Nuestro relieve sepulcral
Cada medianoche, guardo en el corazón
tu rizo color azul-cuervo.
Todavía cargado
con corriente de alta tensión,
me hiere su descarga eléctrica
Yo practiqué -con pichones de ave-
el silbido de zorzal con el que me llamabas.
Y cuando ellos estuvieron en edad de volar,
me llamaste -a través de ellos-
desde todos los jardines.
En la película que filmo de ti,
la sombra de Orfeo se desliza sobre la pantalla.
De la desintegración de esta sombra
me alimento con algo de celuloide.
Cualquiera creería que estoy viva porque me muevo
pero hace mucho que estoy petrificada en el bronce
unida contigo en el relieve de Chagall
sobre nuestra cama doble de piedra.
Yo he nacido en tu corazón
Yo he nacido en tu corazón.
Un domingo -con veinte años-
tú me enseñaste a hacer equilibrio
sobre nubes;
tú trajiste a mis ojos
las lágrimas de la bienaventuranza;
tú me ordenaste abrir las puertas
al ángel con las alas manchadas
y al asesino de la medianoche
para pedir perdón.
Tú me enseñaste el éxtasis
delante del guijarro -cargado con duración-,
delante de la maleza del muladar;
tú ensayaste conmigo la canción a dos voces:
el aria del amor a prueba de fuego
y que resiste a todo incendio...
pero la muerte la ha chamuscado
y yo me derrumbo bajo el peso
de la aflicción de plomo.
Sí; tú que me trajiste al mundo,
¡ayúdame a emigrar al cielo!
Tomado de:
http://www.tuspoemas.net/claire-goll
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