lunes, 24 de junio de 2024

POEMAS DE BRUCE WEIGL


MATERIALISMO DIALÉCTICO

 

Deambulamos por el casco antiguo de Ha noi por sus oscuros edificios y templos derruidos

 

lámparas de aceite resplandecen en pequeños escaparates y restaurantes donde los que antaño fueron mis enemigos, sentados en banquetas bajas, celebran la sencillez de la tarde.

 

En un bloque de edificios el vapor denso del Pho, su sopa de mañana y tarde, se eleva,

 

en otro bloque patos tostados y ahumados cuelgan en hilera la gente charla y fuma,

 

los hombres vuelven a cogerse de la mano como antes y los niños, su risa negra y blanca envolviéndonos,

 

dan una patada al aire a la pesada pluma con tanta elegancia porque ya no hay más bombas.

 

Y más allá del puente de Long Bien nos encontramos un hombre con cubos colgando de un yugo a su espalda, agua fresca para el maíz a la luz de la luna.

 

Cuando le hacemos las preguntas señala una casa de palos y piedras al otro lado de la cuneta a mil metros del puente,

 

el que nuestros grandiosos aviones no consiguieron derribar.

 

No nos cuenta cómo debió apiñarse esas noches con su familia, cómo se tiró encima para cubrirlos hasta que la campana del pueblo los enviaba de vuelta a la cama.

 

La gente que lo tiene todo hace preguntas que la gente que no tiene nada no comprende.

 

 

NAVEGANDO A BIEN HOA  

 

Cuando huyo en mis sueños navego a Bien Hoa la metralla en mis muslos como diminutos glaciares.

 

Recuerdo una flor, una cometa, un maniquí tocando la guitarra, un pez amarillo comiendo un pájaro,

 

un camión flotando en la orina, una rata con un banjo a cuestas, un ingenuo contando las cartas, un mono rezando, una procesión de ballenas,

 

y a lo lejos dos niños comiendo arroz, hablando francés.

 

Estoy seguro de los niños, de sus flautas mojadas, de su larga línea de vocales.

Tomado de:

https://ciudadsiglocero.wordpress.com/2024/05/25/poemas-de-bruce-weigl/

 

 

Combate cuerpo a cuerpo

 

Nos sentamos en círculo alrededor del sargento primero. Quién se atreve conmigo dice y levanto la mano y antes de darme cuenta de lo que estoy haciendo lo estoy haciendo. Me arroja al suelo como si estuviera hecho de agua: mi espalda, mis pulmones, algunas nubes. Tomo su mano y me da una vuelta sobre mí mismo y otra vez al suelo. Siento que el día está ya perdido, por la noche estoy en mi litera dolorido, sin poder dormir, él se presenta tan hombre y me conduce al lado de la chimenea, al lado de cincuenta soldados dormidos, aparta su catre, me atrae hacia él y bailamos y aprendo hermanos cuerpo a cuerpo, aprendo los lugares del cuerpo que traicionan… Cierro los ojos. Los abro. Caigo violentamente hacia arriba.

 

 

Colapso

 

Empieza con un sueño superficial,

un sueño retorcido como si un alambre

en tu interior intentara enderezar

tu cuerpo de noche.

O como un tic nervioso

que te hace rasgar las sábanas mientras duermes

en un intento por parar el martilleo de tu espina dorsal.

Un sueño mezquino, inútil,

de extraños con pistolas,

niños atrapados en el callejón,

soldados adolescentes girándose a mirar

a sus compañeros

el momento antes

de apretar el gatillo.

 

Me voy a quedar aquí todo el tiempo que pueda.

Me voy a sentar en el jardín como si nada hubiera pasado y

dejar que las azaleas amoratadas se salgan con la suya.

 

 

Materialismo dialéctico

 

Deambulamos por el casco antiguo de Ha noi

por sus oscuros edificios y templos derruidos

lámparas de aceite resplandecen

en pequeños escaparates y restaurantes

donde los que antaño fueron mis enemigos,

sentados en banquetas bajas,

celebran la sencillez de la tarde.

En un bloque de edificios

el vapor denso del Pho,

su sopa de mañana y tarde, se eleva,

en otro bloque

patos tostados y ahumados cuelgan en hilera

la gente charla y fuma,

los hombres vuelven a cogerse de la mano como antes

y los niños,

su risa negra y blanca envolviéndonos,

dan una patada al aire a la pesada pluma

con tanta elegancia

porque ya no hay más bombas. Y más allá

 

del puente de Long Bien

nos encontramos un hombre

con cubos colgando de un yugo

a su espalda,

agua fresca para el maíz

a la luz de la luna.

Cuando le hacemos las preguntas

señala una casa de palos y piedras

al otro lado de la cuneta

a mil metros del puente,

el que nuestros grandiosos aviones

no consiguieron derribar.

No nos cuenta

cómo debió apiñarse

esas noches con su familia,

cómo se tiró encima para cubrirlos

hasta que la campana del pueblo

los enviaba de vuelta a la cama.

La gente que lo tiene todo

hace preguntas que

la gente que no tiene nada

no comprende.

 

Hanoi, Diciembre 1985

 

 

Canción de napalm

 

para mi esposa

 

Tras la tormenta, tras el azote de la lluvia,

nos quedamos en la entrada mirando los caballos

alejarse perezosamente por la colina.

Los observamos a través de la rejilla negra,

la distancia alteraba nuestra percepción

y me pareció ver una neblina

que se formaba en sus cascos

mientras se perdían a lo lejos

como figuras recortables.

La hierba nunca fue tan azul bajo esa luz, tan roja;

más allá de los pastos

los árboles arañaban el viento con sus voces, las ramas

se entrecruzaban en el cielo como alambre de espino

pero tú me aseguraste que eran tan solo ramas.

 

Espera. La tormenta dejó de azotar.

Intentaré decirlo sin rodeos: por una vez

estaba lúcido como para respirar por encima de

mis feroces intenciones y tras la lluvia

di la espalda a mi vieja maldición. Llegué a creer

que por fin se había alejado de mí…

Pero las ramas siguen siendo alambre de espino

y el trueno es un ataque de mortero.

Cierro los ojos y todavía veo a la niña

escapando de su aldea, napalm

pegado a su vestido como gelatina,

sus manos dirigiéndose hacia

nadie, porque nadie la espera

en la avalancha de calor.

 

Para poder seguir viviendo,

para poder seguir aquí a tu lado,

intento imaginar que corre por la carretera

y unas alas en su interior baten y la elevan

por encima de la pútrida jungla

y su dolor amaina, y el tuyo, y el mío.

 

Pero la mentira vuelve como un péndulo.

 

La mentira dura lo que se tarda en decirla

y la niña corre hasta donde le permite el napalm

y hasta que los tendones en llamas y los músculos crepitantes

la modelan

en esa posición final

que los cuerpos quemados adoptan a la perfección. Nada

puede cambiar eso, en mis ojos ella está calcinada

y ni tu amor ni el aire después de la lluvia

ni el verde selva

de los pastos desplegándose ante nosotros

pueden negarlo.

Tomado de:

https://www.zendalibros.com/5-poemas-de-cancion-de-napalm-de-bruce-weigl/

 

 

OH NATURALEZA

     Hoy algunas cosas funcionaron como debían.

Un gran viento primaveral subió y bajó

     de los verdes árboles del barrio,

millones de esas cositas que giraban,

     con semillas dentro, y mi corazón volvió a despertar vivo también,

como si el cerebro pudiera borrarse de su furioso dolor;

     Hay pocas posibilidades de que eso suceda, pero

a veces las cosas funcionan como deben,

     como el torturador que finalmente no puede dormir,

o la maldita luna

     que ve todo lo que hacemos

y que todavía aparece detrás de las nubes

     extendidas como manos para mantener alejada la luz.

 

 

Portal

En nuestra alucinación, a los niños se les instruyó

para encontrar refugio

cuando la lluvia de nuestras bombas cae

en sus pequeñas aldeas y escuelas. Los niños

pueden identificar nuestros aviones, y

lo que nuestros aviones pueden hacerles. Ellos

duermen el sueño de agotados guerreros

derribados y dejados para nada en sus muertes solitarias

que llegan tan lentamente que quisieras

que tu propio corazón se vacíe de sangre.

 

Yo veía a la gente reunirse en la calle

para detener la guerra que es la guerra contra nosotros mismos,

contra los niños que ensayan a encontrar nuestros aviones

antes de que estallen en el polvo

que nadie ve, pero que

resuenan como los vencidos.

Tomado de:

https://poets.org/poem/home

 

 

En Hai Phong

En Hai Phong compartí mi cuarto de hotel con un amigo

de Hanoi. Tendido en el suelo junto a mi cama

en la oscuridad, me dijo

que una vez presionó su boca

contra la mata de pubis de una mujer,

y entonces él dijo en alta voz – Hoa,

que significa flor.

 

Dijo que la flor de su sexo

se abrió cuando ella dijo su nombre, los labios de él

se presionaron contra esos labios de loto.

 

Mi amigo me contó esta historia

sin ironía, y con una dulzura que hombres de dónde vengo

en general no comprenden. El ruidoso ventilador

iba casi al mismo ritmo de sus palabras. El calor,

aun a medianoche, era insoportable. Escuché

gritos en la calle, y una mujer reía. Mi

amigo dijo que cuando se fue la luz, ella puso sus

dedos dentro de su boca.

Tomado de:

https://circulodelectores.pe/bruce-weigl-dos-poemas-de-guerra/

 

 

CARPA

Pescamos carpas cuya carne nunca encontraríamos

 

Fuera los labios, el fondo alimenta a los padres que se dice que matan.

 

Pescamos de noche con cebos sangrientos diseñados

 

para sacarlos desde el medio del río. Nuestra voluntad

 

era poseer una vida que no era la nuestra, hacer

 

Esos cuerpos espirituales brillantes entienden

 

nuestra necesidad de sangre derramada simplemente por el bien

 

de lo que pensábamos que se necesitaba para ser un hombre.

 

Nunca entenderé esa rabia que conocíamos,

 

ese cuchillo que alguien le clavó en los ojos

 

de carpas que capturamos, pero no pensamos hacerlo

 

el derecho a matar y las vidas desperdiciadas y despreciadas

 

por razones perdidas ahora en la confusión de los días.

 

No chicos, sino algo más oscuro, algo enloquecido.

Tomado de:

https://aprweb.org/poems/carp

 

 

El problema con el deseo

 

 

Yo quería que la tormenta esta tarde de alguna manera llegara y estuviera dentro de mi cuerpo y en todo lo que digo y hago. Quería que el cimbronazo verde de árboles en verano me llenara, y que las raíces y las lombrices y los escarabajos ahí debajo de todo en sus propias redes de asombro, su propio universo, fueran mi sangre. Creo que es posible que algo así ocurra, dado que giramos en pinchos, extendidos sobre un río de voces.

 

 

A veces como se siente

 

 

Crucifícame, pero no me dejes solo esta noche con nada más que con la información. A todos los despiertan las instrucciones por el altavoz. Tan divertidos nuestros excesos: fiebre de primavera entre los locos, auto-asfixio en el umbral de un placer sexual antiguo, la bolsa de enema como un corazón expuesto sobre la porcelana blanca, pero todo esto es historia antigua. Nada se trae devuelta desde allá.

 

 

El hombre en la silla

 

 

El hombre en la silla desperdicia su vida a gritos. A nadie le importa que su bata de baño está abierta, revelando la piel blanca de la vejez. A nadie le importa que está gritando hasta que sus gritos flotan por el corredor, luego salen a la noche, que le importan aún menos.

 

Los arces que observo morir tienen mucha más libertad en sus muertes que el hombre en la silla. Alguien que se parece a mí le susurra en el oído que todo va estar bien, pero por el momento no para de gritar, cada grito es una ola que viene desde lejos y luego se rompe sobre nuestra costa rocosa.

 

No sé si los arces saben que están muriendo. Nada que hacer, entonces los observo morir y podo las ramas muertas y me las llevo. El hombre en la silla quiere que alguien se lo lleve. No dejará de gritar en el asilo donde mi madre demente logra decir Cállate, sin ayuda de nadie. A esto es a lo que puede llegar la vida después de todo, esto es lo que es la vida, lo que significa, y a lo que huele, sabe, y suena.

Tomado de:

https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Festival/30/BWeigl

 

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