sábado, 22 de junio de 2024

POEMAS DE CLAUDIA RANKINE


Y si

 

Traducción de Cecilia Pavón

 

 

 

 

 

¿Qué significa querer

 

que un antiquísimo

 

llamado al cambio

 

no cambie

 

 

 

y al mismo tiempo,

 

sentirse amenazado

 

por el llamado al cambio?

 

 

 

¿Cómo se le dice vergüenza a un llamado al cambio,

 

cómo se le dice penitencia, cómo se le dice castigo?

 

 

 

¿Cómo decimos

 

 

 

y si

 

 

 

sin reproche? La raíz

 

 

 

de castigo es purificar.

 

Esa imposibilidad: ¿es eso lo que

 

que repele y no

 

 

 

el llamado al cambio?

 

 

ii

 

No hay resignación en mi voz cuando digo que me siento

 

más lenta, calculando como una máquina

 

los niveles de mi respuesta. Por dentro,

 

siento tanto dolor que pienso que no hay otra salida que soltarlo

 

 

 

entonces hago preguntas como sé hacer

 

en la soledad de mi interrogatorio.

 

Lo que está quieto es verdadero; no hay siquiera un temblor

 

cuando una está tan borrada de la historia.

 

 

 

Podría construir un contenedor para transportar este ser,

 

un contenedor para agarrarlo todo, pero nosotros nunca tuvimos

 

que ver con lo completo; nunca íbamos a estar enteros.

 

 

 

Entonces, en tus considerados pensamientos, permanezco rota,

 

desconocida, prolongando

 

una oración: aquí, estoy aquí.

 

Como te he conocido, como nunca te conoceré,

 

 

 

Estoy aquí. Sea lo que sea

 

que se exprese, y si,

 

aquí estoy a la espera, esperándote

 

 

 

en el y si, en las preguntas,

 

en los condicionales

 

en los imperativos: y sí.

 

iii

 

¿Y si durante el té, y si durante nuestras caminatas, y si

 

en el largo bostezo de la niebla, y si en el largo centro

 

de la espera, y si en el pasaje, en el y si

 

que nos lleva cada día hacia las estaciones, y si

 

en la renovada resiliencia, y si en la perpetuidad,

 

y si en una vida de conversaciones, y si

 

en la claridad de la consciencia, y si nada cambia?

 

iv

 

¿Y si eres responsable más de salvar que de cambiar?

 

 

 

¿Y si eres la destrucción corriendo bajo

 

tu lenguaje de salvador? Eso, ¿no es también algo jodido?

 

 

 

Dices, si otras personas blancas no hubieran… o si hubiera parecido

 

no suficiente… yo habría…

 

 

 

Y si --el repetitivo llamado de y si-- es solo considerado repetitivo

 

cuando el y si deja mis labios, cuando y si es pronunciado

 

por aquellos a quien nadie escucha, y si

 

 

 

y si es el cemento de la insistencia

 

cuando insistes con y si

 

esto es

 

v

 

Qué es lo que queremos mantener consciente, que permanezca conocido, incluso como decimos, cada uno a nuestro modo, yo amo yo sé yo me contraigo yo recibo preguntas yo también yo reacciono yo huelo yo siento yo pienso me han dicho que recuerdo yo veo yo no veía yo pensé yo sentí yo me equivoqué yo sospecho yo estaba haciendo yo estoy segura yo leo yo debía yo no habría yo había yo debería haber yo sentí yo podría haber yo nunca yo estoy segura yo pregunto….

 

 

 

Tú dices y yo digo pero ¿qué

 

es lo que estamos diciendo, sobre qué

 

 

 

estamos queriendo saber aquí?

 

vi

 

Y si lo que quiero de ti es nuevo, recién hecho

 

una nueva frase en respuesta a todas mis preguntas,

 

 

 

un viraje en nuestra relación y las palabras que nos llevan

 

el cuidado que se sostiene. Estoy aquí sin ningún gesto de desdén,

 

intentando entender cómo lo que quiero

 

y lo que quiero de ti corren paralelamente…

 

 

 

justicia y las aperturas para solo nosotros.

 

Cecilia Pavón Claudia Rankine

Tomado de:

https://eternacadencia.com.ar/nota/un-poema-de-claudia-rankine/3819

 

 

[Extractos sin título intercalados entre los poemas-ensayo]

 

Cuando la mujer con la que trabajas te llama por el nombre de otra mujer con la que trabajas, todo se convierte en un cliché demasiado grande como para no reírte con la amiga que está junto a ti que dice, no me lo puedo creer. Aun así, al final, ¿qué más da?, ¿a quién le importa?, tenía el cincuenta por ciento de opciones de acertar.

 

Sí, y en el email de disculpas que te envía se refiere a «nuestro error». Parece que tu propia invisibilidad es el verdadero problema, lo que le produce confusión. Así es como el dispositivo dentro del cual te empuja empieza a multiplicar sus significados.

 

¿Qué decías? *

 

Al término de una breve conversación telefónica, le dices al encargado con el que has estado hablando que te pasarás por su oficina para firmar el formulario. Al llegar y presentarte, suelta de sopetón ¡no sabía que eras negra!

 

No quería decir eso, dice acto seguido.

 

En voz alta, dices.

 

¿Qué?, pregunta.

 

No querías decirlo en voz alta.

 

A partir de ahí la conversación va como la seda.

 

 

*

 

Esperas a un amigo en el bar del restaurante en el que un hombre, por crear conversación, gestando algo, saca su móvil para enseñarte la foto de su mujer. La miras, como un puente que ha tendido, y dices que es hermosa. Lo es, dice, es una negra hermosa, como tú.

 

 

*

 

Cuando la camarera le da tu tarjeta de crédito a tu amiga, te ríes y le preguntas qué más va a conseguirle el privilegio de ser blanca. Oh, la vida perfecta que llevo, contesta. Y entonces las dos os ponéis a reír tan fuerte que todo el mundo en el restaurante acaba sonriendo.

Tomado de:

https://latribu.info/poesia/poemas-de-claudia-rankine/

 

 

Un hombre golpeó a su hijo en el metro. Sentiste tu cuerpo condolerse. Él está bien, pero el hijo de puta siguió caminando. Ella dice que tomó al hombre por el brazo y le pidió disculparse: le dije mira al niño y discúlpate. Sí, y tú quieres que pare, quieres traer al chico a la superficie para que sea visto, para que sea ayudado a ponerse en pie, que sea sacudido por la persona que no lo vio, que nunca lo ha visto, que tal vez no ha visto nunca a nadie que no sea un reflejo de sí mismo.

 

Lo bello fue que un grupo de hombres comenzó a juntarse tras de mí, como una flota de guardaespaldas, ella dice, como tíos y hermanos recién encontrados.

 

***

 

 

 

La nueva psicóloga se especializa en terapia de trauma. Sólo han hablado por teléfono. Su casa tiene una amplia portada que conduce a la entrada trasera donde recibe a sus pacientes. Caminas por un sendero bordeado de césped y romero hasta llegar a la portada que resulta estar cerrada.

 

El timbre, en la puerta principal, es un pequeño disco que presionas firmemente. Cuando la puerta se abre, la mujer allí parada grita a pulmón abierto ¡Fuera de mi casa! ¿Qué haces en mi jardín?

 

Es como si un dóberman pinscher herido o un pastor alemán hubiese adquirido el poder del habla. Y, mientras retrocedes unos pasos, alcanzas a decirle que tenías una cita. ¿Tiene una cita?, te suelta. Entonces pone pausa. Todo se pone en pausa. Oh, dice, seguido por oh, sí, es cierto. Lo siento.

 

Lo siento tanto, tanto, lo siento mucho.

Tomado de:

https://puntoenlinea.unam.mx/?view=article&id=1311

 

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