Locuramor
Locumaror
gritando su batalla
Desde un
cielo sin luz, inexpresado.
Me creciste
de pronto en el costado
Como una
inmensa flor que me avalla.
Una roja
tormenta me restalla
Dentro de
cada poro enamorado,
Me recorre
un incendio desatado
Y un trueno
en cada glóbulo me estalla.
Voy a
decirte amor hasta los huesos,
Voy a
gritarte amor hasta el olvido.
Se me
quiebra la voz cuando te nombro.
Me alimento
soñando con tus besos.
Y si sólo
fue un sueño lo vivido
Quiero vivir
del sueño de tu asombro.
Tutecotzimit
Bronce para
campanas, tu nombre caudaloso
Me llega
desde el fondo de los siglos, tu fuerte
Mano franca
y abierta, tu mirar luminoso
Aclarando
los duros caminos de la muerte.
Bajando de
quien sabe altísmos rosales,
Tu recuerdo
perfuma mi esperanzado asombro.
Tu voz,
llena del fresco rumor de los maizales,
Le prestará
su acento al canto en que te nombro.
Padre de la
amistad, viejo oscuro y hermoso,
Que un día
derribaste de su trono al odioso
Cuauhmíchin,
el tirano que traicionó la fe,
Es preciso
que vuelvas: en cruentas bacanales,
Modernos
Cuauhmíchines ofrendan macehuales
En el ara
sangrienta del gran dios del café.
Vida, pasión y muerte del anti-hombre (v)
Vivíamos
sobre una base falsa,
Cabalgando
en el vértice de un asqueroso mundo de mentiras,
Trepados en
andamios ilusorios,
Fabricando
castillos en el aire,
Inflamando
vanas pompas de jabón,
Desarticulando sueños.
Y mientras,
Otros
amasaban con sangre nuestro pan,
Otros
tendían con manos dolorosas nuestro lecho engreído
Y sudaban
para nosotros la leche que sus hijos no tuvieron nunca.
Ah, mi vida
de antes sin mayor objeto
Que cantar,
cantar, cantar,
Como
cualquier canario de solterona beata.
Ah, mis
veinticinco años tirados a la calle.
Veinticinco
años podridos que a nadie le sirvieron de nada.
Pobrecito
poeta que era yo, burgués y bueno.
Espermatozoide de abogado con clientela.
Oruga de
terrateniente con grandes cafetales y millares de esclavos.
Embrión de
gran señor, violador de mengalas y de morenas siervas
Campesinas.
Y me he
muerto en la flor de los años y a media carcajada de la vida,
Cuando era
una promesa para varias familias
Y una clara
esperanza para dos o tres patrias.
(¿Cuántas
niñas cloróticas lloraron sobre esta mi muerte sin sentido?)
(¿Cuántos
borrachos repitieron entre hipos mis inútiles versos?)
(¿Cuántos
curas rezaron por el descanso eterno del alma que no tuve?)
Y descendí
también a los infiernos.
He visto al
hombre desnudo y tembloroso
Purificarse
en llamas de miseria.
He visto al
hombre en toda su terrible verdad,
En su
espantosa y sublime verdad,
Revolcarse
en los lodos de las más cruentas y salvadoras objeciones,
Empinarse en
los inicuos pedestales de las más íntimas y dolorosas
Bajezas
Y surgir
transparente de los fuegos de su propia recriminación.
Y también me
levanté de entre los muertos.
Violento,
desatado,
Como un
huracán recién parido,
Colgado de
mi angustia,
Despeñado en
mis ímpetus,
Con los ojos
cuajados de asombro y la palabra apenas murmurada
Dejando
todavía acre sabor de sangre entre los labios,
Cargado con
el enorme peso de la respuesta única,
Ardido en
los crisoles de hondos regocijos,
Resurrecto
en la alegría fecunda y madrugada
Que puso en
mi cariño dos radiosas auroras proletarias.
Y el camino
fue ancho y la luz fue más viva.
Un poquito de muerte
Has llegado
a mi vida
Con un siglo
de retraso.
Precisamente
cuando nadie podía ya salvarme.
(La última
nave la quemé una noche,
hace ya
mucho tiempo,
junto al
puerto de una mujer dormida).
Sin embargo
mujer,
Faro y
abismo,
Gracias te
doy por la bondad obrada,
Por la hora
de luz y el minuto de vórtice.
Toma un
pedazo de alma
De estos que
voy dejando como quien da retratos.
Cuando me
vaya
Con el
triste bagaje de pupilas
Que me
miraron silenciosamente,
Tú también
sentirás,
Como las otras,
Un poquito
de muerte en el recuerdo.
Tomado de:
http://www.poemaspoetas.com/pedro-geoffroy-rivas
La búsqueda
Yo no encuentro la letra deseada
para mi canción,
ni encuentro los ojos que llevo
en el corazón.
Cuando escucho un canto me digo:
esa es mi canción.
Cuando veo unos ojos exclamo:
los del corazón.
Pero pasa el canto y se van los ojos
y aún siento en el alma vibrar la canción
y siento como arden dos negras estrellas
en el corazón.
Tomado de:
http://poesiabreve-briefpoetry.com/pedrorivas.html
CREACIÓN DEL HOMBRE
Del sagrado connubio de Xochipili y Xochiquetzal
nació un portentoso niño.
Y dijeron los Dioses:
“Daremos a la tierra este cuerpo divino
para que en ella sea fruto y flor de prodigios”.
Extendieron el cuerpo tierno y fresco
Por el monte y los valles.
El cabello se volvió blanco algodón.
De sus orejas brotaron dos árboles floridos.
Su nariz se convirtió en el chían.
Sus dedos se tornaron camotes.
Sus diez uñas dieron origen al maíz.
El resto del cuerpo se transformó en mil frutos.
Los Dioses lo llamaron cinteotl,
el que forja alimentos.
Y dijeron los Dioses:
“Hemos de crear al hombre”.
Cada uno de ellos recogió cuatro granos de maíz
amarillo,
cuatro granos de negro,
cuatro granos del rojo,
cuatro granos del blanco.
Cuatro veces durante cuatro días
recogieron maíz los cuatro Dioses.
Enseguida molieron y amasaron los granos
y con la blanda pulpa conformaron un cuerpo.
Durante cuatro días lo expusieron al sol.
El quinto día,
el jaguar de la noche lo recontó en su espejo
y el murciélago rojo lo cubrió con su manto.
El sexto,
vino el Águila y acarició su frente.
El séptimo,
el Lagarto sopló sobre su boca.
Se irguió entonces el hombre
y comenzó a caminar sobre la Tierra.
Tomado de:
http://laberintodeltorogoz.blogspot.com/2010/10/creacion-del-hombre-pedro-geoffroy.html
Nostalgia de mujer
Nada me queda ajeno a tu presencia
porque todo lo abarcas en tu límite
debajo del gozoso milagro de tu piel
Los ternísimos metales que te habitan
y tu sangre, erizada de amapolas me preguntan a gritos
por el lobo
que duerme desesperado en el fondo de mis uñas
y por el duro arcángel que preside mi sueño sin fatiga.
Tus cabellos me preguntan sus luciérnagas
cuando a mi lado inalterable y quieta,
ves pasar a lo lejos una cuidad en busca de habitantes
y un lento cementerio que pregona sus muertos
y reclama un oscuro cascabel y un pedazo de luna
para encender sus fuegos fantasmales.
Y nada te responde sino la minuciosa espiga
en que grana mi afán por adorarte.
Sola en el tiempo, sola y desolada
sin estatua ni abeja ni agua levantándote,
sin nada que no sean tus jugos esenciales,
tu devorada almendra, tus espadas tenaces
y la apagada lámpara en que vives
desde que no eras tú ni me buscabas.
Tomado de:
https://exegesisypoesia.wordpress.com/tag/pedro-geoffroy-rivas/
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