Destino
Quien anda de viaje se lleva todo lo
que tiene, también la fiebre.
Bartolo Cattafi
Un tren que sale siempre va a alguna parte
un hombre que sale no siempre va a alguna parte
aunque viaje en el mismo tren;
un hombre que sale se lleva todo a cuestas
se lleva todo lo que tiene:
(también sus ganas de quedarse)
(también sus ganas de no ir a ninguna parte).
Generaciones
Acurrucado entre fajas sábanas
bulto bajo la colcha prendido a la almohada
(posición fetal)
pido a mi madre:
acaríciame la frente
no me dejes salir.
Pero están los hijos; duermen, sueñan
dicen:
despiértanos
queremos vivir.
El pecado
Todos hemos de pagar,
los que aman y los que no,
los que muestran la frente
y los que se ocultan del sol,
los protegidos,
los desposeídos,
los vividores,
los suicidas…
Todos hemos de pagar:
nuestro pecado original
ha sido
hundir las manos en el infinito
y hacerle un tajo desesperado
a la luz del día.
Cuando muchacho
Cuando muchacho
me detenía a soñar
en el cuarto más oscuro de la casa
desde donde, los ruidos cotidianos,
se oían casi como una llovizna.
Ellos eran los únicos reales.
Yo lo sabía, pero igual soñaba.
Todos aspiramos a una porción de humo,
a un trozo de piel en donde guarecernos.
He aprendido mucho…
y sigo ignorando tantas cosas como entonces.
Ahora ya no soy yo,
me ha ganado el otro;
y aquél que fui
mira
a éste que soy
con extrañeza:
piensa que ni el gusto por los sueños le ha
dejado.
Los amantes
Con la carne en paz se miran
los amantes;
traen de otros aires la levedad
del tiempo.
Se miran sorprendidos
el perfil
ante el espejo
que envejeció de pronto.
Algo se quiebra ante sus ojos:
ella se cubre,
él inicia la fuga
sin moverse.
Tomado de:
https://blogpoemas.com/antonio-aliberti/
Uno aprende a entregarse poco a poco...
Uno aprende a entregarse poco a poco...
Uno aprende a entregarse poco a poco;
es una antigua costumbre de la piel,
casi una rutina permanente.
Ensaya los gestos más dramáticos,
los más inocentes,
altivos o distantes.
Finalmente consigue el ángulo perfecto,
y a ello sólo el tiempo contribuye.
Por eso —los muertos—
guardan una perfecta compostura.
Selección: Luis Raúl Calvo
Saludo al amigo
A Roberto Santoro
No es que a veces me olvide,
sólo que hoy te recuerdo más,
y no resisto a la vieja costumbre de saludarte;
decirte por ejemplo que aquí estoy,
con mis castillos de arena intactos
(cuando sopla fuerte el viento, uno sopla más);
con dos hijos que crecen como el abrazo
que guardo en el pecho desde aquel día;
que nadie ha borrado tu nombre
y sigue habiendo una silla
con las formas de tu cuerpo y tu calor.
(Si alguien dijera que no estás, ¿qué probaría?
Puede más tu voz, como una herida que no tiene
cura).
Para cuando vuelvas
-en un cuarto del mundo-
se encenderá otra vez la mesa
para reanudar la charla que dejamos inconclusa:
ambos nos miraremos desde ventanas abiertas.
No falta mucho: al irte, no dijiste adiós.
Serenidad
Amo la serenidad de ciertas horas,
polvo de eternidad,
taciturna belleza que hay en ciertas tardes
que duermen como niño en su cuna.
No hay símbolos,
sólo voces que suben a la ventana
y comentan su oficio de orfebrería,
de tierra removida bajo la semilla del cielo.
Bebo a pequeños sorbos la reiteración de la brisa
y siento pasar por mis dedos el tiempo,
como cuentas de un rosario.
Hasta que la noche
cae a mis pies como pájaro ciego.
Tomado de:
http://lanausea2000.blogspot.com/2018/08/antonio-aliberti-por-ricardo-rubio.html
Poema
Unos me enseñaron que el amor
es una de esas redes que los pescadores
tiran y retiran repetidamente, hasta que la red se
gasta
y uno queda atrapado en su maraña.
Otros me hablaron del odio;
dijeron que nace en los baldíos
como la yerba mala,
y a veces se disfraza de compañero fiel,
de palmada en el hombro,
de beso en la mejilla.
Yo seguí esas máximas un tiempo;
luego crecí……………………..
(el impulso me venía de los pies,
juro que no pude detenerlo):
ahora amo y odio según las leyes
de mi propia piel.
Eso es lo que algunos no pueden perdonarme.
(De “Cuestión de Piel”, 1978)
Fotocarnet
Me detuvieron
en un frondoso tatuaje de fotografía.
La imagen-sin oleaje ni pasiones-
me devuelve el instante como una bofetada;
un instante en que alguien parecido a mí
-no soy tan calvo-
sonríe con labios de piedra perenne.
Me incrustaron en la frente
un silencio fijo y constante,
y la voz…
se detuvo en un país desencarnado:
me ausento vagamente
en un viaje sin formas ni contornos.
Sucede que pierdo las pestañas y las cejas,
y en las dos cuencas
se me instalan los ojos de un pescado.
Prefiero un espejo deformante
haciendo morisquetas:
es mucho más humano.
Cuando quieran volver a detenerme
pondré el gesto heroico:
hay que entrar en la muerte con altura.
(De “Ceremonia Íntima”, 1975)
Tomado de:
No hay comentarios.:
Publicar un comentario