sábado, 8 de junio de 2024

POEMAS DE GABRIELA WIENER


Panchilandia

 

Las correcciones en mi primer libro

son extirpaciones.

“Echar de menos” por no “extrañar”

el ciclón tropical lejos del núcleo cálido.

La primera vez que me dijeron

que no estaba escribiendo en español.

Que no hablaba correctamente.

Vosotros, no ustedes.

Una iglesia sobre una huaca.

Los cuatro caballos corriendo en direcciones distintas para desmembrar el cuerpo.

Para cortar nuestras trenzas.

Migrar no es volver a nacer,

es volver a nombrar lo que ya tenía nombre.

Ese teléfono público, cuando existían,

en el que tardé más de la cuenta

y el hombre que no podía esperar

vio en mí a una criatura bajada de los árboles

que folla con las llamas.

Esa fue la primera vez que me gritaron que me vaya a mi país,

a mi casa.

En realidad,

volvería a casa pero ya no tengo casa.

Así que hice una casa mía en la que extrañar

y no echar de menos,

allí puse un nuevo acento a mis afectos.

No sé de qué podría hablar ahora.

Del nido. De la decisión de las aves.

De las estaciones frías.

De las distancias.

De haber sido,

de seguir siendo,

de llegar sin llegar,

de instalarse a medio camino,

de dar miedo, de no poder,

de no querer,

de que te persigan hasta cuando no haces nada,

de dejar muchas vidas atrás,

de perderlo todo,

de empezar de nuevo,

de cero, de abajo,

de las colas, de la ley,

de mi viejo NIE,

de la oportunidad que me dieron,

de todo lo que les debo,

de la maternidad solitaria,

de mi nueva familia,

de jurar ante el rey.

Vivo en España hace 15 años,

pero en realidad

habito Panchilandia,

donde todo el mundo sonríe y nos habla con cariño.

Dicen con cariño panchi, panchita, machupicchu, fiesta nacional.

El chiste con el que dicen quererme

hace que parezca normal que no me quieran.

En Forocoches somos “la fauna cuyo hábitat es un centro comercial”.

Me hablan de la peruanita que le limpia la casa a su amiga Pepa,

qué buena es, se puede confiar en ella.

Creen que es un tema de conversación

que pueden tener conmigo

porque yo también soy una peruanita confiable.

¿Me habrán blanqueado?

¿Cuándo voy a integrarme?

Qué pelo hermoso,

crin de caballo,

qué bien haces el pollo frito.

Qué piel, qué suave,

qué dientes, qué manitos,

tan pequeñas y morenitas.

Podría bajar un bloque de hielo

de la cordillera en mi espalda

para purificar la cosecha.

 

No, lo mejor que podría pasarnos

no es casarnos con un español,

somos todo menos la esposa con la que soñaste.

 

Me he reproducido como una flor de cactus

en este territorio ajeno que voy haciendo mío.

Con una mujer blanca y un hombre cholo,

enredamos nuestras tres lenguas para fabricar otro nido.

Polinizados por el picaflor de garganta rubí.

 

Pero en los parques infantiles soy la niñera de mi hijo

o de cualquiera de sus hijos, de sus madres, de sus padres.

Ni siquiera sé llorar con decoro en los velorios.

Y tampoco quiero.

Sólo sé hacer el indio ante la muerte.

Mi teatralidad de culebrón, mis exabruptos.

Pero no volverán a cortar mi larga y negra trenza

para tirársela a los perros.

 

Minucias del privilegio de la migración con papeles.

Hay tantos, sin embargo,

que no volverán a ver sus ríos.

Apenas la odisea

y el agujero negro del interno

en el limbo del refugio.

Los que están aquí mejor que en el otro infierno.

Todo pasa,

encadenándose de norte a sur

como las parras en primavera,

como las pelotas de goma que disparan

mientras nadas en el tramo Marruecos-Ceuta.

Como una zapatilla Nike flotando en el Tarajal.

Mientras el rey esquía

con un completísimo equipo para la nieve.

 

Nunca dejamos de buscar lo que fuimos

para comenzar a ser lo que soñamos.

En un movimiento que nos aleja de la frontera,

ese lugar entre la vida y la muerte

en la que Pablo Casado abraza a la policía.

 

Europa, les disparas en sus países,

les disparas en tus colonias,

les disparas en el agua,

les disparas en las fronteras,

les disparas en sus casas,

les disparas en el corazón.

Mi profesora de Geografía en Perú,

la que me enseñó la escala,

la latitud y la longitud del mundo,

le cambia el pañal a tu padre, España.

Ten un poco de decencia.

 

Algunos quedamos más cerca de la vida,

otros más cerca de la muerte.

Pero nunca dejamos de migrar.

Nunca dejamos de ver señales en la lluvia.

Y ya solo bailamos en un pedazo de tierra a la deriva.

Al ritmo de las cuerdas del lago.

Tomado de:

https://periodicodepoesia.unam.mx/texto/cruzar-o-morir/

 

 

AMA RÁPIDO

 

No se puede amar lo que tan rápido fuga.

Ama rápido, me dijo el sol.

 

José Watanabe

 

Somos como ese niño poeta al que han hecho

un encargo imposible:

cuidar un bloque de hielo expuesto al sol.

 

Así, cada día, aprendo a cumplir con la vida,

a lidiar con la fugacidad,

a cenar temprano,

a charlar intensamente,

a dormir poco.

Pincho la música fuerte en la sobremesa.

Bailo antes del postre.

Me tomo la cerveza antes de que se caliente.

Me salto los preámbulos del amor.

Pero no me doy prisa.

No corro.

Ya no quiero llegar a ningún lado.

Solo quiero que no se acaben las cosas,

quiero hacerle un agujero negro

a este instante

y meterme por ahí

y alargarlo lo máximo

como una mina secreta,

expandirlo como se expanden

las cosas que no sabíamos que eran profundas.

 

Solo pienso en propagar la energía

más inútil posible,

enchufarme a la pared,

recargar, irradiar hasta el fin.

 

Me dan ganas de organizar

una pequeña fiesta llamada Eternidad,

como en mi adolescencia limeña

de apagones y bombas y ron con naranja.

Y secuestrar a las personas

que se han atrevido a visitarme

y que terminarán inevitablemente

fugando como se fuga el hielo.

 

Porque la noche también se acabará

y también el toque de queda se acabará.

 

No os vayáis, lloriqueo, no os vayáis,

quedaos conmigo.

Solo un rato más.

 

Me siento como cuando mi mamá

se fugó a Coina con nosotras

y nos podía coger en brazos

a mi hermana y a mí a la vez,

como un animal muy grande

huye de papá oso.

 

Como cuando me metí en las aguas verdes

de Quistococha

con cien niños libres y salvajes

salpicándonos la vida.

Y él me miraba ser desde la orilla.

No, la vida no es corta,

la vida es un viaje en mototaxi.

Es mi abuelito de 104 años

en un bus camino a Chiclayo

para comer chifles, pescar

y abrazar un árbol.

 

Y escribo lo primero que se me ocurre.

Y recupero el primer número de teléfono

de marcación reciente.

Y escucho, nada más que escucho.

Y digo te quiero aunque sea pronto.

Y digo te necesito aunque aún no te necesite.

Y si me preguntan

qué hacer les digo lo que pienso.

Y si me ofrecen algo lo acepto.

Y si me piden perdón lo doy.

Y si me tiran odio lo devuelvo.

Y si me sacan de aquí me voy.

Y si me piden que regrese vuelvo.

y si me preguntan si deben hacerlo

les digo que lo hagan.

Y si quieren follar conmigo,

follo contigo.

 

Y me siento

como cuando el profesor de educación física

nos decía que trotáramos sobre el sitio.

Así estamos,

trotando en el sitio,

corriendo sin movernos,

llegando sin habernos ido.

 

Por eso prefiero amar rápido,

como dice el sol, y amarlo todo,

absolutamente todo,

derritiéndose cada minuto,

dejando nuevas formas puras en el mundo.

Tomado de:

https://www.zendalibros.com/una-pequena-fiesta-llamada-eternidad-de-gabriela-wiener/

 

 

HUACO ERÓTICO

 

Quiero tener sexo explícito como un huaco erótico mochica

 

Así con las caras serias y mirándonos a los ojos de pez

 

Porque los huacos eróticos tienen sexo para siempre

 

Duran miles de años más pegados que los perros

 

Y yo quiero vivir pegada por el culo en un mito

 

sin dormirme

 

sin sufrir

 

sin amar

 

sin acabar

 

Yo los vi follar en el museo cuando era niña

 

Nos llevó mi profesora de historia

 

Los escolares colapsaban de risa y estupidez

 

Yo moría de miedo de que alguien dijera

 

Que una de esas putas mochicas se parecía a mí

 

por puta y por marrón

 

Y lo hicieron

 

En los años 60s la entrada estaba prohibida para los niños

 

Como ahora la educación sexual

 

Un inciso:

 

Todos los que no quieren educación sexual son violadores

 

Repitan conmigo: Todos los que no quieren educación sexual son violadores de

 

niños

 

Y eso que los niños también son racistas

 

Sacrificios humanos de Dioses castigadores

 

Había falos enormes

 

Misioneros

 

Sexo oral

 

Sexo anal

 

Sexo ritual

 

La pose del perrito calato

 

Había maricas

 

Pero no había sáficas

 

¿En qué armario del museo estarán escondidas?

 

Había esqueletos teniendo sexo

 

La muerte se follaba a varios

 

Con la misma pasión de siempre

 

Con el mismo orgasmo del que no se vuelve

 

Si no es degollada

 

Yo quiero follar de color marrón

 

follar monócromo

 

follar sin pensar que quiero complacerte

 

follar sin trabajar

 

sin sudar

 

Estoica como la mujer arcilla que se masturba en Lambayeque

 

Departamento de La Libertad

 

Allí donde quieres irte a vivir

 

Yo quiero ser el barro del barro labrado de las pieles

 

Una sola en nuestras redondeces entrelazadas

 

Tan idénticas que podría pensar que estoy sola

 

¿O estoy sola?

 

¿O me he duplicado?

 

¿Me he perdido?

 

¿Te he perdido?

 

¿Ahora soy yo todo eso que fuimos juntas?

 

Me revuelvo en mis propios sonidos y silencios

 

Soy hija de la noche del búho y de los zorros

 

Y hago llover cántaros sobre los surcos de la frontera agrícola

 

hasta pintar bosques salvajes sobre el adobe

 

Sembrar bellísimas flores y conchas marrones

 

desde mi caballito de totora ahogándose en el sol

 

En los campos desérticos de la Huaca de la Luna

 

Vida y muerte tienen sexo hasta el amanecer

 

Muy cerca de La leche

 

Antes de nuestra última decadencia

 

Un día me encontrarán en una tumba

 

en la tumba de alguna dama poderosa

 

de 25 años

 

Como la momia de Cao

 

la reina del valle de Chicama

 

Me encontrarán viva

 

Fastuosa

 

cubierta de lapislázuli, cuarzo y turquesa

 

follando para siempre

 

como un huaco erótico mochica.

Tomado de:

https://www.federacionanarquista.net/2-poemas-de-gabriela-wiener-en-matria-poetica/#/

 

 

Pelos

 

me estoy quedando calva

 

cada día pierdo doscientos pelos

 

son largos mechones que escondo en mis bolsillos

 

como ovillos negros de una tejedora indolente

 

dicen que es el estrés o el agua

 

pero no sé

 

por ejemplo

 

si caen al suelo forman efímeros mapas hacia ninguna parte

 

o quizá sí

 

llevan a una especie de bosque inanimado

 

como una telaraña que es en realidad un cementerio de pelos

 

o a lo mejor a un país donde toda la gente lleva pelucas de cabellos ajenos

 

y sonrisas terroríficas

 

me estoy quedando calva por su culpa

 

mis amadas hebras se deslizan por calles y habitaciones

 

como ríos sucios

 

sobre mi cara de pez loco de angustia

 

cuando la última pelusa vuele a su destino

 

yo habré llegado

 

a dónde

 

 

 

****

 

 

 

Hago una vida de puntillas

 

hago todo de puntillas

 

como un animal tímido

 

uno de esos que bailan ballet en el bosque

 

pero ponen cara de tener miedo a todo

 

un venado o algo parecido

 

al que sus colegas de los árboles

 

le dicen: nos la estamos pasando

 

en grande

 

¿estás cansado o qué?

 

abro de puntillas la refrigeradora

 

bebo coca cola de la botella

 

los vasos hacen demasiado ruido

 

eructo para adentro

 

me acaricio las tetas

 

bajo mi dulce pijama de chiflada

 

y me siento Philip Seymour Hoffman

 

el diablo sabe qué es esto

 

de susurrar al fantasma del columpio

 

de reír como Carson McCullers en las fotos

 

pero yo no apesto a alcohol

 

ni tengo blusas blancas

 

con cuellos bien planchados y gotitas de sangre

 

me siento ante esta misma pantalla

 

siempre busco lesbianas asiáticas

 

o besos larguísimos o tetas grandes bamboleándose

 

hoy descubrí que me gustan los masajes

 

vi uno en que una vieja masajista tailandesa

 

masajea en silencio a una rubia silenciosa de Private

 

es por lo mismo

 

que me gusta hacerme la muerta

 

cuando tengo sexo

 

siempre estoy de puntillas

 

como una mosca en la muñeca de mi hija

 

 

 

Un día en la vida de

 

Para Rocío

 

en 1997 entregué mi trabajo sobre Pushkin en el aula

 

de la rotonda universitaria

 

en mi corazón aún habitaba el Cocodrilo Gena

 

como en lo profundo de una fosa común

 

mi profesora de literatura rusa era una de esas criaturas gruesas eslavas y severas

 

toda la historia de Rusia viajando en las estaciones de su rostro

 

como si llevara mucho tiempo encerrada con una cuchara escondida en la bota

 

ella intentaba explicarme por qué Pushkin

 

no había podido ser Lord Byron

 

por qué ni en Rusia ni en su corazón podía sostenerse

 

algo como el romanticismo inglés

 

tú tenías ¿9 años? esos días y es posible que jugaras

 

entre los árboles caídos

 

a hacerte pequeñas heridas

 

con los troncos melosos de la barraca

 

¿te limpiabas como yo la sangre con las hojas dentadas

 

o habías aprendido ya a lamerlas?

 

tu padre

 

estoy segura

 

se ponía una medalla

 

por cada una de tus pestañas muertas en combate

 

mientras tú pequeño ratón del campo

 

ya peleabas con el espectro prusiano que dormía dentro de su uniforme y preparabas la huida del gulag

 

la costra que crecía como espuma helada bajo tus zapatos

 

te convirtió en una nativa del Volga

 

mi padre en cambio disimulaba muy bien

 

los remiendos de su propio uniforme

 

enviándome postales desde la Ciudad Imperial

 

con caras de niñas indígenas parecidas a mí

 

pero más pobres y más felices por las que había que luchar

 

en esas postales me hablaba de las injusticias de nuestro país

 

mientras sus amantes me acosaban por teléfono

 

mis nuevas madres engañadas con sus placentas peludas

 

me hicieron también fuerte para el futuro

 

un día cruzaría con ellas los Urales y las dejaría atrás

 

y así lo hice y entonces solo me siguieron los lobos y los linces

 

a lo lejos vi un día a mi maestra de literatura rusa

 

tapándose un ojo con la cuchara

 

y Pushkin habló en el más maravilloso ruso conocido:

 

«en este siglo abominable es el hombre en todas partes

 

tirano, traidor o prisionero»

 

y no fue difícil entender que hablaba de todos ellos

 

durante años tuve sobre mi mesa de noche

 

un ejemplar de Un día en la vida de Iván Desinovich

 

la lámpara que parecía el cuello roto

 

de un cisne indoeuropeo

 

iluminaba las palabras en mis ojos: «mantén la cabeza erguida»

 

el lema de los revolucionarios cuando caen y no mueren

 

algo que se dicen a sí mismos los guerreros

 

y gritan los generales

 

a sus soldados en las filas enemigas

 

recuerdo ese día

 

el día en la vida de un hombre prisionero

 

al que solo le queda la dignidad y un plato vacío de hojalata

 

un día casi feliz en una cárcel

 

sin percances

 

sin nada que lo ensombreciese

 

un día magnífico después del cual uno se duerme satisfecho

 

recuerdo no saber a qué temer más

 

si al instinto de supervivencia

 

o a la hojarasca de las resignaciones

 

o a las ratas

 

y por encima de todo

 

recuerdo que pensé en las moscas fuera de la ventana estrellando sus cabezas contra el cristal

 

creyéndose dentro cuando estaban fuera

 

cada vez más enloquecidas por conocer

 

el otro lado de la nada

 

cuando estaba pensando una vez más en esto apareciste tú

 

y en pocos días quemamos en una sola pira

 

todos los temperamentos insignificantes

 

que conocimos en nuestro camino hacia el Mar Negro

 

te dije que no te había querido de inmediato

 

al verte por primera vez

 

y no era verdad

 

no te mentí

 

solo no lo sabía hasta ahora

 

como no sabía tantas otras cosas que luego supe

 

como no sé mucho de lo que nunca sabré

 

recuerdo haber pensado tiempo atrás

 

y a lo largo de mi vida anterior

 

en Iván Desinovich y en cómo se vería el cielo estrellado

 

sin focos ni alambres de espino

 

después de ocho años en Kok Kerek

 

y entonces supe por fin que se vería así

 

exactamente así

 

como lo veo contigo

Tomado de:

https://pesopluma.net/un-poema-feminista-de-gabriela-wiener/

 

 

CASA EN LA PLAYA

 

no he aspirado a ser

una paisajista del verano

ni siquiera a cubrirte con mis velas

 

solo soy una chica

que estrecha su pelota de plástico

una gaviota

su corazón de erizo

bajo todos los planetas de la tierra

 

 

LA FUERZA DEL CARIÑO

 

hoy mamá vino a visitarme

estuvimos viendo “La fuerza de cariño”

 

en la película

una madre y su hija adulta toman té luego de un baño reconfortante

y conversan de sus vidas tendidas en una ancha cama

 

es gracioso

nosotras vemos la tele acostadas en mi cama matrimonial

 

pero no tomamos té

 

como una vaca y su ternero

sólo juntamos nuestras narices y nos damos leche

 

nos vamos antes de ver morir a la hija

mejor

sino hubiéramos llorado juntas

y es horrible llorar por ese tipo de cosas

 

 

FOTO EN BLANCO Y NEGRO

 

la niña que será mi madre

coge un rifle

y me apunta con cierta sonrisa

 

si esa niña fuera mi amiga

le pediría su arma de fuego

y ambas dispararíamos al aire

para alejar a los curiosos

 

del cielo caería un ganso dorado

 

conociendo a mi madre

lo llevaríamos en una camilla de guerra

corriendo sobre la hierba

de los panteones

poblados de involuntarias flores

y trataríamos de convencerlo de que está vivo

 

esto no se verá en la foto

pero hay un momento en que yo

le arranco un ala

la empuño corriendo en dirección del viento

y le muestro a mi madre

por primera vez

(algo que piensa que ella me enseñó a mí)

la equívoca intersección del vuelo y de la pérdida

 

Tomado de:

https://libroemmagunst.blogspot.com/2017/06/gabriela-weiner-3-poemas-3.html

 

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