martes, 27 de agosto de 2024

POEMAS DE THOMAS LUX


Tarántulas en el salvavidas

 

Por algún motivo semitropical

cuando llueve

implacablemente caen

 

en las piscinas, estos por otra parte

brillantes y terroríficos

arácnidos. Pueden nadar

un poco, no por mucho tiempo

 

y no pueden subir por la escalera para escapar.

Por lo general se ahogan, pero

si quieres su favor,

si crees que existe la justicia,

una recompensa por no querer

 

la muerte de desagradables

y aun peligrosas (anguilas, serpientes nariz de cerdo,

ratas) criaturas, si

 

crees estas cosas, entonces

tendrías que dejar un salvavidas

o dos en tu piscina por la noche.

 

Y por la mañana

arrastrarías fuera

las acurrucadas, peludas supervivientes

 

y las acompañarías

de nuevo al matorral y, ¿sabes?,

te asegurarías de que al menos las que se han salvado,

como individuos, no aparecerán

 

de nuevo un día

en tu sombrero, un cajón

o el enmarañado inframundo

 

de tus calcetines, y que incluso—

cuando tu confianza en la justicia

se une a tu confianza en los sueños—

pueden comunicar a las otras

 

mediante un lenguaje de signos

cuatro veces más ingenioso

y complejo que el del hombre

 

que eres bueno,

que las amas

que las salvarías de nuevo.

Tomado de:

http://campodemaniobras.blogspot.com/2020/10/thomas-lux-dos-poemas.html

 

 

EL SEXO EN LA HISTORIA

 

Da la impresión, al leer las revisiones, de que sólo el Papa,

los cardenales, los sacerdotes, los monjes

y las monjas participaban. Cómo pudo el campesinado

reproducirse a pesar de las prohibiciones

sigue siendo un misterio: nada de sexo

el jueves, el día en que Cristo fue arrestado,

el viernes había que honrar Su muerte,

el sábado había que honrar a Su Mamá,

el domingo fue cuando resucitó,

el lunes había que honrar a los que no habían resucitado...

Parece ser, si se toman en cuenta los festivales y ayunos

alrededor de la Pascua, Pentecostés, Navidad,

que si acaso quedaban dos o tres días al año para el sexo

siempre y cuando:

1) No lo disfrutaras.

2) Fuera conceptual, heterosexual, hombre y mujer, el hombre

arriba. La crónica

escasez de comida se hacía llevadera

gracias al ayuno penitencial (pan

y agua) que se imponía a los infractores: 7 días

por sueños húmedos, 20 días

por masturbarse, 2 años

por conexión interfemoral (el pene

entre los muslos de una acompañante pasiva) ...

Y a pesar de la endogamia

a la que daba lugar el esnobismo, tampoco la nobleza

les hacía mucho caso a los sacerdotes

y esa es la razón por la que hoy tenemos tantos humanos estériles,

tontos, educados y adorablemente distraídos

que se la pasan sentados en cafés al aire libre

a lo largo de famosos bulevares con tiendas.

El sexo era sexo: carne

sobre carne, por años y años, decir una cosa

y hacer la otra - rápido, furtivo, con miedo

y Dios

siempre observando,

con Sus enormes ojos abiertos,

mirando lo que había hecho.

 

(Traducción de G. A. Chaves.)

Tomado de:

http://cafeverlaine.blogspot.com/2008/11/el-sexo-en-la-historia-thomas-lux.html

 

 

Víctimas de la plaga lanzadas por encima
de los muros de la ciudad sitiada

 

Primera guerra

biológica.

La muerte

así lanzada semeja ruedas

en el cielo.

Mira: ahí va

Larry el Zapatero, descalzo, por encima del muro,

y Mary la Salchichera, mira cómo vuela,

y los mellizos Sombrerero, los dos a la vez, sobrevolando

el parapeto, el codo del pequeño Tommy doblado

como si saludara,

y su hermana, Mathilda, detrás de él,

con los brazos extendidos, a través del aire,

igual que hacía

en la tierra.

Tomado de:

https://campodemaniobras.blogspot.com/2020/10/thomas-lux-dos-poemas.html

 

 

Un diente pequeño

 

A tu hijita le sale un diente, luego dos,

y cuatro, y cinco, después quiere algo de carne

directamente del hueso. Todo

 

ha terminado: aprenderá ciertas palabras, se enamorará

de cretinos, imbéciles, de un charlatán

seductor camino de la cárcel. Y tú,

 

tu esposa, envejecidos, cubiertos de manchas

y sin arrepentiros de nada. Hiciste, amaste, los pies

te duelen. Anochece. Tu hija ha crecido.

Tomado de:

https://campodemaniobras.blogspot.com/2016/10/thomas-lux-un-diente-pequeno.html

 

 

EL LECHERO Y SU HIJO 

 

Durante un año recogió

 

las botellas de leche, las rajadas,

 

rotas, o con la etiqueta azul

 

con el dibujo de una granja

 

 

 

desteñido. En invierno

 

cargaban las cajas en un trineo

 

y las arrastraban hasta el basural

 

 

 

que entonces era precioso: una sábana blanca

 

tendida, como una broma, sobre

 

la cara de alguien que dormía.

 

 

 

Mientras arrojaban las botellas

 

 

 

el hijo hacía travesuras

 

y el lechero se las festejaba: lanzaba

 

una botella a gran altura

 

y la hacía añicos al vuelo

 

 

 

con otra. Mil asombrados

 

trozos de vidrio

 

caían… Otra vez

 

y otra, y maldito

 

si ese lechero,

 

 

 

ese alegre lanzador

 

en el borde del basural (mientras los voladores

 

desechos salpicaban de nieve

 

sus sombreros)

Tomado de:

https://santarabiapoetry.com/thomas-lux-el-lechero-y-su-hijo/

 

 

Y todavía viene

 

como un tren de carga con los frenos quemados en bajada

lleno de lingotes de arrabio, lleno de plomo

Estatuas de tamaño natural de Richard Nixon,

como una avalancha de humo y niebla negra

atado con alfileres doblados, las puntas rotas

de navajas automáticas, polvo de despojos secos,

Sin remordimientos, llega, más rápido cuando le das la espalda,

Más rápido cuando te giras para mirarlo de frente,

Como una fina lluvia, luego lluvias más frías,

Luego un diluvio que se convirtió en aguanieve afilada, luego granizo del tamaño de un huevo,

Del tamaño de un puño, luego dentado

láser, granizo de metralla

retumbando y desgarrando como pisadas

de dioses o padres borrachos; viene

educado, patán, seguro, afable,

Respirando por la boca

(que es un agujero comido por una cueva),

Viene como un elefante molesto,

Como una mamba negra aterrorizada, se desliza

Por el valle, grasa sobre grasa,

como el fuego que devora los nidos de los pájaros,

como el fuego derritiendo la pelusa

del cráneo de un bebé, todavía sale: mudo

y atiborrarse, nunca

cesar, insaciable, atiborrarse

y mudo.

 

 

Oda a los peces eléctricos que sólo comen las colas de otros peces eléctricos,

 

que regeneran sus colas

y también comen sólo las colas de otras anguilas eléctricas,

presumiblemente más pequeños, quienes, a su vez, comen...

Sin consultar a un ictiólogo — anguilas

son peces —Me remito a la genialidad de la biología.

Sé poco de sus números.

y hábitat, aparte de que son habitantes de los ríos.

Adivina qué río. Solo tengo una nota.

una nota tomada en la lectura

o fiebre —no puedo decir, por mi letra, cuál. Todo

Lo sé, lo parece.

sensato, sostenible: ningún pez muere,

Nadie tiene tanta hambre que muerda más de lo que debería

que una cola; el aguijón, el trauma

Mantiene al pez mordido delgado y alerta.

La necesidad de esconderse mientras nos vuelve a crecer la cola enseña astucia.

Comerán colas más pequeñas por un tiempo.

¡Estas anguilas, estas anguilas en sí mismas son odas!

 

 

Peatonal

 

Tambaleante y elástico, segundo nombre de Gemido,

Deprimido después de una noche dura

En la planta de pulido de cadáveres, pendiente-

al hombro, medio pan

de pan, hasta su cabello cansado, hambriento,

Tocando los frijoles disminuidos

En su bolsillo, te encuentras con él.

En mil esquinas lo encuentras,

saliendo del metro, saliendo

Desde tu propio pecho—esta vista es estridente,

Los vapores metálicos pasan a tu interior.

Su miedo es que lo rompan,

de volverse demasiado diestro al desnudarse

Los últimos cordones de carne

De un cadáver de pollo, de no ser movido por nada

A falta de la Caída de Roma, de estar encorvado

En el cráneo por alguna pérdida que ha olvidado.

el aniversario de.... lo conoces,

conoce su derrota, aunque sea apropiada

e inevitable, no es tuyo, aunque tuyo también

Es propio e inevitable: tantas derrotas

raro e insignificante (a modo de ilustración:

La primera vez que te quedas despierto toda la noche

esperando el amanecer y quedamos decepcionados), tantos

agotamiento sin esperanza oculto,

Su mirada se volvió hacia el interior, vidriosa y opaca. —Y, sin embargo, todos

Fijemos nuestros binoculares en los cúmulos de miedo y neblina del horizonte.

y navegar hacia ellos, con velas gruesas

Adelante.... Lo encuentras en las esquinas,

En las estaciones de autobuses, en las avenidas sin salida.

no liderando ni en

Ni fuera del infierno, te encuentras con él.

y con él caminas.

 

 

Horcas vacías

 

 “Había pobreza antes del dinero”.

Antes de los presos había una prisión de deudores,

Había hambre prefósil,

 

Había dolor antes de un sistema nervioso.

Para transmitirlo al cerebro, existía

 

La pobreza antes que la inteligencia, o los contables,

Antes de la narración, había una bancarrota como un remolino.

 

En ninguna parte, era palpable

donde nada era palpable, había recuperación

 

en los gases que forman tantos miles de millones...;

Había pobreza—tenía lengua—en el enfriamiento

 

ceniza, en marga y marga que se acerca,

Sed en las pocas hebras de heno que se deslizan

 

entre las anchas púas de una horca,

en el reptil y las primeras aves,

 

Pobreza distante y sin misterio como Dios

su creador; seguramente hubo falta

 

En una cebolla cocida al vapor y flácida,

Había pobreza en el pedazo de pan

 

Empapado en la última gota de salsa

arrebataste de la boca de tu hermano.

Tomado de:

https://www.poetryfoundation.org/poets/thomas-lux#tab-poems

 

 

Oda al niño gordo que pisó primero el hielo fino

para probarlo para tres de nosotros a unos doce pies

detrás. Era un chico grande

y podría habernos roto

a cada uno de nosotros, si hubiera querido.

En cambio, era un buen chico grande,

cuya madre lo amaba y lo llamaba Calabaza.

Estaba en un estanque, antaño una fuente local

para el comercio de agua congelada, y, en esta parte,

Ice House Beach, la más espesa, la última en aclararse,

decían todos. Principios de primavera de un duro invierno.

En la orilla opuesta, había unos bosques en los

que queríamos entrar, un atajo a casa.

Desdeñó una cuerda que habíamos traído.

Avanzó unos diez pies.

Retrocedimos unos diez pies.

En medio del estanque dijo: Vamos,

uno a la vez, es suficiente ...

Ya nos habíamos retirado diez pies más por la playa.

Cruzó al otro lado

y volvió a llamar, pero mientras estaba de espaldas,

tomamos el camino más largo, el dócil, a casa.

Tomado de:

https://www.terrain.org/2016/poetry/thomas-lux/

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