martes, 13 de agosto de 2024

POEMAS DE ELVA MACÍAS

 

Dispersión

 

Forma de sabueso

tiene el origen de las dispersiones.

Quise borrar su huella

y me siguió

en la brecha

en la huida.

Permaneció en el iris de mis ojos

y recorrió mis vetas más exhaustas.

 

 

El regreso 

 

Supe de mi regreso

desenvolviendo nombres y señales

asignando regalos a la curiosidad.

Reproduje las voces anteriores,

traté de restaurar la imagen extraviada

y se desvaneció en el lienzo

sin matices.

Y me sentí más grande que el olvido.

 

 

Breve fundamento para una ciudad

 

 

Amanecimos

con la mirada abierta

contra el viento.

Trazamos un haz de luz

desde el centro de nuestros ojos

hacia el valle.

Amantes contemplamos el paraíso

desde la bóveda donde trasiegan

espíritus como insectos.

Me arrullas

me colmas de adornos y agasajos,

me instas a fundar una ciudad

y a compartir la generosidad de nuestras tierras.

Apresuras mis pasos entre los sacabastos

de altos penachos ondeando al sol,

nos escabullimos de la mirada de los negros

que danzan con la marimba

haciendo agua su boca

haciendo agua su pie.

Tomas mis manos

y depositas tu camisa de verano

te plantas en el remanso

de los ríos que se juntan

en cuyo centro albean pequeñas piedras

que vienen a chocar en mi vientre.

 

Este es el sitio.

Este es el lugar.

 

Cien años después amanece y las fachadas se

descubren

como mujeres que han pasado la noche en su sitio.

 

 

Casa abierta

 

 

a Roger Brindis

 

En las caballerizas las bestias jadean

han traído los beneficios de la huerta:

el aroma de racimos recién cortados

invade el patio...

En el jardín merodean

los pavones, los pijijis, los alcaravanes

entre el almendro, el tamarid, las rosas...

Pies descalzos prodigan su frescura en los corredores.

En la mesa se extienden frutos habituales,

todo es festinado en el quehacer o en la holganza.

Cada mañana

las puertas se abren de par en par,

en el zaguán hallan reposo el loco y el mendigo,

y los viajeros, sin traspasar cerrojos,

se cobijan del sol a mediodía.

 

 

Hacienda de San Agustín 

 

El claustro derruido.

Oro cae sobre la casa grande

en rayos de luz

o entre mis manos polvo.

En las espigas un niño se confunde

por el color de heno de su pelo.

Agitación entre quienes lo buscan:

Eres mi hijo, padre,

mi niño hallado en el templo.

 

 

Piscis

 

 

Padre, tus pies,

peces ornados con sandalias,

se deslizan cautelosos

en el mar oscuro.

Esa profundidad que todo lo contiene

eres tú mismo.

Buscas tu sitio,

mar de los sargazos,

para depositar tu vida que se apaga.

Somos el cardumen que te sigue

en la corriente que acostumbraste

con sabiduría a la ceguera.

Creemos que todo ha cambiado

desde que no nos miras

y mar adentro de ti somos los mismos

tres niños que sujetos a tu ropa

se estremecen

mientras fluye

el tiempo de agua

holgado en tu camisa.

 

 

Ciudad interior 
Fragmentos

 

Sólo una flama palpita como deseo escondido. Es la ora­ción del sastre que cae como aguja en la tarima del ter­ciopelo nocturno. Ahí donde se alzan de día los cuerpos desnudos esperando el entallado de sus ropas.

 

* * *

 

La ciudad ve partir a sus exarcas a países remotos, como la certidumbre de su cometido. Después de que el último peregrino recibe la sombra en su cuerpo, como un vaso olvidado, cierra sus puertas.

 

La ciudad vuela cuando el desierto enfría. Su muralla es el canto de una moneda que se acerca al ojo del Gran Coleccionista.

 

Lanzada al cofre de sombra como una parábola, en­calla en mar ajeno.

 

Ojos que dormían se abren y no recuerdan un ocaso sin mar. Alaban y vuelven a cerrarse avecindados en su revelación.

 

***

Ah, ciudad que viaja para desconcierto de las caravanas. Ninguna cartografía señala su espesor de tejo sobre el polvo.

 

* * *

 

La ciudad contra el cielo avanza y deja tras de sí sus ce­menterios, ahuyenta bandadas de perdices. En los ojos de las aves nocturnas, el llanto de sus hijos extraviados. En la cancelación del duelo, su errancia interminable.

Tomado de:

https://materialdelectura.unam.mx/poesia-moderna/16-poesia-moderna-cat/326-174-elva-macias?showall=1

 

 

Marzo

 

La dueña del restaurante leía una revista para chinos de ultramar,

la cajera se afanaba con el ábaco y en los biombos se adormecían

unos antifaces.

 

Me gusta este lugar tan deprimente,

parece que no estamos en Tuxtla,

no conocemos ni nos conoce nadie.

La tarde es tibia, con mucho viento.

Es riesgoso pedir un vino,

mejor hay que beber una cerveza

y pensar que estamos en cualquier parte:

 

En Tijuana, en el bar de coreanos

aficionados a los juegos de azar y al karaoke;

en una cantina de mojados

o en un salón de baile donde viejas obreras

seducen a jóvenes con sus cartillas de residentes

en Estados Unidos.

Estamos, puede ser, en una Chifa de Perú

o en el muelle de Cantón a punto de cruzar el río Perlas.

 

Este restaurante no existe,

apareció en Tuxtla con el cometa Hyakutake

el día de tu cumpleaños

y nos sustrae de la tristeza de esta tarde.

 

De vuelta, en el patio de la casa contemplamos la noche: el restaurante,

el cometa y nosotros, apareceremos de nuevo en esta fecha dentro de

veinte mil años.

 

 

 

Aguas impares

 

                                    Recordando a Joaquín Gutiérrez

 

De San José hasta la costa atlántica cruzamos Costa Rica.

 

Dos ríos bajan de la sierra:

amarillo el de azufre, azul el de agua clara.

 

Me recuerdan a un hombre que vi cuando era niño,

tenía un ojo café y el otro azul,

dijo el patriarca cuando cruzábamos las aguas

del río Sucio y el río Hondo

en su breve trayecto paralelo.

 

Abajo, en la junta, los ríos se mezclan,

desembocan en la Bahía de Puerto Limón

y ambos pierden su color.

 

Pero los ojos impares de aquel desconocido

jamás se confundieron

en el recuerdo nebuloso del anciano.

 

 

 

La comunión del viaje

 

El pan y la sal son una casa para los que mendigan

o para aquellos que duermen en tiendas regias

 

Es un pabellón de peregrinos

en los acantilados de los monasterios

o bajo las cruces inmensas del cementerio de Tenejapa

 

El pan es una balsa, una isla,

retina desprendida de los Andes

 

Es un camino largo como el sueño

blando como el labash, panarmenio

que contiene la sabiduría del Matenadarán

 

El pan fue sombra ázima para los que atravesaron

el Sahara y cruzaron el mar Rojo abierto

como una vulva infinita.

 

Es la escudilla en los ríos SyrDariá y AmúDariá,

arterias de un gigante dormido

en la Estepa del Hambre

 

Es una palabra de arrepentimiento

 

Uno puede perderse en las cavernas de una hogaza

como en un desfiladero o elevarlo en ofrenda

para la boca cerrada de los muertos

 

Es el mantó repartido entre eunucos y pesa más

en la balanza que en el hambre de los culíes,

y provoca furia y levantamientos

 

El pan dormido es la soledad que fermenta

deseo en las doncellas.

El pan de ayer es la oblación negada.

Es el totopo de Tehuantepec cocido bajo tierra

para la cuaresma y el estiaje.

 

El pan de maíz es la comunión de América,

tortilla que levanta un incendio de voces.

 

 

 

Noviembre

 

En noviembre reparábamos los exámenes de geografía.

Tan viejo era el maestro

que hablaba de países que habían desaparecido.

 

En el casino del pueblo organizaban

un baile al que iban disfrazados de rancheros,

como si hiciera falta.

 

En otro distante noviembre,

mientras caía una gran nevada,

di a luz no lejos del río Moscova.

 

Y en ese mismo mes –años más adelante–

ocurrió el parto de mi parto

en la cercanía de los volcanes.

 

Noviembre:

Caluroso en el Congo Belga

y el Sudán Anglo- egipcio,

nublado y fresco en la Conchinchina,

nevado en el invierno de Moscovia.

 

 

 

Veneciana

 

                            A Gustavo García

 

Obituarios de papel

pegados en los muros

evocaban la epidemia.

 

En una plaza ciega posé para una fotografía

apoyada en una pileta,

débil por la fiebre que contagia el siroco.

 

Fuera de temporada

en el Hotel de Baños

nos impidieron entrar al salón

donde DirkBogarde oye Para Elisa

ensimismado,

como se leen las novelas de amor

cuando se vive una pasión.

 

Caminé el sendero de tablas en la playa

donde Tadzio mostró

su andrógino esplendor adolescente.

 

El color de los vestidores se prolongaba

en el azul impresionista del Mediterráneo.

 

Quise apagar mi sed ante tanta emoción y cinefilia

y pedí una bebida de naranja.

 

El glamourse vino abajo

cuando el mesero me sirvió

–como en las fiestas municipales en el trópico–

una botella de Mirinda.

Tomado de:

https://www.laotrarevista.com/2019/08/aguas-impares-elva-macias/

 

 

LA MEMORIA TE INSCRIBE EN LA LEYENDA...

 

 

 

La memoria te inscribe en la leyenda.

 

Y por esa dicha de haberte cuidado

 

como el hijo varón que nunca tuve,

 

después de tu traición te consuelo y resguardo.

 

Niño deseado por todos,

 

como hechizado inicias la marcha

 

y a tu galope, no emboscadas, no ejércitos,

 

ni fieras salvajes se enfrentan.

 

Sólo encrucijadas:

 

El peine que tu amada tiró

 

se vuelve un zarzal inextricable,

 

espinas que partirán tus brazos.

 

El espejo en que tu madre contempló su

 

desencanto, será un lago de agitadas aguas que cruzará tu

 

barca.

 

La espada que abandonó tu padre abrió al caer de tajo un precipicio que librarán tus pasos.

 

 

 

Desde la almena donde hilo la red en el insomnio,

 

te prevengo de las trampas de tu destino.

 

 

ZONA DE DESASTRE

 

 

 

Cae una gota de tinta en el mapa y se convierte en un lago

 

 

 

Se anegan casas sembradíos

 

familias enteras de hombres y animales

 

desaparecen por mi descuido

 

 

 

A los bordes del lago

 

llegan hormigas de la salvación

 

saben cómo organizar el acarreo

 

 

 

A los que logran salvar

 

les cambian el nombre para siempre

 

 

 

Supe que al mover el tintero

 

podía desatar un desastre

 

 

 

He alterado la geografía he de beber la tinta

 

de esta corriente oscura

 

 

INVASIÓN DE ALAS

 

 

 

Aves que no vuelan

 

han invadido la ciudad

 

 

 

Dan pequeños saltos

 

apenas tocan los adoquines

 

 

 

Oscurecen la plaza

 

como papeles quemados

 

 

 

Sobre nuestros monumentos hacen irreverencias

 

 

 

Se zambullen en la fuente sacuden sus alas toman sol

 

 

 

Algunas se posan en los quicios

 

como los grajos de un escudo y nos vigilan

 

 

 

La gente

 

resignada ante la invasión

 

ha empezado a buscar

 

sus mejores granos para alimentarlas

Tomado de:

http://www.antoniomiranda.com.br/iberoamerica/mexico/elva_macias.html

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