sábado, 24 de junio de 2023

POEMAS DE RAMÓN GAYA

 



1

 

A una verdad

 

No es el amor quien muere,

somos nosotros mismos.

L. C.

 

No es el amor quien muere, Luis Cernuda,

somos nosotros mismos. En un canto

te lo he visto decir con el espanto

de tener la certeza y no la duda

 

en tus labios que escriben. Tan desnuda

te brota la verdad, que no sin llanto

entregusto tus versos como el santo

que en su propio sufrir encuentra ayuda.

 

No importa ya por quién, por qué, ni dónde,

sobre un triste papel la verdad nace;

cuando ella fluye así, cuando desata

 

los lazos más sencillos que ella esconde,

la causa de sí misma se deshace.

No es el amor quien muere, él es quien mata.

 

 

2

 

Al silencio

 

No es consuelo, silencio, no es olvido

lo que busco en tus manos como plumas;

lo que quiero de ti no son las brumas,

sino las certidumbres: lo perdido

 

con toda su verdad, lo que escondido

hoy descansa en tu seno, las espumas

de mi propio sufrir, y hasta las sumas

de las vidas y muertes que he vivido.

 

No es tampoco el recuerdo lo que espero

de tus manos delgadas, sino el clima

donde pueda moverme entre mis penas.

 

No esperar, mas tampoco el desespero.

Hacer, sí, de mí mismo aquella sima

en que pueda habitar como sin venas.

 

 

3

 

Al sufrimiento

 

De tanto serme estrecha compañía

he llegado a sentirte ya tan mío

que peor que tú mismo es el vacío

que me queda sin ti. Yo te querría

 

apretado a mi pecho todo el día

por no quedarme a solas con el frío

de ese lago parado y tan sombrío

que es vivir en la nada. Sufriría

 

más aún, ya lo sé, pero un consuelo

en el propio sufrir quizá nos nace

como una leve flor allá en la arena.

 

Me lo has quitado todo, tierra, cielo;

déjame sin embargo que te abrace,

que todo cuanto he sido está en mi pena.

 

 

A Dios

 

Me despojas de todo, permitiendo

que yo mismo contemple esas cenizas.

No me hieres, me robas. ¿Eternizas

todo aquello que matas? No te entiendo

 

todavía, ¡mi extraño!, mas creyendo

estoy en esa fuerza que deslizas.

¿Por qué, despojador, me tiranizas

atándome al vivir que voy perdiendo?

 

No me matas, me muero, me devoro

con mi propio existir. Y cuán esquivo

te siento a mi dolor. ¡Cómo te alejas!

 

Me arrancaste mi llanto, y ya no lloro;

me arrancaste mi vida, y ya no vivo;

si el morir me arrebatas ¿qué me dejas?

 

 

5

 

A la lámpara

 

Aquí sobre mis hombros ateridos,

cerca y lejos igual que las estrellas,

aquí junto a un pasado sólo huellas,

junto al lecho en que sueñan reunidos

 

el vivir y el morir, sobre los nidos

del recuerdo, aquí estás como unas bellas

y leves manos tibias con que sellas

los párpados cansados y dolidos,

 

aquí estás como un ser, como una cosa

que tuviera ya un alma casi mía

amarilla también y también mustia,

 

aquí sobre mi frente silenciosa,

aquí como una vaga compañía

llegando con tu luz hasta mi angustia.

Tomado de:

https://trianarts.com/recordando-a-ramon-gaya-seis-sonetos-de-un-diario/#sthash.pu9K13Sz.dpbs

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