sábado, 15 de junio de 2024

POEMAS DE ANTONIO OTERO SECO


Exilio

Morirás en exilio… Moriremos.

ALICIO GARCITORAL

 

Moriremos de asco, como los alacranes

que se clavan la uña venenosa en el pecho

cuando el hombre los cerca con brasas y con humo

por diversión estúpida de final de semana.

 

Moriremos de pena, como las catedrales

que buscan el suicidio derribando sus torres

con una sangre espesa de barbas de vitrales

sobre el asfalto duro indiferente al tiempo.

 

Moriremos de angustia, como la mar que muere

para que vivan siempre los que no mueren nunca,

con una guardia póstuma de los peces espada

y un arrepentimiento final de tiburones.

 

Moriremos de odio, con la espina clavada

como un rejón de fuego vomitando blasfemias

en esta pobre vida cansada de morirse

y harta de no morirse, del sí, del no y del puede.

 

Moriremos a chorros, como mueren los ríos

que buscan por salvarse un caballo sin cola,

hasta que el mar nos trague y recojan los barcos

nuestro grito de rabia en radar subconsciente.

 

Moriremos dos veces, como muere la luna

que se levanta muerta y se acuesta menguante,

con un collar de estrellas brillando en nuestro pecho

y un lecho azul de nubes para nuestro descanso.

 

Moriremos de pie, como muere la espiga

cansada de su viejo papel de dirigente,

lanzando cada grano a un punto de la rosa

para que otras espigas nos germinen mañana.

 

Moriremos de angustia porque estamos muriendo

de esta angustia diaria que nos busca y nos cerca.

Moriremos gritando las verdades que ahora

no suben a los labios porque no las sepamos.

 

Moriremos pintando la brújula que sabe

marcar los cuatro rumbos en los ángulos rectos:

En el nombre del Norte, del Sur, Este y Oeste

dejamos, sin el nombre, la huella de este cántico.

 

Moriremos de ausencia, como mueren las madres

que un día nos despidieron clavadas en la tierra,

como árboles de acero, seguras de que nunca

podrán darnos un beso ni cerrarnos los ojos.

 

Moriremos de otoño, como mueren los árboles

cansados de dar frutos y nidos gritadores;

pero mañana un nuevo arañar de raíces

cuajará en nuevos pájaros y en frutos rezumantes.

 

Mañana volveremos a estar sobre los mares,

en los ríos que peinan su cola de caballo,

en las madres que vuelven a mostrar nuevas sendas

y en la rosa y el nido y en la cuna y la escuela.

 

Bajaremos de todas las montañas de sombra

con un pico de acero para abrir nuevas luces;

para adornar el pelo de las novias llorosas

con una clara estrella y una rosa de alba.

 

Le diremos al mundo lo que ahora le decimos,

pero con voces nuevas y palabras antiguas.

Y escribiremos este mensaje de alegría

en la frente de todos los hombres de este mundo:

 

Venimos de lo eterno y hacia lo eterno vamos;

venimos del ayer, del hoy y del mañana;

venimos a deciros con pólvora o sonrisa

lo que estáis esperando que os digan: aquí estamos.

 

 

Vendrás

Vendrás.

Sé que vendrás

porque hace mucho tiempo que te espero.

 

Vendrás

pero no te veré.

 

Verás mi huella:

una línea de sueños, de afanes, de amarguras,

como una Vía Láctea cargada de tormenta.

 

Llegarás, pero yo

habré dejado el lecho de tantos años tristes.

Sólo un hueco, una sombra, un molde, una canción.

 

Yo antes;

tú después.

¡Qué tarde ya para soñar!

¡Qué pronto aún para dormir!

 

Antes, después, siempre…

 

Carta a Alfredo Palmero, pintor

Palmero:

¿Recuerdas una noche de diciembre

en un piso sin muebles de Duque de Sesto?

Aún no teníamos treinta años

pero el mundo era nuestro.

Era una bella noche, Nochebuena

bella y buena porque era nuestro Nacimiento.

Tú y yo nacíamos cada día

enemigos del tronco y del injerto,

amigos de la rama, libre y loca,

sin prisión en la tierra, ave libre en el cielo

y cada noche nos moríamos

sobre una dulce almohada de proyectos.

Y al día siguiente, sorprendidos

de ver y de vivir, de no estar muertos,

volvíamos a la noria de las horas,

a partir el minuto como un huevo,

a vivir el mañana, porque el hoy no importaba,

bajo el arco de sombra de los sueños.

La vida es dura y muerde cada día

pero tú y yo teníamos una carne de acero.

Mi pluma era un pincel, tu pincel una pluma,

pluma y pincel clavados en lo eterno.

Luego, la vida fue lo que es siempre: La Vida:

el cara y cruz, el envés y el reverso,

la sonrisa dolida, el dolor con un tirso

de cascabeles claros con agujeros negros.

Me veo peregrino acudiendo a tu puerta.

Te veo samaritano con los brazos abiertos

y unos ojos de pena que se abren asombrados,

con una luz de gracia y sonido fraternos

Milagros, sí, Milagros, milagrosa Milagros

con la gracia serena, marmórea, de un soneto.

Después, después, después… Pinchados

en esa estrella loca ¡oh, rosa de los vientos!

que nos lleva y nos trae, nos recoge y nos tira,

nos levanta y nos hunde

y nos grita Memento,

giramos como locas zurrumberas nostálgicas

con mucha menos carne y con muchos más huesos.

Y desde esta atalaya de los sesenta años,

rodeados de nostalgias, sitiados de recuerdos,

cuando un rumor de muerte nos ronda los oídos

y unos huevos de larva de ida sin regreso

pone un morse nervioso en las frentes cansadas,

lanzamos un mensaje como un granizo eterno:

Más que ser o haber sido, lo importante

es el futuro humilde y humanista: Seremos.

Tomado de:

https://elcuadernodigital.com/2022/03/22/eso-solo-la-vida-la-poesia-de-antonio-otero-seco/

 

 

CARTA A ALFREDO PALMERO, PINTOR

 

Palmero:

¿Recuerdas una noche de diciembre

en un piso sin muebles de Duque de Sesto?

Aún no teníamos treinta años

pero el mundo era nuestro.

Era una bella noche, Nochebuena

bella y buena porque era nuestro Nacimiento.

Tú y yo nacíamos cada día

enemigos del tronco y del injerto,

amigos de la rama, libre y loca,

sin prisión en la tierra, ave libre en el cielo

y cada noche nos moríamos

sobre una dulce almohada de proyectos.

Y al día siguiente, sorprendidos

de ver y de vivir, de no estar muertos,

volvíamos a la noria de las horas,

a partir el minuto como un huevo,

a vivir el mañana, porque el hoy no importaba,

bajo el arco de sombra de los sueños.

La vida es dura y muerde cada día

pero tú y yo teníamos una carne de acero.

Mi pluma era un pincel, tu pincel una pluma,

pluma y pincel clavados en lo eterno.

Luego, la vida fue lo que es siempre: La Vida:

el cara y cruz, el envés y el reverso,

la sonrisa dolida, el dolor con un tirso

de cascabeles claros con agujeros negros.

Me veo peregrino acudiendo a tu puerta.

Te veo samaritano con los brazos abiertos

y unos ojos de pena que se abren asombrados,

con una luz de gracia y sonido fraternos

Milagros, sí, Milagros, milagrosa Milagros

con la gracia serena, marmórea, de un soneto.

Después, después, después… Pinchados

en esa estrella loca ¡oh, rosa de los vientos!

que nos lleva y nos trae, nos recoge y nos tira,

nos levanta y nos hunde

y nos grita Memento,

giramos como locas zurrumberas nostálgicas

con mucha menos carne y con muchos más huesos.

Y desde esta atalaya de los sesenta años,

rodeados de nostalgias, sitiados de recuerdos,

cuando un rumor de muerte nos ronda los oídos

y unos huevos de larva de ida sin regreso

pone un morse nervioso en las frentes cansadas,

lanzamos un mensaje como un granizo eterno:

Más que ser o haber sido, lo importante

es el futuro humilde y humanista: Seremos.

 


PARÍS

 

París: Cuando yo esté muerto

dile al Sena que se pare

debajo del Puente Nuevo.

Y que con dedos de espuma

para que se entere el cielo

me dibuje este epitafio:

»Se nos murió Otero Seco.«

 

Que los pescadores quiten

en ese día el anzuelo

y que levanten sus cañas

como mástiles de duelo.

Que las bañistas de estío

cubran con arena el sexo

por perdón de mis pecados

y adhesión a mis deseos.

 

Que el Sena se haga de escarcha

para que en mi Nacimiento

de lejanía y nostalgia

sea diamante de agua y cielo.

 

Que suenen en mis oídos

con son frívolo y eterno,

sus rumores, sus potins,

sus boutades y sus ecos

hechos de risas, de oui,

de bonsoir y de besos.

 

El día que yo me muera

dile de mi parte al viento

que en la flauta de los puentes

venga a gritarme: ¡Memento!

 

El día que yo me muera,

París, ¡qué cerca y qué lejos!,

el día que yo me muera

que vaya el Sena a mi entierro.

Tomado de:

https://www.zendalibros.com/poemas-de-ausencia-y-lejania-de-antonio-otero-seco/

 

 

Marisma

Vengo desde la plaza,

vengo desde la plaza

de San Francisco,

ay niña, de San Francisco,

vengo desde la plaza

para dormir contigo.

 

Para dormir contigo

¡ay niña!

para dormir contigo

¡ay niña!

para dormir contigo.

en la Marisma.

 

He venido por el río,

he venido, he venido,

¡ay niña! para dormir contigo,

¡qué gran camino!

 

Un camino de plata

¡ay niña!

un camino de plata,

de plata fría.

 

Por llegar pronto,

por llegar pronto

mi caballo ha saltado

¡ay niña!

tres mil arroyos

¡ay niña!

por llegar pronto.

Tomado de:

https://elcuadernodigital.com/2022/03/22/eso-solo-la-vida-la-poesia-de-antonio-otero-seco/

 

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