miércoles, 24 de mayo de 2023

POEMAS DE ANTONIO DELTORO "IN MEMORIAM"

 

Nocturno de las gallinas

 

 

En el corral vecino matan a una gallina. ¿Cuántas habrán muerto esta noche? Ahora es un cerdo el que se queja del cuchillo. Noche de insomnio en la que se adivina entre las mantas la intemperie del frío. Noche en la que la muerte se cuela, entre las mantas, como un anticipo.

 

Ayer mismo, mientras cenábamos entre muchachas rubias, en la mesa vecina, el silencio y el grito se daban de picotazos. Una pareja ya metida en la edad, se clavaba una y otra vez en la náusea y en el infarto. Él, rojo, gritaba con los ojos inyectados, llenándose el buche con grandes trozos de carne, había un gesto estúpido y cerril en su rostro gallináceo. Ella, triste y cruel, calva de plumas, no le miraba, silenciosa, aguardaba a que estallara. Él lo sabía, le hería su silencio, que era la envoltura perfecta del odio, su silencio presagiaba hemorragias.

 

Ahora otro cerdo es degollado. ¿Y nosotros, que pendemos del dolor, cabezas de cerdo atravesadas por un ojo por el gancho de la sorpresa, cómo sentimos todavía los picotazos? ¿Y ustedes, qué hacen ahí, entre las muchachas rubias y el degollado?

 

 

Ángeles cobardes

 

Tienen alas y no vuelan. Su mirada estúpida y cruel, su grotesco y ridículo estar aquí. Desterradas del infierno, insoportable su mezquindad para los seres grandiosos y soberbios. Ángeles caídos con las alas atrofiadas por la impotencia. A ciegas, sin saberlo, buscan con el pico sus infernales orígenes. Condenadas por su cobardía a la superficie, llevan en su carne, carne de gallina, el castigo. Muchedumbre de soledades en el corral que en venganza se matan a picotazos. Demonios desterrados, ángeles caídos, tienen alas y no vuelan, condenados por su cobardía a la superficie.

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2015/05/poesia-mexicana-antonio-deltoro/

 

 

VECINOS 

 

En el piso de abajo el sufrimiento se extiende

          como el polvo,

resbala por los mosaicos, araña las paredes,

se escuchan gritos, lloros, los vecinos pelean.

Descanso en los puntos suspensivos del polvo que

          danza con la luz y oigo un concierto;

me distraigo del dolor que me rodea

en el regazo de la luz que se trenza con el polvo:

en el piso de abajo, entre el sufrimiento ¿el polvo

          juega con la luz?

Departamentos: el suelo de uno es el reverso del

          techo de otro,

las patas robustas de un sillón dejan caer su

           bovino sopor

en el envés de donde cuelga una lámpara.

Contigüidades, promiscuidades, distancias...

mientras yo escucho a Mozart los vecinos pelean:

imagino a Mozart y a su vecino; mientras uno

           compone

el otro se desgarra o vegeta ignorando

que a sus pies nace un manantial de vigilia:

¿es el pesado sillón que desconoce la agilidad de

           la lámpara?

¿Quién sabe del vecino de Mozart?

¿Qué sabe el vecino de Mozart?

¿Qué sabe Mozart de su vecino?

(A la intemperie somos lo que el prójimo quiere,

a salvo de sus miradas, creaciones de las paredes).

Departamentos: el tiempo que los acoge se llama mientras

y en este mientras cuántos tiempos diversos conviven.

Yo trato de escapar del tiempo de mis vecinos

          concentrándome

en la maravilla menuda del polvo y en la danza de notas.

 

   Departamentos: como las aceras de una calle,

   paralelas y opuestas, uno en la luz, otro en la sombra.

 

   Una noche sufrí interminablemente

             mientras en el piso de abajo todo dormía.

 

 

LOS TÍMIDOS 

 

                      a Javier

 

A veces prefiero la llama de la hornilla en la

   estufa a un resplandor de fuego.

Los tímidos se ocultan en la niebla

pero quieren el sol solitario de una banca tranquila.

¿Dónde, en qué lugar, está su timidez más reposada?

¿En los jardines invernales o en los parques de abril?

¿Cuál es el mes de los tímidos? ¿Cuál es su hora?

Me atraen las costumbres de los tímidos,

   su pisar cuidadoso, su introducirse con el cuello crispado,

su descanso a la sombra de las miradas del

   prójimo, su pulcritud, su nerviosismo.

El tiempo de los hombres no vence el rubor de los tímidos.

Tropiezan por delicadeza, porque sienten todo

   vivo, por exceso de escrúpulos.

Porque están enamorados del rigor son inseguros;

son los exploradores de perfil de los centímetros.

Ante las puertas pierden su escaso aplomo,

ellos son la conciencia de los umbrales y las fronteras.

Boquean su silencio como los peces en la superficie

   de un estanque el oxigeno

y su lengua es un anzuelo de incandescencia y pudor.

Permanecen en la infancia y en la adolescencia;

a su delicadeza no la mella la edad;

de ancianos pueden sonrojarse ante su propia muerte;

lo mismo que lo hacen, a pesar de sus canas,

ante la presencia de un extraño o de una mirada femenina.

Tomado de:

http://www.antoniomiranda.com.br/iberoamerica/mexico/antonio_deltoro.html

 

 

Submarino

 

 

a Eduardo Hurtado

 

En el fondo del patio

en el rincón profundo

donde nadie se asoma,

estoy otra vez con mi mejor amigo.

Lejos de la sordidez de premios y castigos,

nos sumergimos en la conversación

que inventa países silenciosos.

Entre tablas y escombros

hemos construido debajo del desorden

un submarino que todos desconocen.

 

 

Futbol

 

Entre la multitud que se agita como un bosque

     encantado

libres del deber, por el gusto del pasto, en la delicia

     de ver rodar,

de sentir cómo nace del pie la precisión que en la vida

     normal le arrebató la mano,

estamos reunidos hoy en este campo donde no crece

     ni la cebada ni el trigo

somos el coro que lamenta y que festeja,

el suspiro que acompaña al balón cuando pasa de largo

     y el grito entre las redes.

Nació la pelota con una piedra o con la vejiga hinchada

     de una presa abatida

No la inventó un anciano, ni una mujer, ni un niño;

la inventó la tribu en la celebración, en el descanso,

     en el claro del bosque

Contra el hacer, contra la dictadura de la mano,

yo canto al pie emancipado por el balón y el césped,

al pie que se despierta de su servil letargo,

a la pierna artesana que vestida de gala va de fiesta,

al corazón del pie, a su cabeza, a su vuelo aliado

     de Mercurio

a su naturaleza liberada de tubérculo;

a cada hueso de los dos pies, a sus diez dedos

que atrapan habilidades hace milenios olvidadas

     en las ramas de los árboles.

Yo canto a los pies que fatigados de trabajar las sierras

     llegaron al llano e inventaron el futbol.

 

 

Gatos

 

Ausentes,

sin mudarse de sitio

o perdidos,

en las antípodas,

 

me brindan,

desde lo desconocido,

el goce en libertad

de su palacio:

 

esta casa ahuecada

por el opio

felino

que el silencio

despliega.

Como el humo,

ensimismados

y displicentes,

son capaces de ser,

al mismo tiempo,

mis amos

y mis huéspedes.

 

Yo lo agradezco,

dándoles de comer

por las mañanas.

Tomado de:

http://www.archivopdp.unam.mx/index.php/85-audio/audio/2213-046-audio-voz-viva-antonio-deltoro

 

 

Todo diluvio

 

Todo diluvio es bíblico.

 

No hay diluvios pulcros,

despojados, científicos.

 

No hay terremotos neutros.

 

No hay llantos nuevos bajo el sol,

lágrimas dulces.

 

Todas están hechas

como el mar,

de agua y de sal,

de agua vuelta

y revuelta.

 

 

Real política

 

La mosca en el rayo de sol sonríe,

sonríe la araña, sonríe la mariposa,

pero la araña ríe al último:

 

la araña, la mosca,

el sol, la sonrisa y la risa

y la mariposa

 

son los protagonistas de este poema,

 

pero la araña

se lleva la palma

 

y la sonrisa

del verdugo.

Tomado de:

http://campodemaniobras.blogspot.com/2014/05/antonio-deltoro-tres-poemas.html

 

 

Bajo el cielo de marzo

La alfombra, las paredes, los retratos, todo intacto. En el librero tus libros más íntimos me dicen tu compañía.

 

Sobre la silla un sueter, siento tu olor, un espejismo me dice que vives. Quiero ir de tu olor a tu voz, de tu voz a tu piel; reconstruirte.

 

Todavía hay presente en que apoyarse y mañanas de sol.

 

Desde todos los puntos del largo itinerario de tus años te miras.

 

¡Hay tanta agilidad en tu disfrute! ¿Qué piensas mientras juegas arriba? El río envuelve a la montaña y vuelan los vencejos sobre El Charco Azul. Corría entre piedras y me bañaba en el río y miraba en las cuevas volar a los vencejos. Casas blancas y un río, vides y algarrobos, algunas huertas, y en calles y barrancos, tu infancia, tu memoria, nadando por el río, corriendo entre las peñas.

 

Viví de tu conversación y de tu porte como del vuelo de un pájaro. Hay en esta altiplanicie, sosegándola, un trozo de Chulilla, de río Turía, de Mar Mediterráneo. El porche, las ventanas, la fuente, los geranios, te acompañan, nos acompañan. En el jardín mezclan sus sombras memoria y olvido; cal y ceniza derramadas entre’ la higuera y el olivo, entre la acacia y el ciruelo. Bajo el cielo de marzo, bajo su azul despejado, con nubes ligerísimas tiramos tus cenizas en el jardín de la casa.

 

Mi padre, el memorioso, el inventor de cuentos y de anécdotas, se hundió en el silencio y desapareció sin aspavientos ni temores. Nos dio apenas tiempo para un ligero adiós y unas palabras. Se fue sin molestar, como el que toma sus prendas, y con suprema elegancia, apenas de perfil, dice hasta luego.

Tomado de:

https://www.chulilla.net/poesia-antonio-deltoro/

 

 

A UN EUCALIPTO

 

 

 

Hablan mal del eucalipto

 

porque se chupa la humedad,

 

tiene raíces extendidas,

 

es alto,

 

peligroso,

 

y con su madera

 

no se pueden hacer vigas

 

ni muebles

 

confiables,

 

su corteza tiene el tono solemne

 

de la piel del camello

 

y la tristeza de alguien ventoso y longevo.

 

Aún hecho pedazos

 

qué respeto le tengo,

 

cuánta añoranza

 

y seriedad

 

y reverencia

 

me produce ahora que ya no está.

 

Sus rodajas dispersas por el pasto

 

llevan dibujos:

 

una bahía, un círculo, una gaviota, un escudo

 

(arderán en la chimenea

 

con la misma violencia

 

que en Australia),

 

sus olores, frutos del hacha y de la sierra,

 

difieren del olor del eucalipto erguido,

 

son más dulces e intensos

 

pero se irán diluyendo.

 

En cambio, donde todo era

 

penumbra y cochinillas

 

un hachazo de luz definitiva

 

ha cortado de tajo

 

la luz de ayer,

 

la luz al sesgo

 

colada por las ramas.

 

 

ORACIÓN

 

 

Todos los días riegas las plantas,

 

haces los espacios del sol,

 

exterminas las plagas

 

que pintan las hojas con sus larvas,

 

conduces la enredadera,

 

hierves el agua para el té,

 

eres la ordenadora de la luz

 

y la que ordena

 

y desordena

 

mis horas nocturnas:

 

la noche nos desborda y nos agarra:

 

tú le das medida y desmedida,

 

tú eres ancha y aprietas.

 

 

GIROS

 

 

Para Eugenio Montejo 

 

 

Mientras dormimos obscuros o por el sueño habitados

 

hay ojos abiertos a la luz más allá de los mares.

 

No nos despierta su atención,

 

la tierra es redonda, su redondez protege nuestro sueño

 

y gira para otorgar a todos luz y obscuridad;

 

y si alguien vive con los párpados cerrados o abiertos a deshora,

 

en contrapunto con el canto de los pájaros y el sol,

 

como quien viaja en un tren en un asiento contrario al recorrido,

 

la tierra sin apiadarse seguirá girando,

 

porque sus giros son tiránicamente equitativos

 

y nadie puede escapar a su rigor, que distribuye las horas.

 

Barre la tierra con sus giros los colores

 

y con sus giros barre la noche

 

y giran las tumbas y giran los recién nacidos.

 

 

SIN NARDOS

 

 

 

Mi madre

 

guardó la cortesía

 

y el amor a los nardos

 

hasta los últimos momentos:

 

al entrar, la enfermera

 

nos dijo en voz muy baja

 

que no le convenían esas flores;

 

nosotros, a un gesto de mi madre,

 

que era adivina,

 

sin chistar las retiramos,

 

como lo hacíamos

 

cuando llegaba a la casa un amigo

 

al que le producían los nardos

 

desazón y tristeza.

 

Los nardos eran las flores de mi madre

 

por su olor y su blancura,

 

por su forma y sus tallos;

 

también por sus recuerdos.

 

En sus fiestas sabíamos

 

que nardos y pasteles,

 

el humo del tabaco

 

y el sabor del café

 

se mezclarían,

 

siempre que no llegara

 

ese amigo

 

que asociaba,

 

como la enfermera,

 

los nardos con la muerte,

 

como si a la muerte la guiaran

 

ciertos olores

 

y la extraviaran otros

 

más sutiles,

 

como si la muerte no supiera,

 

como nadie,

 

el camino y la hora.

 

 

NOMBRES

 

 

 

No hay lunes para las montañas

 

ni para los huracanes.

 

No hay sábados para las nubes

 

ni días laborales.

 

Ni el zopilote planea,

 

ni el alacrán se esconde,

 

ni el agua hierve o corre

 

de manera distinta

 

un viernes de un domingo.

 

 

 

Bajo los nombres de los días

 

nos sentimos al abrigo

 

de los meteoros mayores,

 

los años y las décadas,

 

cuyos nombres son números,

 

cantidades enormes.

 

 

 

Algún día diremos

 

“hasta el lunes”

 

y no viviremos para entonces.

 

Si yo te llamo “Pedro”

 

y tú te llamas “Pedro”,

 

tú respondes.

 

Si yo le llamo “Lunes”,

 

el tiempo no me oye.

 

 

CAMA

 

 

 

Esta cama es un árbol en estado de coma:

 

cuando quiere ponerse de pie

 

la inundan la abulia y la melancolía

 

y entonces adopta la forma resignada que se deja llevar.

 

Otras veces, harta de permanecer,

 

no se adhiere a su destino a la deriva

 

y hunde sus deseos en el suelo:

 

quiere definitivamente despertar o morir,

 

dar fin a las tareas que la ligan

 

al firmamento y los hombres,

 

perder para siempre las patas

 

que la separan de la tierra:

 

la cana esta cruzada por rayas

 

de día y noche, de tigre y cebra.

 

 

 

¿Cómo entrar al sueño

 

al que nos invita la cama,

 

aliada de la noche y de la tumba,

 

mestiza de sueños y de pesadillas?

 

 

 

¿De nuestros sueños, de nuestros amores y desamores,

 

de nuestras pepeas y reconciliaciones sabe esta cama?

 

 

 

Siento que me dicta los sueños:

 

su madera tiene pesadillas de fuego

 

yo, afiebrado, sueño con agua.

 

 

FÁBULA

 

 

 

Nos dio el gato y la liebre

 

para que supiéramos

 

la distancia

 

entre lo que se puede tocar

 

y lo intocable.

 

 

 

Quizás los conejos,

 

para que no confundiéramos

 

gato con liebre.

 

 

 

Al leopardo le debemos

 

la belleza de la caza

 

solitaria,

 

y los lobos fueron el don

 

para que aprendiéramos

 

a cazar en jauría.

 

 

 

La red de la araña,

 

dicen los chinos,

 

nos la dio

 

para que aprendiéramos

 

a viajar por hilos de seda

 

y hacer sopa de nidos de golondrina.

 

 

 

Sin los animales

 

seguiríamos en la planicie de la especie.

 

 

 

¿Por qué nos hizo nacer?

 

¿Por qué nos devora?

 

 

 

Hay que darle las gracias,

 

sin preguntarse demasiado,

 

y bendecir a las presas

 

que pasan,

 

como pasaremos nosotros,

 

por su vientre.

 

 

RAYAS

 

 

 

Para Eduardo Lizalde

 

No conocen los tigres el sueño absoluto del oso,

 

los tigres no duermen por entero

 

y en su vigilia acechante

 

hay una capa de luna y de silencio.

 

En el sueño más profundo de un tigre,

 

un tigre está despierto;

 

para él los días y las noches

 

son franjas de un eterno retorno,

 

de un nirvana amarillo y obscuro.

 

El tigre es más tigre en las horas nocturnas,

 

en ellas todo el tigre se despliega:

 

inaudible, invisible, obscuro, ensangrentado.

 

Cuando busca sus presas, cuando las embosca,

 

cuando salta abatiéndolas, el tigre es un sonámbulo.

 

El tigre sueña con la caza cuando sueña y cuando caza,

 

y devora a sus presas con ojos traslúcidos de sueño:

 

todo tigre tiene una capa de luna y de silencio

 

para cazar dormido con los ojos abiertos.

Tomado de:

https://www.lexia.com.ar/MEXdeltoro.htm

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