domingo, 16 de junio de 2024

POEMAS DE JENARO TALENS


Obscenidad de los paisajes

 

I

Esta mañana somos dos los que observan el movimiento de las hojas, el cíclico murmullo de los primeros rostros que marchan al trabajo; dos los que miran lo impreciso de cuanto existe ajeno y nos rodea y a su manera nos define como ajenos también. Tan sólo el ocio frágil de la imaginación pudo asociar un día tantos datos dispersos y construir sobre el caótico montón de sus detritus un simulacro de saber. Nos cegó el énfasis soberbio de inventar historias, de otorgar sentido. No supimos ver sino la luz, o, cuanto más, lo iluminado. Nunca nos detuvimos a sentir los ojos, su cotidiana sensación de estar, que no da nada y todo lo recibe, como un don. Fuimos uno (mirar nos desdoblaba). Tuve piedad (tuvimos) del gorrión temprano, del solitario poto, del jardín deshabitado por la lluvia bajo nuestra ventana. El día viene ahora hasta nosotros como presencia sólida y el aire que me azota dice que en el silencio oscuro de mis pasos hoy somos al fin dos, yo, tú, nunca nosotros ni su crimen lejano, reconocida tú, por quien camino.

 

II

Ah, pronunciar el aura del viaje, sentir un poco cuando el sol lo pida, decirte soy como lo escucho, y escuchar lo que digo y descubrirme ahí. Los murmullos que estallan en mi boca queman como faros y, a no dudar, impiden que te exile la luz, donde la hierba crece franqueando el espacio

de los ojos. La muerte ya no insiste: una simple emoción reconocida. De nadie nos consuela la fidelidad (su intensidad es silenciosa). Así, sonrío al borde de mi voz. Piedra angular. O antorcha. La locura.

 

III

De todas formas nadie nos espera. No hay por qué apresurarse. El cartero pasa de largo, sin llamar (no llamará dos veces, ya lo ves). El agua le chorrea y busca dónde guarecerse. Para qué, me preguntas. Y de qué. La lluvia. Siempre llueve en esta época del año. No sé por qué buscamos,

sin embargo, su secreta razón, su calidad de imprevisible. Abandonemos pronto este recinto; pero no, no es recinto. El frío de la tarde desconoce que aún quedan sensaciones sin clasificar, el sonido amortiguado de los tubos de escape, la lividez del cielo azul plomizo, el olor del mal tiempo que camina entre rachas de sol y nubes grises, como un cabrilleo de liquidación, sus maneras afables y alguna referencia más bien vaga a las cisuras que parecen otorgar a cada historia su enfática porción de intimidad. La ceremonia ciega, ¿en qué consiste? Dejemos ya de divagar, me dices, no nos caiga la noche. Ah, sí, la noche.

 

IV

La sombra oblicua que nos desdibuja en el límite del día sabe del entusiasmo de las estaciones, de la hazaña del tiempo, del dolor que acumula un pensamiento inhóspito. Allí el deseo se agazapa, se acomoda a un espacio elaborado con fragmentos de hierba y levadura triste. Nada tan

dócil como la sorpresa de distinguir rendijas familiares por donde penetra un sol sin atributos. Brilla su imaginaria proyección sobre el escorzo de aparatos de bronce, de muñecos mecánicos, esa falsa materia que el mar vislumbra en la prisión del cielo. Ahora que somos dos (la tormenta lo dice) y la noche que cae nos señala el camino con culebras de luz.

 

V

A solas otra vez, irremediablemente, como el viejo serrín de una muñeca de trapo, desparramados entre restos de ternura y sábanas sin sol. El frío de la madrugada no precisa de afán. Un bulto inmarcesible hecho de incertidumbre, de ruidosa brega. La voluntad de abismo aturde igual

que música pautada en otras tablas, en la trinchera próxima. Un espacio concluso donde hacer mío el fuego que crepita en torno a las comisuras tristes de tu boca.

 

De "Proximidad del silencio"

 

 

Observaciones sobre un cuerpo

 

I

el escenario es siempre el mismo

 

observa cómo el cielo cae sobre los pájaros

cómo un humo delgado anuncia el límite del día

la violencia del fuego que nos conmemora

 

no tienes otra desnudez

que esos puntos de luz

en donde te supones desdoblada

una segunda superficie que nadie recorre

sólo la imagen que te nombra

 

reconstruir un símbolo vacío

sobre el lugar sin límites

donde todo comience

 

la no conciencia vuelta maquillaje

 

el terror de los sueños a permanecer

 

II

siento vivir tus ojos contra el sol que se apaga

frente a este muro destruido

 

la ceremonia muere por desolación

 

el olor que has nombrado

más alto que la luz que el aire cristalino

es en mi rostro un brillo solitario

una extraña humedad

donde la noche nos reconocía

 

el techo desploma su ceniza sobre el amanecer

 

antes que el tiempo acabe

y nos absorba y desdibuje

ahora que ya no somos inmortales

deja entrar la mañana

por los cristales mal cerrados

silenciosa y furtiva

 

sólo déjala entrar

para que todo calle y continúe

 

"Otra escena/Profanación(es)" 1975 - 1979

 

 

Paraíso clausurado

 

                                                       A Pedro J. de la Peña

 

Y es esta luz (los sueños de la infancia,

el vozarrón acuoso de los ómnibus,

la melancólica decrepitud

con que las olas vierten su murmullo)

tímida luz, dureza de agonía,

no la oquedad sin límites

tras los escombros del amanecer.

 

La voz al labio acude,

y se rompe, y resbala,

y no sabe cuánta culminación duerme en la noche

su plenitud: pupila

inmensa transcurriendo

entre unos grises párpados sin fondo.

 

Todo ante ti es silencio, a cuyo tacto,

áspero, el tiempo acrece su gemido.

El chamariz, que es aire (un fogonazo

de oscuridad, la cálida estampida

de los sollozos), gime, desnudez

de un azul que agoniza entre los álamos.

Agonizar, qué triste maniobra

del corazón.

                      Canta, amor mío,

canta las hojas de los parques,

este sabernos que tampoco sacia,

pero que ofrece dulce compañía;

y tu vivir, hoy lluvia, ya no tierna

erosión, resplandezca

bajo esta humanizada soledad

que tu quietud penetra y convulsiona.

Los sueños que aún perduren

olvídalos, son máscara,

antifaces de sombra para el dolor. Escúchame,

mírame ser: sobre mi rostro adviene

la telaraña humosa de los días.

 

Aunque ahora vuelvan a cantar, qué calmo

este mítico edén, los gnomos y las hadas,

tanta historia de príncipes

y de princesas que en abanico trenzan su sofoco,

tanto incansable pájaro dormido

de lo que un sueño fue.

                                          Tú continúas

ante la clara umbría del otoño,

frío sopor de isla sin peces ni sosiego,

bajo una luna en paz.

 

Amor, tu lucidez

qué torpe todavía.

Qué serena la escarpia resbalando

donde, con un chasquido, la luz asoma entre los árboles

y una música fulge

                                    en el silencio.

 

"Ritual para un artificio" 1971

 

 

Room 2 move

 

Por qué dudar. No temo la aventura.

El deseo no es nada sino el deseo de romper

la superficie donde habitan todas las superficies,

de hablar con un lenguaje sin pronombres ni géneros,

sin verbos en pasado o en futuro,

de comprender, al fin, por qué la muerte es dura:

porque tu cuerpo ausente es sólo superficie.

La voz que me habla con tus ojos

es más profunda y dulce que el olor de las rosas

cuando estas flores imaginan

la nieve que se posa con delicadeza sobre tu piel, y nadie,

ni siquiera la lluvia, como pequeñas manos,

puede ser otra cosa que temblor. Esta explosión de pétalos

que se eriza en mis dedos cubre tu desnudez,

y el vaho de tus labios como un rostro confuso

construye, poco a poco, otro silencio para mi silencio.

Cerrar mis ojos y saber quién soy.

Si tú no estás la luz ya no es posible.

Si estás aquí la luz no es necesaria.

La audacia de adentrarnos, solos y juntos, en la madrugada.

 

De "Tabula rasa" 1985

 

 

Solo

 

Si existe un cielo, llevará tu nombre,

vendrá despacio cada noche,

se sentará a mi lado, y con el resto

de la que fue solícita ternura

quizá me ofrezca compañía.

Cómo negarme a su calor, si es todo cuanto queda.

Tendrá tus mismos ojos,

su claridad sin límites,

y el verde aroma que tu cuerpo exhala

como quien abre puertas en la oscuridad.

Si existe un cielo, el cielo serás tú,

tú, territorio cuya piel transito

mientras la muerte gira alrededor.

 

"La mirada extranjera" 1984-1985

 

 

Sucesión temporal II

 

El cartel claramente la anuncia:

Prohibido.

Y lo subraya: No arrojar la basura.

Y apagadas celindas,

diminutas, sin orden. Pareces responder

a su mirada. Llevas

un bonito vestido. Sí, no empieces

otra vez. El crepúsculo

siempre es triste. O acaso

era al amanecer. No la recuerdo.

Nunca me lo habías dicho

antes. Llueve. Corramos

hasta un cine. No importa. Tú acabas de cumplir

veinte años. ¿Me quieres

o no? Sí, tal vez no me quieras

ya. Qué fragante la noche.

De las celindas sube un tenue olor

que nos envuelve, cálido. Por siempre.

Nos amaremos siempre.

 

Cómo has cambiado, amor.

¿Cuánto tiempo? Sí, llevas

un bonito vestido.

Se hace tarde. Me esperan.

Ahora, incluso te esperan. Ya lo ves. Y a ti ¿cómo

te va? Junto a estas tapias

derruidas, el tiempo

parece detenido. Miras

desvanecerse en humo tantas flores silvestres

sobre el sucio cartel. Qué poco queda

de nosotros, ¿verdad? Aunque ya qué decir.

Meditar en silencio. Sí, volvamos, es tarde.

A menudo prefiero

ir en silencio. Ahora

todo es distinto.

¿No te molesta? No. Me da igual. Amor mío,

cuánta tristeza inútil.

 

Y oyes vibrar el viento entre los matorrales.

 

"Víspera de la destrucción" 1966 - 1968

 

 

Te extraño, oscuridad, mi vieja amiga...

 

Te extraño, oscuridad, mi vieja amiga,

mientras hago memoria de tu exilio insaciable,

de tu armazón endeble, de tu edad.

A través de las piedras donde el tiempo fabrica

un nombre corroído por vegetaciones

las ortigas deslíen tu poder.

El muro escucha erguido,

la música transcurre sin avidez y cede.

Otros lugares hay. También allí

tu soledad es necesaria.

Densas como un olvido tus palabras llegan a su fin

Queda un tibio y espeso calor que todo lo cubre.

Dónde anudar el hilo de tu historia, dime.

La luz que cae exime de sorpresa.

Dulce fue tu universo, oscuridad.

 

"Profanación"(es) 1979

 

 

Territorios de un cuerpo

 

                                                               Si te miro a ti,

                                     que salga el sol o no salga

                                            ¿qué me importa a mí?

 

                                                    Camarón de la Isla

 

I

Hermoso es el desorden de mi pensamiento.

Yo no sigo el ejemplo de los más ancianos:

busco lo mismo que buscaban.

Por eso, en esta diáspora de ti,

sé que el silencio que nos cubre es esto,

dos bultos que se pliegan y se envuelven

para volver de nuevo hasta su soledad.

Compruebo que es abril, que el invierno termina

y que incluso las flores son felices.

Soy como ellas, no pregunto nada;

y me limito a estar sobre tu cuerpo

como quien mira sin temor, de frente,

un eclipse

de sol.

 

II

Déjame ser el huésped de tu boca,

la lentitud con que el calor recorre tu desnudo.

Soy como el frío de una noche desierta,

pronto a buscar cobijo en los derrumbaderos

donde hace nido la melancolía.

Hay tanto resplandor, la luna es tanta

que me deslumbras con la calidez

de tu silencio, y me sumerjo en ti.

Nunca pensé una eternidad tan cerca.

 

III

Cada nuevo clima

es, al cabo, costumbre, y yo, extranjero.

El día ha caducado

y va a empezar la oscuridad.

Déjame que me oculte junto a ti,

en el frondoso bosque de unos ojos

donde no cesa de llover.

Acurrucado entre sus matorrales,

aguardaré a que tu pasión me señale el camino.

Sé que el aire es más dulce donde crece la luz.

 

IV

Estoy tumbado al borde de tu claridad,

en la suntuosidad de una batalla

donde ninguno es vencedor,

y hasta el olor del cuarto,

donde rugen, insomnes, tu apetito y mi sed,

florece sin saberlo, como un musgo surgido

de mi humedad tan tuya, de un sendero

que nos conduce hasta ese mar sin olas,

la tierra azul donde se desordena

el centro mismo del placer, la espuma

en que consiste toda esta explosión, y, al fondo,

la lluvia que golpea las ventanas,

la lluvia siempre otra, insobornable,

con sus lentas espinas.

 

V

Apaga las estrellas,

desconecta el sol.

quiero adentrarme a tientas

por los acantilados de tu piel,

reconstruir sobre tu boca

las letras, una a una,

con que dar nombre al fuego,

a la locura de saber que he visto

el cielo tan de cerca, o no, tan mío

que mi país se llama medianoche.

¿Quién eres? ¿Dónde estás? Qué importa,

si te elegí entre todas las estrellas.

 

VI

Descubrir los motivos de la aurora

es otra forma de pensarte,

asomado a la baranda del anochecer.

En cuanto a mí, no sé,

¿qué más puedo decirte?

Sólo que por tu causa

casi tuve el proyecto de durar.

 

VII

Detrás de mi silencio oíste «no",

cuando quise decirte que no hay olas sin

la polilla del tiempo, su escozor,

o el duermevela de un escalofrío.

De mi antigua ambición no queda nada,

quizá no más de un torpe balbuceo

quemado en el rescoldo de tu boca.

Déjame a solas con la muerte.

Para impregnarme de tu luz

fue necesaria la tiniebla.

Luego, al quebrar el alba,

con un desasosiego

que tiende a confundirse con la oscuridad

busco tus ojos en los míos

para que me confirmen que viví. ¿Me entiendes?

También yo, como el sol, me pondré un día.

Escribiré un poema sin mujer, sin nada,

y al leer las palabras que dan forma a mi rostro

tal vez no adviertas que no estoy. Abrázame.

Pido la vez para apagar el sol.

 

Viaje al fin del invierno 1995 – 1997

Tomado de:

http://www.amediavoz.com/talens.htm

 

 

El testamento de Drácula

(según F. F. C.)

 

Estas son mis palabras,

mis últimas palabras.

Crecen en torno a mí sin que yo las vigile,

luego retornan a mi boca

y en ella se aposentan para pasar la noche.

Las digo en voz tan baja que ni tú las escuchas

a ras de suelo, tan inaprensibles

que hasta las piedras las absorben.

Todo es posible aquí. Tan sólo yo

soy imposible, un rostro

sin color ni volumen

por estas galerías donde se repiten

espejos en espejos. Todos están deshabitados.

Nada devuelve su espesor, salvo una luz confusa,

dibujando mi ausencia entre los vidrios rotos.

Narciso fui cuando vivía.

Mientras no estuve en el arcén del tiempo,

lo miraba pasar. La muerte ahora

es la venganza de los otros, de

esos otros extraños a quienes amé

sin proyectarme en ellos. Ven a mí.

No te haré ningún daño. Sabe que

de soledad en soledad

huí de un cúmulo de eternidades

para cruzar la tierra. Fui viajero,

me deslicé hasta sombras que antes no conocí,

y en este exilio, cuando miro atrás,

pienso en el sueño de los justos:

un islote de espuma saturada de azul.

Tal vez los fríos del invierno sean piadosos conmigo.

Sé que sobre mi tumba nacerán flores amarillas.

 


Epilogue & After

Cuánta ceniza ardiente llueve el cielo,

ecos antiguos de una voz que pasa,

ese enemigo que inventó el espejo

y me instaló sin verme en su mirada.

Dando bandazos, el invierno cae;

no me permite desdecirme. Calla

para obligarme a oír desde el silencio

el rumor con que anula las palabras

y hace hablar a los árboles, a las

piedras desnudas, a los puentes, con

el lenguaje del agua.

Burlón y regio por las galerías,

el aire muerde sin cesar las ramas;

ellas me enseñan a mirar sin odio:

el sol es siempre nuevo cuando se levanta.

El frescor de las cosas desmiente mi agonía,

y en este cuerpo imán de tu memoria inscribo

el lastre fiel de un monólogo en calma.

La noche apoya su cabeza en mi hombro,

su materia sensible. No hay nostalgia,

sino copos de tiempo que la noche aventa

en un espacio vuelto madrugada.

Mis ideas acerca del futuro

crecen como burbujas de sustancia.

Por qué seguir; la escena ha terminado,

y ahora que ya no necesito nada

(si acaso respirar la luz del día),

ahora, cuando descubro que esa luz no acaba,

sé que el camino existe

porque por él avanzo: soy camino.

Sobrevivir ha sido mi venganza.

Tomado de:

https://www.isliada.org/poetas/jenaro-talens/

 

 

EL ESPEJO

Tiene la blanca mano

apoyada en el libro pequeño,

sobre las pequeñas hojas blancas

donde, absorta, se pierde.

 

Hundida en el sillón, los ojos

tibiamente impregnados de sensación de ver,

aunque sin forma; en torno los objetos

se alzan como muros

a los que sólo la incansable

profundidad de las pupilas

puede ahondar en plenitud, y observa

el modo simple en que se acopla el mundo

a su tacto, sin queja.

Cuanto sus dedos asen

fuertemente lo tiñen de lucidez. Del cerco

nunca insalvable de la lejanía

en que hasta las palabras

más repentinamente próximas participan

la protege este libro pequeño,

en cuyas pequeñas hojas blancas sus blancas manos se posan.

 

Y algún vago deseo

le asalta: «cuerpo hermoso

para ofrecer, quién sabe, blando muslo,

labios acaso con temblor de aurora».

Pero apenas si el brazo, febrilmente extendido,

roza el sereno cristal que nada responde.

 

Ciego el espejo es

para el que en su pulida entraña no consigue iniciarse

con claridad. Y vuelve

a acariciar su cuerpo, que, de nuevo, insensible,

se funde en la lejana realidad envolvente.

 

Cuando ha dejado de sentir el apacible mordisco de las

            últimas luces

cierra con lentitud el libro. Y comienza otra noche,

en donde los objetos, incluso los más cercanos, también a ella

            la ignoran.

 

 

MUJER EN FORMA DE ELEGÍA

I

 

Pura como un enigma,

como la luz desnuda que respiro,

dime qué soy para el silencio

de esta noche de agosto,

sin milagros ni júbilo,

de este noviembre anticipado

donde el amor se anilla como fruto

sobre tus hombros frágiles, y tu

cuerpo se vuelve playa rumorosa

para mis manos, donde se endurece

tanto brusco recuerdo,

como un mar desbocado

que fuese asombro y muerte y aventura

y no supiera que aún hay tiempo, que

halló hospitalidad donde halló nido.

 

II

 

Desnuda y grácil como el aire

viniste a mí desde una primavera

donde la nieve es dulce y da sentido.

En tu amorosa inundación moraba

la plenitud de un mundo devastado

sobre el abismo de la carne. Ardías,

sola en medio del frío

que me llevaba a ti, blancor indescifrable

donde no hay antes ni después ni nunca

sino luz, puro espacio

donde el deseo anida sin objeto.

Es otoño otra vez. No hay soledad, ni voces,

sólo palabras que simulan lumbre

sin comprender que el agua de tu boca

pudo apagar el fuego de mi infierno.

Tomado de:

https://poesiauniversalblog.com/category/jenaro-talens/

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