Cabellos
Nocturno enmadejado en los destellos
de sueltas ondas y esquivez ligera;
casi fluvial, dormida enredadera,
la espuma boreal de tus cabellos.
Bosques de ríos conservando en ellos
frescor de amaneceres bosque afuera,
ramaje desmembrado en la ribera
de luna llena de tus hombros bellos.
Región undosa que la luz levanta,
borrasca desceñida en tu garganta
color mazorca virgen de maíz.
Nubladas hebras, sombra en movimiento,
rumor sobrecogido que en el viento
fuera a buscar de pronto otro país.
De "Un relámpago herido" 1967"
Canto en el sur
Esta noche, en el Sur,
me he mirado en tus ojos.
Soy como tú,
de piel morena, oscura, oscura,
con estrellas heridas por adentro
y por fuera sudor, cáscara ruda.
Tengo la sangre hirviendo
como un sinuoso trueno derramado;
tengo las manos ásperas
como herramientas duras y soleadas;
tengo los ojos lúbricos
como lúbricas raíces.
Esta noche, en el Sur,
me he mirado en tus ojos.
Te vi ayer en el Norte;
vi en el Norte lo mismo, el mismo
y primario dolor sobre los cuerpos,
el aguardiente galopando a sorbos
y lo demás lo mismo: el mismo
brazo sudando a contraluz sangrienta,
el mayoral que brama entre los árboles,
los mismos ojos sin calor, la misma
temblorosa epilepsia del sudor,
los mismos exprimidos, los mismos coronados!
Esta noche, en el Sur,
me he mirado en tus ojos.
Soy como tú,
la misma turbulencia contra el mismo espejismo,
idéntico remanso bajo la misma noche.
Conservo el sortilegio
de estas zonas arbóreas que me cercan.
Tengo la risa ronca
y estas anchas tristezas.
De piel morena, oscura,
pisando en el calor exasperado.
De "Días roturados" 1949
Con tu nombre
Por siete lunas me miré en tus fuentes,
catorce en las orillas de vasija anhelante de tu sangre;
dormí en tu piel con infinitas manos
los largos ciclos de inundación del bosque,
diez o veinte en tu red de vespertina fruta agreste y
dulce,
no sé cuánto en la rama
fragante de tus brazos
y toda la vida me llené con tu nombre.
Rosa del Sur, me dije clavel de la cordillera,
guitarra clara del amor, mujer suave como la lluvia
que a veces llega apenas para tocar las hojas,
tierra de siembra fértil del varón y el arado,
honda como la brisa que despeina el maizal y la distancia,
mi latido es el tuyo, mis ventanas abiertas al rumor de la
noche.
Si todo mi país, si mi comarca
de taciturna estirpe se despierta en tu aliento,
si el enjambre y la miel, la viga añosa
de la casa, si el azahar del lecho de los enamorados
me acercan a tu piel, si todo late,
si todo vive en ti,
todos mis años, toda mi vida llenaré con tu nombre.
De "El viejo fuego" 1977
El amor
Sí,
hoy me he puesto a encender el viejo fuego.
El azar y los años
me han llevado a pisar en el sendero
que me ha impuesto el amor, que mi adorada
impuso a mi corazón; ahora vuelvo
al fervor inicial, a esa primera mañana
en que el sol se ha instalado en nuestro pecho.
Y así las cosas:
la canción, la plenitud, el deseo
me han alumbrado el rostro, se me han ceñido
como un pañuelo verde sobre el cuello,
y entro en la casa del fervor como antaño,
asombrándome al ver reverdecer los sueños.
Es como si hubiesen atizado
a mi sangre el verano, la intemperie, los vientos
cordilleranos, o inundado sus cauces
un enérgico brío de panales repletos,
los brazos encendidos al apretar sus brazos,
las dos manos cargadas de un esplendor secreto.
Sí,
porque mi corazón no descansa en la noche,
hoy me he puesto a encender el viejo fuego.
De "El viejo fuego" 1977
El beso
Germina un beso puro en nuestro pecho,
un beso que es un poco pan de tierra,
un poco arena y vuelo.
El beso es una ráfaga, un sereno
fulgor que se arremansa en la morada,
un masculino aliento.
La única perla que en mi alforja llevo,
la única luz que arrebaté a mi sombra,
su único alumbramiento.
Es una oscura exhalación, deseo,
un aire tibio que la sangre orea,
un luminoso fuego.
Es un activo manantial, un suelto
clavel sonoro entre los labios, agua
de cántaro opulento.
Es una alondra enloquecida, en celo,
delirante y nupcial entre las nubes,
levísimo gorjeo.
Mujer: hoy dejo este profundo beso,
que ensancha la creación, entre tus faldas,
temblor del firmamento.
Por él su peso alivian mis maderos,
por él subo a los árboles, te busco,
por él te pertenezco.
Por él la ruta es breve, por él peso
el péndulo de sol que te corona,
pulso un afán de sueño.
Por él nacerá el hijo, por él veo
que habrán de prolongarse mis raíces,
mis primarios silencios.
Por él mi propia rectitud defiendo,
por él mi descendencia irá sembrando
sus verdes alimentos.
Por él bajo a la tierra y la poseo,
por él barajo el alma, un poco arena,
un poco arena y vuelo!
De "De cara al corazón" 1961
Fuego primario
Mirarte es ver colinas,
mirarte así tendida, detenida y desnuda,
situando planicies de arena en las axilas,
desnuda y dividiendo la blancura caliente de las sábanas,
mirarte es ver que oscuros orígenes te pueblan,
que el aire te enajena por urnas inasibles,
si te miro desnuda...
Hay cuestas y hay declives,
hay en tu piel suaves territorios de nubes sensitivas,
hay humos y adherencias de ardorosa madera,
hay una sombra ilesa que escapa del asedio,
si te miro desnuda.
Se ve que en tu cintura
se doblan valles que arden con vientos incesantes;
se ve, rosado y táctil, nimbado por rumores,
el hoyo de agua nívea que tu vientre arremansa
como un rosado tiesto de palpitantes flores,
si te miro desnuda.
Mirarte es ver colinas,
lluvias que se diluyen respirando en tus pechos,
es embestir un campo de tierras onduladas,
es llegar al origen de la sangre,
es imantarse al golpe
que oscuramente sube de tu boca y tus trenzas,
y es imposible entonces no acosarte y vencerte
con sedientas hogueras.
Si te miro desnuda.
De "De cara al corazón" 1961
Huésped
Había entrado.
La que
más sabe, la que puso el oído
y escuchó atentamente la negación, el pacto,
lo dicho y desdecido; la que vio el cambio
de color de tus labios, precipitarse
lo inesperado, la puesta en pie, la aventura
y el alba, el beso,
la alegría.
La
noche había entrado.
La que
más sabe.
De "Un relámpago herido" 1967"
Mía
Vuelvo a ti, Libertad, mi compañera
de todos los momentos en la vida,
clavel entre claveles conmovida
belleza que se acerca en primavera.
Yo te tendré conmigo a toda hora,
como a una novia siempre enamorada,
junto a mí, Libertad, mía y amada,
retoño de la luz que el alba dora.
Yo me voy a la frontera,
a cantar y a pelear
tú serás mi compañera,
yo, quien te va acompañar.
Día a día a tu lado, en tanto vea
que los hombres procuran defenderte,
mientras yo, noche a noche, sueño verte
andando a mi costado, adonde sea.
Querida amiga, Libertad, deseo
que seamos los dos como una brasa
compartida, y mi casa sea tu casa,
y mires donde miro y donde veo.
Yo no voy a la frontera,
a cantar y a pelear;
tú serás mi compañera,
yo, quien te va acompañar.
Te beso, Libertad, porque eres mía,
porque mi afán es solo verte, amarte,
y aunque no he conseguido conquistarte,
no he dejado de buscarte todavía.
De "Cantar del caminante" 2007
Siempre
Estoy contigo
cuando levantas la mirada,
si eres donaire o jazmín puro
en el dolor como en la calma.
cuando el sol dora el fondo de tus ojos,
cuando en el alto alcor, tranquila, cantas,
cuando se encienden tu alma y tus cabellos,
estoy contigo.
Siempre que burles todas las celadas,
siempre que huelas a radiantes frutas,
siempre que me acompañes en la marcha,
estoy contigo.
Si te empapas con el rocío,
si te alumbras con el poniente,
si te regocija el alba,
si permaneces en tu sitio,
como una lumbre vencedora,
si sales a enfrentar la madrugada,
si todo se da en ti, luz de mis ojos,
al levantarse airosa de la manta,
estoy
contigo.
Pero cuando te envuelves con un frío
silencio inútil de intranquilas aguas,
si te enajenas de tu propia dicha,
si el mediodía hiere tus pisadas,
si para darte todo lo que tengo
el fuego herido de mi amor no basta,
si te acercas con rostro ensombrecido,
si desandas las huellas conquistadas,
no, no estoy contigo.
De "El viejo fuego" 1977
Sino
Nada es lo mismo ya, ni lo será mañana;
apenas la constancia dará el signo que guíe
el día por venir. Y el ahínco de la memoria fiel
que reconstruya y clasifique lo que ya es quemadura
y senda pedregosa desde ahora, desde el instante
en que una lluvia oscura
sopló con un sonido bárbaro en nuestra vida.
Y lo sabemos todos. Nada
será ya igual ni semejante al rostro del pasado;
ni nuestro amor, vacío de sostén, ni la mano
de los amigos. No habrá ese ruido
de persianas que bajen impidiendo al verano
su intromisión inevitable. Habrá cambiado
el ritmo de la sangre; otras palabras
pondrán sobre el oído su distinta eufonía.
No, no; ya no será la misma
la manera de andar, la introspección al modo
de la quietud ceñida de las horas. Se notará por siempre
en nuestro rostro un viaje
y un aire retraído de máscara olvidada.
Y al no tener el mismo amor, la misma
mano de los amigos,
el ser de aquí o de allá se borrará sin pausa
en una helada comunión con raíces espurias.
De "Destierro y atardecer" 1975
Tus paseos
Hoy bajas por la carretera
y yo te escucho cómo cantas;
vuelan pájaros de tus hombros,
vuelan gramillas de tus faldas;
en las colinas de tus senos
se avientan las oscuras gramas,
y se ve en el trasluz del horizonte
que se disipa ya la madrugada.
Tú sales a mirar la noche,
a trajinar por las llanadas,
desprendes el cabello al aire
y la humedad se te rezaga
bajo los pies, entre las piedras,
elemental y sofocada,
y yo te aguardo porque sé que traes
los ojos limpios de esperar el alba.
Necesitas la noche. Sube
su penumbra por tus espaldas,
tomas olor a los tomillos,
desnuda entre las hierbas agrias,
verdes se quedan tus hoyuelos,
florecen verdes tus pestañas,
y vuelves como un árbol caminante,
como raíz nutrida y fecundada.
Por las colinas de tus senos
se avientan las oscuras gramas.
Tú necesitas de la noche,
de los montes y las bajadas.
Pones la mano entre la tierra,
quedas de pronto ensimismada,
y luego vegetal, verde y sereno,
tu rostro se ilumina en la mañana.
De "De cara al corazón" 1961
Vacío
Doblé lo que era nuestro. Ciertamente
te amé como a ninguna. Destruí cuanto
amaba. Un sueño malo
-de rencores antiguos- oscureció mis frondas.
Titiritero falso, solté todos los hilos que me unían
al eco fiel de tu alma, a tu secreto encanto;
mal leñador, talé ramajes vanos con inútiles golpes;
tiré abajo la casa con la antigua violencia de mi gente
y la perdí, torcí el sendero y lo dejé en la arena
como una carta triste que se arroja en un cesto.
Como a ninguna, digo. Un alevoso
viento amargo ha soplado. Esto es el fin
de un largo viaje al esplendor de un beso.
Doblé lo que era nuestro.
De "Destierro y atardecer" 1975
Tomado de:
http://amediavoz.com/romero.htm
Los ayoreos
Los ayoreos sueñan con sus bosques,
Con la Tierra—sin—mal que está escondida
Más allá del palmar y el horizonte,
Con el collar de pluma de sus ritos,
Con los misterios hondos de la noche.
(El hombre blanco ha impuesto
Su ley en la comarca;
Le desterré a sus dioses,
Le arrebaté sus máscaras,
Su alba de guacamayos,
Sus confines de caza).
Los ayoreos sueñan con sus bosques,
Con la iguana que cruza las picadas
Y el caimán que bosteza por los bordes
Del gran río, en las siestas amarillas,
Cuando el calor arrasa con los montes.
(El blanco le ha robado
El venado y la calma,
Las antiguas creencias,
La luz antepasada,
La vincha de fulgores
Y la vara de danzas).
Los ayoreos sueñan con sus bosques,
Con el panal de fuego del lucero;
Descifran el lenguaje y los colores
De las aves que cruzan el desierto,
De las serpientes en los camalotes.
Mientras el blanco trama su emboscada,
Los ayoreos sueñan con sus bosques.
Con ese mismo corazón que cantaba
En
memoria de Wilfrido Álvarez, mártir paraguayo.
Soñó con un país
Que fuera una corriente
De ríos al andar,
De jazmines la frente,
De granos de maíz
Resonante el cantar.
Hoy recuerdo su rostro que tenía
Rasgo de arcilla y tierra del lugar,
Donde hallara el secreto de pulsar
Con el acero de su rebeldía
La cívica guitarra popular.
Soñaba con un país
Hermoso, con la camisa bordada
De color nuestro, de lluvias
Nuestras y vastas en las madrugadas;
Iguales surcos quería,
Que todo en el esfuerzo de los hombres cantara.
Él decía: —De todos
Será el pan en la tierra
Cuando la tierra sea para todos.
Y haya pan para todos.
Decía: —En paz sobre la tierra
Descansará el hermano
Cuando se viva en paz sobre la tierra.
Y haya paz para todos.
Él decía: —¡Qué hermosa
¡La patria libre! ¡Hagamos
¡Libre a la patria hermosa!
Soñaba con un país
Claro, fértil, que no oprimiera y sangrara
Como un despojo deshecho, quería
Que en un país de labranzas
Cantasen la sangre, el valle, las cordilleras, los ríos;
Lo soñó así, sin que jamás retirara
Los pasos, la voz, los ojos
De esa intensa lumbrarada.
País de sol y azafranes y corazón de guitarras.
Varón entero, tenía
Polvo de pueblo en la cara.
Se alzó por los que yacían,
Vistió el sol cada mañana,
Noche a noche alumbró el día,
Día a día tocó el alba,
Sufrió prisión por ser libre,
Llevó luz de casa en casa,
Pidió por los que no piden,
Por otros hirió su entraña.
Y si ha partido ahora, vuelve en esa marea
De resolanas altas que golpea con furia y con constancia.
El mediodía claro, vuelve a la clandestina tormenta
De las horas
En que su corazón, puro y vivo, cantaba;
Vuelve a mirar las cosas de los hombres iguales
En orfandad tiránica, en luz torva y hambrienta,
En humildad y orgullo;
Vuelve, vuelve a lo mismo, vuelve a arrojar al rostro dei
Verdugo su cólera,
Su cólera más honda que el odio y la vergüenza
Del verdugo, más inmensa que el gesto del verdugo
Alevoso, vuelve, cabal y entero, como siempre
Volvía (sin que jamás partiera) de ese país que fuera
La imagen de su vida.
Vuelve así en esta tarde.
Vuelve con la sonrisa
De inocente camino con que incendiaba el día,
Con esa fortaleza de bosque de sus sueños,
Con esos camaradas que son sal de la tierra
Y vuelven, con él vuelven a la región y al tiempo
De redimir la sangre del crimen y el ultraje.
Vuelve así en esta tarde, regresa al mediodía,
Vuelve con ese mismo corazón que cantaba.
En el patio
Estamos caídos en el suelo.
Ya no pisamos con los pies ligeros
La tierra iluminada, su centro iluminado;
No estamos ya, con la velocidad del gamo,
Estremeciendo el pasto de las praderas
Ni el nido de la perdiz.
Ni nómadas ni errantes.
Estamos en el suelo,
Sentados,
Sin colgar semillitas en el cuello,
Sin colgar en el cuello flores multicolores.
Estamos fijos en el suelo,
Sentados,
Ya con los ojos secos
Sin ver el horizonte,
La mirada agotada de mirar suelo yermo,
Sin otear distancias,
Definitivamente caídos en el suelo.
Ya no miramos hacia abajo
El centro de la tierra, el centro de lo que crece,
De las germinaciones, del soplo de las semillas,
No vemos el centro mismo del crecimiento,
El centro llameante
Del crecimiento mismo de la tierra.
Estamos condenados
A vernos en el suelo,
A estar sentados en el suelo sin contemplar el centro
Luminoso del cielo,
A estar sentados sin contemplar el firmamento.
Ni nómadas ni errantes,
Estamos en el suelo,
Atados a la tierra y condenados
A no mirar el crecimiento.
Tomado de:
https://www.poeticous.com/elvio-romero?locale=es
El sombrador caído
(Alberto Candia, una Luz asesinada
por orden de la Sombra).
I
Desde un límite fúnebre nos mira,
desde la niebla inquebrantable y húmeda,
desde un sitio de rotas rosas negras
donde el rosal devora escalofríos,
desde el silencio, desde el fondo
de una casa desierta, sin nada, sólo con sombra y
polvo,
sin nada, sólo con la humedad que le muerde los
huesos.
La tierra lo recibe;
mas no como una gota exterminada, como hojarasca
que a solas cae sin recuerdo alguno, sono como un
mayúsculo
símbolo de la patria violentada;
que lo han metido allí, que lo han clavado
en un cajón a nuestro suelo amargo,
a Alberto, al Hombre,
que andaba con su inmenso amor a cuestas
y a la sombra del pueblo caminaba.
Creció sobre una tierra verdadera.
Su acento era el acento de los ríos, hondura
de un remanso profundo y majestuoso;
su palabra era el pan de los humildes,
y todo él, raíz entre raíces,
piedra de los caminos, gleba y pueblo.
Rumor del pueblo, suma de su hombría.
Pulso de su grandeza y su silencio.
Estad atentos siempre
EXILADOS:
Escuchad, paraguayos:
escuchadme vosotros que lleváis las guitarras
errantes en las manos,
cuyas medallas tienen todavía color acometido
de cántaros granates y profundos,
simples varones verdes con el alma en incendio:
grabad en la retina todos los laminados
paisajes de la patria,
pensad que solamente
fijando en la memoria su desazón y escombros,
serés mañana el claro fulgor de su conciencia.
Nadie más que vosotros
sois la medida entera de sus lágrimas;
pensad que tenéis rostros de llanuras y bosques,
que sois el repartido surco de las labranzas,
los redentores barros pisoteados;
pensad que sois los hijos exilados de un árbol,
ya que la patria tiene cuerpo de ramas secas
cuyas hojas batieron los desastres.
Todo está decidido
con la disposición de la fuerza y la lucha;
no hay camino que borre vuestras rojas pisadas,
no hay caballos que olviden vuestra destreza antigua
de jinetes,
labios que no pronuncien el saludo caliente del regreso;
todo depende ahora del rapto agricultor de vuestras
manos,
del avizor sentido que tienen las simientes
y la honradez de vuestros pasos.
Estad siempre de bruces
para esperar mejor a las semillas,
restañando la herida mortal de los arados;
vale la pena atrincherarse un tiempo en las labores
y arrancarle a la patria ese sudario
y levantar los brazos como flores dichosas
que pasan de un entierro a la alegría.
Escuchadme vosotros que lleváis las guitarras
errantes en las manos,
hombres de una cosecha avasallada.
Tomado de:
https://diceelwalter.blogspot.com/2017/07/elvio-romero-poemas.html
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