lunes, 12 de agosto de 2024

POEMAS DE TRACI BRIMHALL


Preludio de una revolución

 

Nos acercamos a las rejas de la cárcel y pasamos cigarrillos

 

y mandarinas y yodo entre las barras.

 

 

 

Todo lo que pensamos que puede sanar a un hombre.  Asesinos nos

 

besan los dedos.  Mercenarios nos cantan canciones sobre una luz sin reflejo

 

 

 

mientras remendamos sus camisas.  Los matones bilingües recitan

 

lamentos en una lengua, y jóvenes mitos en otra.

 

 

 

Doblamos y desdoblamos nuestras bufandas y los hombres entrecierran sus ojos

 

ante la luz del sol, aturdidos por la esperanza.  A veces confunden

 

 

 

las paredes de su jaula con su piel.  A veces,

 

con el cielo.  Ven sus muertes en el sudor que oscurece

 

 

 

nuestros vestidos.  Para endulzar las horas compartimos escándalos

 

de la ciudad, de cómo los curadores sacaron del museo el corazón

 

 

 

de un elefante porque empezó a batir si cualquier enamorado

 

lo miraba, de cómo el forense encontró foxinos

 

 

 

nadando en los pulmones de una niña ahogada.  Ellos preguntan si es cierto,

 

si engrillaban esclavos uno a otro, en los barcos, para impedir que se suicidaran.

 

 

 

Decimos que nunca serán libres.  Nos advierten que una noche de

 

estas el juez despertará y su cama estará reverberando de

 

 

 

avispas, mientras al otro lado de la ciudad el celador contemplará

 

anonadado las polillas que lo rodean, y luego se dará cuenta de que él está en llamas.

 

 

Evangelio de las profundidades

 

 

El mar está sediento y la sombra de una ballena

 

se mueve bajo el barco, furiosa con las anclas, los arpones,

 

los pechos curtidos de la sirena de proa.

 

 

 

Y en la cubierta los marineros arrancan la carne

 

para llegar a la grasa, cortan la cabeza y drenan

 

el aceite.  Toda la noche sus manos sobre sus caras.

 

 

 

No por vergüenza.  No.  Tienen ampollas de sangre en las palmas,

 

pero sus muñecas huelen a mujer.  Mientras muere,

 

la ballena oye a su madre que canta a las dos millas,

 

 

 

a una braza de profundidad.  Ahora esto, sobre la estación implacable.

 

Ahora esto, sobre los sueños que surgen del roto corazón de la ballena,

 

que gime cánticos de azul zodiacal a los durmientes.

 

 

 

Hay tres canales en la oreja, dos ventanas,

 

Una voz que viene de la bella difunta.  Un himno omega.

 

Una mente que repasa entre golpes de martillos, la promesa

 

 

 

de música piadosa y enemigo común.  Las luces

 

se alejan cuando los hombres se meten a sus hamacas, con sus corazones traduciendo

 

el evangelio de las profundidades, preguntándose si en verdad oyen mujeres que cantan

 

 

 

verdes canciones de amor en el agua, o ángeles sordos que cantan antes de la guerra.

 

Mañana matarán a los pájaros porque hay demasiada música.

 

Mañana se levantarán con las manos llenas de suciedad.

 

 

Jubileo

 

 

Ahora ya sé cuántas millas atraviesa mi sangre

 

cada año.  Ya conozco el hambre del mendigo—

 

 

 

el vacío entra en mí, mi cuerpo deviene

 

la caverna que busco.  Por las migas de carne

 

 

 

entre sus dientes, saco a rastras de su guarida la quijada

 

de un lobo muerto.  Estoy rojo y apestoso por la marcha.

 

 

 

Soy un animal de rapiña en llanto por el ángel

 

que con sus manos quebradas custodia el osario.

 

 

 

Estoy atormentado, bendecido.  Soy piedra, piedra,

 

no he temblado.  El amor me clava al mundo.

 

 

El laberinto

 

Pagamos por recorrer el laberinto en el piso de la catedral,

 

por ingresar al círculo y ser transformados.  Tarareando

 

 

 

cánticos sin partitura, repetimos el relato para resucitar

 

la verdad.  Cada cántico es una absolución.

 

 

 

Cada réquiem un regalo para el Dios que hicimos en la imagen

 

de nuestro padre.  Las madonas tiritan en la oscuridad que nace

 

 

 

de sus mantos.  Nos advierten: debes confiar en lo sacro

 

que alberga tu corazón, o soportarlo, y continúan su paciente

 

 

 

ministerio a los pájaros que no gozarán consuelo, que repiten

 

los horrores que vieron en las bocas de las gárgolas.

 

 

 

No, el abismo no es infinito.  Acecha una media luz, incluso allí.

 

Pausamos a conocer la eternidad y sentir cómo la niebla sale flotando

 

 

 

desde hoyos en el techo.  Juramos ser buenos, amar

 

a nuestras madres, pero aun cuando mentimos a Dios,

 

 

 

él escucha.  Los muros silban su discreta advertencia.

 

El viento canta a través de agujeros de bala en las ventanas.

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2015/08/poesia-norteamericana-traci-brimhall/

 

 

Del Libro de Confesiones Sin Firmar 

 

Las campanillas se confiesan al amanecer, que

confiesa su color rosado a las hierbas de la pradera

que necesitan un viento del oeste para terminar de

confesar sus semillas a la estación tardía

. Así como la escalera se confiesa

al granero, que cruje al abrir y cerrar

, la boca de algodón se confiesa al

álamo, cuya confesión es

eclipsada por el relámpago. El alambre de púas

resiste, guarda todos sus secretos y los caballos

en el prado. Las abejas se confiesan bailando.

El vino se confiesa a la botella, húmedo

y a menudo. Una nana se confiesa a un fantasma,

que se confiesa al armario de la cocina.

Las luces parpadean, se encienden y se apagan, se encienden, se apagan,

confesando su soledad a la casa,

que responde, como un amante, con el silencio.

 

 

El amor es

 

Un paciente, tal vez, con su bata puesta,

agarrándose la barriga y quejándose

de su torpe salud, pidiendo que sus

historias sean borradas con besos. El amor

a veces se emociona un poco por tener un cuerpo,

con sus deliciosas debilidades: escalofríos,

cansancio, papilas gustativas para los macchiatos

y las Oreo. El amor es una tormenta de primavera que viene

a llorar sus pequeñas alegrías sobre las abejas

que zumban en el cementerio. El amor es un nido

de luz de luna, con lo que quiero decir que no es nada

real pero aun así es hermoso, seductor como cualquier

buena imagen. Me siento triste por el amor mientras me froto

los pies en la sala de espera, pero tal vez

mañana se agitará a través del cúmulo

del mediodía, los relámpagos prometen un diluvio de llamas,

la hierba ofrece obediencia al fuego. Si está

llegando, puedo ser paciente como una rosa de Jericó.

Incluso con la lenta lluvia de la mañana disculpándose

con el jardín, el amor es una cabeza sobre mi pecho,

una respiración constante. Es un museo de

sueños compartidos. Es la amnesia rápida de un cuerpo, el dolor

apenas un recuerdo después de la pastilla. Brilla como

una bata de hospital sumergida en luminol. El amor

espera como la mano que está en tu mano y que se extiende

hacia el sonido de tu nombre.

Tomado de:

https://plumepoetry.com/three-poems-32/

 

 

Querido Thanatos,

Estoy a tres pensamientos de la tumba,

a dos pasos de la puerta abierta,

a un beso del puente.

 

Querido volcán ¿dónde estás?

 

Querido acorazado, tus aviones de guerra

descansan en el fondo del mar,

con anguilas enrolladas en las cabinas.

 

Querida luna, fuiste un accidente.

 

Querido segundo latido, me siento aliviado

de que hayas dejado mi cuerpo antes de que pudiera elegir.

 

Querido fantasma, sal de mi ático, arrástrate

por el desagüe hasta la zanja,

hasta los túneles debajo de la ciudad.

 

Atormenta a las ratas. Duerme en sus huesos.

 

Querido moretón, te lo prometo.

Querido fósil, lo siento por la luz.

 

 

Querido Tánatos:

 

Maldita sea la dulce tranquilidad de la noche.

Maldita sea también la luz del día. Suéñame.

 

Yo en invierno. Yo durmiendo en algún lugar entumecido.

En algún lugar donde Dios no me llame.

 

Del costado de un hombre que me ruega que sumerja

el pozo y saque el bote. Me comí el hígado.

 

de una foca y la lengua ártica de un narval. Disparé

a una ballena jorobada con un arpón. Se debatió,

 

pero cantó los misterios morales, gimió

su historia oral a los submarinos mientras caía,

 

Su cuerpo es un festín de 100 años para el fondo del océano,

el testamento en su vientre se ha vuelto tan salvaje,

 

tan atormentado por la duda que ni toda la grasa en

el lomo de la ballena podría quemar el significado.

Tomado de:

https://losangelesreview.org/two-poems-traci-brimhall/

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