Beso solar
Si, como dicen, la poesía es indicio de algo entre
las gentes, acordemos desde ya,
entre nosotros, mientras aún somos gente: que
en el final de los tiempos, final también de la poesía
(y del trigo, y del mal, y de los insectos, y del
amor),
cuando la raza humana se reúna entera en carne y hueso,
reconstruido hasta el más pequeño pliegue y hasta la
más
diminuta uña del infante, ahí estaré, en los bordes
de aquella multitud inexplicable, a darte una manzana,
restaurada hasta su más recóndita semilla envuelta en
hebra blanca, por si estás sediento, lo cual
desde aquí no parece presunción temeraria,
y aunque para entonces ya no habrá poesía entre
nosotros,
-es el fin de los tiempos, los gansos y los mares se
han marchado-
sueño que aceptarás la naranja y recordarás que en la
tierra
nunca aprendí a tocarla, tan viva estaba,
y si acaso careciese de canto la multitud
o de parte alguna a la que yo pertenezca,
tomaré la naranja y la echaré hacia arriba, tan alto
como pueda
Diario de acción y reposo
En alguna subestación del universo
las ranas mugidoras comienzan a inflar sus bocas.
El jazmín-de-noche es fecundado
en la oscuridad.
Puedo olerlo.
Después alguien, oculto un poco a lo lejos,
retoma su flauta y afirma su identidad
de manera muy dulce.
Añadiré que es abril en la China—
Ah! exótica, suave noche—
mientras la rana, el jazmín y la flauta
arman un diario de acción que explica mi reposo:
la primavera, madurando hasta su peso ideal, ha caído
de su rama, y en mi regazo.
Por veinte minutos el mundo es perfecto
aunque ya dos o tres pensamientos buscan sus lentes a
tientas
dentro de mi cráneo—
ah el impulso de lastimar y destruir ha llegado
y oh en lindas e interminables tiras despellejan el
lugar
en todo su redor–
Desnudas
Rousseau quería: una cabaña en la costa suiza,
una vaca, y una canoa de remos.
Stevens quería un cajón de Ceilán lleno de mermelada
y estatuillas.
A mis vecinos no les avergüenza su pobreza pero
quisieran poder comprar un caballo blanco,
un semental que transmutara su destino.
Darwin moría pulgada a pulgada por no tener a nadie con
quien
hablar de gusanos, y el víreo en mi ventana quiere nada
menos
que una colilla de cigarro–lana para su nido.
Lo inalcanzable parece salir de las puntas de un
tridente
en todo el mundo…
Fulano-de-tal usa zapatos por primera vez
y Emin Pasha, en la más profunda extensión del Congo,
¡soñaba tanto atrapar un ratón rojo! Y al fin lo
atrapó,
poco antes de morir, degollado por negreros que querían
matarlo. ¡Al
fin! anuncia el diario,
y es este al fin lo único que nos tragamos, y llamamos
progreso.
Pues los muchachos juntaron un dinero y compraron a
Bohr un gramo de radio
en su cincuenta cumpleaños.
Pissarro quería marcos blancos para sus pinturas
ya en 1882, y, en segundo lugar, tres francos para el
correo.
¿Quién quiere oír de nuevo el sonido de su madre
tirando
coles de bruselas en el tazón de hojalata?
¿Fue ping, o fue ting?
¿Cuánto darías por oler una vez más los guisantes
negros
que ahorcan la alambrada?
Porque alguien quiere tu dinero.
Los medallones de pejesapo en salsa de champaña…
El largo beso que tu cuerpo enyesado evoca…
El paradisíaco dulce-tranvía que llega rodando
mientras cúmulos de merengue se apilan en tu lengua
y tu ojo saborea el ámbar brillo de una crema catalana…
El perdón de los pecados, una nueva esposa, otro
pasaporte,
la piscina, la taza de arroz
llena de arroz, las Tortugas Ninja escapando
cuando pasas la página…
¡Oh desvergonzado sexo en la barbacoa!
El deseo es un principio de selección. En primer lugar,
¿quién pidió pies?
¿Quién quiso levantarse? ¿Quién quiso caminar?
Bárbaros
Aquí y allá, entre árboles,
hay vacas echadas en la foresta
a media tarde
como si dormir fuera una idea
por la que están dispuestas
a morir.
Tomado de:
https://circulodepoesia.com/2014/12/poesia-norteamericana-actual-mary-rueffle/
Hablar con desconocidos
¿Ves manchas solares? ¿Un amor terrible y poderoso
donde no lo hay? ¿Una grulla damisela hablando con un
pato
lama? Muy interesante, pero ahí no hay nada.
Alguna gente agarra rosas eléctricas y las planta en un
campo
para bajar el campo a la tierra.
No tiene nada de malo. Soltá el libro.
Mirame cuando te hablo. Soy la máscara de oxígeno
que baja y cuelga en la cabina del avión.
Estoy acá para ayudarte a ser charlatán.
No me interesa tu familia: ni tu mamá,
ni tu papá, ni tu hermano, ni tu hermana, ni tu hijo,
ni tu hija, ni tu amante,
ni tu perro. En Francia, antes la gente se suicidaba
si una cena con amigos salía mal. Es una gran idea.
¿Te interesan los huérfanos que al final
son reyes, o los reyes que quedan en la nada?
¿Cuál es la diferencia entre mirar y ver?
Quítate tus atuendos. Perdón, pero las tortugas
cabezonas
de la costa de Carolina se van para África esta noche.
En su defecto, ¿no te gustaría una pera bien helada?
Entrar en un negocio es como entrar
en el delicado estribillo de un poema de Navidad.
¿Qué más podrías querer? Siddharta dijo
que alguien que te roza en la calle
comparte una experiencia con vos por quinientas vidas.
¿Se puede decir que las botellas que se mecen en alta
mar
se mueven?
Lindas manos
Nací en un hospital. Apestaba.
Me bañaron. Cinco años más tarde,
mi cerebro era una lamparita que se apagaba y se
encendía parpadeante,
mi alma era un biberón deseoso de estar lleno,
mi estómago, hecho de hormigón, tenía una mesa larga de
madera
a la que se sentaban seis gatitos vestidos, cada uno
con su bol.
Ahora mi estómago tiene el vigor y el glamour de cien
lamparitas de colores
que cuelgan de un cable en una cantina donde alguien
con una sábana blanca
está aprendiendo a derramar vino sobre el altar.
Los gatos crecieron, se dispersaron, se multiplicaron
en mi cerebro, donde se pelean por la leche derramada
del biberón –que ahora responde a la descripción de una
odalisca–,
con sus pelos de gato parados de punta.
Y mi alma es el cuarto de hormigón
con una mesa de póker inestable donde nadie juega y
nadie reparte,
aunque cuando me muera siempre cabe la posibilidad
de que alguien con lindas manos me bañe.
El carrito
El carrito vacío de las compras está empezando a rodar
por el estacionamiento vacío. Está empezando a actuar
como lo haría Marlon Brando cuando nadie lo mira.
Es una alegría para los ojos, pero tal vez no acabe del
todo
bien, como cuando alguien un poquito corto
hace algo encantador y termina muerto.
Tengo las ideas tan pesadas que no podrías levantar
el féretro. Son tan livianas y se alejan tanto
que alguien de uniforme se las quiere llevar detenidas.
Tal vez el mundo esté agonizando, pero no lo creo.
En algún lugar hay una mujer envuelta en velos negros,
que también sonríe. Tal vez sea la víspera de su
bautismo,
el día después de que su hijo chocó con un poste.
¿Cómo puede señalar su aceptación de la vida?
¿Y si se le mete un colibrí en la boca? Detesto
esa idea, que pasa zumbando vestida de rojo.
Pero le admiro los guantes. Las manos son
insoportablemente hermosas.
Se aferran a las cosas. Las dejan ir.
Deconstrucción
Creo que las sirenas de La odisea cantaban La odisea,
porque no hay nada más seductor, más terrible,
que la historia de nuestra propia vida, ésa que no
queremos
escuchar pero que haríamos cualquier cosa por oír.
Acerca de la existencia esencial
El caballo montó a la yegua lenta y precisamente
y después paró.
Le molestaba profundamente una hebra de paja.
Lo distraía profundamente el triste juguete
dado vuelta en el árbol.
Lo desconcentraba profundamente media nube
por el rabillo húmedo del ojo.
Y después siguió.
Nada se les olvida a los amantes
excepto quiénes son.
Tomado de:
https://www.zendalibros.com/9-poemas-de-mary-ruefle/
Educación sentimental
Ann Galbraith
quiere a Barry Soyers.
Rezad por Lucius Fenn
que sufre mucho en tanto da la mano.
Bonny Polton
quiere a un perrito que se llama Capuchón.
Rezad por Olina Korsk
premio de «a quién le faltan más dedos»
Leon Bendrix quiere a Odelia Jonson
que quiere a Kurt que quiere a Carlos que quiere a
Paul.
Rezad por Cortland Filby
que sujeta una avispa muerta, un ingenioso concepto
para su madre.
A Harold le encanta observar el pelo de Londa con el
microscopio
A Londa le encanta trenzar la crin de su pony.
Rezad por Fancy Dancer
a quien le preocupan sus vibrisas.
Nadine St. Clair quiere a Ogden Smythe
que disfruta sonándose la nariz en los sellos.
Rezad por William Shakespeare
que no sabe cuánto lo queremos, lo echamos de menos,
pensamos en él.
A Yukiko Pearl le encantan los trocitos de toffee
que quedan en el suelo cuando Jeffrey se ha tomado la
merienda.
Rezad por la florista, Marieko,
que envuelve las rosas en un cono de papel y después no
marca bien el código.
A Muriel Frame le encanta volver a contar
lo que pasó aquella tarde del tres de noviembre.
Rezad por Ursula Twombly, nuestra profesora,
que no se ha enterado ni de la mitad.
Junto al radiador, en una silla de madera,
se sienta una niña pequeña, con medias de lana
y un gorro de burro, un cono de papel enrollado
y vuelto del revés sobre su pelo, tiene las manos
sobre el regazo y la cara inclinada hacia adelante, la
barbilla
le tiembla por cómo la han separado del resto
y es sincera en su ferviente deseo de morir.
Lleváoslo y dádselo a los tártaros
que se lanzan retumbando a la batalla.
El festín
Tengo un cáliz. Lo compartiré contigo.
Aquí hay una mesa. El cáliz está encima.
Hay un ganso. Lo cocinaremos con nuestros alientos –Ya–
y lo colocaremos en la mesa. Ahora tenemos un cáliz y
un ganso.
Sólo nos hacen falta velas y un poco de vino, un poco
de pan.
Ya tenemos todo lo que nos hace falta encima de la
mesa.
Comámonos el ganso. Comerse el ganso es bueno.
Queremos que desaparezca. Queremos el ganso dentro de
nosotros.
¡Qué sensaciones tan agradables por todos lados! Están
en el cáliz
y en nuestros globos oculares y en las llamas titilantes.
¿Me permites que ponga la vela en tu boca? Comámonos la
mesa.
Rompámosle las patas y démosle la vuelta.
Desmenucemos el pan para embutirlo dentro del ganso
dentro de nosotras. Que las sensaciones agradables
sufran el destino de la carne.
Pon los globos oculares en el cáliz y flambéalos allí.
Algunos inviernos son más duros que otros.
Quemémoslo todo y comámonos todo.
Todas las cosas están de rodillas.
Ya no queda nada
y no lo compartiré con nadie.
Tomado de:
https://latribu.info/poesia/dos-poemas-de-mary-ruefle/
LA MANO
La maestra hace una pregunta.
Tú conoces la respuesta, sospechas
que eres la única en la clase
que conoce la respuesta, porque eres
la persona a quien se refiere, y en ese aspecto
eres la mayor autoridad viva,
pero no levantas la mano.
Levantas la tapa de tu pupitre
y sacas una manzana.
Miras por la ventana.
No levantas la mano y hay
cierta belleza esencial en tus dedos,
que ni siquiera tamborilean, sino que permanecen
quietos y tranquilos.
La maestra repite la pregunta.
Al otro lado de la ventana, en una rama que sobresale,
un petirrojo encrespa las plumas
y ya se siente la primavera.
Tomado de:
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