sábado, 10 de agosto de 2024

Poemas de Luz Argentina Chiriboga


Tambores enlunados

 

Y yo aquí,

encerrada en esta piel,

en esta barca viajo

balanceándome.

En ella han quedado

cosidos los sueños,

los suspiros

y todos los caminos que se abrieron en el tiempo.

 

Aquí estoy años de años

en esta piel

que en sus insomnios

se sienta a oír

tambores enlunados,

desanuda los hilos

del pasado,

¡qué cosa!

¡Qué bestia!

Me llueven las sonrisas.

Pegados a la piel como yedras

crecen los recuerdos,

recogen luz,

aire,

e iluminan la ruta.

 

Anoche he sentido

que unas manos se llevaron mi piel,

la colgaron en las nubes

y desnuda,

estoy como niña cogida en travesuras.

 

(De Con su misma voz, 22-23)

 

 

Pecado original

 

Creedme lo que digo,

el pecado no es mío,

se adhirió

buscaba asidero

y se refugió en mí.

Viene pisándome los talones

desde hace rato,

no sé cuándo lo viví,

o a qué hora,

dónde.

¿Era yo misma?

No sé. No fui yo,

era la otra.

 

Corrían muchos soles,

era tiempo sin mar,

como conejo

salía saltando el pecado,

volátil andaba por las calles.

Era pecado de otros,

de otros mundos,

de otras sangres

se quedó volando,

me vio la cara

y se endosó a mí.

 

Ahora,

a cualquier rato anda suelto

y con un inmenso bostezo

me traga.

Malabarista,

conoce donde viene el viento,

se hunde en el filo de la noche

para que yo muera a destiempo.

 

(De Con su misma voz, 57-58)

 

 

Las huellas de la lluvia

 

Sobre la tierra húmeda

la lluvia derrama

su tempestad.

El cielo descifra

el lenguaje del agua,

estremeciendo los techos

de cartón y plástico.

Los pájaros llegan

a refugiarse

en las sombras de la montaña.

El relámpago se retuerce,

los perros le ladran

como a un muerto

y el camino con sus frágiles

formas retorcidas

moldean el barro.

 

Las casas,

como si las hubieran echado a la vida,

alcanzan el cerro

y colgadas de un hilo,

en ascuas,

se quedan mirando el vacío.

La lluvia humedece

la dulzura del huerto,

su perfume golpea

la puerta de la choza.

Y, adentro,

la madre negra

susurra

una oración a Yemayá.

Insinúa su congoja

con sustancial seguridad

de vivir muriendo

en el borde tembloroso

del abismo.

 

(De Multiplica las llamas, 7-8)

 

 

La nevada

 

La nevada ignora que con su frágil

blancura

va robándole verdor

al bosque.

Nunca supo

es una cárcel de hielo,

un oleaje de nieve

incontenible,

sutil, agobiador.

 

Callada, colmada de frío,

mirando a la montaña

se hincha con el viento

y danza una danza

frenética.

 

Ni siquiera sabe que a su paso

crece la sombra

en pleno día,

las horas pasan lentas,

se escucha en el silencio

cuando clava sus afiladas

puntas en su aventura

de muerte.

 

Teodolinda mira el jardín

levantado pulso a pulso,

seguramente andaba

creyendo era primavera

con el primer atisbo de sol,

con las primeras gotas de rocío.

Cándidamente anidó

en sus manos los rosales.

 

Mala suerte,

mala hora,

mala nota,

mala onda,

por cuenta propia,

sin consultar con sus dioses

ni con el calendario de Bristol,

hundió sus negros dedos

en la tierra.

 

No mienten sus ojos

al ver su alegría decapitada,

hoy ya no canta,

hoy solo llora.

 

(De Multiplica las llamas, 43-44)

Tomado de:

https://bibliotecanacional.gov.co/es-co/colecciones/biblioteca-digital/poemas-y-cantos/Paginas/01-poemas.html?id_poeta=Luz_Argentina_Chiriboga

 

 

Al norte de mi ombligo

 

Al norte de mi ombligo

no importa

lo que tengo,

pero al sur

Yemayá me ha puesto

una fuente

 

 

Pasan Changó y Yemayá

 

Pasan Changó y Yemayá

rozando los muslos de la noche,

con el anuncio de coplas

y tambores»

 

 

Andar sobre los muertos

 

Andar sobre los muertos,

combatiendo contra la propia muerte,

para intentar hacer nueva la vida

 

 

El africano que despierta y canta

 

El africano que despierta y canta

es el que habita mi cuerpo

es el que recorre la América mestiza

cargando cocos, semilla y tiempos

hemos roto las fronteras impuestas

mis hermanos indios

mis gemelos negros,

somos la gran mayoría en pie;

fíjate bien, que no te confundan

los slogans,

es siempre el mismo africano

solidario y cimarrón

el que sobre el camino encuentro.

 

 

Cuando miro hacia atrás

 

Cuando miro hacia atrás

y veo tantos negros,

cuando miro hacia arriba

o hacia abajo

y son negros los que veo

qué alegría vernos tantos

cuántos;

y por ahí nos llaman «minorías»

y sin embargo

nos sigo viendo

Esto es lo que dignifica nuestra lucha

ir por el mundo y seguirnos viendo,

en Universidades y Favelas

en Subterráneos y Rascacielos,

entre giros y mutaciones

barriendo mierda

pariendo versos.

Tomado de:

https://www.poesiacastellana.es/poemas.php?id=Chiriboga%20Guerrero,%20Luz%20Argentina

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