madre

y en las ramas de un árbol

y aun de las manos de una estatua de mármol

hecha nidos de golondrinas.

La vida cuelga por doquier.

 

Y las columnas de la vida

son el manzano y la mujer.

 

La vida cuelga en las tetas de las vacas

y en los bolsones de libros de las colegialas.

 

La vida cuelga

en los festones de las enredaderas

y en las ramas de la noche con

sus frutos de estrellas.

 

La vida cuelga por doquier

y las columnas de la vida

con el manzano y la mujer.

 

 

Ella es una muchacha muy gorda y muy fea…

Ella es una muchacha muy gorda y muy fea;

Pero con un gran contento interior.

Su vida es buena, como la de las vacas de su aldea,

Y de mí posee mi mejor amor.

 

Es llena de vida como la mañana;

Sus actividades no encuentran reposo

Es gorda, es buena, es alegre y es sana;

Yo la amo por flaco, por malo, por triste y por ocioso.

 

En mi bohemia, cuando verde copa

Se derramaba, demasiado henchida,

Ella cosió botones a mi ropa

Y solidaridades a mi vida.

 

Ella es de esas mujeres madres de todos

Los que nacieron tristes o viven beodos;

De todos los que arrastran penosamente,

Pisando sobre abrojos, su vida trunca.

Ella sustituyó a la hermana ausente

Y a la esposa que no he tenido nunca.

 

Cuando se pone en jarras, parece un asa

De tinaja cada brazo suyo; es tan buena ama de casa

Que cuando mi existencia vio manchada y helada y destruida

 

La lavó, la planchó, y luego, paciente,

La cosió por dos lados a la vida

Y la ha tendido al sol piadosamente.

 

 

Ananké

Cuando llegué a la parte en que el camino

se dividía en dos, la sombra vino

a doblar el horror de mi agonía.

¡Hora de los destinos! Cuando llegas

es inútil luchar. Y yo sentía

que me solicitaban fuerzas ciegas.

 

Desde la cumbre en que disforme lava

escondía la frente de granito,

mi vida como un péndulo oscilaba

con la fatalidad de un “está escrito.”

 

Un paso nada más y definía

para mí la existencia o la agonía,

para mí la razón o el desatino…

Yo dí aquel paso y se cumplió un destino.

Tomado de:

https://ciudadseva.com/autor/rafael-arevalo-martinez/poemas/

 

 

Aurretrato

Un árbol luengo, deshojado y seco,

pero que enhiesto, sigue todavía;

una culebra en línea vertical;

un poste de telégrafo en la vía,

eso soy por mi bien o por mi mal.

 

Soy un hombre de chicle que los dioses

del Popol-Vuh jalaron de los pies

y la cabeza a un tiempo: y que, después

(entre risas y toses,

al mirarlo tan largo y tan delgado)

sin reparar su mísero destino,

dejaron a la vera del camino,

irreal y abandonado.

 

 

El Señor que lo veía

 

Porque en dura travesía

era un flaco peregrino,

el Señor que lo veía,

hizo llano mi camino.

 

Porque agonizaba el día

y era cobarde el viajero,

el Señor que lo veía,

hizo corto mi sendero.

 

Porque la melancolía

sólo marchaba a mi vera,

el Señor que lo veía,

me mandó una compañera.

 

Y porque era la alma mía

la alma de las mariposas,

el Señor que lo veía,

a mi paso sembró rosas.

 

Y es que sus manos sedeñas

hacen las cuentas cabales

y no mandan grandes males

para las almas pequeñas.

 

 

El caricaturista Mom Crayón (José C. Morales) Caricatura de Rafael Arévalo Martínez

 

Tiene una vista aviesa; una vista embozada

en un párpado grueso. Parece su mirada

una mano con guante que ha blandido una espada.

 

Cámara fotográfica es su oscura retina.

Es bajo. Es su cabello negro como la endrina;

tiene un rostro moreno: fue algo de tinta china

 

que un día de trabajo cayó de su paleta,

porque tuvo la audacia de trazar mi silueta

sin recordar que siempre fue inviolable un poeta.

 

Es hombre que en la mano mantiene el corazón;

pero en el ancho óvalo de su rostro, un burlón

lineamiento, nos miente con su ruda expresión.

 

Su mirada de acero corta como un cincel.

A pesar de su fuerza me he batido con él:

yo blandía un soneto y él blandía un pincel.

 

Fueron armas corteses. En la cámara oscura

de sus ojos burlones le quedó mi figura

y sentí el botonazo de una caricatura.

Tomado de:

https://poemasamoryamistad.com/rafael-arevalo-martinez

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