martes, 13 de junio de 2023

POEMAS DE DORA CASTELLANOS IN MEMORIAM


Anclado en la mitad de mis sentidos...

 

Anclado en la mitad de mis sentidos,

corazón, eres barco solitario;

cuéntame el inefable itinerario

de los amores y los tiempos idos.

 

Velámen roto y mástiles vencidos;

flotando en el refugio del estuario,

tú quisieras un ímpetu corsario

para encontrar océanos perdidos.

 

Surto en mitad del alma, has escuchado

el oleaje fiel de los latidos

y no sabes aún si te han amado,

 

tú que conoces todos los olvidos.

¡Corazón, triste barco abandonado

y anclado en la mitad de mis sentidos!

 

 

Como un ala fugaz

 

Hay algo en ti que nunca permanece

y fluye de tu alma como un río;

algo que te ilumina y te ensombrece,

algo resplandeciente, algo sombrío,

 

como un ala fugaz que te ennoblece

el placer, el dolor, el albedrío.

Algunas veces goza, otras padece

lo que hay en ti que nunca será mío.

 

Aquello que en el éxtasis nos llega,

lo que el dolor en lágrimas entrega,

lo que el amor entrega en poderío.

 

Lo que está más allá de todo goce:

que siempre en el amor me desconoce

aquello en ti que nunca será mío.

 

 

Con hilos de atarraya

 

Entre la fina red

que siempre estoy tejiendo

con todos los sentidos

prisionera me encuentro.

En la urdimbre sutil

de verdad y misterio,

de amor, olvido, pena,

ansiedad y recuerdo,

yo misma como un pez

me confundo y me enredo;

yo misma día a día

los hilos voy tejiendo;

cuando sé lo que amo

ya no sé si lo quiero.

En las confusas noches

en que pienso y más pienso

las barras de mi cárcel

como un escualo muerdo.

 

 

Contradictorio amor

 

                                                                    A Nancy Pulecio Muñoz

 

Quemadura glacial de fuego y nieve,

contradictorio amor, tierno y violento,

cerebro ardido, loco pensamiento;

ansioso corazón que no se atreve.

 

Su voz nos extermina y nos conmueve;

su vivo manantial muere sediento.

Amor, amor, amor, este que siento

como la vida misma eterno y breve.

 

Algo dentro del ser padece y canta

breve canción, larguísimo gemido

que hasta el infierno mismo nos levanta.

 

No sabe del amor quien no ha podido,

con un grito clavado en la garganta,

gozar el paraíso prometido.

 

 

Deslumbramiento

 

Era lirio en el aire y fragancia en el viento;

ondas sobre las aguas y temblor en el río;

cuando vi su hermosura, con todo el pensamiento,

grabé su amado nombre para llamarlo mío.

 

Nunca supe la hora ni el exacto momento

en que amé su mirada. Sólo sé que tardío

su amor llegó a mi vida con el deslumbramiento

de una fruta en invierno, de una flor en estío.

 

Por menos presentido, todo fue tan hermoso

como ver cuando caen nieves en primavera,

lluvias en el verano, lágrimas en el gozo.

 

Después de haberlo amado que mi alma responda

si sabe por qué existen sobre la tierra entera

el perfume en el aire y el temblor en la onda.

 

 

El mejor día

 

Alma mía que trémula y ansiosa

te asombras ante tanta maravilla:

el sol en la luciérnaga que brilla,

todo el bosque fragante en una rosa.

 

Un día el agua eterna y silenciosa

has de surcar en vacilante quilla;

el fuego que encendió tu lamparilla

apagará la noche misteriosa.

 

Hay algo en existir que te aniquila.

La vida es un anillo que se cierra,

la muerte un ojo insomne que vigila.

 

Puede el último ser el mejor día:

verás al alejarte de la tierra

la luz eterna de la poesía.

 

 

Elegía del amor gozoso

 

Amor, gozo por ti, por ti padezco;

por ti la sombra que ilumina el mundo

y esta sed de fulgor en que anochezco;

 

por ti mis bellas horas tenebrosas

en que deshoja sin pudor el alma

su túnica de espinas y de rosas;

 

tus manos con el tacto de la vida,

mi espíritu cubierto de zozobras,

tu cuerpo con la veste desceñida;

 

mi panal de amarguras y de mieles,

el campo de la frente coronado

con una rama negra de laureles.

 

Por ti mis cuatro cirios encendidos,

la muerte viva en ataúd gozoso,

los edenes hallados y perdidos;

 

el jardín interior de mis aromas,

mis ciervos vulnerados, tus jaurías,

tu gavilán voraz de mis palomas;

 

tus fieras azuzadas, tus mastines,

mi queja entre la noche como un grito,

tu voz de funeral y de festines;

 

mi pradera agostada de rosales,

tus viñas en agraz para el olvido,

la cosecha en sazón de mis eriales;

 

tu faro entre las sombras, desafiante,

tu mar embravecido contra el mundo,

tu playa inaccesible y delirante.

 

Amor y siempre amor. amor altivo,

humillado, exaltado, desolado;

amor por lo que muero y lo que vivo.

 

Por ti todos los males y mis bienes:

tu lirio inmemorial y la manzana

y este cielo infernal entre mis sienes.

 

Por ti lo que desdeño y lo que ruego,

el fuego de la vida turbadora,

la muerte entre mi túnica de fuego.

 

Por ti, maldito amor, amor bendito,

la claridad de mi desesperanza,

mi esperanza clamando al infinito.

 

Por ti, siempre por ti. Por lo que espero;

lo que no espero ya, por esperado.

Por ti, sólo por ti, mientras me muero.

 

 

Erguida flor

 

De ti se nutren todas mis raíces:

me nutro de tu voz, de tu mirada

y de ti, porque vivo enamorada

de lo que piensas y de lo que dices.

 

La carne triste y los cabellos grises

iremos al final. La llamarada

de nuestra gran verdad, será olvidada

cuando yo muera o cuando tú agonices.

 

El tallo, la raíz, la flor, el fruto,

fueron savia de amor que en un minuto

para nosotros maduró la vida.

 

Sin sombra, sin frescura, al sol y al viento,

porque en tu propia savia me sustento,

soy una flor al infortunio erguida.

 

 

Eterna huella

 

                                                  Quedarás como huella sobre mi brazo,

                                                                 como marca sobre mi corazón.

                                                                                   Cantar de los cantares

 

No pasarás en vano por mi vida,

ni encontrarnos fue obra del acaso;

que por tu abrazo quedará en mi brazo

la fuerte huella que el amor no olvida.

 

La llama que de ti quedó encendida

arde sin consumirse en mi regazo.

Amor que más juntaste con el lazo

terrible de la sangre y de la herida.

 

En mí no fuiste gozo pasajero

sino la esencia de la tierra pura

floreciendo en el árbol verdadero.

 

Y para siempre brillará tu estrella,

porque de amor dejaste en hermosura

sobre mi corazón eterna huella.

 

 

Hacia mi sombra

 

Vuelvo a la oscuridad donde he vivido.

Tu claridad de mi dolor se aleja

y sobre el alma trémula me deja

un tenue resplandor de luz y olvido.

 

Soy un ciego que busca el bien perdido;

ya su amor en mi amor no se refleja.

De la noche sin término se queja

el que la luz de Dios ha conocido.

 

Perdí tu amor, en plenitud y lumbre.

No sabes que tu fe resplandeciente

iluminó mi abismo hasta la cumbre.

 

Quizá vuelva a encontrar tu estrella clara

porque otra llevará sobre la frente

la luz que alguna vez me iluminara.

 

 

Hay algo en ti que nunca he conquistado...

 

Hay algo en ti que nunca he conquistado;

vana sombra que no me pertenece,

algo que me conturba y me estremece:

flor de amor que jamás he deshojado.

 

Es algo indefinible, atormentado;

noche que no se acaba ni amanece;

cual sórdido cilicio permanece

entre la carne viva, soterrado.

 

Algo entre la locura y el espanto.

Grito que va a llegar y nunca llega,

cercano al resplandor, próximo al llanto.

 

¡Oh trágico dolor de herida ciega!

Amor por quien suspiro y me levanto,

hay algo en ti que nunca se me entrega.

 

 

La roca viva

 

Gracias, Amor, por esta dulce herida

y la blandura de mi sufrimiento.

Por la risa y el gozo y el lamento,

en tanta plenitud desconocida.

 

Bendito siempre, Amor, porque te siento

crecer en la ternura compartida

y por las aguas de tu mar sediento

que arrasa las orillas de mi vida.

 

Hoy sé que los rigores de tu fuego

consumió en llamaradas mi sosiego

y mi paz se hizo llanto y quemadura.

 

Ahora voy como barco a la deriva.

En los escollos de tu roca viva

rompió mi corazón su arboladura.

 

 

Linaje puro

 

Te amo cuando acaricio la madera:

la caoba que sangra, el roble duro.

Tu perteneces el linaje puro

que fragua anillos cada primavera.

 

Y floreces también como si fuera

tu cuerpo un árbol de nogal maduro;

palisandro de aromas, cedro oscuro,

estoy en ti como una enredadera.

 

Ombú que entre mis ojos amaneces;

sándalo que te creces de armonía,

ébano verde, olivo que te creces

 

de amor para mis brazos solitarios,

cuando siembras mi tierra yo diría

que respiro los bosques milenarios.

 

 

Náufrago

 

Náufrago va sobre el ardiente río

el corazón de todos los amantes;

cautivo entre sus aguas fulgurantes

pasa tu corazón; no pasa el mío.

 

Pródigo entre mis brazos el estío

acendró miel de pomas delirantes.

Oigo vago rumor de aguas distantes;

lejano de mis brazos pasa el río.

 

Puente sobre su cauce verdadero,

tendido está mi corazón entero.

¡Oh dolor del amor, agua profunda,

 

agua viva de amor que no se entrega!

Pero el rencor, porque hasta mí no llega,

en agua oscura y sórdida me inunda.

 

 

Nefertiti

 

¿De qué terrena claridad dorada,

de qué barros del cielo, de qué arcillas

surgió la morbidez de tus mejillas,

la ciega plenitud de tu mirada?

 

¿De cuál sarcófago, de cuál morada,

de qué profundidades amarillas,

de qué lejano mundo sin orillas,

la luz de tu cabeza coronada?

 

¿Qué aurora boreal sobre tu frente,

sobre la placidez del rostro vivo

dejó su rosicler eternamente?

 

En la penumbra fértil de mi mesa,

cuando entre el hueco de la noche escribo,

llenas mi soledad con tu belleza.

 

 

Siempre amor

 

                                                                    A Inés y Adel López Gómez

 

No sólo por gozarte te he buscado:

también te quiero para padecerte,

porque el solo placer de poseerte

no da la plenitud de haber amado.

 

El vivo resplandor de lo gozado

menos amor es siempre que aquel fuerte

dolor de corazón que nos advierte

la dicha cruel de estar enamorado.

 

Te sufro con dolor, con alegría,

con deleite, con odio, con dulzura,

y la felicidad es agonía.

 

Si algún día nací, fue para verte;

por saber tu pasión y tu hermosura,

para gozarte, Amor, y padecerte.

 

 

Sin nadie la mirada

 

Lo que cambia es el rostro,

la hondura de unos ojos,

la luz de una mirada;

la penumbra indiscreta

de confidencias íntimas,

la ternura, los besos,

los cuerpos y las almas.

 

El amor es el mismo;

busca formas distintas:

a veces una frente

de curvas sosegadas,

otras la boca roja,

quizá una boca pálida;

unos brazos ardientes

de tibias manos largas;

el instante amoroso,

la amorosa distancia.

 

Cambian tan solo el rostro,

los luceros, el alba;

el palor de la luna

detrás de una ventana;

la lluvia que solloza

con sus gotas que cantan;

el fulgor que nos junta

la luz que nos separa,

las llamas que calientan

los muros de la casa,

las cortinas de sombra,

el temblor de una lámpara.

 

El amor es el mismo,

no declina, no cambia;

existe en nuestro pecho

desde lejana infancia;

nos saca de la cuna,

nos hiere con su espada,

nos da siempre el veneno

que vivifica y mata;

zumo que nos agobia,

licor que nos exalta;

el ardor que consume,

la ceniza que apaga.

El amor es el mismo,

sólo busca una cara.

siempre es lo mismo

lo que esperas;

siempre es lo mismo

lo que amas.

 

Tú estás en ti y eres el mismo,

es lo de fuera lo que cambia.

Tu amor existe

y busca siempre

un pretexto para sus ansias.

Primero un nombre: Luz, Elvira,

Diego, Alejandro,

Helena, Clara;

después del nombre algo infinito

que en nuestros brazos se quedara

y un rostro, un rostro,

cualquier rostro

que no nos deje ningún día

llevar sin nadie la mirada.

 

 

Todavía

 

Sobre las ruinas de tu amor caído

levantaré de nuevo mis quimeras,

y serás en mi vida un destruido

monumento, donde un ídolo eras.

 

Donde tirano fuiste, las primeras

yerbas silvestres gritarán olvido,

y, recordando nuestras primaveras,

gemirás como un dios arrepentido.

 

Otros dioses vendrán, y nuevas rosas

brotarán de las ruinas silenciosas.

Asoma por levante un nuevo día

 

y he temblado mis penas escribiendo,

porque adentro, muy hondo, estoy sintiendo

que esta noche te quiero todavía...

Tomado de:

http://amediavoz.com/castellanosDora.htm

 

 

¡Hiroshima, amor mío!

 

Primer Premio Concurso Nacional de Poesía 1962 Colombia S.A.

 

 

 

NADA MÁS QUE EXISTIR

PUEDE PASARME,

Margarite Duras

I

Negro caballo del abismo

el hongo negro de Hiroshima

salto a los cielos como un monstruo

con sus guadañas asesinas.

****

Yo soy primero y yo soy último,

principio y fin, alfa y omega.

Al filo exacto de la hora

sonará el ángel su trompeta.

Dios Infinito desde el orbe

clamó en la voz de sus profetas:

cuatro caballos desbocados

terminarán nuestra laceria.

Quien nos creo a su semejanza

nos prometió la vida eterna;

pero inventó su criatura

el cataclismo de la guerra.

Nosotros fuimos a Hiroshima;

la destruimos para siempre.

Solo ceniza radioactiva

quedó en el polvo de su muerte.

*****

Ven a Hiroshima, amado mío,

para mirar cómo la tierra

perdió su piel de tantos siglos

como fantástica culebra.

II

 

 El viento suave que Dios creara

para frescura y complacencia,

sopló con hálito maléfico

el resuello de una gran bestia.

 

Y ya las flores no existieron,

ni florecieron las abejas;

solo limalla de volcanes

quedó en la cara de las piedras.

 

Se cortó el hilo de la sangre

que va tejiendo la existencia

y su perfume derramado

quedó en una mancha cruenta.

 

Qué yermo inmenso, qué amargura

soltar la gorgona epiléptica

entre el rebaño de los seres

que se devoran como fieras.

 

La luz terrible que enceguece,

entre la luz, una humareda.

Satanás. desde los infiernos,

sopló su cólera perversa-

 

Hiroshima quedó borrada

de sus raíces, sin clemencia.

Estalló un leviatán horrible

hecho de rayos y centellas.


III

Se rompió el sello cabalístico,

se inauguró la gran tragedia

que arrastrará a todos los vivos

hasta el final de su demencia.

Nosotros somos Hiroshima:

Nos destruimos para siempre.

Solo ceniza radioactiva

llevará el polvo de la muerte.

*****

¿Los hombres, sus nombres, sus vidas?

Ya se ha olvidado su presencia.

La esfinge empollando sus huevos

nuevas catástrofes engendra.

 

IV

 

 

Millares de gentes informes,

lamentos, aullidos, blasfemias.

Ay Hiroshia, amado mío,

cómo me duele entre las cejas;

 

cómo me estalla en el cerebro

la bomba atómica siniestra;

cómo me quema entre las sienes

el resplandor de sus hogueras.

 

Bajo la piel cómo me abraza

en fuego que agosta las venas,

el aire en gases deletéreos,

el suelo hirviente que incinera.

foto2madre.jpg

Cómo cruje dentro del pecho

el crepitar de la candela;

pobres mortales los nacidos

para extinguirse en su ceguera.

 

Los que reniegan y sollozan,

los que maldicen de impotencia,

los que claman misericordia

llorando con lágrimas secas;

 

los que agonizan poco a poco,

los que sin lengua se lamentan

y aquel alud de cuerpos mútilos

que ya no sufren ni se quejan,

 

y las cabezas cercenadas

como frutos de atroz cosecha

y derribados como troncos

los cadáveres sin cabeza;

 

y las madres que amamantaban

en esa jornada proterva,

querían nutrir a sus hijos

aún con las carnes abiertas.

 

Cómo me afligen tántos seres

muertos en plena adolescencia;

siente su fuerza derramada

el palpitar de mis arterias

De un espacio a otro espacio

 

Brilla arcoiris de la Paz,

tu magia extiende

por todos los confines

donde ya el hombre

no cavila ni entiende,

por el entorno cóncavo

de un espacio

a otro espacio

donde brillan los soles

de topacio,

donde el orbe se ensancha,

donde el cielo comienza

y no termina.

Escala para el ángel,

para la golondrina.

Alianza de los dioses

con los hombres.

De solo Dios

de la progenie humana

y de la pobre criatura vana.

 

 

Titanes de la lucha

 

 

 

Obrero, salvador, redentor nuestro perdónanos hermano, nuestras deudas.

César Vallejo

Perú (1982) - Francia (1938)

 

 

 

 

Obreros: sois los brazos; las espaldas; los ojos:

las arenas del mar; los luceros del cielo;

las hojas de los árboles que van poblando bosques.

Vosotros sois las manos que han encendido el fuego.

 

 

 

 

Sois vosotros la sangre que abre todas las flores;

las manos poderosas que hacen crecer el trigo;

vosotros sois los pasos que caminan seguros,

y también sois la urdimbre para tejer destinos.

 

 

 

 

Como a todos los seres, el pan os pertenece

porque sembrasteis fuertes la luz de las espigas.

También el agua es vuestra. Tomadla donde brote

y amasad con trabajo la flor de las harinas.

 

 

 

 

Esforzados obreros tomad las esmeraldas,

como cogéis los granos del café en el plantío;

para vosotros cuaja tanto verdor hermoso.

Arrancad a la roca los antiguos berilos.

 

 

 

 

El platino que corre por los ríos azules;

los peces que se llevan las naves poderosas;

eso también es vuestro, colombianos amados,

que sembráis los claveles y cosecháis las rosas.

 

 

 

 

Sois la fuerza hacendosa que ha de uncir a los bueyes;

la que pone a marchar los caballos de fuerza;

las miradas seguras que descubren el oro,

y sois también el oro y la sal de la tierra.

 

 

 

 

Vosotros los obreros, ímpetu de la vida,

caminad para siempre con el paso seguro.

Titanes de la lucha, gigantes del esfuerzo,

vosotros sois los hombros que sostienen el mundo.

Tomado de:

http://user2009487.sites.myregisteredsite.com/uniletrasaddendum/id520.html

No hay comentarios.:

Publicar un comentario