jueves, 22 de agosto de 2024

POEMAS DE PURA LÓPEZ COLOMÉ

 



VAPOR, HUMO, VAPOR HUMANO

 

No sé si sabré. No sé si llegará el día

de interpretar la transparencia.

Cuándo (o si) atravesé la puerta falsa,

al escuchar o leer por primera vez

eso que por y en la boca fue

al pensar, al recordar,

al saber de memoria;

la carne una, la sangre otra

que circula invisible

en vocablo cristalino,

replicándose, repitiéndose:

se desprende júbilo,

se desploma tormento.

 

 

CAPÍTULO UBICUO, DE JUNCOS Y CAÑAS

En los orígenes, se deslizó

íntegra la historia

por la lengua y la garganta

hasta quedar pintada

en misivas anónimas

halladas luego sin querer:

en o entre páginas delgadas,

papel calca (que revela el Verbo),

papel de arroz (ni cerca ni lejos),

papel Biblia,

nombres y hombres

fuera de quicio

unidos y flotando

por mares rojos (montañas inversas de rubí)

que al tacto se abren

de par en par (como las tapas de aquel libro)

para que un pueblo entero llegue a la otra orilla.

Sin olvidar a nadie, sin dejar a nadie atrás.

Mundo de arte mayor de un autor imaginario.

A sus espaldas, el oleaje va en aumento

mientras murmuran las espumas:

no hay nada que temer, no hay nada.

Y revienta, gritando frases marinas.

 

VERSÍCULO SINIESTRO, REDES DE ALGAS

En la curva de la empuñadura,

una famélica cabeza de serpiente.

El guía posa la palma encima,

las sinuosas líneas de la vida;

se distingue al conocerlas,

al mirarlas se descubre

en un mar negro,

artículo de muerte,

Mare Nostrum.

 

NO TE VAYAS

Soñé contigo, conmigo.

Nos revolcábamos en un césped

de agua, profundamente felices.

Mirando sin pupila, sin tímpano escuchando.

Nada podía prendernos fuego porque

todo venía en llamas...

a punto

de arder de amor

bajo las olas.

Se disparaban los matices.

Turquesa, verde esmeralda,

oro naranja y plata derretida.

En las puntas de los nervios

un infierno febril y duradero.

 

ENCLAUSTRADOS EN EL MUNDO

Y en aquella solitaria habitación,

frente al espejo, todo lo que has dicho,

lo que te ha hecho ser quien eres

en tan grandiosa, única ocasión

de brillo personal y colectivo,

chispa,

aquella con que quemaste mariposas

al captar el rayo del sol con una lupa.

De golpe recordaste los colores del diseño,

la belleza consumiéndose despacio,

su ígneo ser danzando por los aires.

Sin ilusión de cambios,

sin fe, sin fénix.

Muerto mar, que en vapor humano se disuelve

id est, esto es,

idéntico a

ser para no ser.

No solamente recibí explicaciones: con lujo de detalles

se me mostró la entraña etimológica, las partículas,

las vísceras de la palabra justa, amén de sus contiguos

grabados, para que no cupieran sombras ni dudas:

Moisés, transmitiéndole a “la gente” el mensaje: al llegar

a buen puerto, hay que quemar la ofrenda; Abraham, más

adelante, obedeciendo la consigna, colocándola sobre el

tabernáculo, frotando luego las dos piedras y... Entraban

en escena toda suerte de víctimas propiciatorias, de

mirada tierna, seres antes vivos desangrados, su hermosa

lana manchada, la oscura lengua de fuera, listos para

la transformación de la materia, para volverse humo en

ascenso... Ésa era la palabra, el holos caustos: eso, quemarlo

todo. Al salir y al ponerse el sol. Diariamente. Hasta el final

de los tiempos, es decir, hasta nunca. Y mientras escuchaba

semejante admonición, el sueño se iba haciendo realidad.

Ser para No ser.

No ser para Ser.

El ánima sola, encadenada, en una imagen

voluptuosamente vulgar. El fuego la encarcela, mientras

ella, desnuda, lanza una plegaria, un ruego a las alturas.

Después de habitar cielos mitológicos, mira cuán bajo has caído,

Alma, Mariposa, Psique, Psiquis. Tú, la Inmortal, Inmortal

mente amada.] Surge del inframundo tras la condena (su pecado

“mortal”, la hermosura); surge del infernal espanto de un país

moderno que, hundido en abyecto deterioro, se cree lejos de

la barbarie; donde los tesoros que guarda la tierra “nutricia”

son cadáveres sin acta de nacimiento/defunción. Surge entre

cuerpos inertes y amontonados, descritos “objetivamente” como

“desaparecidos”. Algo de carne aún pegada al hueso, esqueletos

manchados (como la lana del cordero) que parecen reír a

mandíbula batiente. [Mira lo que son las cosas, Fernando Pessoa;

de qué manera estas cosas son el sentido oculto de las cosas.]

No hubo un arder,

un reducirse a polvo calcáreo aquellos huesos,

el ser de plata, sedoso y volátil, de alas cenicientas...

ni un abandonar la condición de oruga, ser crisálida y desplegar

velos de papel calca, papel de arroz, papel Biblia, que permitieran

no deambular más.

Insecto en capullo, hombre en la tumba.

¿Cómo irrumpir desde ahí hacia una vida mejor? Cuando

comenzaron a sacarlos, nadie percibió el revoloteo de animales

dignos del “Monarca” apelativo; sólo agoreros enjambres negros

de polillas, del tipo llamado “Psíquide” por los entomólogos.

Ningún lepidóptero perfecto saliendo intacto de la larva.

Palabra justa. Palabra clave, doliente, ensangrentada. Palabra

(capilla) ardiente. Palabra en holocausto. Sobre el altar del

(sacrificio) sinsentido. Llena de mí. Replicándose, repitiéndose.

Palabra a secas. Puerta falsa.

 

 

Eco

Poetry makes nothing happen

– W.H. Auden

A flote dentro de tus ojos,

lo último que pasa

por mi materia gris

y su salutífera

delicuescencia

es

si sabré o no nadar,

si podré respirar,

si viviré como antes.

Me contiene la ampolla de tu aliento.

Me encierra con llave.

Me trastorna.

Confinada a hablar sola,

digo y escucho,

pregunto y respondo.

Tarareo, creo cantar,

inhalo, inhalo y no reviento.

No soy nadie.

Muralla de hidrógeno y oxígeno,

clarísima, diríase iluminada,

me permites concebir

que “el agua es la raíz del viento”

y huele a sales, a microbios,

la intimidad que hay en la atmósfera.

Y en el acto viene

el eco

de un más allá de más allá,

carne y hueso vueltos

lengua húmeda, empapada

de sílabas y acentos aptos

para re-de-trans formar,

dar luz,

dar a luz a

facciones, melanina

oculta en otra piel:

hueco de la voz,

la que habla sola. ~

Tomado de:

https://letraslibres.com/wp-content/uploads/2016/05/pdf_art_10278_7800.pdf

 

 

"Agua"

1

Ha comenzado a nevar.

Copos, agua que hiere

de golpe.

Se posan candentes

sobre mis temores.

No resbalan.

Se han clavado como espinas

de una corona de oro.

Como raíces.

 

2

 

Cuántos pies han pasado por aquí

sin hollar gozo y contemplación,

un mismo tiempo:

 

Cuesta arriba,

alcancé a ver los despojos del narciso.

Todo era azul.

Alenté:

no el avance, ni la cima helada

ni la calidez del cielo.

Sólo el oleaje

sin celda o libertad,

sólo el oleaje.

 

3

Tu población de fuego

me vio volver,

sus seres en constante movimiento,

su mensaje.

Todo se sentía disuelto

en una capa densa,

el mar aquel.

 

Noté que comenzaba a replegarse.

Alargué el brazo.

Mis dedos anhelaban mojarse apenas,

como en una pila antigua,

bautismal.

 

4. Mar abierto

 

Ese mar hizo de mí

una madreperla consagrada,

una vasija llena de algo que se va

o simplemente se evapora

a ritmo propio.

Flor aguamarina,

olorosa a sal

y húmedos abrazos

entre una vida y otra,

sin orillas.

 

5. Mar adentro

Te vi a lo lejos, desde muy lejos,

pero no yacías en la barca,

el horizonte.

Caminabas, escondiendo

algún destino.

Tu expresión

me era inconfundible.

Tu manto de azafrán,

una urna viva.

Creí que me llamabas.

Pasé los dedos por tu piel

deseando guardarla

en la memoria.

Entre la niebla,

tus párpados temblaron

al sentirme.

Y yo también.

 

La rosa de los mundos giró

hasta secarse.

Ni una lágrima en sus pliegues.

En su centro fresco,

tu ojo espeluznante,

lleno, por primera vez,

de una ternura incontenible.

Acababas de morir,

aurora,

en la noche

de mi cuerpo

 

"Quién eres, qué"

a Barrie Cooke, el más abstracto de los

figurativos

...En este mundo camimanos

sobre el techo del infierno,

contemplando las flores...

Issa

1. El demonio

Despliega sus alas

sin orlas

sin vuelo

al caminar

al azar

al borde de unos setos

que jamás se han percibido

olido

mucho menos

cultivado,

silvestres, casi;

al descubrir

entre su fuego,

no en aquello

que Ilusión resguarda,

que en esta vida

esta única

hay que gozar,

dejarse colmar,

bañar de júbilo

y más júbilo

hasta verlo líquido;

hay que nunca

zaherir

a quien se ama

con igual candencia,

igual flama que llama

a que esas aguas

suelten

el primer hervor

ese único.

Y es tan difícil

 

2. Belleza, una verdad

 

Y se las ingenia uno

para ubicuo ser

ante umbrales

 

umbras

 

certidumbres, reciedumbres, costumbres

abiertas

a la vista.

 

Por ejemplo,

el decoro, las finezas,

semejantes sutilezas

en absoluto innecesarias

cual palabras que definen

el sonido del amor,

 

apófisis mastoides.

 

hueso que vibra

en catarata

cantata

del todo desasida

desencadenada

de sí misma

desbocada

 

del jilguero.

 

Por ejemplo,

lo que el hado

en virtud de otra persona

logra en uno.

Mucho más consuelo

que el dolor

o su plural:

el incurable

alivio.

 

3. Marca de nacimiento

 

Un toque del pulgar,

la luz y la distancia solas.

 

Un deslizamiento de las palmas:

el universo intuido

insospechado.

 

Sus líneas,

senderos

de Fortuna

desprovistos

de Futuro.

Y dicen, y hablan

por los tímpanos:

un paisaje en abundancia,

un ansia de buscar

un agotamiento que, de pronto,

se asome entre colinas

y revele

ese jardín

de huella en huella.

 

4. Ángulo multiplicado e invisible

 

Acaso los sueños.

 

Desde un fondo

color vino,

color ebria soledad,

desde sus penas fluviales

y sus vados,

emerge un ser humano

femenino y tan mortal,

tan de antemano.

 

Facciones.

Rasgos propios

de las lenguas

o el color.

 

Ocres contra blancos,

cabelleras contra pieles,

peso de la carne

contra lo ligero

de una historia personal,

intrascendente;

acuarelas que arrasan,

lágrimas sin sal.

 

Y aún así,

aquella historia

querría reblandecerse

al óleo;

ser cuerpo herido

en la entretela

que rasgue y elucide

este subsuelo,

este paraíso.

 

"Un día más, un día menos"

Cuando en las yemas tiembla la solitaria crónica,

haber recorrido ya lo recorrible,

con ganas de presentir

el punto final del viaje

en el alivio de un día menos;

o al revés,

cuando llevo cargando el hueco

como una losa a mis espaldas,

grabado en ella un poema que no es mío,

donde se habla de un transcurso

en letras de oro y de molde:

son ellas las que oprimen,

las que aprietan,

las que escaldan,

dejan sin gusto,

despojan y se posan,

como el polvo,

cerca.

Averiguo ya por qué

no cabe sustancia suculenta

en este dolor neutro,

sin tema, sin concepto,

sin siquiera.

Entonces me resisto,

tengo cara para (sin vergüenza)

dar la cara (sin valor)

a este mundo,

y con qué cara (sin modestia)

me atrevo a desearlo.

 

Es ahí y así (aunque sea)

donde quiero (aunque sea)

para ofender

y para ofenderme

sobre todo

un día más.

Tomado de:

http://mexicanaxxvital.blogspot.com/2018/05/poemas-de-pura-lopez-colome.html

 

 

Conversaciones a hurtadillas

Tierra de azafrán (lenguando, anolando)

 

Existencia inoculada,

integrada al cuerpo,

ya habiéndola disfrutado.

Tierra masticada a fondo

con dientes de leche,

albóndigas amasadas

a la sombra de una higuera,

a los cuatro, yo, a los tres, tú,

sazonadas con plantitas

en sartenes invisibles,

jugando a la comidita.

Carne no de res o de algún otro animal,

carne de arcilla del mismo color

que aquella doblemente roja,

mezcla del marrón natural (alma)

y el carmín sanguíneo (cuerpo),

que desesperadamente devoraban

luego de desmembrar

los músculos de sus víctimas

los caníbales que observó de lejos,

aterrado, a salvo de la tierra,

desde las ramas de un árbol,

Robinson Crusoe,

tan lejana o cercana

—según se interprete—

de la semilla

—aunque igual de inspiradora,

igual de digerible—,

del “Preludio”

que hizo al iluminado crecer,

desarrollarse

como cualquier criatura,

alimentándose

tanto de la belleza como del terror,

ambas cosas en claroscuro

—dos perfiles, dos miradas,

dos caras que somos—:

miedo y hermosura amasados en inglés

con acierto y aderezo meridiano,

son simplísimas “bolas de carne”,

mismas que de este lado de la luna

con ornato y filigrana árabe,

se revelan como “búnduqa”,

precedida del artículo “al”,

al-bóndiga, la bola,

sin mencionar de qué.

Delicia de agrio sabor y aroma,

idéntica a los huéspedes en boca,

estómago e intestinos

de los nativos de Trinidad.

 

 

                            *

 

Intentaron convencerme.

Debía ayunar, limpiar, purificar. Nada.

Yo quería seguir comiendo tierra.

Máxime si llegaba a incluir

espagueti en movimiento.

Hasta que un día su sabor,

amado en amada transformado,

se volvió más penetrante, más intenso.

(Metieron mano —no magia— negra,

creando una réplica espuria

del lodo ab/origen,

pulverizando, desbaratando, desmoronando

la intimidad familiar de seres entrañables,

que hablaban de lo mismo que comían,

comían de lo que hablaban,

saboreaban la confianza incalificable,

incomunicable).

Alguien se propuso

envenenarme el alma.

Con azafrán. Con “oro rojo”.

Bastaron unas albóndigas

en caldo hecho con restos de paella,

dejadas con descuido al pie del árbol,

para adoctrinarme,

disuadirme de,

perder la fe en,

para recelar del mundo.

Las delicias (del jardín),

lo más granado del reino vegetal,

me estarían esperando en ultratumba.

 

Y mientras tanto, a pasar el rato,

a “hacer” tiempo.

 

[Cada uno de mis dos hijos tenía su propio concepto y definición de un verbo que habían inventado juntos, en confabulación absoluta: lenguar. Para el más pequeño significaba deshacer algo entre la lengua y el paladar. Para el mayor implicaba prorrumpir en palabras de distintos idiomas, desconocidas para los demás, creadas por él, o encadenando esta terra incognita con la terra cognita del español, el inglés, el alemán… Uno entendía lo que para el otro quería decir tal acción, aparte de salir con un “voy a lenguar”, refiriéndose a una idea recién generada. Me fascinaba escuchar sus conversaciones a hurtadillas, reconociendo a solas mi propio des/quiciamiento nombrando por mi cuenta anolar (que nadie entiende, en todo caso, más que un yucateco de generaciones casi extintas) a la acepción del menor, babelear a la del grande. Cada uno de los tres degustaba estos asuntos a su manera…pero muy ahí, a profundidad.]

 

¿Sabrá a tierra la muerte

del enterrado, del aterrado,

a diferencia del cremado?

¿Sabrán a crema

los restos del incinerado,

sus sedosas cenizas?

Yo sé (al conjugar

el significativo sabor

mediante el cual

se adquieren conocimientos)

que el azafrán

servía para embalsamar,

colorante precioso de mortajas,

perfume voluptuoso del cadáver

que se momificaría.

Yo sé (al conjugar

el significativo sabor

mediante el cual

se distinguen los sabores)

a néctares ambiguos

al proponerme lenguar, anolar,

crear una múltiple variedad babélica,

al tentar y aproximarme

a la muerte,

al concebirla por obra y gracia egocéntricas,

al identificarla con la tierra y sus delicias.

De este modo reconozco

las paredes de adobe de mi cuerpo,

estos peculiares muros de lamentaciones,

estos rojos intensos de sangre y azafrán

que, aun y aún deseando vivir,

me sacan de la zanja

y me hunden hondo en ella

cada vez que me humedezco

los dedos con saliva

al pasar las páginas de un libro:

voy lenguando

eso,

lo voy anticipando.

 

[Que la tierra,

me trague

(y no nada más cree

el vernáculo vacío de alguna frase),

y me suspire sin regurgitar,

o me confirme sin prescindir.]

Tomado de:

https://periodicodepoesia.unam.mx/texto/conversaciones-a-hurtadillas/

 

 

3 vocativos

 

                         con música de Jorge Ritter

 

 I   Semí               (triste allegro)          

 

Más hondo cada vez más fondo,

brillante cada vez más bello

homóptero

de gala,

langóstera

de lujo,

que habla, asiente, quiere

ser

 

Sí,

Sísí,

Sísísí,

Síííííííííí

 

y caer.

 

Un crujido en acto,

fusil que abre

fuego fatuo

bajo pies incautos,

de paseo y tan campantes,

incrustados y elegantes

entre piedras lisas y senderos,

entre orquídeas y bonsáis,

hechizo extraño,

fealdad del otro mundo,

vías sobre las vidas,

no maravilla a secas,

horror tampoco,

un salto mortal inverso,

una cabriola impresa

en esqueletos

 

que habla

en tarabilla

iridiscente:

 

Amaba tanto al ala

que le enseñó el suspenso.

Amaba tanto el trino

que le enseñó el silencio.

A decir cada vez menos

y seguir muriendo más.

A irte ya,

irte naciendo.

 

II   Cigarra               (descenso/ascenso súbito)

 

Inmersa

represalía,

caricia

desprovista

de pavor,

despavorida,

alimaña

afinando

su panoplia

a mi pesar.

Macho y hembra,

todo abdomen,

toda fuelle,

fuero interno,

fuera infierno.

Vibraba con locura.

 

 

Mantis religiosa

 

                         con música de Marco Antonio Castro

 

I

 

¿Zoología?

Del zooreino

súbdito

que ni nombre

merece o necesita,

y me cabe no en la boca,

cual agravio o alabanza,

sí en la mano,

cual fuete, revólver,

varita mágica,

puntal,

luz

de Bengala.

Su conjuro

campanero,

fraile rezador,

predicador:

su identidad,

la mía.

 

 

II

 

Apareció en el barandal

de mi tristeza,

sobre la forja negra mate

de mis últimos minutos.

Cuidado,

alertaba

la capa de aire

a mis espaldas:

no hay majestad

de cóndor de California

o sabor a crimen y tragedia

de buitre americano;

no confundas

transparencia

con plumosas vastedades

destinadas a planear;

no confundas propicio

con ubicuo,

quehacer sin sangre

del profeta literal:

de frente, imposible

sostenerle la mirada

(cosa que hasta del asesino,

in articulo mortis

se consigue).

 

 

III

 

Extiende las extremidades

y las une en oración

para gozar,

aplica suma destreza

al atrapar su presa,

su móvil alimento,

pan de vida;

eleva así plegarias

al creador

e ipso facto

por arte

de milagro

se torna

inofensiva.

 

 

IV

 

Órbitos y antenas

coludidas

con madre natura

para el engaño:

hasta para sufrir

hay que comer,

no me mates,

mantis,

no me ingieras,

de ti misma

no me llenes.

 

 

V

 

¿Cuántas veces

habré abierto yo

la boca

y sacado la lengua

para recibir

el mayúsculo

arponazo,

óvalo de oblea

inmortal?

 

 

VI

 

Me remuerde

la conciencia,

me resuena

el corazón

a pajaritos;

alguien toca la puerta,

golpea con aldabón:

¿quién?

responde

preguntando

un alma de animal.

Tomado de:

https://www.asymptotejournal.com/poetry/pura-lopez-colome-hearing-and-forgetting/spanish/

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