Anclado en la mitad de mis sentidos...
Anclado en la mitad de mis sentidos,
corazón, eres barco solitario;
cuéntame el inefable itinerario
de los amores y los tiempos idos.
Velámen roto y mástiles vencidos;
flotando en el refugio del estuario,
tú quisieras un ímpetu corsario
para encontrar océanos perdidos.
Surto en mitad del alma, has escuchado
el oleaje fiel de los latidos
y no sabes aún si te han amado,
tú que conoces todos los olvidos.
¡Corazón, triste barco abandonado
y anclado en la mitad de mis sentidos!
Como un ala fugaz
Hay algo en ti que nunca permanece
y fluye de tu alma como un río;
algo que te ilumina y te ensombrece,
algo resplandeciente, algo sombrío,
como un ala fugaz que te ennoblece
el placer, el dolor, el albedrío.
Algunas veces goza, otras padece
lo que hay en ti que nunca será mío.
Aquello que en el éxtasis nos llega,
lo que el dolor en lágrimas entrega,
lo que el amor entrega en poderío.
Lo que está más allá de todo goce:
que siempre en el amor me desconoce
aquello en ti que nunca será mío.
Con hilos de atarraya
Entre la fina red
que siempre estoy tejiendo
con todos los sentidos
prisionera me encuentro.
En la urdimbre sutil
de verdad y misterio,
de amor, olvido, pena,
ansiedad y recuerdo,
yo misma como un pez
me confundo y me enredo;
yo misma día a día
los hilos voy tejiendo;
cuando sé lo que amo
ya no sé si lo quiero.
En las confusas noches
en que pienso y más pienso
las barras de mi cárcel
como un escualo muerdo.
Contradictorio amor
A Nancy Pulecio Muñoz
Quemadura glacial de fuego y nieve,
contradictorio amor, tierno y violento,
cerebro ardido, loco pensamiento;
ansioso corazón que no se atreve.
Su voz nos extermina y nos conmueve;
su vivo manantial muere sediento.
Amor, amor, amor, este que siento
como la vida misma eterno y breve.
Algo dentro del ser padece y canta
breve canción, larguísimo gemido
que hasta el infierno mismo nos levanta.
No sabe del amor quien no ha podido,
con un grito clavado en la garganta,
gozar el paraíso prometido.
Deslumbramiento
Era lirio en el aire y fragancia en el viento;
ondas sobre las aguas y temblor en el río;
cuando vi su hermosura, con todo el pensamiento,
grabé su amado nombre para llamarlo mío.
Nunca supe la hora ni el exacto momento
en que amé su mirada. Sólo sé que tardío
su amor llegó a mi vida con el deslumbramiento
de una fruta en invierno, de una flor en estío.
Por menos presentido, todo fue tan hermoso
como ver cuando caen nieves en primavera,
lluvias en el verano, lágrimas en el gozo.
Después de haberlo amado que mi alma responda
si sabe por qué existen sobre la tierra entera
el perfume en el aire y el temblor en la onda.
El mejor día
Alma mía que trémula y ansiosa
te asombras ante tanta maravilla:
el sol en la luciérnaga que brilla,
todo el bosque fragante en una rosa.
Un día el agua eterna y silenciosa
has de surcar en vacilante quilla;
el fuego que encendió tu lamparilla
apagará la noche misteriosa.
Hay algo en existir que te aniquila.
La vida es un anillo que se cierra,
la muerte un ojo insomne que vigila.
Puede el último ser el mejor día:
verás al alejarte de la tierra
la luz eterna de la poesía.
Elegía del amor gozoso
Amor, gozo por ti, por ti padezco;
por ti la sombra que ilumina el mundo
y esta sed de fulgor en que anochezco;
por ti mis bellas horas tenebrosas
en que deshoja sin pudor el alma
su túnica de espinas y de rosas;
tus manos con el tacto de la vida,
mi espíritu cubierto de zozobras,
tu cuerpo con la veste desceñida;
mi panal de amarguras y de mieles,
el campo de la frente coronado
con una rama negra de laureles.
Por ti mis cuatro cirios encendidos,
la muerte viva en ataúd gozoso,
los edenes hallados y perdidos;
el jardín interior de mis aromas,
mis ciervos vulnerados, tus jaurías,
tu gavilán voraz de mis palomas;
tus fieras azuzadas, tus mastines,
mi queja entre la noche como un grito,
tu voz de funeral y de festines;
mi pradera agostada de rosales,
tus viñas en agraz para el olvido,
la cosecha en sazón de mis eriales;
tu faro entre las sombras, desafiante,
tu mar embravecido contra el mundo,
tu playa inaccesible y delirante.
Amor y siempre amor. amor altivo,
humillado, exaltado, desolado;
amor por lo que muero y lo que vivo.
Por ti todos los males y mis bienes:
tu lirio inmemorial y la manzana
y este cielo infernal entre mis sienes.
Por ti lo que desdeño y lo que ruego,
el fuego de la vida turbadora,
la muerte entre mi túnica de fuego.
Por ti, maldito amor, amor bendito,
la claridad de mi desesperanza,
mi esperanza clamando al infinito.
Por ti, siempre por ti. Por lo que espero;
lo que no espero ya, por esperado.
Por ti, sólo por ti, mientras me muero.
Erguida flor
De ti se nutren todas mis raíces:
me nutro de tu voz, de tu mirada
y de ti, porque vivo enamorada
de lo que piensas y de lo que dices.
La carne triste y los cabellos grises
iremos al final. La llamarada
de nuestra gran verdad, será olvidada
cuando yo muera o cuando tú agonices.
El tallo, la raíz, la flor, el fruto,
fueron savia de amor que en un minuto
para nosotros maduró la vida.
Sin sombra, sin frescura, al sol y al viento,
porque en tu propia savia me sustento,
soy una flor al infortunio erguida.
Eterna huella
Quedarás como huella sobre mi brazo,
como
marca sobre mi corazón.
Cantar de los cantares
No pasarás en vano por mi vida,
ni encontrarnos fue obra del acaso;
que por tu abrazo quedará en mi brazo
la fuerte huella que el amor no olvida.
La llama que de ti quedó encendida
arde sin consumirse en mi regazo.
Amor que más juntaste con el lazo
terrible de la sangre y de la herida.
En mí no fuiste gozo pasajero
sino la esencia de la tierra pura
floreciendo en el árbol verdadero.
Y para siempre brillará tu estrella,
porque de amor dejaste en hermosura
sobre mi corazón eterna huella.
Hacia mi sombra
Vuelvo a la oscuridad donde he vivido.
Tu claridad de mi dolor se aleja
y sobre el alma trémula me deja
un tenue resplandor de luz y olvido.
Soy un ciego que busca el bien perdido;
ya su amor en mi amor no se refleja.
De la noche sin término se queja
el que la luz de Dios ha conocido.
Perdí tu amor, en plenitud y lumbre.
No sabes que tu fe resplandeciente
iluminó mi abismo hasta la cumbre.
Quizá vuelva a encontrar tu estrella clara
porque otra llevará sobre la frente
la luz que alguna vez me iluminara.
Hay algo en ti que nunca he conquistado...
Hay algo en ti que nunca he conquistado;
vana sombra que no me pertenece,
algo que me conturba y me estremece:
flor de amor que jamás he deshojado.
Es algo indefinible, atormentado;
noche que no se acaba ni amanece;
cual sórdido cilicio permanece
entre la carne viva, soterrado.
Algo entre la locura y el espanto.
Grito que va a llegar y nunca llega,
cercano al resplandor, próximo al llanto.
¡Oh trágico dolor de herida ciega!
Amor por quien suspiro y me levanto,
hay algo en ti que nunca se me entrega.
La roca viva
Gracias, Amor, por esta dulce herida
y la blandura de mi sufrimiento.
Por la risa y el gozo y el lamento,
en tanta plenitud desconocida.
Bendito siempre, Amor, porque te siento
crecer en la ternura compartida
y por las aguas de tu mar sediento
que arrasa las orillas de mi vida.
Hoy sé que los rigores de tu fuego
consumió en llamaradas mi sosiego
y mi paz se hizo llanto y quemadura.
Ahora voy como barco a la deriva.
En los escollos de tu roca viva
rompió mi corazón su arboladura.
Linaje puro
Te amo cuando acaricio la madera:
la caoba que sangra, el roble duro.
Tu perteneces el linaje puro
que fragua anillos cada primavera.
Y floreces también como si fuera
tu cuerpo un árbol de nogal maduro;
palisandro de aromas, cedro oscuro,
estoy en ti como una enredadera.
Ombú que entre mis ojos amaneces;
sándalo que te creces de armonía,
ébano verde, olivo que te creces
de amor para mis brazos solitarios,
cuando siembras mi tierra yo diría
que respiro los bosques milenarios.
Náufrago
Náufrago va sobre el ardiente río
el corazón de todos los amantes;
cautivo entre sus aguas fulgurantes
pasa tu corazón; no pasa el mío.
Pródigo entre mis brazos el estío
acendró miel de pomas delirantes.
Oigo vago rumor de aguas distantes;
lejano de mis brazos pasa el río.
Puente sobre su cauce verdadero,
tendido está mi corazón entero.
¡Oh dolor del amor, agua profunda,
agua viva de amor que no se entrega!
Pero el rencor, porque hasta mí no llega,
en agua oscura y sórdida me inunda.
Nefertiti
¿De qué terrena claridad dorada,
de qué barros del cielo, de qué arcillas
surgió la morbidez de tus mejillas,
la ciega plenitud de tu mirada?
¿De cuál sarcófago, de cuál morada,
de qué profundidades amarillas,
de qué lejano mundo sin orillas,
la luz de tu cabeza coronada?
¿Qué aurora boreal sobre tu frente,
sobre la placidez del rostro vivo
dejó su rosicler eternamente?
En la penumbra fértil de mi mesa,
cuando entre el hueco de la noche escribo,
llenas mi soledad con tu belleza.
Siempre amor
A Inés y Adel López Gómez
No sólo por gozarte te he buscado:
también te quiero para padecerte,
porque el solo placer de poseerte
no da la plenitud de haber amado.
El vivo resplandor de lo gozado
menos amor es siempre que aquel fuerte
dolor de corazón que nos advierte
la dicha cruel de estar enamorado.
Te sufro con dolor, con alegría,
con deleite, con odio, con dulzura,
y la felicidad es agonía.
Si algún día nací, fue para verte;
por saber tu pasión y tu hermosura,
para gozarte, Amor, y padecerte.
Sin nadie la mirada
Lo que cambia es el rostro,
la hondura de unos ojos,
la luz de una mirada;
la penumbra indiscreta
de confidencias íntimas,
la ternura, los besos,
los cuerpos y las almas.
El amor es el mismo;
busca formas distintas:
a veces una frente
de curvas sosegadas,
otras la boca roja,
quizá una boca pálida;
unos brazos ardientes
de tibias manos largas;
el instante amoroso,
la amorosa distancia.
Cambian tan solo el rostro,
los luceros, el alba;
el palor de la luna
detrás de una ventana;
la lluvia que solloza
con sus gotas que cantan;
el fulgor que nos junta
la luz que nos separa,
las llamas que calientan
los muros de la casa,
las cortinas de sombra,
el temblor de una lámpara.
El amor es el mismo,
no declina, no cambia;
existe en nuestro pecho
desde lejana infancia;
nos saca de la cuna,
nos hiere con su espada,
nos da siempre el veneno
que vivifica y mata;
zumo que nos agobia,
licor que nos exalta;
el ardor que consume,
la ceniza que apaga.
El amor es el mismo,
sólo busca una cara.
siempre es lo mismo
lo que esperas;
siempre es lo mismo
lo que amas.
Tú estás en ti y eres el mismo,
es lo de fuera lo que cambia.
Tu amor existe
y busca siempre
un pretexto para sus ansias.
Primero un nombre: Luz, Elvira,
Diego, Alejandro,
Helena, Clara;
después del nombre algo infinito
que en nuestros brazos se quedara
y un rostro, un rostro,
cualquier rostro
que no nos deje ningún día
llevar sin nadie la mirada.
Todavía
Sobre las ruinas de tu amor caído
levantaré de nuevo mis quimeras,
y serás en mi vida un destruido
monumento, donde un ídolo eras.
Donde tirano fuiste, las primeras
yerbas silvestres gritarán olvido,
y, recordando nuestras primaveras,
gemirás como un dios arrepentido.
Otros dioses vendrán, y nuevas rosas
brotarán de las ruinas silenciosas.
Asoma por levante un nuevo día
y he temblado mis penas escribiendo,
porque adentro, muy hondo, estoy sintiendo
que esta noche te quiero todavía...
Tomado de:
http://amediavoz.com/castellanosDora.htm
¡Hiroshima, amor mío!
Primer Premio Concurso Nacional de Poesía 1962
Colombia S.A.
NADA MÁS QUE
EXISTIR
PUEDE PASARME,
Margarite
Duras
I
Negro caballo del abismo
el hongo negro de Hiroshima
salto a los cielos como un monstruo
con sus guadañas asesinas.
****
Yo soy primero y yo soy último,
principio y fin, alfa y omega.
Al filo exacto de la hora
sonará el ángel su trompeta.
Dios Infinito desde el orbe
clamó en la voz de sus profetas:
cuatro caballos desbocados
terminarán nuestra laceria.
Quien nos creo a su semejanza
nos prometió la vida eterna;
pero inventó su criatura
el cataclismo de la guerra.
Nosotros fuimos a Hiroshima;
la destruimos para siempre.
Solo ceniza radioactiva
quedó en el polvo de su muerte.
*****
Ven a Hiroshima, amado mío,
para mirar cómo la tierra
perdió su piel de tantos siglos
como fantástica culebra.
II
El viento
suave que Dios creara
para frescura y complacencia,
sopló con hálito maléfico
el resuello de una gran bestia.
Y ya las flores no existieron,
ni florecieron las abejas;
solo limalla de volcanes
quedó en la cara de las piedras.
Se cortó el hilo de la sangre
que va tejiendo la existencia
y su perfume derramado
quedó en una mancha cruenta.
Qué yermo inmenso, qué amargura
soltar la gorgona epiléptica
entre el rebaño de los seres
que se devoran como fieras.
La luz terrible que enceguece,
entre la luz, una humareda.
Satanás. desde los infiernos,
sopló su cólera perversa-
Hiroshima quedó borrada
de sus raíces, sin clemencia.
Estalló un leviatán horrible
hecho de rayos y centellas.
III
Se rompió el sello cabalístico,
se inauguró la gran tragedia
que arrastrará a todos los vivos
hasta el final de su demencia.
Nosotros somos Hiroshima:
Nos destruimos para siempre.
Solo ceniza radioactiva
llevará el polvo de la muerte.
*****
¿Los hombres, sus nombres, sus vidas?
Ya se ha olvidado su presencia.
La esfinge empollando sus huevos
nuevas catástrofes engendra.
IV
Millares de gentes informes,
lamentos, aullidos, blasfemias.
Ay Hiroshia, amado mío,
cómo me duele entre las cejas;
cómo me estalla en el cerebro
la bomba atómica siniestra;
cómo me quema entre las sienes
el resplandor de sus hogueras.
Bajo la piel cómo me abraza
en fuego que agosta las venas,
el aire en gases deletéreos,
el suelo hirviente que incinera.
foto2madre.jpg
Cómo cruje dentro del pecho
el crepitar de la candela;
pobres mortales los nacidos
para extinguirse en su ceguera.
Los que reniegan y sollozan,
los que maldicen de impotencia,
los que claman misericordia
llorando con lágrimas secas;
los que agonizan poco a poco,
los que sin lengua se lamentan
y aquel alud de cuerpos mútilos
que ya no sufren ni se quejan,
y las cabezas cercenadas
como frutos de atroz cosecha
y derribados como troncos
los cadáveres sin cabeza;
y las madres que amamantaban
en esa jornada proterva,
querían nutrir a sus hijos
aún con las carnes abiertas.
Cómo me afligen tántos seres
muertos en plena adolescencia;
siente su fuerza derramada
el palpitar de mis arterias
De un espacio a otro espacio
Brilla arcoiris de la Paz,
tu magia extiende
por todos los confines
donde ya el hombre
no cavila ni entiende,
por el entorno cóncavo
de un espacio
a otro espacio
donde brillan los soles
de topacio,
donde el orbe se ensancha,
donde el cielo comienza
y no termina.
Escala para el ángel,
para la golondrina.
Alianza de los dioses
con los hombres.
De solo Dios
de la progenie humana
y de la pobre criatura vana.
Titanes de la lucha
Obrero, salvador, redentor nuestro perdónanos
hermano, nuestras deudas.
César Vallejo
Perú (1982) - Francia (1938)
Obreros: sois los brazos; las espaldas; los ojos:
las arenas del mar; los luceros del cielo;
las hojas de los árboles que van poblando bosques.
Vosotros sois las manos que han encendido el
fuego.
Sois vosotros la sangre que abre todas las flores;
las manos poderosas que hacen crecer el trigo;
vosotros sois los pasos que caminan seguros,
y también sois la urdimbre para tejer destinos.
Como a todos los seres, el pan os pertenece
porque sembrasteis fuertes la luz de las espigas.
También el agua es vuestra. Tomadla donde brote
y amasad con trabajo la flor de las harinas.
Esforzados obreros tomad las esmeraldas,
como cogéis los granos del café en el plantío;
para vosotros cuaja tanto verdor hermoso.
Arrancad a la roca los antiguos berilos.
El platino que corre por los ríos azules;
los peces que se llevan las naves poderosas;
eso también es vuestro, colombianos amados,
que sembráis los claveles y cosecháis las rosas.
Sois la fuerza hacendosa que ha de uncir a los
bueyes;
la que pone a marchar los caballos de fuerza;
las miradas seguras que descubren el oro,
y sois también el oro y la sal de la tierra.
Vosotros los obreros, ímpetu de la vida,
caminad para siempre con el paso seguro.
Titanes de la lucha, gigantes del esfuerzo,
vosotros sois los hombros que sostienen el mundo.
Tomado de:
http://user2009487.sites.myregisteredsite.com/uniletrasaddendum/id520.html
No hay comentarios.:
Publicar un comentario