Nocturno de las gallinas
En el corral vecino matan a una gallina. ¿Cuántas
habrán muerto esta noche? Ahora es un cerdo el que se queja del cuchillo. Noche
de insomnio en la que se adivina entre las mantas la intemperie del frío. Noche
en la que la muerte se cuela, entre las mantas, como un anticipo.
Ayer mismo, mientras cenábamos entre muchachas
rubias, en la mesa vecina, el silencio y el grito se daban de picotazos. Una
pareja ya metida en la edad, se clavaba una y otra vez en la náusea y en el
infarto. Él, rojo, gritaba con los ojos inyectados, llenándose el buche con
grandes trozos de carne, había un gesto estúpido y cerril en su rostro
gallináceo. Ella, triste y cruel, calva de plumas, no le miraba, silenciosa, aguardaba
a que estallara. Él lo sabía, le hería su silencio, que era la envoltura
perfecta del odio, su silencio presagiaba hemorragias.
Ahora otro cerdo es degollado. ¿Y nosotros, que
pendemos del dolor, cabezas de cerdo atravesadas por un ojo por el gancho de la
sorpresa, cómo sentimos todavía los picotazos? ¿Y ustedes, qué hacen ahí, entre
las muchachas rubias y el degollado?
Ángeles cobardes
Tienen alas y no vuelan. Su mirada estúpida y
cruel, su grotesco y ridículo estar aquí. Desterradas del infierno,
insoportable su mezquindad para los seres grandiosos y soberbios. Ángeles
caídos con las alas atrofiadas por la impotencia. A ciegas, sin saberlo, buscan
con el pico sus infernales orígenes. Condenadas por su cobardía a la
superficie, llevan en su carne, carne de gallina, el castigo. Muchedumbre de
soledades en el corral que en venganza se matan a picotazos. Demonios
desterrados, ángeles caídos, tienen alas y no vuelan, condenados por su
cobardía a la superficie.
Tomado de:
https://circulodepoesia.com/2015/05/poesia-mexicana-antonio-deltoro/
VECINOS
En el piso de abajo el sufrimiento se extiende
como el polvo,
resbala por los mosaicos, araña las paredes,
se escuchan gritos, lloros, los vecinos pelean.
Descanso en los puntos suspensivos del polvo que
danza con la luz y oigo un concierto;
me distraigo del dolor que me rodea
en el regazo de la luz que se trenza con el polvo:
en el piso de abajo, entre el sufrimiento ¿el
polvo
juega con la luz?
Departamentos: el suelo de uno es el reverso del
techo
de otro,
las patas robustas de un sillón dejan caer su
bovino sopor
en el envés de donde cuelga una lámpara.
Contigüidades, promiscuidades, distancias...
mientras yo escucho a Mozart los vecinos pelean:
imagino a Mozart y a su vecino; mientras uno
compone
el otro se desgarra o vegeta ignorando
que a sus pies nace un manantial de vigilia:
¿es el pesado sillón que desconoce la agilidad de
la lámpara?
¿Quién sabe del vecino de Mozart?
¿Qué sabe el vecino de Mozart?
¿Qué sabe Mozart de su vecino?
(A la intemperie somos lo que el prójimo quiere,
a salvo de sus miradas, creaciones de las
paredes).
Departamentos: el tiempo que los acoge se llama
mientras
y en este mientras cuántos tiempos diversos
conviven.
Yo trato de escapar del tiempo de mis vecinos
concentrándome
en la maravilla menuda del polvo y en la danza de
notas.
Departamentos: como las aceras de una calle,
paralelas
y opuestas, uno en la luz, otro en la sombra.
Una noche sufrí interminablemente
mientras en el piso de abajo todo dormía.
LOS TÍMIDOS
a Javier
A veces prefiero la llama de la hornilla en la
estufa a
un resplandor de fuego.
Los tímidos se ocultan en la niebla
pero quieren el sol solitario de una banca
tranquila.
¿Dónde, en qué lugar, está su timidez más
reposada?
¿En los jardines invernales o en los parques de
abril?
¿Cuál es el mes de los tímidos? ¿Cuál es su hora?
Me atraen las costumbres de los tímidos,
su pisar
cuidadoso, su introducirse con el cuello crispado,
su descanso a la sombra de las miradas del
prójimo,
su pulcritud, su nerviosismo.
El tiempo de los hombres no vence el rubor de los
tímidos.
Tropiezan por delicadeza, porque sienten todo
vivo, por
exceso de escrúpulos.
Porque están enamorados del rigor son inseguros;
son los exploradores de perfil de los centímetros.
Ante las puertas pierden su escaso aplomo,
ellos son la conciencia de los umbrales y las fronteras.
Boquean su silencio como los peces en la
superficie
de un
estanque el oxigeno
y su lengua es un anzuelo de incandescencia y
pudor.
Permanecen en la infancia y en la adolescencia;
a su delicadeza no la mella la edad;
de ancianos pueden sonrojarse ante su propia
muerte;
lo mismo que lo hacen, a pesar de sus canas,
ante la presencia de un extraño o de una mirada
femenina.
Tomado de:
http://www.antoniomiranda.com.br/iberoamerica/mexico/antonio_deltoro.html
Submarino
a Eduardo Hurtado
En el fondo del patio
en el rincón profundo
donde nadie se asoma,
estoy otra vez con mi mejor amigo.
Lejos de la sordidez de premios y castigos,
nos sumergimos en la conversación
que inventa países silenciosos.
Entre tablas y escombros
hemos construido debajo del desorden
un submarino que todos desconocen.
Futbol
Entre la multitud que se agita como un bosque
encantado
libres del deber, por el gusto del pasto, en la
delicia
de ver
rodar,
de sentir cómo nace del pie la precisión que en la
vida
normal
le arrebató la mano,
estamos reunidos hoy en este campo donde no crece
ni la
cebada ni el trigo
somos el coro que lamenta y que festeja,
el suspiro que acompaña al balón cuando pasa de
largo
y el
grito entre las redes.
Nació la pelota con una piedra o con la vejiga
hinchada
de una
presa abatida
No la inventó un anciano, ni una mujer, ni un
niño;
la inventó la tribu en la celebración, en el
descanso,
en el
claro del bosque
Contra el hacer, contra la dictadura de la mano,
yo canto al pie emancipado por el balón y el
césped,
al pie que se despierta de su servil letargo,
a la pierna artesana que vestida de gala va de
fiesta,
al corazón del pie, a su cabeza, a su vuelo aliado
de
Mercurio
a su naturaleza liberada de tubérculo;
a cada hueso de los dos pies, a sus diez dedos
que atrapan habilidades hace milenios olvidadas
en las
ramas de los árboles.
Yo canto a los pies que fatigados de trabajar las
sierras
llegaron al llano e inventaron el futbol.
Gatos
Ausentes,
sin mudarse de sitio
o perdidos,
en las antípodas,
me brindan,
desde lo desconocido,
el goce en libertad
de su palacio:
esta casa ahuecada
por el opio
felino
que el silencio
despliega.
Como el humo,
ensimismados
y displicentes,
son capaces de ser,
al mismo tiempo,
mis amos
y mis huéspedes.
Yo lo agradezco,
dándoles de comer
por las mañanas.
Tomado de:
http://www.archivopdp.unam.mx/index.php/85-audio/audio/2213-046-audio-voz-viva-antonio-deltoro
Todo diluvio
Todo diluvio es bíblico.
No hay diluvios pulcros,
despojados, científicos.
No hay terremotos neutros.
No hay llantos nuevos bajo el sol,
lágrimas dulces.
Todas están hechas
como el mar,
de agua y de sal,
de agua vuelta
y revuelta.
Real política
La mosca en el rayo de sol sonríe,
sonríe la araña, sonríe la mariposa,
pero la araña ríe al último:
la araña, la mosca,
el sol, la sonrisa y la risa
y la mariposa
son los protagonistas de este poema,
pero la araña
se lleva la palma
y la sonrisa
del verdugo.
Tomado de:
http://campodemaniobras.blogspot.com/2014/05/antonio-deltoro-tres-poemas.html
Bajo el cielo de marzo
La alfombra, las paredes, los retratos, todo
intacto. En el librero tus libros más íntimos me dicen tu compañía.
Sobre la silla un sueter, siento tu olor, un
espejismo me dice que vives. Quiero ir de tu olor a tu voz, de tu voz a tu
piel; reconstruirte.
Todavía hay presente en que apoyarse y mañanas de
sol.
Desde todos los puntos del largo itinerario de tus
años te miras.
¡Hay tanta agilidad en tu disfrute! ¿Qué piensas
mientras juegas arriba? El río envuelve a la montaña y vuelan los vencejos
sobre El Charco Azul. Corría entre piedras y me bañaba en el río y miraba en
las cuevas volar a los vencejos. Casas blancas y un río, vides y algarrobos,
algunas huertas, y en calles y barrancos, tu infancia, tu memoria, nadando por
el río, corriendo entre las peñas.
Viví de tu conversación y de tu porte como del
vuelo de un pájaro. Hay en esta altiplanicie, sosegándola, un trozo de
Chulilla, de río Turía, de Mar Mediterráneo. El porche, las ventanas, la
fuente, los geranios, te acompañan, nos acompañan. En el jardín mezclan sus
sombras memoria y olvido; cal y ceniza derramadas entre’ la higuera y el olivo,
entre la acacia y el ciruelo. Bajo el cielo de marzo, bajo su azul despejado,
con nubes ligerísimas tiramos tus cenizas en el jardín de la casa.
Mi padre, el memorioso, el inventor de cuentos y
de anécdotas, se hundió en el silencio y desapareció sin aspavientos ni
temores. Nos dio apenas tiempo para un ligero adiós y unas palabras. Se fue sin
molestar, como el que toma sus prendas, y con suprema elegancia, apenas de
perfil, dice hasta luego.
Tomado de:
https://www.chulilla.net/poesia-antonio-deltoro/
A UN EUCALIPTO
Hablan mal del eucalipto
porque se chupa la humedad,
tiene raíces extendidas,
es alto,
peligroso,
y con su madera
no se pueden hacer vigas
ni muebles
confiables,
su corteza tiene el tono solemne
de la piel del camello
y la tristeza de alguien ventoso y longevo.
Aún hecho pedazos
qué respeto le tengo,
cuánta añoranza
y seriedad
y reverencia
me produce ahora que ya no está.
Sus rodajas dispersas por el pasto
llevan dibujos:
una bahía, un círculo, una gaviota, un escudo
(arderán en la chimenea
con la misma violencia
que en Australia),
sus olores, frutos del hacha y de la sierra,
difieren del olor del eucalipto erguido,
son más dulces e intensos
pero se irán diluyendo.
En cambio, donde todo era
penumbra y cochinillas
un hachazo de luz definitiva
ha cortado de tajo
la luz de ayer,
la luz al sesgo
colada por las ramas.
ORACIÓN
Todos los días riegas las plantas,
haces los espacios del sol,
exterminas las plagas
que pintan las hojas con sus larvas,
conduces la enredadera,
hierves el agua para el té,
eres la ordenadora de la luz
y la que ordena
y desordena
mis horas nocturnas:
la noche nos desborda y nos agarra:
tú le das medida y desmedida,
tú eres ancha y aprietas.
GIROS
Para Eugenio Montejo
Mientras dormimos obscuros o por el sueño
habitados
hay ojos abiertos a la luz más allá de los mares.
No nos despierta su atención,
la tierra es redonda, su redondez protege nuestro
sueño
y gira para otorgar a todos luz y obscuridad;
y si alguien vive con los párpados cerrados o
abiertos a deshora,
en contrapunto con el canto de los pájaros y el
sol,
como quien viaja en un tren en un asiento
contrario al recorrido,
la tierra sin apiadarse seguirá girando,
porque sus giros son tiránicamente equitativos
y nadie puede escapar a su rigor, que distribuye
las horas.
Barre la tierra con sus giros los colores
y con sus giros barre la noche
y giran las tumbas y giran los recién nacidos.
SIN NARDOS
Mi madre
guardó la cortesía
y el amor a los nardos
hasta los últimos momentos:
al entrar, la enfermera
nos dijo en voz muy baja
que no le convenían esas flores;
nosotros, a un gesto de mi madre,
que era adivina,
sin chistar las retiramos,
como lo hacíamos
cuando llegaba a la casa un amigo
al que le producían los nardos
desazón y tristeza.
Los nardos eran las flores de mi madre
por su olor y su blancura,
por su forma y sus tallos;
también por sus recuerdos.
En sus fiestas sabíamos
que nardos y pasteles,
el humo del tabaco
y el sabor del café
se mezclarían,
siempre que no llegara
ese amigo
que asociaba,
como la enfermera,
los nardos con la muerte,
como si a la muerte la guiaran
ciertos olores
y la extraviaran otros
más sutiles,
como si la muerte no supiera,
como nadie,
el camino y la hora.
NOMBRES
No hay lunes para las montañas
ni para los huracanes.
No hay sábados para las nubes
ni días laborales.
Ni el zopilote planea,
ni el alacrán se esconde,
ni el agua hierve o corre
de manera distinta
un viernes de un domingo.
Bajo los nombres de los días
nos sentimos al abrigo
de los meteoros mayores,
los años y las décadas,
cuyos nombres son números,
cantidades enormes.
Algún día diremos
“hasta el lunes”
y no viviremos para entonces.
Si yo te llamo “Pedro”
y tú te llamas “Pedro”,
tú respondes.
Si yo le llamo “Lunes”,
el tiempo no me oye.
CAMA
Esta cama es un árbol en estado de coma:
cuando quiere ponerse de pie
la inundan la abulia y la melancolía
y entonces adopta la forma resignada que se deja
llevar.
Otras veces, harta de permanecer,
no se adhiere a su destino a la deriva
y hunde sus deseos en el suelo:
quiere definitivamente despertar o morir,
dar fin a las tareas que la ligan
al firmamento y los hombres,
perder para siempre las patas
que la separan de la tierra:
la cana esta cruzada por rayas
de día y noche, de tigre y cebra.
¿Cómo entrar al sueño
al que nos invita la cama,
aliada de la noche y de la tumba,
mestiza de sueños y de pesadillas?
¿De nuestros sueños, de nuestros amores y
desamores,
de nuestras pepeas y reconciliaciones sabe esta
cama?
Siento que me dicta los sueños:
su madera tiene pesadillas de fuego
yo, afiebrado, sueño con agua.
FÁBULA
Nos dio el gato y la liebre
para que supiéramos
la distancia
entre lo que se puede tocar
y lo intocable.
Quizás los conejos,
para que no confundiéramos
gato con liebre.
Al leopardo le debemos
la belleza de la caza
solitaria,
y los lobos fueron el don
para que aprendiéramos
a cazar en jauría.
La red de la araña,
dicen los chinos,
nos la dio
para que aprendiéramos
a viajar por hilos de seda
y hacer sopa de nidos de golondrina.
Sin los animales
seguiríamos en la planicie de la especie.
¿Por qué nos hizo nacer?
¿Por qué nos devora?
Hay que darle las gracias,
sin preguntarse demasiado,
y bendecir a las presas
que pasan,
como pasaremos nosotros,
por su vientre.
RAYAS
Para Eduardo Lizalde
No conocen los tigres el sueño absoluto del oso,
los tigres no duermen por entero
y en su vigilia acechante
hay una capa de luna y de silencio.
En el sueño más profundo de un tigre,
un tigre está despierto;
para él los días y las noches
son franjas de un eterno retorno,
de un nirvana amarillo y obscuro.
El tigre es más tigre en las horas nocturnas,
en ellas todo el tigre se despliega:
inaudible, invisible, obscuro, ensangrentado.
Cuando busca sus presas, cuando las embosca,
cuando salta abatiéndolas, el tigre es un sonámbulo.
El tigre sueña con la caza cuando sueña y cuando
caza,
y devora a sus presas con ojos traslúcidos de
sueño:
todo tigre tiene una capa de luna y de silencio
para cazar dormido con los ojos abiertos.
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