domingo, 25 de agosto de 2024

POEMAS DE MARY RUEFLE


Beso solar

 

Si, como dicen, la poesía es indicio de algo entre

 

las gentes, acordemos desde ya,

 

entre nosotros, mientras aún somos gente: que

 

en el final de los tiempos, final también de la poesía

 

(y del trigo, y del mal, y de los insectos, y del amor),

 

cuando la raza humana se reúna entera en carne y hueso,

 

reconstruido hasta el más pequeño pliegue y hasta la más

 

diminuta uña del infante, ahí estaré, en los bordes

 

de aquella multitud inexplicable, a darte una manzana,

 

restaurada hasta su más recóndita semilla envuelta en

 

hebra blanca, por si estás sediento, lo cual

 

desde aquí no parece presunción temeraria,

 

y aunque para entonces ya no habrá poesía entre nosotros,

 

-es el fin de los tiempos, los gansos y los mares se han marchado-

 

sueño que aceptarás la naranja y recordarás que en la tierra

 

nunca aprendí a tocarla, tan viva estaba,

 

y si acaso careciese de canto la multitud

 

o de parte alguna a la que yo pertenezca,

 

tomaré la naranja y la echaré hacia arriba, tan alto como pueda

 

 

Diario de acción y reposo

 

En alguna subestación del universo

 

las ranas mugidoras comienzan a inflar sus bocas.

 

El jazmín-de-noche es fecundado

 

en la oscuridad.  Puedo olerlo.

 

Después alguien, oculto un poco a lo lejos,

 

retoma su flauta y afirma su identidad

 

de manera muy dulce.

 

Añadiré que es abril en la China—

 

Ah! exótica, suave noche—

 

mientras la rana, el jazmín y la flauta

 

arman un diario de acción que explica mi reposo:

 

la primavera, madurando hasta su peso ideal, ha caído

 

de su rama, y en mi regazo.

 

Por veinte minutos el mundo es perfecto

 

aunque ya dos o tres pensamientos buscan sus lentes a tientas

 

dentro de mi cráneo—

 

ah el impulso de lastimar y destruir ha llegado

 

y oh en lindas e interminables tiras despellejan el lugar

 

en todo su redor–

 

 

Desnudas

 

Rousseau quería: una cabaña en la costa suiza,

 

una vaca, y una canoa de remos.

 

 

Stevens quería un cajón de Ceilán lleno de mermelada

 

y estatuillas.

 

 

 

A mis vecinos no les avergüenza su pobreza pero

 

quisieran poder comprar un caballo blanco,

 

un semental que transmutara su destino.

 

 

 

Darwin moría pulgada a pulgada por no tener a nadie con quien

 

hablar de gusanos, y el víreo en mi ventana quiere nada menos

 

que una colilla de cigarro–lana para su nido.

 

 

 

Lo inalcanzable parece salir de las puntas de un tridente

 

en todo el mundo…

 

 

 

Fulano-de-tal usa zapatos por primera vez

 

 

 

y Emin Pasha, en la más profunda extensión del Congo,

 

¡soñaba tanto atrapar un ratón rojo! Y al fin lo atrapó,

 

poco antes de morir, degollado por negreros que querían

 

matarlo.  ¡Al fin!  anuncia el diario,

 

y es este al fin lo único que nos tragamos, y llamamos progreso.

 

 

 

Pues los muchachos juntaron un dinero y compraron a Bohr un gramo de radio

 

en su cincuenta cumpleaños.

 

 

 

Pissarro quería marcos blancos para sus pinturas

 

ya en 1882, y, en segundo lugar, tres francos para el correo.

 

 

 

¿Quién quiere oír de nuevo el sonido de su madre tirando

 

coles de bruselas en el tazón de hojalata?

 

 

 

¿Fue ping, o fue ting?

 

 

 

¿Cuánto darías por oler una vez más los guisantes negros

 

que ahorcan la alambrada?

 

Porque alguien quiere tu dinero.

 

 

 

Los medallones de pejesapo en salsa de champaña…

 

 

 

El largo beso que tu cuerpo enyesado evoca…

 

 

 

El paradisíaco dulce-tranvía que llega rodando

 

mientras cúmulos de merengue se apilan en tu lengua

 

y tu ojo saborea el ámbar brillo de una crema catalana…

 

 

 

El perdón de los pecados, una nueva esposa, otro pasaporte,

 

la piscina, la taza de arroz

 

llena de arroz, las Tortugas Ninja escapando

 

cuando pasas la página…

 

 

 

¡Oh desvergonzado sexo en la barbacoa!

 

 

 

El deseo es un principio de selección. En primer lugar, ¿quién pidió pies?

 

 

 

¿Quién quiso levantarse? ¿Quién quiso caminar?

 

 

Bárbaros 

 

Aquí y allá, entre árboles,

 

hay vacas echadas en la foresta

 

a media tarde

 

como si dormir fuera una idea

 

por la que están dispuestas

 

a morir.

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2014/12/poesia-norteamericana-actual-mary-rueffle/

 

 

Hablar con desconocidos

 

¿Ves manchas solares? ¿Un amor terrible y poderoso

donde no lo hay? ¿Una grulla damisela hablando con un pato

lama? Muy interesante, pero ahí no hay nada.

Alguna gente agarra rosas eléctricas y las planta en un campo

para bajar el campo a la tierra.

No tiene nada de malo. Soltá el libro.

Mirame cuando te hablo. Soy la máscara de oxígeno

que baja y cuelga en la cabina del avión.

Estoy acá para ayudarte a ser charlatán.

No me interesa tu familia: ni tu mamá,

ni tu papá, ni tu hermano, ni tu hermana, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu amante,

ni tu perro. En Francia, antes la gente se suicidaba

si una cena con amigos salía mal. Es una gran idea.

¿Te interesan los huérfanos que al final

son reyes, o los reyes que quedan en la nada?

¿Cuál es la diferencia entre mirar y ver?

Quítate tus atuendos. Perdón, pero las tortugas cabezonas

de la costa de Carolina se van para África esta noche.

En su defecto, ¿no te gustaría una pera bien helada?

Entrar en un negocio es como entrar

en el delicado estribillo de un poema de Navidad.

¿Qué más podrías querer? Siddharta dijo

que alguien que te roza en la calle

comparte una experiencia con vos por quinientas vidas.

¿Se puede decir que las botellas que se mecen en alta mar

se mueven?

 

 

Lindas manos      

 

Nací en un hospital. Apestaba.

Me bañaron. Cinco años más tarde,

mi cerebro era una lamparita que se apagaba y se encendía parpadeante,

mi alma era un biberón deseoso de estar lleno,

mi estómago, hecho de hormigón, tenía una mesa larga de madera

a la que se sentaban seis gatitos vestidos, cada uno con su bol.

Ahora mi estómago tiene el vigor y el glamour de cien lamparitas de colores

que cuelgan de un cable en una cantina donde alguien con una sábana blanca

está aprendiendo a derramar vino sobre el altar.

Los gatos crecieron, se dispersaron, se multiplicaron

en mi cerebro, donde se pelean por la leche derramada

del biberón –que ahora responde a la descripción de una odalisca–,

con sus pelos de gato parados de punta.

Y mi alma es el cuarto de hormigón

con una mesa de póker inestable donde nadie juega y nadie reparte,

aunque cuando me muera siempre cabe la posibilidad

de que alguien con lindas manos me bañe.

 

 

El carrito

 

El carrito vacío de las compras está empezando a rodar

por el estacionamiento vacío. Está empezando a actuar

como lo haría Marlon Brando cuando nadie lo mira.

Es una alegría para los ojos, pero tal vez no acabe del todo

bien, como cuando alguien un poquito corto

hace algo encantador y termina muerto.

Tengo las ideas tan pesadas que no podrías levantar

el féretro. Son tan livianas y se alejan tanto

que alguien de uniforme se las quiere llevar detenidas.

Tal vez el mundo esté agonizando, pero no lo creo.

En algún lugar hay una mujer envuelta en velos negros,

que también sonríe. Tal vez sea la víspera de su bautismo,

el día después de que su hijo chocó con un poste.

¿Cómo puede señalar su aceptación de la vida?

¿Y si se le mete un colibrí en la boca? Detesto

esa idea, que pasa zumbando vestida de rojo.

Pero le admiro los guantes. Las manos son insoportablemente hermosas.

Se aferran a las cosas. Las dejan ir.

 

 

Deconstrucción

 

Creo que las sirenas de La odisea cantaban La odisea,

porque no hay nada más seductor, más terrible,

que la historia de nuestra propia vida, ésa que no queremos

escuchar pero que haríamos cualquier cosa por oír.

 

 

Acerca de la existencia esencial

 

El caballo montó a la yegua lenta y precisamente

y después paró.

 

Le molestaba profundamente una hebra de paja.

 

Lo distraía profundamente el triste juguete

dado vuelta en el árbol.

 

Lo desconcentraba profundamente media nube

por el rabillo húmedo del ojo.

 

Y después siguió.

 

Nada se les olvida a los amantes

excepto quiénes son.

Tomado de:

https://www.zendalibros.com/9-poemas-de-mary-ruefle/

 

 

Educación sentimental

 

Ann Galbraith

 

quiere a Barry Soyers.

 

 

 

Rezad por Lucius Fenn

 

que sufre mucho en tanto da la mano.

 

 

 

Bonny Polton

 

quiere a un perrito que se llama Capuchón.

 

 

 

Rezad por Olina Korsk

 

premio de «a quién le faltan más dedos»

 

 

 

Leon Bendrix quiere a Odelia Jonson

 

que quiere a Kurt que quiere a Carlos que quiere a Paul.

 

 

 

Rezad por Cortland Filby

 

que sujeta una avispa muerta, un ingenioso concepto para su madre.

 

 

 

A Harold le encanta observar el pelo de Londa con el microscopio

 

A Londa le encanta trenzar la crin de su pony.

 

 

 

Rezad por Fancy Dancer

 

a quien le preocupan sus vibrisas.

 

 

 

Nadine St. Clair quiere a Ogden Smythe

 

que disfruta sonándose la nariz en los sellos.

 

Rezad por William Shakespeare

 

que no sabe cuánto lo queremos, lo echamos de menos, pensamos en él.

 

A Yukiko Pearl le encantan los trocitos de toffee

 

que quedan en el suelo cuando Jeffrey se ha tomado la merienda.

 

Rezad por la florista, Marieko,

 

que envuelve las rosas en un cono de papel y después no marca bien el código.

 

 

 

A Muriel Frame le encanta volver a contar

 

lo que pasó aquella tarde del tres de noviembre.

 

 

 

Rezad por Ursula Twombly, nuestra profesora,

 

que no se ha enterado ni de la mitad.

 

 

 

Junto al radiador, en una silla de madera,

 

se sienta una niña pequeña, con medias de lana

 

y un gorro de burro, un cono de papel enrollado

 

y vuelto del revés sobre su pelo, tiene las manos

 

sobre el regazo y la cara inclinada hacia adelante, la barbilla

 

le tiembla por cómo la han separado del resto

 

y es sincera en su ferviente deseo de morir.

 

 

 

Lleváoslo y dádselo a los tártaros

 

que se lanzan retumbando a la batalla.

 

 

El festín 

 

Tengo un cáliz. Lo compartiré contigo.

 

Aquí hay una mesa. El cáliz está encima.

 

Hay un ganso. Lo cocinaremos con nuestros alientos –Ya–

 

y lo colocaremos en la mesa. Ahora tenemos un cáliz y un ganso.

 

Sólo nos hacen falta velas y un poco de vino, un poco de pan.

 

Ya tenemos todo lo que nos hace falta encima de la mesa.

 

Comámonos el ganso. Comerse el ganso es bueno.

 

Queremos que desaparezca. Queremos el ganso dentro de nosotros.

 

¡Qué sensaciones tan agradables por todos lados! Están en el cáliz

 

y en nuestros globos oculares y en las llamas titilantes.

 

¿Me permites que ponga la vela en tu boca? Comámonos la mesa.

 

Rompámosle las patas y démosle la vuelta.

 

Desmenucemos el pan para embutirlo dentro del ganso

 

dentro de nosotras. Que las sensaciones agradables sufran el destino de la carne.

 

Pon los globos oculares en el cáliz y flambéalos allí.

 

Algunos inviernos son más duros que otros.

 

Quemémoslo todo y comámonos todo.

 

Todas las cosas están de rodillas.

 

Ya no queda nada

 

y no lo compartiré con nadie.

Tomado de:

https://latribu.info/poesia/dos-poemas-de-mary-ruefle/

 

 

LA MANO 

 

La maestra hace una pregunta.

 

Tú conoces la respuesta, sospechas

 

que eres la única en la clase

 

que conoce la respuesta, porque eres

 

la persona a quien se refiere, y en ese aspecto

 

eres la mayor autoridad viva,

 

pero no levantas la mano.

 

Levantas la tapa de tu pupitre

 

y sacas una manzana.

 

Miras por la ventana.

 

No levantas la mano y hay

 

cierta belleza esencial en tus dedos,

 

que ni siquiera tamborilean, sino que permanecen

 

quietos y tranquilos.

 

La maestra repite la pregunta.

 

Al otro lado de la ventana, en una rama que sobresale,

 

un petirrojo encrespa las plumas

 

y ya se siente la primavera.

Tomado de:

https://santarabiapoetry.com/mary-ruefle-la-mano/

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