viernes, 2 de agosto de 2024

POEMAS DE NICOLE SEALEY


en vez de ejecuciones,
piensa erecciones muertas

 

Ojalá el día no hubiera.

El amanecer ha reclamado

un cielo más, sus pájaros.

 

Miro desde mi ardiente

hoguera los cuellos rotos.

Alguna vez, este lote

 

acogió flores silvestres

nada peor que flores silvestres

magulladas. Querido

 

amanecer, máscara de muerte

a la que me he

acostumbrado, enséñame

 

algo bonito

no más pesado

que un colibrí.

 

 

la permanencia del objeto

 

[para John]

 

Nos despertamos como sorprendidos de que el otro siga aquí

cada uno palpando las sábanas para estar seguros

 

Cómo nos las hemos arreglado para llegar

a esta cama–endeudados con el calor como el amanecer

 

con la luz. Aun cuando no somos tan

 

vanidosos de pensar que todo

 

ha conducido a esto, todo ha conducido a esto.

Hay un nombre para el animal

 

que el amor hace de nosotros– nombrado, pienso

como la lluvia, por el sonido que hace.

 

Eres el animal por el cual otros animales

son nombrados. Hasta que no haya nadie para reir,

 

los días empezarán con la misma sorpresa

y terminarán con orugas hartadas en asclepsias.

 

O, cómo entretenemos a los ángeles

con nuestra breve animación. O,

 

cómo te voy a extrañar cuando estemos muertos.

 

 

candelabra con cabezas

 

Si no hubiera traído mi mente conmigo

como está hecha, esta cosa,

esta prole de maniquíes, encapullados

y montados en un andamio de madera,

podrían ser ocho infantes envueltos y dormidos.

Podrían ser ocho dedos carnosos en una mano.

Podría ser un árbol genealógico con ocho fotos

en marcos. Los arreglos que ocurren en el cerebro. 

 

¿Los ves ahí colgando? Su sombra

es una horda saqueando recuerdos a los árboles.

La piel se encoje y se parte. El cuerpo supura

grasa color yema. ¿Los hueles ahí

quemándose? Su perfume trepa

como glicinas en espalderas.

 

como glicinas en espalderas.

quemándose? Su perfume trepa

grasa color yema. ¿Los hueles ahí

La piel se encoje y se parte. El cuerpo supura

es una horda saqueando recuerdos a los árboles.

¿Los ves ahí colgando? Su sombra

 

en marcos. Los arreglos que ocurren en el cerebro.

Podría ser un árbol genealógico con ocho fotos

Podrían ser ocho dedos carnosos en una mano.

podrían ser ocho infantes envueltos y dormidos.

y montados en un andamio de madera,

esta prole de maniquíes, encapullados

 

como está hecha, esta cosa,

Si no hubiera traído mi mente conmigo

 

¿Quién puede ver esto y no ver linchamientos?

Tomado de:

https://wp.nyu.edu/gsas-revistatemporales/dossier-poemas-de-nicole-sealey/

 

 

fuerza histérica

 

 

Cuando escucho que a un mochilero

 

lo fulminó un rayo pero sigue vivo,

 

o que un niño levantó un sedán de dos toneladas

 

para rescatar a su padre que quedó atrapado,

 

o que una campista luchó con un oso gris

 

con sus propias manos hasta que alguien,

 

un cazador tal vez, lo mató de un disparo,

 

pienso en las personas negras:

 

la fuerza histérica que debemos

 

poseer para sobrevivir solo a existir,

 

algo que temo que muchos creen, y

 

tratan como, una anormalidad.

 

 

Historia clínica

 

 

Estuve embarazada. Tuve sexo con un hombre

 

que tuvo sexo con hombres. No puedo dormir.

 

Mi madre tiene, la madre de mi madre tenía

 

asma. Mi padre tuvo un ACV. La madre

 

de mi padre tiene presión alta.

 

Mis dos abuelos se murieron de diabetes.

 

Yo tomo. No fumo. Xanax para viajar en avión.

 

Propranolol para la ansiedad. Veo mal.

 

El viento me estremece. La prima Lilly se murió

 

de un aneurisma. La tía Hilda, de un infarto.

 

Al tío Ken, tan sabio que era, lo atropelló

 

un auto como para refutar cualquier teoría

 

a la que quiera llegar con esto. Y, según entiendo,

 

las estrellas en el cielo ya están muertas.

 

 

Imaginar a Sísifo feliz

 

 

Dame esta noche para ser inconsolable,

 

        para que la pulsión de muerte no se

 

 

declare, para que la luz de la luna no convenza

 

        al alba. Yo nací antes del alba

 

 

—cuando la mañana usa la máscara de la noche,

 

        la temperatura de la sangre, una boca

 

 

trémula en duelo—. ¿Cómo

 

        escribimos nuestro dulce nacimiento, la altura

 

 

que teníamos? —¿éramos dioses empujando estrellas por

 

        un cielo de parhelios, como escarabajos? —.

 

 

Somos algo entre dios

 

        y mineral, ángel y animal,

 

 

esperando que algo tan sagrado como el sol se alce

 

        y caiga como una bestia común.

 

 

Los venados huelen a los cervatillos sin vida antes de irse,

 

        los elefantes rodean los cráneos y los colmillos

 

 

de sus muertos —ninguno quiere dejar

 

        los huesos atrás, ninguno sabe

 

 

que irse va a paliar la pérdida—. Pero las aves

 

        se arrancan sus propias plumas, los perros

 

 

se lamen hasta lastimarse. Permitime este

 

        lujo. Dame esta noche para cortar

 

 

y salar el hueco. Dame una pala

 

        para arrancar la mandrágora y escuchar

 

 

su grito. Dame un rostro que sufra su labor

 

        tan cerca de la piedra, que sea

 

 

piedra. Prometo volver a entrar a la carne.

 

        Prometo ascender en círculos.

 

 

Prometo ser feliz mañana.

 

 

Incluso los dioses

 

 

 

Incluso los dioses malogran el azul que se despliega. Incluso los dioses malinterpretan la inclinación de las anémonas hacia los rayos de sol como consentimiento para consumirlas. Aun así, envidiás el caballo que tira de su carro. Hueso de su hueso. El amasijo de aire que se marchita basta para que no escales el Olimpo con obsequios de cosas muertas o moribundas colgándote de la boca —tu aliento, como el mar, se aleja muy despacio—. Se rumorea que los dioses crecen donde gotea la sangre de un hombre ahorcado. Insistís con ser ese hombre. Los dioses se abusan de tu gracia. Aun así, preferís vivir en el blanco diáfano y despejado, saboreando lo que les queda de ambrosia. ¿Quién debería ser feliz esta vez? ¿Quién le trae torta a quién? Rezá para que los dioses no malentiendan tus latidos codiciosos como si fueran caos, el negro a partir del que fueron concebidos. Incluso los ojos de los dioses se tienen que adaptar a la luz. Incluso los dioses tienen dioses.

 

 

legendaria

 

 

¿Tengo que decir quién soy y todo eso?

 

PEPPER LABEIJA

 

 

¿Qué chica desperdicia la oportunidad

 

de hablar de sí misma? Yo no. Hoy no.

 

No te voy a aburrir con mi biografía

 

—solo algunos titulares de mi CV—.

 

Yo no aspiro a ser; el resto aspira a ser yo.

 

La pregunta más repetida no es

 

¿QHJ? Es ¿qué haría Pepper LaBeija?

 

En realidad la pregunta debería ser ¿qué no ha

 

hecho? Ya camino hace dos décadas

 

y gané más grandes premios que nadie.

 

Detesto dragonear, pero soy un desfile unipersonal,

 

Jehová en drag, la iglesia de vestido.

 

Quizás fuera de estas paredes sea intrascendente,

 

pero acá soy el Viejo y el Nuevo Testamento.

Tomado de:

https://escaramuza.com.uy/nota/-traduc-re-17-nicole-sealey-por-mariel-kozynski/1485

 

 

Clave

i. 

 

“Sin duda, mostaza

“Es el condimento más sabroso”, tosió el profesor Plum—

Su boca llena fingiendo hambre de verduras.

Sólo bocadillos, señora White

preparada para los invitados del señor Boddy. La señorita Scarlet

No tuvo tiempo de quitarse el abrigo

 

Antes de la comida sin lujos, que ella rechazó, y un cóctel previo.

cóctel, que ella aceptó. Coronel Mustard

Rechazó toda comida, alegando el riesgo de manchar su piel escarlata.

y traje dorado de la Infantería de Marina, luego se comió las ciruelas confitadas

Eso le pasó por los bolsillos como si fuera pelusa. Sra. White

canalizó a la variopinta tripulación hacia el verde...

 

casa, donde el señor Green

Estaba rumoreando, su mano uniendo su boca con la de la Sra. Peacock.

oído en un esfuerzo por convencer al blanco-

heredera de pelo castaño que la criada que prepara los sándwiches debe haber

envenenaron su ciruela

Vino. El galardonado vino escarlata del Sr. Boddy.

 

Los corredores inicialmente divirtieron a la señorita Scarlet,

La forma en que uno se divierte con otro que tiene el mismo nombre. Sr. Green

Me pareció extraño que el señor Boddy no apareciera y le dije al profesor Plum que...

tanto. “Aquí estamos, hermosos como pavos reales,

y nuestro anfitrión no se encuentra por ningún lado”, retorciendo su bigote

Como el villano en una película muda en blanco y negro.

 

Minutos después de comenzar el recorrido por el invernadero, la Sra. White

presentó al señor Boddy, que yacía boca abajo con un manto escarlata.

saúco de bayas. “Este hombre”, dijo el coronel Mustard

dijo, “está muerta. Conozco la muerte, incluso cuando está camuflada por la vegetación”.

El descubrimiento resultó demasiado para la señora Peacock.

aplomo habitual—

          

Ella se desmayó en los brazos del profesor Plum.

Cuando ella volvió en sí, él se le apareció como un ángel blanco.

Un caballero miraría a una damisela en apuros. Semiconsciente, la señora Peacock

Señaló a la mascota del difunto, Scarlet.

Tangara posada sobre un tubo de plomo entre el cuerpo y un maletín que desbordaba verdor.

espaldas. Enseguida, Coronel Mostaza

 

Reunió una coartada sobre la admiración por las plumerias del Sr. Boddy.

El señor Green siguió su ejemplo con su propio blanco.

versión lavada que involucra a una señorita Scarlet y una declaración de culpabilidad por un delito menor...

 

 

 

II.

 

“La cena está servida”, dijo la señora White.

Invitando a los invitados del Sr. Boddy por sus seudónimos

al comedor para tomar un plato precocinado

Comida recalentada. Señorita Scarlet

Pasó las elecciones, que no pasaron la prueba,

a un señor Green bastante voraz.

 

Nadie fingía afabilidad mejor que el señor Green.

Agitando su servilleta como si fuera una servilleta blanca.

bandera, representando la conquista del coronel Mustard

Historias de combate. Aquí estaba la del profesor Plum.

oportunidad de encantar a cierta dama, atrapando lo que él llamó escarlata

fiebre. “He visto pavoneos más convincentes

 

de un renacuajo”, bromeó la señora Peacock,

Retirándose a la biblioteca, verde

Té en la mano y una señorita Scarlet cosquilleada

La ausencia del señor Boddy fue tan descarada que hizo que se le pusieran los pelos de punta.

ruido ni siquiera cuentos de ejemplo

heroísmo, narrado y protagonizado por el coronel Mustard,

 

Podría calmarse, su presencia, según todos los indicios, era tan aguda como la mostaza.

y vistoso como una manada de pavos reales.

Como un niño exiliado en su habitación, el profesor Plum

Se disculpó, dando a los demás la bandera verde.

luz para hacer lo mismo. Sra. White

Estaba en la cocina fregando sartenes.

 

Cuando escuchó quién pensó que era la señorita Scarlet

Grito. El moho del señor Boddy.

La antigua biblioteca era la escena de un crimen, su caída final en este blanco...

Cabalgata con los nudillos hacia la muerte. “Por los muertos”, dijo la señora Peacock.

dijo, “la hierba es más verde

del lado de los vivos”. Mientras realizaba la plomería

 

El cuerpo del señor Boddy en busca de pistas, Profesor Plum

No se encontró ninguna herida visible: el supuesto anfitrión apareció sin cicatrices.

A pesar de que la sangre cubría su cabeza con un halo sobre la piel de tiburón

Alfombra y un candelabro manchado de sangre Coronel Mostaza 

Reconocida de la cena. Señora Peacock

Evitó la vista, poniéndose blanco.

 

como la sábana con la que la señora White cubrió el cadáver. Ciruela

Harta de las acusaciones de “tonterías”, se apresuró a entrar en la luz de las estrellas.

noche en un mustang descapotable perteneciente al Sr. Green.

 

 

Ya nació la primera persona que vivirá ciento cincuenta años

[Para Petra]

 

Los científicos dicen que la vida humana promedio

se alarga tres meses cada año.

Según esta matemática, la muerte será opcional. Como la corbata

, el postre o el sufrimiento. Mi madre me pregunta

si quiero vivir eternamente.

“Me aburriría”, le digo. “Pero”, dice ella,

“hay tanto por hacer”, lo que significa que

cree que hay mucho que no ha hecho.

Hace treinta años ella tenía mi edad actual

pero, a diferencia de mí, era demasiado trabajadora para pensar en

pájaros que desaparecieron por la lluvia. Ojalá tuviéramos más

tiempo o suficiente dinero para mantenernos en hielo

hasta que la ciencia pudiera traernos de vuelta.

Últimamente mi madre ha empezado a pensar que la vida es

efímera. Soy demasiado joven para convencerla

de lo contrario. La única vez que

estuve en la misma habitación que la Mona Lisa,

estaba encerrada en un cristal detrás de lo que imagino que

eran cuerdas de terciopelo. Hay mucho menos entre

nosotros y el olvido: piel que a menudo frustra

su propio propósito. O tal vez su propósito

no sea protegerme en absoluto, sino más bien proporcionar

un lugar, similar a la sala de espera de un médico,

en el que sentarnos hasta que llamen nuestros nombres.

Guardemos nuestras preguntas hasta el final.

Madre, mide mis brazos abiertos de par en par:

todavía tenemos mucho tiempo por delante.

Tomado de:

https://poets.org/poet/nicole-sealey

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