VAPOR, HUMO, VAPOR HUMANO
No sé si sabré. No sé si llegará el día
de interpretar la transparencia.
Cuándo (o si) atravesé la puerta falsa,
al escuchar o leer por primera vez
eso que por y en la boca fue
al pensar, al recordar,
al saber de memoria;
la carne una, la sangre otra
que circula invisible
en vocablo cristalino,
replicándose, repitiéndose:
se desprende júbilo,
se desploma tormento.
CAPÍTULO UBICUO, DE JUNCOS Y CAÑAS
En los orígenes, se deslizó
íntegra la historia
por la lengua y la garganta
hasta quedar pintada
en misivas anónimas
halladas luego sin querer:
en o entre páginas delgadas,
papel calca (que revela el Verbo),
papel de arroz (ni cerca ni lejos),
papel Biblia,
nombres y hombres
fuera de quicio
unidos y flotando
por mares rojos (montañas inversas de rubí)
que al tacto se abren
de par en par (como las tapas de aquel libro)
para que un pueblo entero llegue a la otra orilla.
Sin olvidar a nadie, sin dejar a nadie atrás.
Mundo de arte mayor de un autor imaginario.
A sus espaldas, el oleaje va en aumento
mientras murmuran las espumas:
no hay nada que temer, no hay nada.
Y revienta, gritando frases marinas.
VERSÍCULO SINIESTRO, REDES DE ALGAS
En la curva de la empuñadura,
una famélica cabeza de serpiente.
El guía posa la palma encima,
las sinuosas líneas de la vida;
se distingue al conocerlas,
al mirarlas se descubre
en un mar negro,
artículo de muerte,
Mare Nostrum.
NO TE VAYAS
Soñé contigo, conmigo.
Nos revolcábamos en un césped
de agua, profundamente felices.
Mirando sin pupila, sin tímpano escuchando.
Nada podía prendernos fuego porque
todo venía en llamas...
a punto
de arder de amor
bajo las olas.
Se disparaban los matices.
Turquesa, verde esmeralda,
oro naranja y plata derretida.
En las puntas de los nervios
un infierno febril y duradero.
ENCLAUSTRADOS EN EL MUNDO
Y en aquella solitaria habitación,
frente al espejo, todo lo que has dicho,
lo que te ha hecho ser quien eres
en tan grandiosa, única ocasión
de brillo personal y colectivo,
chispa,
aquella con que quemaste mariposas
al captar el rayo del sol con una lupa.
De golpe recordaste los colores del diseño,
la belleza consumiéndose despacio,
su ígneo ser danzando por los aires.
Sin ilusión de cambios,
sin fe, sin fénix.
Muerto mar, que en vapor humano se disuelve
id est, esto es,
idéntico a
ser para no ser.
No solamente recibí explicaciones: con lujo de detalles
se me mostró la entraña etimológica, las partículas,
las vísceras de la palabra justa, amén de sus contiguos
grabados, para que no cupieran sombras ni dudas:
Moisés, transmitiéndole a “la gente” el mensaje: al llegar
a buen puerto, hay que quemar la ofrenda; Abraham, más
adelante, obedeciendo la consigna, colocándola sobre el
tabernáculo, frotando luego las dos piedras y... Entraban
en escena toda suerte de víctimas propiciatorias, de
mirada tierna, seres antes vivos desangrados, su hermosa
lana manchada, la oscura lengua de fuera, listos para
la transformación de la materia, para volverse humo en
ascenso... Ésa era la palabra, el holos caustos: eso, quemarlo
todo. Al salir y al ponerse el sol. Diariamente. Hasta el final
de los tiempos, es decir, hasta nunca. Y mientras escuchaba
semejante admonición, el sueño se iba haciendo realidad.
Ser para No ser.
No ser para Ser.
El ánima sola, encadenada, en una imagen
voluptuosamente vulgar. El fuego la encarcela, mientras
ella, desnuda, lanza una plegaria, un ruego a las alturas.
Después de habitar cielos mitológicos, mira cuán bajo has caído,
Alma, Mariposa, Psique, Psiquis. Tú, la Inmortal, Inmortal
mente amada.] Surge del inframundo tras la condena (su pecado
“mortal”, la hermosura); surge del infernal espanto de un país
moderno que, hundido en abyecto deterioro, se cree lejos de
la barbarie; donde los tesoros que guarda la tierra “nutricia”
son cadáveres sin acta de nacimiento/defunción. Surge entre
cuerpos inertes y amontonados, descritos “objetivamente” como
“desaparecidos”. Algo de carne aún pegada al hueso, esqueletos
manchados (como la lana del cordero) que parecen reír a
mandíbula batiente. [Mira lo que son las cosas, Fernando Pessoa;
de qué manera estas cosas son el sentido oculto de las cosas.]
No hubo un arder,
un reducirse a polvo calcáreo aquellos huesos,
el ser de plata, sedoso y volátil, de alas cenicientas...
ni un abandonar la condición de oruga, ser crisálida y desplegar
velos de papel calca, papel de arroz, papel Biblia, que
permitieran
no deambular más.
Insecto en capullo, hombre en la tumba.
¿Cómo irrumpir desde ahí hacia una vida mejor? Cuando
comenzaron a sacarlos, nadie percibió el revoloteo de animales
dignos del “Monarca” apelativo; sólo agoreros enjambres negros
de polillas, del tipo llamado “Psíquide” por los entomólogos.
Ningún lepidóptero perfecto saliendo intacto de la larva.
Palabra justa. Palabra clave, doliente, ensangrentada. Palabra
(capilla) ardiente. Palabra en holocausto. Sobre el altar del
(sacrificio) sinsentido. Llena de mí. Replicándose, repitiéndose.
Palabra a secas. Puerta falsa.
Eco
Poetry makes nothing happen
– W.H. Auden
A flote dentro de tus ojos,
lo último que pasa
por mi materia gris
y su salutífera
delicuescencia
es
si sabré o no nadar,
si podré respirar,
si viviré como antes.
Me contiene la ampolla de tu aliento.
Me encierra con llave.
Me trastorna.
Confinada a hablar sola,
digo y escucho,
pregunto y respondo.
Tarareo, creo cantar,
inhalo, inhalo y no reviento.
No soy nadie.
Muralla de hidrógeno y oxígeno,
clarísima, diríase iluminada,
me permites concebir
que “el agua es la raíz del viento”
y huele a sales, a microbios,
la intimidad que hay en la atmósfera.
Y en el acto viene
el eco
de un más allá de más allá,
carne y hueso vueltos
lengua húmeda, empapada
de sílabas y acentos aptos
para re-de-trans formar,
dar luz,
dar a luz a
facciones, melanina
oculta en otra piel:
hueco de la voz,
la que habla sola. ~
Tomado de:
https://letraslibres.com/wp-content/uploads/2016/05/pdf_art_10278_7800.pdf
"Agua"
1
Ha comenzado a nevar.
Copos, agua que hiere
de golpe.
Se posan candentes
sobre mis temores.
No resbalan.
Se han clavado como espinas
de una corona de oro.
Como raíces.
2
Cuántos pies han pasado por aquí
sin hollar gozo y contemplación,
un mismo tiempo:
Cuesta arriba,
alcancé a ver los despojos del narciso.
Todo era azul.
Alenté:
no el avance, ni la cima helada
ni la calidez del cielo.
Sólo el oleaje
sin celda o libertad,
sólo el oleaje.
3
Tu población de fuego
me vio volver,
sus seres en constante movimiento,
su mensaje.
Todo se sentía disuelto
en una capa densa,
el mar aquel.
Noté que comenzaba a replegarse.
Alargué el brazo.
Mis dedos anhelaban mojarse apenas,
como en una pila antigua,
bautismal.
4. Mar abierto
Ese mar hizo de mí
una madreperla consagrada,
una vasija llena de algo que se va
o simplemente se evapora
a ritmo propio.
Flor aguamarina,
olorosa a sal
y húmedos abrazos
entre una vida y otra,
sin orillas.
5. Mar adentro
Te vi a lo lejos, desde muy lejos,
pero no yacías en la barca,
el horizonte.
Caminabas, escondiendo
algún destino.
Tu expresión
me era inconfundible.
Tu manto de azafrán,
una urna viva.
Creí que me llamabas.
Pasé los dedos por tu piel
deseando guardarla
en la memoria.
Entre la niebla,
tus párpados temblaron
al sentirme.
Y yo también.
La rosa de los mundos giró
hasta secarse.
Ni una lágrima en sus pliegues.
En su centro fresco,
tu ojo espeluznante,
lleno, por primera vez,
de una ternura incontenible.
Acababas de morir,
aurora,
en la noche
de mi cuerpo
"Quién
eres, qué"
a Barrie Cooke, el más abstracto de los
figurativos
...En este mundo camimanos
sobre el techo del infierno,
contemplando las flores...
Issa
1.
El demonio
Despliega sus alas
sin orlas
sin vuelo
al caminar
al azar
al borde de unos setos
que jamás se han percibido
olido
mucho menos
cultivado,
silvestres, casi;
al descubrir
entre su fuego,
no en aquello
que Ilusión resguarda,
que en esta vida
esta única
hay que gozar,
dejarse colmar,
bañar de júbilo
y más júbilo
hasta verlo líquido;
hay que nunca
zaherir
a quien se ama
con igual candencia,
igual flama que llama
a que esas aguas
suelten
el primer hervor
ese único.
Y es tan difícil
2. Belleza, una verdad
Y se las ingenia uno
para ubicuo ser
ante umbrales
umbras
certidumbres, reciedumbres, costumbres
abiertas
a la vista.
Por ejemplo,
el decoro, las finezas,
semejantes sutilezas
en absoluto innecesarias
cual palabras que definen
el sonido del amor,
apófisis mastoides.
hueso que vibra
en catarata
cantata
del todo desasida
desencadenada
de sí misma
desbocada
del jilguero.
Por ejemplo,
lo que el hado
en virtud de otra persona
logra en uno.
Mucho más consuelo
que el dolor
o su plural:
el incurable
alivio.
3. Marca de nacimiento
Un toque del pulgar,
la luz y la distancia solas.
Un deslizamiento de las palmas:
el universo intuido
insospechado.
Sus líneas,
senderos
de Fortuna
desprovistos
de Futuro.
Y dicen, y hablan
por los tímpanos:
un paisaje en abundancia,
un ansia de buscar
un agotamiento que, de pronto,
se asome entre colinas
y revele
ese jardín
de huella en huella.
4. Ángulo multiplicado e invisible
Acaso los sueños.
Desde un fondo
color vino,
color ebria soledad,
desde sus penas fluviales
y sus vados,
emerge un ser humano
femenino y tan mortal,
tan de antemano.
Facciones.
Rasgos propios
de las lenguas
o el color.
Ocres contra blancos,
cabelleras contra pieles,
peso de la carne
contra lo ligero
de una historia personal,
intrascendente;
acuarelas que arrasan,
lágrimas sin sal.
Y aún así,
aquella historia
querría reblandecerse
al óleo;
ser cuerpo herido
en la entretela
que rasgue y elucide
este subsuelo,
este paraíso.
"Un día más, un día menos"
Cuando en las yemas tiembla la solitaria crónica,
haber recorrido ya lo recorrible,
con ganas de presentir
el punto final del viaje
en el alivio de un día menos;
o al revés,
cuando llevo cargando el hueco
como una losa a mis espaldas,
grabado en ella un poema que no es mío,
donde se habla de un transcurso
en letras de oro y de molde:
son ellas las que oprimen,
las que aprietan,
las que escaldan,
dejan sin gusto,
despojan y se posan,
como el polvo,
cerca.
Averiguo ya por qué
no cabe sustancia suculenta
en este dolor neutro,
sin tema, sin concepto,
sin siquiera.
Entonces me resisto,
tengo cara para (sin vergüenza)
dar la cara (sin valor)
a este mundo,
y con qué cara (sin modestia)
me atrevo a desearlo.
Es ahí y así (aunque sea)
donde quiero (aunque sea)
para ofender
y para ofenderme
sobre todo
un día más.
Tomado de:
http://mexicanaxxvital.blogspot.com/2018/05/poemas-de-pura-lopez-colome.html
Conversaciones a hurtadillas
Tierra de azafrán (lenguando, anolando)
Existencia inoculada,
integrada al cuerpo,
ya habiéndola disfrutado.
Tierra masticada a fondo
con dientes de leche,
albóndigas amasadas
a la sombra de una higuera,
a los cuatro, yo, a los tres, tú,
sazonadas con plantitas
en sartenes invisibles,
jugando a la comidita.
Carne no de res o de algún otro animal,
carne de arcilla del mismo color
que aquella doblemente roja,
mezcla del marrón natural (alma)
y el carmín sanguíneo (cuerpo),
que desesperadamente devoraban
luego de desmembrar
los músculos de sus víctimas
los caníbales que observó de lejos,
aterrado, a salvo de la tierra,
desde las ramas de un árbol,
Robinson Crusoe,
tan lejana o cercana
—según se interprete—
de la semilla
—aunque igual de inspiradora,
igual de digerible—,
del “Preludio”
que hizo al iluminado crecer,
desarrollarse
como cualquier criatura,
alimentándose
tanto de la belleza como del terror,
ambas cosas en claroscuro
—dos perfiles, dos miradas,
dos caras que somos—:
miedo y hermosura amasados en inglés
con acierto y aderezo meridiano,
son simplísimas “bolas de carne”,
mismas que de este lado de la luna
con ornato y filigrana árabe,
se revelan como “búnduqa”,
precedida del artículo “al”,
al-bóndiga, la bola,
sin mencionar de qué.
Delicia de agrio sabor y aroma,
idéntica a los huéspedes en boca,
estómago e intestinos
de los nativos de Trinidad.
*
Intentaron convencerme.
Debía ayunar, limpiar, purificar. Nada.
Yo quería seguir comiendo tierra.
Máxime si llegaba a incluir
espagueti en movimiento.
Hasta que un día su sabor,
amado en amada transformado,
se volvió más penetrante, más intenso.
(Metieron mano —no magia— negra,
creando una réplica espuria
del lodo ab/origen,
pulverizando, desbaratando, desmoronando
la intimidad familiar de seres entrañables,
que hablaban de lo mismo que comían,
comían de lo que hablaban,
saboreaban la confianza incalificable,
incomunicable).
Alguien se propuso
envenenarme el alma.
Con azafrán. Con “oro rojo”.
Bastaron unas albóndigas
en caldo hecho con restos de paella,
dejadas con descuido al pie del árbol,
para adoctrinarme,
disuadirme de,
perder la fe en,
para recelar del mundo.
Las delicias (del jardín),
lo más granado del reino vegetal,
me estarían esperando en ultratumba.
Y mientras tanto, a pasar el rato,
a “hacer” tiempo.
[Cada uno de mis dos hijos tenía su propio concepto y definición
de un verbo que habían inventado juntos, en confabulación absoluta: lenguar.
Para el más pequeño significaba deshacer algo entre la lengua y el paladar.
Para el mayor implicaba prorrumpir en palabras de distintos idiomas,
desconocidas para los demás, creadas por él, o encadenando esta terra incognita
con la terra cognita del español, el inglés, el alemán… Uno entendía lo que
para el otro quería decir tal acción, aparte de salir con un “voy a lenguar”,
refiriéndose a una idea recién generada. Me fascinaba escuchar sus
conversaciones a hurtadillas, reconociendo a solas mi propio des/quiciamiento nombrando
por mi cuenta anolar (que nadie entiende, en todo caso, más que un yucateco de
generaciones casi extintas) a la acepción del menor, babelear a la del grande.
Cada uno de los tres degustaba estos asuntos a su manera…pero muy ahí, a
profundidad.]
¿Sabrá a tierra la muerte
del enterrado, del aterrado,
a diferencia del cremado?
¿Sabrán a crema
los restos del incinerado,
sus sedosas cenizas?
Yo sé (al conjugar
el significativo sabor
mediante el cual
se adquieren conocimientos)
que el azafrán
servía para embalsamar,
colorante precioso de mortajas,
perfume voluptuoso del cadáver
que se momificaría.
Yo sé (al conjugar
el significativo sabor
mediante el cual
se distinguen los sabores)
a néctares ambiguos
al proponerme lenguar, anolar,
crear una múltiple variedad babélica,
al tentar y aproximarme
a la muerte,
al concebirla por obra y gracia egocéntricas,
al identificarla con la tierra y sus delicias.
De este modo reconozco
las paredes de adobe de mi cuerpo,
estos peculiares muros de lamentaciones,
estos rojos intensos de sangre y azafrán
que, aun y aún deseando vivir,
me sacan de la zanja
y me hunden hondo en ella
cada vez que me humedezco
los dedos con saliva
al pasar las páginas de un libro:
voy lenguando
eso,
lo voy anticipando.
[Que la tierra,
me trague
(y no nada más cree
el vernáculo vacío de alguna frase),
y me suspire sin regurgitar,
o me confirme sin prescindir.]
Tomado de:
https://periodicodepoesia.unam.mx/texto/conversaciones-a-hurtadillas/
3 vocativos
con
música de Jorge Ritter
I Semí (triste allegro)
Más hondo cada vez más fondo,
brillante cada vez más bello
homóptero
de gala,
langóstera
de lujo,
que habla, asiente, quiere
ser
Sí,
Sísí,
Sísísí,
Síííííííííí
y caer.
Un crujido en acto,
fusil que abre
fuego fatuo
bajo pies incautos,
de paseo y tan campantes,
incrustados y elegantes
entre piedras lisas y senderos,
entre orquídeas y bonsáis,
hechizo extraño,
fealdad del otro mundo,
vías sobre las vidas,
no maravilla a secas,
horror tampoco,
un salto mortal inverso,
una cabriola impresa
en esqueletos
que habla
en tarabilla
iridiscente:
Amaba tanto al ala
que le enseñó el suspenso.
Amaba tanto el trino
que le enseñó el silencio.
A decir cada vez menos
y seguir muriendo más.
A irte ya,
irte naciendo.
II Cigarra (descenso/ascenso súbito)
Inmersa
represalía,
caricia
desprovista
de pavor,
despavorida,
alimaña
afinando
su panoplia
a mi pesar.
Macho y hembra,
todo abdomen,
toda fuelle,
fuero interno,
fuera infierno.
Vibraba con locura.
Mantis religiosa
con
música de Marco Antonio Castro
I
¿Zoología?
Del zooreino
súbdito
que ni nombre
merece o necesita,
y me cabe no en la boca,
cual agravio o alabanza,
sí en la mano,
cual fuete, revólver,
varita mágica,
puntal,
luz
de Bengala.
Su conjuro
campanero,
fraile rezador,
predicador:
su identidad,
la mía.
II
Apareció en el barandal
de mi tristeza,
sobre la forja negra mate
de mis últimos minutos.
Cuidado,
alertaba
la capa de aire
a mis espaldas:
no hay majestad
de cóndor de California
o sabor a crimen y tragedia
de buitre americano;
no confundas
transparencia
con plumosas vastedades
destinadas a planear;
no confundas propicio
con ubicuo,
quehacer sin sangre
del profeta literal:
de frente, imposible
sostenerle la mirada
(cosa que hasta del asesino,
in articulo mortis
se consigue).
III
Extiende las extremidades
y las une en oración
para gozar,
aplica suma destreza
al atrapar su presa,
su móvil alimento,
pan de vida;
eleva así plegarias
al creador
e ipso facto
por arte
de milagro
se torna
inofensiva.
IV
Órbitos y antenas
coludidas
con madre natura
para el engaño:
hasta para sufrir
hay que comer,
no me mates,
mantis,
no me ingieras,
de ti misma
no me llenes.
V
¿Cuántas veces
habré abierto yo
la boca
y sacado la lengua
para recibir
el mayúsculo
arponazo,
óvalo de oblea
inmortal?
VI
Me remuerde
la conciencia,
me resuena
el corazón
a pajaritos;
alguien toca la puerta,
golpea con aldabón:
¿quién?
responde
preguntando
un alma de animal.
Tomado de:
https://www.asymptotejournal.com/poetry/pura-lopez-colome-hearing-and-forgetting/spanish/
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