Dos cuadros de la vida
I
¡Estamos
esperando!
pasamos
todas nuestras vidas
esperando un
suceso
los sucesos
suceden y
¡seguimos
esperando!
el
nacimiento es un suceso
la muerte es
otro suceso
¡la vida son
los peligros que transcurren
entre ambos
sucesos!
II
La vida es
una cruz pesada
yo soy como
Jesús
¡la arrastro
hacia el
cerro de mi rebeldía!
O también la
piedra gigantesca del pecado
y yo como Sísifo
la llevo
desde el piedemonte de la infancia
¡hasta la
cima de la muerte!
Aún con mi
pesadísima carga
llevo mil
años
cruzando
esta cuesta empinada
pero estoy
en paz
porque
finalmente
¡moriré en
el Gólgota del amor!
1998
Deseo
Deseo ser
como una mariposa
mi boca
sobre la boca de una flor roja
¡morirme
embriagado
por el néctar del amor!
que una
muchacha bella y amable
¡me prense
en las
páginas de sus diarios!
Bagdad, 2000
La poesía
Cuando
visita un poema
el corazón
acelerado, lo confiesa.
La policía
huele los versos
si tienen un
aroma de libertad
seguidamente
cuelgan de
la soga de la ley
1986
Sin país
Hace
cuarenta años que
puse mi
cadáver en mis hombros
voy
deambulando y derramando lágrimas
cruzando el
largo camino de la vida
¡no
encuentro un puño de tierra
dónde
enterrar
este cuerpo
adolorido!
1986
Tomado de:
https://revistavirtualquimera.com/2022/12/30/cinco-poemas-de-jalal-malaksha/
Condenar
En la plaza,
los verdugos levantan una horca.
Ellos
rebuznan.
Sus husos
giran las líneas que quieren que la multitud atrape.
Dicen: El
delito del presidiario es haber secado el sueño del pueblo,
y la pena
por ello, conforme a la Constitución Fundamental,
es, para
embotar los ojos de la gente con miedo, el árbol de la horca.
Dicen: El
delito del presidiario es haber pinchado los cráteres dormidos de los volcanes,
agitando
temblores, temblores, convulsiones,
trayendo de
vuelta el canto de la montaña para calmar el trabajo de esta patria virgen.
A la
medianoche …
A la
medianoche …
En una celda
del corredor de la muerte, el convicto reflexiona sobre la mañana.
En una
habitación inundada de sueños en Sorrow Town,
una mujer
teje sus recuerdos uno por uno, como en un collar
para su bebé
aún no nacido.
En la
temible plaza, los policías y los perros aullaban juntos.
En la corte,
los funcionarios tejían la mortaja del convicto,
mientras el
reloj epiléptico del Hermano Convicto rechinaba en la noche a temblar.
La hora de
su llegada había llegado:
Llegaron el
juez y el mulá, la policía y el verdugo.
Dijeron:
Toma esta pluma y redacta tu testamento.
El
presidiario preguntó: ¿Puedo enviar mis saludos a la montaña?
Imposible,
decían.
Así que el
convicto legó su arma a la mañana.
Se
despertaron y levantaron el árbol de la horca.
La plaza
adormecida despertó.
En la
habitación vacía, la lágrima de la mujer caía sobre su mejilla amarilla.
El nudo
corredizo chilló. El presidiario se elevó hacia los cielos.
Los bancos
de nubes de la montaña se agitaron.
La mujer
gritó de parto,
y el niño de
la mañana se enfrentó al mundo.
Ciudad
Tengo en
mente dejar este pueblo, viajar lejos,
para ir y
hacerme un vagabundo más allá de este mundo.
La lluvia de
lágrimas, los gritos internos: mi corazón y mis ojos
Le contaré
al resto del mundo mis penas aún no escuchadas.
Mis amigos
se han construido un pueblo de palabras rotas,
así que
volaré a horizontes nuevos en campos lejanos.
Soy un
águila de las montañas, no un pájaro esclavizado;
sin señuelo
en una jaula, monto en vuelo hacia la cordillera.
Todos los
hombres son para mí extraños, yo solo un extraviado.
Cuando todo
en casa parezca ahora desconocido, ¿dónde debo buscar?
Si alguna
vez vuelvo a caminar por los caminos de este viejo pueblo,
deja que la
ceguera oscurezca mis vistas de las paredes, el cielo y la tierra.
La tierra de
la muerte está aquí, el pueblo que guarda la tumba del amor:
mucho mejor,
entonces, vagar lejos y guardar mis palabras.
Tomado de:
https://sites.utexas.edu/yalla/?p=108
No hay comentarios.:
Publicar un comentario