MATERIALISMO DIALÉCTICO
Deambulamos por el casco antiguo de Ha noi por sus
oscuros edificios y templos derruidos
lámparas de aceite resplandecen en pequeños
escaparates y restaurantes donde los que antaño fueron mis enemigos, sentados
en banquetas bajas, celebran la sencillez de la tarde.
En un bloque de edificios el vapor denso del Pho,
su sopa de mañana y tarde, se eleva,
en otro bloque patos tostados y ahumados cuelgan
en hilera la gente charla y fuma,
los hombres vuelven a cogerse de la mano como
antes y los niños, su risa negra y blanca envolviéndonos,
dan una patada al aire a la pesada pluma con tanta
elegancia porque ya no hay más bombas.
Y más allá del puente de Long Bien nos encontramos
un hombre con cubos colgando de un yugo a su espalda, agua fresca para el maíz
a la luz de la luna.
Cuando le hacemos las preguntas señala una casa de
palos y piedras al otro lado de la cuneta a mil metros del puente,
el que nuestros grandiosos aviones no consiguieron
derribar.
No nos cuenta cómo debió apiñarse esas noches con
su familia, cómo se tiró encima para cubrirlos hasta que la campana del pueblo
los enviaba de vuelta a la cama.
La gente que lo tiene todo hace preguntas que la
gente que no tiene nada no comprende.
NAVEGANDO A BIEN HOA
Cuando huyo en mis sueños navego a Bien Hoa la
metralla en mis muslos como diminutos glaciares.
Recuerdo una flor, una cometa, un maniquí tocando
la guitarra, un pez amarillo comiendo un pájaro,
un camión flotando en la orina, una rata con un
banjo a cuestas, un ingenuo contando las cartas, un mono rezando, una procesión
de ballenas,
y a lo lejos dos niños comiendo arroz, hablando
francés.
Estoy seguro de los niños, de sus flautas mojadas,
de su larga línea de vocales.
Tomado de:
https://ciudadsiglocero.wordpress.com/2024/05/25/poemas-de-bruce-weigl/
Combate cuerpo a cuerpo
Nos sentamos en
círculo alrededor del sargento primero. Quién se atreve conmigo dice y levanto
la mano y antes de darme cuenta de lo que estoy haciendo lo estoy haciendo. Me
arroja al suelo como si estuviera hecho de agua: mi espalda, mis pulmones,
algunas nubes. Tomo su mano y me da una vuelta sobre mí mismo y otra vez al suelo.
Siento que el día está ya perdido, por la noche estoy en mi litera dolorido,
sin poder dormir, él se presenta tan hombre y me conduce al lado de la
chimenea, al lado de cincuenta soldados dormidos, aparta su catre, me atrae
hacia él y bailamos y aprendo hermanos cuerpo a cuerpo, aprendo los lugares del
cuerpo que traicionan… Cierro los ojos. Los abro. Caigo violentamente hacia
arriba.
Colapso
Empieza con un sueño superficial,
un sueño retorcido como si un alambre
en tu interior intentara enderezar
tu cuerpo de noche.
O como un tic nervioso
que te hace rasgar las sábanas mientras duermes
en un intento por parar el martilleo de tu espina
dorsal.
Un sueño mezquino, inútil,
de extraños con pistolas,
niños atrapados en el callejón,
soldados adolescentes girándose a mirar
a sus compañeros
el momento antes
de apretar el gatillo.
Me voy a quedar aquí todo el tiempo que pueda.
Me voy a sentar en el jardín como si nada hubiera
pasado y
dejar que las azaleas amoratadas se salgan con la
suya.
Materialismo dialéctico
Deambulamos por el casco antiguo de Ha noi
por sus oscuros edificios y templos derruidos
lámparas de aceite resplandecen
en pequeños escaparates y restaurantes
donde los que antaño fueron mis enemigos,
sentados en banquetas bajas,
celebran la sencillez de la tarde.
En un bloque de edificios
el vapor denso del Pho,
su sopa de mañana y tarde, se eleva,
en otro bloque
patos tostados y ahumados cuelgan en hilera
la gente charla y fuma,
los hombres vuelven a cogerse de la mano como
antes
y los niños,
su risa negra y blanca envolviéndonos,
dan una patada al aire a la pesada pluma
con tanta elegancia
porque ya no hay más bombas. Y más allá
del puente de Long Bien
nos encontramos un hombre
con cubos colgando de un yugo
a su espalda,
agua fresca para el maíz
a la luz de la luna.
Cuando le hacemos las preguntas
señala una casa de palos y piedras
al otro lado de la cuneta
a mil metros del puente,
el que nuestros grandiosos aviones
no consiguieron derribar.
No nos cuenta
cómo debió apiñarse
esas noches con su familia,
cómo se tiró encima para cubrirlos
hasta que la campana del pueblo
los enviaba de vuelta a la cama.
La gente que lo tiene todo
hace preguntas que
la gente que no tiene nada
no comprende.
Hanoi, Diciembre 1985
Canción de napalm
para mi esposa
Tras la tormenta, tras el azote de la lluvia,
nos quedamos en la entrada mirando los caballos
alejarse perezosamente por la colina.
Los observamos a través de la rejilla negra,
la distancia alteraba nuestra percepción
y me pareció ver una neblina
que se formaba en sus cascos
mientras se perdían a lo lejos
como figuras recortables.
La hierba nunca fue tan azul bajo esa luz, tan
roja;
más allá de los pastos
los árboles arañaban el viento con sus voces, las
ramas
se entrecruzaban en el cielo como alambre de espino
pero tú me aseguraste que eran tan solo ramas.
Espera. La tormenta dejó de azotar.
Intentaré decirlo sin rodeos: por una vez
estaba lúcido como para respirar por encima de
mis feroces intenciones y tras la lluvia
di la espalda a mi vieja maldición. Llegué a creer
que por fin se había alejado de mí…
Pero las ramas siguen siendo alambre de espino
y el trueno es un ataque de mortero.
Cierro los ojos y todavía veo a la niña
escapando de su aldea, napalm
pegado a su vestido como gelatina,
sus manos dirigiéndose hacia
nadie, porque nadie la espera
en la avalancha de calor.
Para poder seguir viviendo,
para poder seguir aquí a tu lado,
intento imaginar que corre por la carretera
y unas alas en su interior baten y la elevan
por encima de la pútrida jungla
y su dolor amaina, y el tuyo, y el mío.
Pero la mentira vuelve como un péndulo.
La mentira dura lo que se tarda en decirla
y la niña corre hasta donde le permite el napalm
y hasta que los tendones en llamas y los músculos
crepitantes
la modelan
en esa posición final
que los cuerpos quemados adoptan a la perfección.
Nada
puede cambiar eso, en mis ojos ella está calcinada
y ni tu amor ni el aire después de la lluvia
ni el verde selva
de los pastos desplegándose ante nosotros
pueden negarlo.
Tomado de:
https://www.zendalibros.com/5-poemas-de-cancion-de-napalm-de-bruce-weigl/
OH NATURALEZA
Hoy
algunas cosas funcionaron como debían.
Un gran viento primaveral subió y bajó
de los
verdes árboles del barrio,
millones de esas cositas que giraban,
con
semillas dentro, y mi corazón volvió a despertar vivo también,
como si el cerebro pudiera borrarse de su furioso
dolor;
Hay
pocas posibilidades de que eso suceda, pero
a veces las cosas funcionan como deben,
como el
torturador que finalmente no puede dormir,
o la maldita luna
que ve
todo lo que hacemos
y que todavía aparece detrás de las nubes
extendidas como manos para mantener alejada la luz.
Portal
En nuestra alucinación, a los niños se les
instruyó
para encontrar refugio
cuando la lluvia de nuestras bombas cae
en sus pequeñas aldeas y escuelas. Los niños
pueden identificar nuestros aviones, y
lo que nuestros aviones pueden hacerles. Ellos
duermen el sueño de agotados guerreros
derribados y dejados para nada en sus muertes
solitarias
que llegan tan lentamente que quisieras
que tu propio corazón se vacíe de sangre.
Yo veía a la gente reunirse en la calle
para detener la guerra que es la guerra contra
nosotros mismos,
contra los niños que ensayan a encontrar nuestros
aviones
antes de que estallen en el polvo
que nadie ve, pero que
resuenan como los vencidos.
Tomado de:
En Hai Phong
En Hai Phong compartí mi cuarto de hotel con un
amigo
de Hanoi. Tendido en el suelo junto a mi cama
en la oscuridad, me dijo
que una vez presionó su boca
contra la mata de pubis de una mujer,
y entonces él dijo en alta voz – Hoa,
que significa flor.
Dijo que la flor de su sexo
se abrió cuando ella dijo su nombre, los labios de
él
se presionaron contra esos labios de loto.
Mi amigo me contó esta historia
sin ironía, y con una dulzura que hombres de dónde
vengo
en general no comprenden. El ruidoso ventilador
iba casi al mismo ritmo de sus palabras. El calor,
aun a medianoche, era insoportable. Escuché
gritos en la calle, y una mujer reía. Mi
amigo dijo que cuando se fue la luz, ella puso sus
dedos dentro de su boca.
Tomado de:
https://circulodelectores.pe/bruce-weigl-dos-poemas-de-guerra/
CARPA
Pescamos carpas cuya carne nunca encontraríamos
Fuera los labios, el fondo alimenta a los padres
que se dice que matan.
Pescamos de noche con cebos sangrientos diseñados
para sacarlos desde el medio del río. Nuestra
voluntad
era poseer una vida que no era la nuestra, hacer
Esos cuerpos espirituales brillantes entienden
nuestra necesidad de sangre derramada simplemente
por el bien
de lo que pensábamos que se necesitaba para ser un
hombre.
Nunca entenderé esa rabia que conocíamos,
ese cuchillo que alguien le clavó en los ojos
de carpas que capturamos, pero no pensamos hacerlo
el derecho a matar y las vidas desperdiciadas y
despreciadas
por razones perdidas ahora en la confusión de los
días.
No chicos, sino algo más oscuro, algo enloquecido.
Tomado de:
El problema con el deseo
Yo quería que la
tormenta esta tarde de alguna manera llegara y estuviera dentro de mi cuerpo y
en todo lo que digo y hago. Quería que el cimbronazo verde de árboles en verano
me llenara, y que las raíces y las lombrices y los escarabajos ahí debajo de
todo en sus propias redes de asombro, su propio universo, fueran mi sangre.
Creo que es posible que algo así ocurra, dado que giramos en pinchos,
extendidos sobre un río de voces.
A veces como se siente
Crucifícame, pero no
me dejes solo esta noche con nada más que con la información. A todos los
despiertan las instrucciones por el altavoz. Tan divertidos nuestros excesos:
fiebre de primavera entre los locos, auto-asfixio en el umbral de un placer
sexual antiguo, la bolsa de enema como un corazón expuesto sobre la porcelana
blanca, pero todo esto es historia antigua. Nada se trae devuelta desde allá.
El hombre en la silla
El hombre en la silla
desperdicia su vida a gritos. A nadie le importa que su bata de baño está
abierta, revelando la piel blanca de la vejez. A nadie le importa que está
gritando hasta que sus gritos flotan por el corredor, luego salen a la noche,
que le importan aún menos.
Los arces que observo
morir tienen mucha más libertad en sus muertes que el hombre en la silla.
Alguien que se parece a mí le susurra en el oído que todo va estar bien, pero
por el momento no para de gritar, cada grito es una ola que viene desde lejos y
luego se rompe sobre nuestra costa rocosa.
No sé si los arces
saben que están muriendo. Nada que hacer, entonces los observo morir y podo las
ramas muertas y me las llevo. El hombre en la silla quiere que alguien se lo
lleve. No dejará de gritar en el asilo donde mi madre demente logra decir
Cállate, sin ayuda de nadie. A esto es a lo que puede llegar la vida después de
todo, esto es lo que es la vida, lo que significa, y a lo que huele, sabe, y
suena.
Tomado de:
https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Festival/30/BWeigl
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